domingo, 28 de septiembre de 2014

La pesadilla

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Para dar la razón a los que últimamente me dicen que estoy muy musical, recordaré a un grupo de rock sinfónico denominado “King Crimson”. Compusieron una canción cuyo nombre era premonitorio, “21st Century Schizoid Man” (“Hombre esquizofrénico del siglo XXI”). Su última estrofa dice “Death seed blind man's greed / Poets' starving children bleed / Nothing he's got he really needs / Twenty first century schizoid man” (1). Lo dejo en inglés para no alterar su verdadero sentido y ritmo. Habla de símbolos, ¿o quizás no? En esas estamos.

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. No tenía sentido aparente. Las pesadillas tienen esa licencia. La realidad, envidiosa ella, también se comporta así. La gente vive y no sabe porqué vive; y cuando muere lo hace sin tener conciencia de haber vivido, menos todavía de porqué muere. Maldita madrugada que deja la puerta abierta a todos los demonios del Infierno. Mas los peores son los que nos rondan…

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Uno se acuesta para descansar, no para desasosegarse. Deberían prohibir las pesadillas, al menos en noches anteriores a jornadas laborales. No sé el motivo que impide a nuestros “insignes líderes” legislar en ese sentido. Ellos lo saben todo, poseedores de esa secreta omnisciencia, propia de los que pertenecen a selectos y discretos clubes, que hacen palidecer de temor a todos los mortales que caminamos sobre la vieja Tierra. ¿Quién necesita a la Libertad cuando ellos están en el puente de mando y saben lo que se necesita?

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Lo más inquietante de ellas es su parecido con la realidad. Una pesadilla que se precie ha de pasar por cierta, no por una ficción de nuestro inconsciente, y debe ser terrorífica para dejarnos maltrechos y removidos el resto del día. Recuerdo pesadillas que tuve hace años, son las que encabezan esa dudosamente honorífica relación del horror onírico. Algunas tienen el mal hábito de repetirse, como plato mal condimentado. Y desfilan por nuestro cerebro, noche tras noche, seres queridos que han muerto, discusiones, luces mortecinas, tumbas que se abren bajo nuestros pies para reclamarnos nuestros pecados, sombras, ausencias, carreras sin avance y demás miedos en fantástico aquelarre. Aquelarre creado por nosotros mismos para mortificarnos por algo que no hicimos o que hicimos mal…

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Soñé que estaba en un andén desierto. Soñé que esperaba un tren que nunca llegaría. Soñé que la iluminación apenas podía descorrer el tupido manto de la oscuridad, una oscuridad que parecía devorar todo a su alrededor, una oscuridad capaz de asesinar hasta la tenue luz de la Esperanza. Soñé que todo se hallaba en silencio clamoroso y que hasta mis pensamientos levantaban un nervioso e irritado rumor en torno a mí. Soñé que el viento que soplaba parecía animar las figuras de los carteles mal pegados sobre la pared, sus sonrisas se me antojaban amenazantes, como las miradas cargadas de maldad. Alguien viene andando…

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Los pasos forman un eco que se multiplica por mil. Al principio es una pequeña figura a contraluz, desaparece cuando atraviesa alguna zona en tinieblas para volver a aparecer caprichosamente bajo la luz. No le veo la cara. Me habla…

- Señor, tiene que abonar el pasaje…
- ¿Por qué he de pagar algo que no voy a utilizar?
- Eso es secundario. Hay que pagar porque lo ordena el Reglamento. Si pasa o no el tren es cosa del gobierno y de los que saben, que lo saben mejor que usted y que yo.
- Bien, pues me iré…
- Aún así tiene que pagar, señor, hay que pagar por todo lo que se disfruta. Disfrutar es un derecho, pero los derechos se pagan. Como todo. Y nadie da duros a tres pesetas, ¿entiende? Usted ha disfrutado de este maravilloso andén en tinieblas y tiene que pagar por ello, es lo justo, para que los que mandan puedan dedicar estos recursos que se recaudan a los menesteres que nos hacen progresar.
- ¿Y cuál es su labor en esa maquinaria de progreso?
- Yo era un parado, señor, pero renuncié a mi libertad a cambio de un puestecito que me permite vivir. Me reconocieron ese derecho, es una maravilla la protección social que dadivósamente nos conceden los líderes, ¿sabe usted? Al fin y al cabo, la libertad no se come. Mírese, usted es de los que proclaman la libertad y está perdido en un andén, en plena madrugada, ¿de qué le sirve la libertad?
- Mejor estar perdido y libre que errado siendo esclavo.
- Ya. Eso es muy bonito, pero me da igual. Mire, me cae bien y le voy a contar algo. La mejor manera de quitarle todo a alguien es hacerle creer que se le ha dado todo antes, que lo ha tenido todo antes. Hará lo que sea para no “perderlo”. Venderá su alma al diablo antes que permitir eso. Inunde de dinero fácil, riegue con fondos y más fondos las expectativas de la gente durante un tiempo, ponga unos cuantos gestores “receptivos” al frente de las corporaciones financieras y de oligopolios, sin olvidarse de los políticos, mejor si están “iluminados” y, de repente, extienda el convencimiento de que hay quienes sobran porque no es sostenible tanta población en las viejas naciones y que los competitivos son los que han venido de fuera para pagar las pensiones, aunque en realidad muchos de ellos se dedicarán a minar el país. ¿Qué tienen que ser tolerantes con los que desean su destrucción? Lo serán hasta el punto de asesinar con intolerancia extrema a los que sean marcados como intolerantes. Endeude a esa nación hasta la arcada. Tanta deuda pública que resultará imposible resarcirla. Se quemarán las manos con tal de deshacerse de ella, de pasársela como dinamita a punto de explotar mientras otros harán su agosto. A río revuelto… ¿Comprende? Permitirán intervenciones, purgas, pedirán que los "marquen" con cualquier chip de identificación y control con tal de ir tirando en su triste día a día. Dejarán que los que dirigen el estado fiscalicen e infiltren hasta los gestos con la devoción de quien se aferra a un madero en medio de un océano tempestuoso. Sociedades enteras se arrodillarán ante el becerro de oro antes que perder su parte alícuota de bienestar, aunque este no sea más que un engaño. Renunciarán a la más íntima y profunda de sus creencias porque preferirán la injusticia a la certidumbre de su miseria sin saber que tendrán ambas porque esa es una de las consecuencias de dar la espalda a Cristo. Créame, venderán a sus hijos, se impedirá concebirlos siquiera, destruirán su futuro, mantendrán en la poltrona a los responsables de sus desdichas, se postrarán ante la gentuza que ha causado todo esto y que tiene tanto poder y dinero que podrían comprar el mundo varias veces... Se sacarán los ojos para no ver la realidad, lo que sea, “como sea” para que el espejismo no se deshaga, para que las malas noticias no les estropeen sus “derechos”. Son una monumental mentira, pero... ¿No lo intuye?... Tienen que pagar por ellos. Pagarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, y estarán tan agradecidos por las migajas de esa “protección social” tan pomposa como embustera que matarán al que ose cuestionarla. Es mentira. Pero a nadie le importa que sea así porque están amordazados. Y con mordaza no resulta tarea fácil hablar, claro que, ¿para qué hablar si nadie escucha lo que hay que decir?...

Entonces despierto sobresaltado, con la opresiva sensación de no poder articular sonido alguno, tosiendo, con las afiladas garras de la desesperación, de la impotencia, lacerando lo más hondo de mi espíritu y maldiciendo a todos y a cada uno de los elementos que han reducido a la Cristiandad a un doliente despojo, hedonista y cobarde, que cambiaría su Redención por la limosna que pretenderían arrojarle unas personas que sirven mejor a su tenebroso señor que los ángeles caídos que siempre le acompañan.

He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo…

Notas:
(1) Semilla de muerte. Codicia del hombre cegado / Hambruna de poetas. Niños que sangran / Nada de lo que él tiene realmente lo necesita / Hombre esquizofrénico del siglo veintiuno.