martes, 7 de noviembre de 2023

Tiempo de gritar

Autores: Jesús Nevernet y Angel Nevernet

Los mecanismos que hacen funcionar a la mente esconden arcanos anclados en lo más profundo de nuestro ser, aunque pertenezcan a lo cotidiano. Desentrañarlos es mi trabajo. A menudo sin éxito, frecuentemente logro sacarlos a la luz para tratarlos y corregirlos: El bienestar del paciente manda, lo malo es que la vida es un ejercicio inmisericorde que deja secuelas y malos recuerdos para que, al final, ninguno, nadie, salgamos vivos de ella.

 

Me llamo Salvador Serafín y soy psicólogo. Intentaré narrar los sucesos que me han acaecido de forma ordenada y sin perder detalle entre los renglones que vaya redactando, que no deseo que se conviertan en una tela de araña que atrapen los fragmentos de esta historia y la hagan ininteligible; tela de araña, por otra parte, de la que he escapado a fuerza de tesón con la ayuda del Señor.

 

 

Nunca pensé que el cívico comportamiento de separar la basura me salvaría la vida. Ese día sólo tenía que desechar plásticos, y su contenedor estaba detrás del correspondiente al papel y otro del vidrio, cuando de repente una explosión dejó mi vehículo convertido en una bola de fuego. Jamás había recibido ninguna amenaza. Pasado el tiempo de estupor (ignoro cuánto, acaso por esa pintoresca relatividad que afecta en momentos cruciales), procedo a recordar las personas que he conocido en los últimos meses. Ser psicólogo y muy aficionado al Séptimo Arte suelen ir de la mano.

 

Las personas de mi entorno dicen que soy como el personaje que encarnaba Pierce Brosnan en una serie de televisión de los años 80. "Remington Steele" se llamaba. Él afirmaba que cada caso que investigaba le sugería el argumento de alguna película. Debe ser por mi carácter fóbico y la necesidad de tener todo controlado, por lo que la imagen de Bruce Willis en "El sexto sentido" apareció con fuerza en mi mente. Algún paciente que no se ha sentido bien tratado, quizás... Ante una situación tan dramática, puede parecer grotesco que me acuerde de películas; y así debió de parecerle al policía que, poco amante del Cine, me hacía preguntas escasamente relacionadas con estas mis fantasías, pero más cercanas a la realidad.

 

- Un artefacto explosivo de estas características no es accesible para cualquiera, caballero. Usted tiene enemigos muy poderosos...

- Pero si yo sólo soy un psicólogo… - Le dije, y como prueba de que no comprendía la gravedad de los hechos, vino a mi memoria la canción de los Moody Blues (del que fui fervoroso fan durante mi adolescencia), «Sólo soy un cantante (en un grupo de Rock & Roll)». Las asociaciones mentales que vivía eran ilógicas por la tensión…

- Aparte de su trabajo, ¿pertenece usted a algún partido político, organización, y/o tiene aficiones diferentes?

- No, no, en absoluto, nada de eso... Escribo artículos en revistas especializadas, ensayos de andar por casa, análisis de películas desde un enfoque psicoanalítico... Pero no he publicado nada fuera de mi ámbito profesional…

- ¡Ah!, interesante… Y eso, ¿en qué consiste? - Inquirió con gesto severo.

- Pues son reflexiones y observaciones sobre la conducta humana…

- ¿Nada más que eso?

- Soy un «vicioso» de la Natación … Estoy casado y tengo dos hijas, una mastín…

- Eso ya lo sabemos… Por cierto, ¿es un vicio la Natación?

- Solamente es una forma de hablar... 

Definitivamente estaba muy afectado aunque yo no lo percibiese de ese modo en esos instantes.

 

 

Los gestos de incredulidad de los policías eran notorios. Seguro que pensaban que les ocultaba algo. Y es posible que una vida tan simple como la mía, levante sospechas en estos desasosegados tiempos.

 

Los agentes de la autoridad debieron de aburrirse bastante durante el tiempo que me tuvieron retenido (que no “detenido”), haciendo indagaciones y pesquisas acerca de mi humilde persona. Lo más irritante es que me sentía incriminado por el tono en que me hablaban, y también por la naturaleza de sus preguntas. Me habían volado el coche y se permitían cuestionar mi vida entera mientras entraban y salían en la pequeña sala con una ventana acristalada oscura. «Me estarán observando», pensé con temor, «como el insecto que es examinado tras ser capturado en un vaso». Volvió a entrar otro policía. «Este es nuevo», me dije, y tras armarme de valor, le solté…


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