lunes, 9 de febrero de 2009

Cae la noche...

Perezosamente, como una amante somnolienta, la noche deja caer su oscuro manto sobre la faz de la Tierra. Las sombras se alargan y las tinieblas lo invaden todo. Las imágenes del pasado se levantan de sus sepulcros para colarse en nuestros sueños y tornarlos pesadillas.

Es el momento sin horas porque ha llegado la hora del remordimiento. Penitencia o condenación, sí, pero también de la redención, del estallido de Luz que es la contemplación de la Gloria del Señor. O puede que el peso de nuestros pecados nos ahogue en las sombras del infierno.

Aquí no hay más frecuencia que la de la inspiración. Siendo la musa caprichosa, nos abandonaremos a sus deseos o a sus desdenes. A veces traerá un rayo de sol, o un llanto del pasado, la expiación o el cumplimiento de una promesa. Sólo ella sabe lo que esconde el mohín de su sonrisa.

Palabras en las sombras, cuales destellos de diamantes o reflejos de puñales. Tened cuidado pues ambos podrían herir como matan algunas miradas.

Escuchad, escuchad, y si pensais que sueño es, bueno será, que por mucho mirar, no lo vereis.