tag:blogger.com,1999:blog-58900775307243025242024-01-03T19:01:03.339+01:00Palabras en las sombrasUn sitio donde se puede perseguir un sueño y en el que las pesadillas te darán alcance...Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comBlogger66125tag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-84089330758552601522023-12-02T00:41:00.003+01:002023-12-02T00:43:35.279+01:00El reloj<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;">A Emilio le gustan las antigüedades. Cuando vio ese viejo reloj en el escaparate de la tienda de un anticuario no lo dudó; aunque empezó a escocerle la cartera al percatarse
del precio que colgaba de una especie de amarillenta etiqueta.</span></p>
<p class="tm6" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;">Aun así, se armó de valor y entró en el establecimiento impelido por una profunda e inexplicable atracción. “Preguntar es gratis”, se dijo, “lo
malo es que se me pondrán los dientes largos”. El dependiente andaba de un lado a otro, intentando hablar por teléfono, uno de esos inalámbricos que tanta fascinación cosecharon a principios
de la década de los noventa del siglo XX. Emilio lo agradeció secretamente, de ese modo podría curiosear a su antojo en ese inopinado paraíso para los que son como él, que no le hacen ascos
al polvo depositado en el lecho del Tiempo que forman esa clase de objetos, antes al contrario: Esa falta de remilgos es la patente prueba de su devoción.</span></p>
<p class="tm6" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="tm7">Un aparador, muy de moda en las casas de la primera mitad del siglo XX, hasta que radios y televisores lo enviaron al desván del olvido, que es donde se guardan los objetos previamente
a su definitiva desaparición de la memoria; excepto para los muy viejos, los eruditos o excéntricos, como él mismo. Sí, rotundamente, estaba como crío en tiempo de recreo. Esos interminables
recreos de hace media centuria, en los que los chavales disputaban la final de la Copa de Europa, o en el que un Harry Rule en pantalones cortos no daba cuartel en su lucha contra el crimen; en los que descubría maravillado,
por ilustrados libros, que existió todo antes de que le trajeran al mundo, de mala manera y sin consultarle... Eso sí, con sabor a pan con chocolate, o endulzado con azúcar glasé, como el “dónut”,
recién llegado en los años sesenta. Que alguien </span><em><span class="tm8">antiguo</span></em><span class="tm7"> se pasee entre antigüedades es lo natural. Que un anticuario lo haga, con un inalámbrico
en la oreja, aparentemente mudo por el contradictorio silencio de quien se hallaba al habla mientras sorteaba un sillón estilo “imperio”, o un escritorio “art decó”, resultaba anacrónicamente
herético en esa silente fe que profesaba Emilio por un mobiliario que ya ni aparecía en los recuerdos de las personas que lo poseyeron, porque lo más probable es que ya estuviesen muertos.</span></span></p>
<p class="tm6" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="tm7">El reloj. Este era el motivo para haber cruzado el umbral de la tienda. Lo observó con detenimiento, casi con deleite. Se trataba de un reloj de carrillón, o carillón,
de unos dos metros de alto, con la esfera dorada y negros números romanos, todo sobre arabescos geométricos que pretendían asemejarse a tallos de plantas, casi constrictoras por el modo en que abrazaban
la circunferencia que adornaban. Abajo, el inerte péndulo dentro de su vitrina, que se abriría con su puertecita acristalada y su cerradura como boquiabierto centinela para los restos; y todo sostenido por una
peana de madera finamente labrada, del mismo color nogal que el conjunto. Recordó el majestuoso monolito de la película “2001: Una odisea del espacio”, de esa época en que todos los niños
anhelaban ser astronautas, hasta que se perdieron para siempre en el </span><em><span class="tm8">cuántico</span></em><span class="tm7"> laberinto de la pubertad, un poco como le pasó al protagonista del filme. Regresando a la realidad, la </span><em><span class="tm8">odisea</span></em><span class="tm7"> sería colocarlo en su reducida vivienda...</span></span></p>
<p class="tm6" style="text-align: justify;"><span class="tm7"><span style="font-size: medium;">No podía apartar la mirada del carillón, con su inmóvil péndulo colgando sobre el espacio vacío del transparente armarito, como un Lázaro sin vida aguardando
al Salvador para ser resucitado; la madera tan primorosamente labrada, todo el reloj parecía uno de esos míticos gigantes de un pasado antediluviano. A Emilio le sobrevino un escalofrío, se dio cuenta
del frío que reinaba en el local: Acaso la Eternidad no sea otra cosa que un gigantesco y congelado reloj detenido, indeciso, entre un segundo que fue y otro que no llegará, pendiendo en una durmiente nada hasta
el Fin de los Días. (...)</span></span></p><p class="tm6" style="text-align: justify;"><span class="tm7"><span style="font-size: medium;"><br /></span></span></p>
<p class="tm6" style="text-align: justify;"><b><span face="Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif" style="background-color: white; color: red;">El relato completo se puede descargar solicitándolo a través del formulario de contacto de este blog (en el margen de su izquierda), indicando su correo electrónico para que se lo remitamos, </span><span face="Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif" style="background-color: white; color: red;"><i>gratuitamente</i></span><span face="Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif" style="background-color: white; color: red;">, en formato PDF.</span></b></p><p class="tm6" style="text-align: justify;"><b><span face="Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif" style="background-color: white; color: red;"><br /></span></b></p>
<p class="Normal" style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;"><u style="text-align: left;"><a href="https://inumbrasverba.blogspot.com/"><span class="tm10">El Reloj </span></a></u><span class="tm11" style="text-align: left;">© 2023 by </span><u style="text-align: left;"><a href="https://sites.google.com/site/nevernetlancaster/"><span class="tm10">Angel Nevernet-Lancaster </span></a></u><span class="tm11" style="text-align: left;">is licensed under </span><u style="text-align: left;"><a href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/?ref=chooser-v1"><span class="tm10">Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International </span></a></u><a style="text-align: left;"> </a></span></p>Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-18947842042427551952023-11-07T01:47:00.004+01:002023-11-15T01:07:24.227+01:00Tiempo de gritar<p style="text-align: right;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;"><i><b>Autores: Jesús Nevernet y Angel Nevernet</b></i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Los mecanismos que hacen funcionar a la mente esconden arcanos anclados en lo más profundo de nuestro ser, aunque pertenezcan a lo cotidiano. Desentrañarlos es mi trabajo. A menudo
sin éxito, frecuentemente logro sacarlos a la luz para tratarlos y corregirlos: El bienestar del paciente manda, lo malo es que la vida es un ejercicio inmisericorde que deja secuelas y malos recuerdos para que, al
final, ninguno, nadie, salgamos vivos de ella.</span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"> </span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Me llamo Salvador Serafín y soy psicólogo. Intentaré narrar los sucesos que me han acaecido de forma ordenada y sin perder detalle entre los renglones que vaya redactando,
que no deseo que se conviertan en una tela de araña que atrapen los fragmentos de esta historia y la hagan ininteligible; tela de araña, por otra parte, de la que he escapado a fuerza de tesón con la ayuda
del Señor.</span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"> </span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"> </span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Nunca pensé que el cívico comportamiento de separar la basura me salvaría la vida. Ese día sólo tenía que desechar plásticos, y su contenedor estaba
detrás del correspondiente al papel y otro del vidrio, cuando de repente una explosión dejó mi vehículo convertido en una bola de fuego. Jamás había recibido ninguna amenaza. Pasado
el tiempo de estupor (ignoro cuánto, acaso por esa pintoresca relatividad que afecta en momentos cruciales), procedo a recordar las personas que he conocido en los últimos meses. Ser psicólogo y muy aficionado
al Séptimo Arte suelen ir de la mano. </span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">Las personas de mi entorno dicen que soy como el personaje que encarnaba Pierce Brosnan en una serie de televisión de los años 80. "Remington Steele" se llamaba. Él
afirmaba que cada caso que investigaba le sugería el argumento de alguna película. Debe ser por mi carácter fóbico y la necesidad de tener todo controlado, por lo que la imagen de Bruce Willis en
"El sexto sentido" apareció con fuerza en mi mente. Algún paciente que no se ha sentido bien tratado, quizás... Ante una situación tan dramática, puede parecer grotesco que me acuerde
de películas; y así debió de parecerle al policía que, poco amante del Cine, me hacía preguntas escasamente relacionadas con estas mis fantasías, pero más cercanas a la realidad.</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Un artefacto explosivo de estas características no es accesible para cualquiera, caballero. Usted tiene enemigos muy poderosos...</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Pero si yo sólo soy un psicólogo… - Le dije, y como prueba de que no comprendía la gravedad de los hechos, vino a mi memoria la canción de los Moody Blues
(del que fui fervoroso fan durante mi adolescencia), «Sólo soy un cantante (en un grupo de Rock & Roll)». Las asociaciones mentales que vivía eran ilógicas por la tensión…</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span class="tm9">- Aparte de su trabajo, ¿pertenece usted a algún partido político, organización, y/o tiene aficiones </span><em><span class="tm10">diferentes</span></em><span class="tm9">?</span></span></p>
<p class="Textoindependiente" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">- No, no, en absoluto, nada de eso... Escribo artículos en revistas especializadas, ensayos de andar por casa, análisis de películas desde un enfoque psicoanalítico...
Pero no he publicado nada fuera de mi ámbito profesional…</span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- ¡Ah!, interesante… Y eso, ¿en qué consiste? - Inquirió con gesto severo.</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Pues son reflexiones y observaciones sobre la conducta humana…</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- ¿Nada más que eso?</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Soy un «vicioso» de la Natación … Estoy casado y tengo dos hijas, una mastín…</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Eso ya lo sabemos… Por cierto, ¿es un vicio la Natación?</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">- Solamente es una forma de hablar... </span></span></p><p class="tm8" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Definitivamente estaba muy afectado aunque yo no lo percibiese de ese modo en esos instantes.</span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">Los gestos de incredulidad de los policías eran notorios. Seguro que pensaban que les ocultaba algo. Y es posible que una vida tan simple como la mía, levante sospechas en estos
desasosegados tiempos.</span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;">Los agentes de la autoridad debieron de aburrirse bastante durante el tiempo que me tuvieron retenido (que no “detenido”), haciendo indagaciones y pesquisas acerca de mi humilde
persona. Lo más irritante es que me sentía incriminado por el tono en que me hablaban, y también por la naturaleza de sus preguntas. Me habían volado el coche y se permitían cuestionar mi
vida entera mientras entraban y salían en la pequeña sala con una ventana acristalada oscura. «Me estarán observando», pensé con temor, «como el insecto que es examinado tras ser
capturado en un vaso». Volvió a entrar otro policía. «Este es nuevo», me dije, y tras armarme de valor, le solté…</span></span></p><p class="tm8" style="text-align: justify;"><span class="tm9"><span style="font-family: arial;"><br /></span></span></p><p class="tm8" style="text-align: justify;"><span style="color: red;">El relato completo se puede descargar solicitándolo a través del formulario de contacto de este blog (en el margen de su izquierda), indicando su correo electrónico para que se lo remitamos, <b><i>gratuitamente</i></b>, en formato PDF.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxVRgoSeLU7OvBBO1zmciGRspc9rTdbtDDIMlqnE1P_LUoFGMMQNJagC__pi2-4H1nACLDDGaZCfw5RusV1QMYIixJH6l94XEgEnYg7OXACKAXTynKNziVmMVKv1KiCKQNZgzOHwx5cQRHdAhnf1YC1MiuqtPBuBaMVdiXJz0QJrJZnpC_7tbTDOjjxI2f/s1200/edvard-munch-el-grito.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="907" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxVRgoSeLU7OvBBO1zmciGRspc9rTdbtDDIMlqnE1P_LUoFGMMQNJagC__pi2-4H1nACLDDGaZCfw5RusV1QMYIixJH6l94XEgEnYg7OXACKAXTynKNziVmMVKv1KiCKQNZgzOHwx5cQRHdAhnf1YC1MiuqtPBuBaMVdiXJz0QJrJZnpC_7tbTDOjjxI2f/s320/edvard-munch-el-grito.jpg" width="242" /></a></div><br /><p class="tm8" style="text-align: center;"><a href="https://inumbrasverba.blogspot.com/2023/11/tiempo-de-gritar.html" property="dct:title" rel="cc:attributionURL noopener noreferrer" style="background-color: white; box-sizing: inherit; color: #d14500; cursor: pointer; font-family: "Source Sans Pro", sans-serif; font-size: 16px; text-align: start; text-decoration-line: none;" target="_blank">Tiempo de Gritar </a><span face=""Source Sans Pro", sans-serif" style="background-color: white; box-sizing: inherit; color: #333333; font-size: 16px; text-align: start;">© 2023 </span><span face=""Source Sans Pro", sans-serif" style="background-color: white; color: #333333; font-size: 16px; text-align: start;">by </span><a href="https://www.lulu.com/spotlight/NevernetLancaster" property="cc:attributionName" rel="cc:attributionURL noopener noreferrer" style="background-color: white; box-sizing: inherit; color: #d14500; cursor: pointer; font-family: "Source Sans Pro", sans-serif; font-size: 16px; text-align: start; text-decoration-line: none;" target="_blank">Jesús Nevernet y Angel Nevernet </a><span face=""Source Sans Pro", sans-serif" style="background-color: white; box-sizing: inherit; color: #333333; font-size: 16px; text-align: start;">is licensed under</span><span face=""Source Sans Pro", sans-serif" style="background-color: white; color: #333333; font-size: 16px; text-align: start;"> </span><a href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/?ref=chooser-v1" rel="license noopener noreferrer" style="background-color: white; box-sizing: inherit; color: #d14500; cursor: pointer; font-family: "Source Sans Pro", sans-serif; font-size: 16px; text-align: start; text-decoration-line: none;" target="_blank">CC BY-NC-ND 4.0 <span class="icon" data-v-a0d4e8a8="" style="align-items: center; box-sizing: inherit; display: inline-flex; font-style: inherit; font-weight: inherit; margin-right: 3px; vertical-align: middle; white-space: nowrap;"><img data-v-a0d4e8a8="" height="20" src="https://chooser-beta.creativecommons.org/img/cc-logo.f0ab4ebe.svg" style="box-sizing: inherit; height: auto; margin-right: 3px; max-width: 100%;" width="20" /><img data-v-a0d4e8a8="" height="20" src="https://chooser-beta.creativecommons.org/img/cc-by.21b728bb.svg" style="box-sizing: inherit; height: auto; margin-right: 3px; max-width: 100%;" width="20" /></span></a></p>Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-85726272039358212352022-04-06T13:21:00.004+02:002022-04-06T13:26:26.265+02:00El Umbral del Infinito (publicado como E-book en 2013)<p style="text-align: center;"> <strong>“(…) En los días que precederán al Último</strong></p><p style="text-align: center;"><strong style="text-align: left;">los vivos no sabrán que lo están</strong></p><div align="center"><strong>y los difuntos olvidarán que lo son(...)”</strong></div><div align="center"><br /><em>“De Postremi Diluculi”.</em> Tenebrarum Códex</div><div align="center"><br /></div><div align="center"><br /><strong><em><span style="font-size: medium;">CAPÍTULO I</span></em></strong></div><div align="justify"><br />En un despacho del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN (<i>Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire</i>), cerca de Ginebra (Suiza). Una mañana de algún futuro cercano…</div><div align="justify"><br />- Llevo casi 50 años investigando, entregado a la Ciencia y ahora me pide que acepte unas conjeturas, una serie de hechos aislados y que los relacione con un ensayo fallido. ¿Cómo cree que debo ponerme? Según las Matemáticas sería posible que me encuentre a Napoleón charlando con mi lavadora cuando llegue a casa, pero “eso” no va a ocurrir…<br />- Que ocurra lo que estamos describiendo no es una posibilidad, sino una certeza. El ensayo D/69522 fue un absoluto fracaso, por el accidente y porque no arrojó los resultados que pretendíamos recabar, pero algo pasó, y eso no es simplemente explicable por un suceso transitorio de histeria colectiva. Causa y efecto, doctor Mittelsbach, si lleva casi 50 años entregado a la experimentación científica, no debería dar la espalda a unos sucesos simplemente porque no “es posible que sean”.<br /><br /></div><div align="justify">Mittelsbach era un anciano de casi 70 años. Por delante de sus ojos habían pasado las investigaciones más trascendentes de la Física, y él mismo se consideraba un oscuro sacerdote de esa fe. Viudo, entre sus colegas circulaba el dudoso chiste de que su mujer había fallecido por “aburrimiento”. Habían tenido dos hijos con los que hablaba de vez en cuando. Ya eran adultos y tenían sus propias familias por lo que, cuando perdió a su esposa, se sumergió por completo en las instalaciones del CERN. Toda su vida convencido de que los pilares de la materia eran sólidos y ahora venía un matemático del departamento que dirigía, recién doctorado además, para ponerle todo el Universo patas arriba, basándose en unos recortes de periódicos, enlaces de Internet y una procesión de ecuaciones y cálculos. La verdad es que las Matemáticas siempre le habían parecido un boquete en la Ciencia: decían que las mayores bobadas podían ser posibles “matemáticamente” para luego parapetarse tras los números que escupían sus teorías, sin atreverse a demostrarlas en un laboratorio y con instrumentos que pudieran realizar las mediciones objetivas y precisas que fueran pertinentes. Una tomadura de pelo.<br /><br /></div><div align="justify">- Mire, doctor Montagno, vivimos una época convulsa. La gente está perdida, y basta lo mínimo, cualquier señal, por pequeña que sea, para que se desencadene una alucinación colectiva. Le recuerdo que Orson Welles, con una simple representación por radio, sacó de sus casas a los ciudadanos de los Estados Unidos porque creían “realmente” que eran invadidos por alienígenas. Con todo lo que está pasando, esto que me cuenta es lo menos malo. No puedo dar crédito a que unos hechos inconexos estén vinculados entre sí y mucho menos que tengan su origen en un ensayo fallido. Por lo demás, no debemos monopolizar esta reunión reduciendo al resto de los congregados a meros convidados de piedra, entre otras cosas porque hay otros ensayos que tratar y este ha sido un fracaso.<br />- Entonces, ¿eso es todo para usted?<br />- Siempre puede recurrir a Freud…<br /><br /></div><div align="justify">La burla indignó a Montagno.<br /><br /></div><div align="justify">- Freud murió en 1939, como bien sabe…<br /><br /></div><div align="justify">El viejo físico remató…<br /><br /></div><div align="justify">- Seguro que “matemáticamente” hay algún modo de que se tome un café con usted, máxime si es cierto lo que afirma que ha empezado a suceder…<br /><br /></div><div align="justify">Montagno salió del despacho, humillado. Volvía a toparse con lo que llamaba el “oscurantismo científico”. El mismo fanatismo calvinista con que se ejecutó a Servet en esa misma ciudad. Gente así es la que altera los experimentos cuando se les observa, según los postulados de la Física Cuántica...<br /><br /></div><div align="justify">Domenico Montagno estaba en la mitad de los treinta. Considerado un matemático prometedor, formaba parte del equipo que trabajaba a las órdenes de Françoise Mittelsbach, desde hacía un año, en las dependencias del LHC, el acelerador de partículas más grande de Europa. Su labor consistía en analizar los resultados de las colisiones de haces de hadrones (gluones, protones y neutrones, partículas subatómicas, en definitiva) y elaborar complicadas fórmulas que explicasen el “Big Bang” o la mecánica cuántica. Esto le suponía un problema a la hora de relacionarse con mujeres. Se olvidaba de que la inmensa mayoría de las personas se perdían en la segunda frase de la descripción de su actividad y reiteradamente cometía el error de ponerse a hablar de sus observaciones como si fueran colegas. Y las que eran sus colegas no le interesaban. Así que el entusiasmo que despertaba su perfil clásico, de cónsul romano, se disipaba en instantes, por lo que decidió prescindir de sus “argumentos” profesionales como tema de conversación. Enseguida cosechó una merecida fama de mujeriego sin desatender sus investigaciones.<br /><br /></div><div align="justify">Sus investigaciones. El ensayo D/69522 fue un contratiempo muy serio. Ninguna de sus conclusiones era la concebida y además dejó el acelerador con una seria avería que no trascendió para evitar el escándalo. Todo quedó registrado... y oculto bajo el manto de la burocracia científica que consideró las alteraciones como “un cúmulo de errores”. Varios operarios acabaron en el hospital, pero los heridos no fueron los peor parados. Hubo dos que no salieron nunca de la sala de Psiquiatría: percibieron algo que no se transcribió en informe alguno y nadie, aparte de un reducido número de personas, logró hablar con ellos. A menudo el <i>establishment</i> de la Ciencia se comporta como un estado totalitario. Si estás de acuerdo, “eres”. Si no, te espera el ostracismo más absoluto porque dejarás de “ser” y te mandarán al <i>gulag</i> del descrédito. Nadie publicará nada tuyo, y por supuesto, nadie tomará como referencia tus estudios. Una variante “cuántica” de una realidad paralela en la que todos los colegas se comportarán como si nunca hubieses existido. Tanta cautela que agarrota a los investigadores bajo una apariencia de prudencia. Pero no es más que terror a perder subvenciones, patrocinadores, colaboradores, prestigio... La complicada vida del científico. “Vida”, por llamarlo de algún modo.<br /><br /></div><div align="justify">Vida y muerte. Domenico Montagno no sabía lo que estaba sucediendo, pero los hechos eran tercos. Y todo comenzó tras el ensayo D/69522. El día en que la materia crujió y el lienzo sobre el que transcurre la realidad se rasgó irremediablemente. Todo se inició casi inmediatamente. Innumerables llamadas a la policía porque la gente que vivía en casas antiguas tenían huéspedes que no deseaban. Sus antiguos moradores, muertos años ha, décadas, incluso siglos antes, venían a turbar la paz de sus inquilinos actuales porque pretendían continuar sus “existencias” en el punto donde se interrumpieron. Viudos que se habían vuelto a casar recibían los reproches de sus difuntos cónyuges, y asesinados que se acercaban a las vistas donde se enjuiciaba a sus asesinos para prestar declaración... y personas que desaparecían sin dejar más rastro que su recuerdo en algunos familiares ante el estupor de los demás que decían no recordar nada de ellos.<br /><br />Parecía que la sociedad entera se venía abajo. Los medios de comunicación intentaron silenciarlo, pero Internet era un clamor. La comunidad científica se afanaba en explicarlo como un episodio de psicosis colectiva. Sólo que en esta ocasión no eran fotografías borrosas, difuminadas de presuntos fantasmas, o grabaciones balbuceantes y chillonas. Ahora había personajes tan palpables como los que estaban vivos, reclamando sus casas y sus propiedades cada vez que salían de la nada para espanto de los que les habían despedido en un funeral.</div><div align="justify"><br /><br /></div><div align="justify">El doctor Montagno había recibido la consigna de guardar silencio. El espíritu corporativo no dejaba margen alguno a la indiscreción. Pero si sus cálculos eran correctos, esta situación sólo era el principio de un cataclismo dimensional inconmensurable. Como Einstein aún no se había manifestado, decidió hablar con alguien de su entera confianza. Alguien que pudiese aportar una perspectiva distinta a todo este asunto, cuyo fragor crecía por días. Con ese objetivo viajó a Roma. Y lo haría con los datos precisos que estaban censurados.</div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><p style="background-color: white; color: #333333; font-family: Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif; font-size: 13px; text-align: center;"><span style="color: #990000;"><b>El relato completo se puede descargar gratuitamente </b><a href="https://www.lulu.com/en/en/shop/angel-nevernet-lancaster/el-umbral-del-infinito/ebook/product-21187327.html?page=1&pageSize=4" style="color: #29aae1; font-weight: bold; text-decoration-line: none;" target="_blank">AQUÍ</a><b>, o bien solicitarlo a través del <u>formulario de contacto de este blog</u>, indicando su correo electrónico para que se lo remitamos, <u>también g</u></b><u style="font-weight: bold;">ratuitamente</u><b>, en formato PDF.</b></span></p><div><span style="color: #990000;"><b><br /></b></span></div></div><div align="justify"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZiZHUE-I2t2QxU5AlerRPsQ3Lxw-SOgP_R89SmHnTk69udUNPgs-VXenDbDF2Ka6RMg5ilnsLn1QsFR7yTTAOORtGnL-LYNWXuJ-FvoGSHz_-es_Yjt5ANzrilIxZBd2hRTqdj4w4rigOokSjs-3Utfa3fJ23C9X80btUJRtQLmoCYEoNeAPot-lyJA/s544/Umbral%20Infinito.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="544" data-original-width="384" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZiZHUE-I2t2QxU5AlerRPsQ3Lxw-SOgP_R89SmHnTk69udUNPgs-VXenDbDF2Ka6RMg5ilnsLn1QsFR7yTTAOORtGnL-LYNWXuJ-FvoGSHz_-es_Yjt5ANzrilIxZBd2hRTqdj4w4rigOokSjs-3Utfa3fJ23C9X80btUJRtQLmoCYEoNeAPot-lyJA/w283-h400/Umbral%20Infinito.jpg" width="283" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><br /></div>Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-65498854061004928482022-03-29T14:55:00.003+02:002022-04-03T14:18:17.876+02:00El espejo de los Montgómery<p><b><i>CAPÍTULO I</i></b></p><p style="text-align: justify;">Mario Herrier es un reputado arqueólogo con más de veinte años de imposibles búsquedas e investigaciones a sus espaldas, y con más cicatrices de las que le gustaría confesar sobre la piel de su conciencia.</p><p style="text-align: justify;">A diferencia de sus colegas, don Mario prefiere el trabajo de campo a la sesuda inmersión en un museo o en una biblioteca, que respeta y mucho, sin embargo, a él le agrada respirar la tierra y sudar la lluvia para sentir así, como suele decir “el latido de los que han sido”.</p><p style="text-align: justify;">Mario sintió la vocación, y la devoción (¿por qué no decirlo?), de la Historia, que es como una suerte de extraña religión con santos muy alejados de la Santidad por ser sólo hombres; cuando se asomaba a su remota adolescencia, ese ignoto y nebuloso territorio sin demarcar que nos centrifuga inmisericorde desde los doce años hasta una edad sin determinar, según quién, porque hay elementos que siguen disfrutando de esa época hasta su muerte a provectas edades.</p><p style="text-align: justify;">Mario recordaba esa tarde noche de un otoño agotándose en diciembre, con el frío que hería sus mejillas, y con la humedad que se enseñoreaba del ambiente mientras que una euforia incontenible inundaba su joven corazón tras haber visto una película en la que el héroe, arrostrando mil contrariedades y adversidades, lograba sobreponerse a todo y a todos, para arañar y rasgar el velo que escondía un episodio trascendental de la Historia de la Humanidad. Sí, hacía siglos de eso, pero ese mismo corazón, ya el de un hombre despidiéndose de su juventud, palpitaba y daba un brinco en el pecho cuando le llegaba o descubría un indicio de algo que le metiese en una arriesgada aventura, tal como ese héroe que le deslumbró en su pubertad.</p><p style="text-align: justify;">Fue la mañana de un jueves, al salir de una aburrida reunión con un grupo de posibles inversores que allegasen fondos para encontrar la prueba de que, acaso, sólo acaso, hubiese existido otra Humanidad antes que la actual. Su intuición de investigador no arrojaba conclusiones halagüeñas sobre el resultado de dicha reunión. El escepticismo siempre aletea ruidosamente sobre quienes defienden posturas poco, o nada, heterodoxas; ello sin olvidar que el dinero y quienes lo usan son cobardones por naturaleza.</p><p style="text-align: justify;">Pero Mario detestaba ser pesimista. “Eso”, decía con frecuencia, “es de perdedores”.</p><p style="text-align: justify;">Abandonó el edificio por la puerta principal mientras se ajustaba la corbata y la chaqueta, se despidió de su colaborador rehusando su invitación para tomar un café, y se dispuso a dar un paseo que le ayudase a aclarar sus ideas bajo un plúmbeo cielo gris que amenazaba lluvia en breve.</p><p style="text-align: justify;">- Buenos días, perdone que le moleste, ¿es usted el doctor Herrier?... Es usted, ¿verdad?</p><p style="text-align: justify;">Mario bajó de bruces a la realidad. Quien le abordaba era una mujer muy guapa, de unos treinta y pico, arreglada y bien vestida, lo que denotaba un gran respeto por sí misma, lo que irradiaba desde sus grandes ojos claros.</p><p style="text-align: justify;">- Hmmm – Dudó antes de responder. – Sí, soy yo… ¿Nos conocemos?</p><p style="text-align: justify;">- No – Repuso la aún desconocida. – Perdone que le moleste con tan poca consideración. – Insistió. - ¿Sería tan amable de dedicarme cinco minutos?</p><p style="text-align: justify;">- Cinco minutos no es mucho – Mario procuro analizar a su interlocutora. – Si me dice como se llama, tiene esos cinco minutos.</p><p style="text-align: justify;">- Disculpe – Volvió a excusarse. – Mi nombre es Celeste Montgómery y deseaba contarle algo acerca de un objeto único que poseía mi familia y…</p><p style="text-align: justify;">El arqueólogo interrumpió su atropellada explicación.</p><p style="text-align: justify;">- Cálmese, no voy a cronometrar su “exposición” – Celeste sonrió. – Ese apellido… ¿Es usted francesa?</p><p style="text-align: justify;">- No. – Contestó la mujer. – Pero mi padre sí lo era. – Una sombra de tristeza intentó nublar su mirada. – Soy española.</p><p style="text-align: justify;">- Bueno, eso nos pasa a muchos, afortunadamente. – Mario intentó bromear para espantar ese pesar que acechaba. – Siento lo de su señor padre… Permítame invitarla a tomar algo y me cuenta lo que parece ser un… ¿misterio?</p><p style="text-align: justify;">Celeste asintió esbozando la mejor de sus sonrisas, que iluminó su rostro. “Sí”, pensó Mario, “decididamente es una mujer muy guapa. Quizás sea un día de suerte. O no…”</p><p style="text-align: justify;">Los aledaños de la madrileña Puerta del Sol no andan escasos de establecimientos relacionados con el sector de la Restauración, por lo que no tardaron en hallar una cafetería. Una vez sentados alrededor de una mesa, uno frente a otro, como si fueran dos ejércitos en orden de batalla, Mario tomó la iniciativa de tal metafórico combate, y tras pedir sendos cafés, le dijo…</p><p style="text-align: center;"><span style="color: #990000;"><b>El relato completo se puede descargar al precio de €0,99 (sólo costes de publicación) </b><a href="https://www.lulu.com/en/en/shop/angel-nevernet-lancaster/el-espejo-de-los-montg%C3%B3mery/ebook/product-8gd7ew.html?page=1&pageSize=4" style="font-weight: bold;" target="_blank">AQUÍ</a><b>, o bien solicitarlo a través del <u>formulario de contacto de este blog</u>, indicando su correo electrónico para que se lo remitamos, g</b><u style="font-weight: bold;">ratuitamente</u><b>, en formato PDF.</b></span></p><p style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIhcOXoChz26c-ivy_E2CYOZNVrIxUKrtdvRJmQaFcBbxlfs-KMAqojInzK2wPpf2azlGGGhfoQdXymekCrzdgArOpDBMyh-9bvKWm9jeqYHGGd_avuL0-NGFZDA4LWbRuAyf7UhDp-RfS9N762KAHYKF7ZAKUI1LGdeAO0DvFU-DH_iGjFprnUStCkQ/s720/IMG_20220324_005648.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="696" data-original-width="720" height="309" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIhcOXoChz26c-ivy_E2CYOZNVrIxUKrtdvRJmQaFcBbxlfs-KMAqojInzK2wPpf2azlGGGhfoQdXymekCrzdgArOpDBMyh-9bvKWm9jeqYHGGd_avuL0-NGFZDA4LWbRuAyf7UhDp-RfS9N762KAHYKF7ZAKUI1LGdeAO0DvFU-DH_iGjFprnUStCkQ/s320/IMG_20220324_005648.jpg" width="320" /></a></p><p style="text-align: center;"><b><br /></b></p>Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-12728652384841206432022-03-16T20:57:00.004+01:002022-03-23T12:45:41.152+01:00Hola, guapo<p style="text-align: center;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Todo acaeció en el tórrido agosto de 202…
Guarrespolén es un pueblo escondido entre las últimas montañas que velan el Océano
Atlántico a los impresionables ojos de quienes gustan de creer que viven en la
mejor de las realidades posibles; en ese norte español que siempre parece
despertarse en el sueño más disparatado, quizás concebido por Valle-Inclán, por
Borges o por Bécquer que, para esto de las pesadillas, los autores del norte
nacen donde les viene a dar en gana.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Un somnoliento conductor, de nombre Juanín,
cruzaba la madrugada por la solitaria carretera que atraviesa su término
municipal, en su viejo vehículo. El hombre no estaba de vacaciones, ni las
esperaba, que en el nuevo y competitivo mercado laboral que habían configurado
las preclaras mentes que nunca se habían ganado el pan con el sudor de sus
mentes, lo de las vacaciones era un abuso intolerable. Así que, diligente tras
su agotadora y breve jornada de doce horas, se dirigía a su cercano domicilio
que distaba unos cincuenta kilómetros de la empresa donde colaboraba por un
sueldo justo. Muy justito para ir tirando y rezando para que no le viniese
ningún imprevisto porque lo de ahorrar era tan hilarante como lo de las
vacaciones.</span><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Iba pensando en sus cosas, en sus miserias
cotidianas. En los días que le faltaban para cobrar el salario y tapar algo los
huecos de su frigorífico, que parecía un bloque de nichos con los cadáveres en
excedencia, que no se diga que la Eternidad no lo permite. O en si sería capaz
de estirar el gasóleo de su depósito para no tener que repostar, que las
distribuidoras de combustible tenían el detalle de no menguar su precio cuando petróleo
baja mientras que son raudos si este incrementa sus cifras, al igual que la
voracidad fiscal del Estado, acaso para que el consumidor considerase en su
debida medida el coste del magnífico progreso que se disfruta, ya se sabe que
no se valora adecuadamente lo que es barato. En todas esas cosas iba cavilando
el buen hombre, que ya se encarga quien sea de llenarnos las ideas de basura
para que no reparemos en lo Fundamental.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Fue en el punto kilométrico 6,660, justo
después de tomar una curva a la izquierda y de que la carretera se enderezase
inquieta por salir de la frondosa espesura que engullía inmisericorde casi todo
su recorrido. La Luna estaba en cuarto menguante y apenas lograba alumbrar lo
suficiente para crear esas dudosas sombras que el Plenilunio proyecta para
inducir a la locura, y que tanto conocemos los que hemos estado durmiendo (o
intentándolo) al raso, en el monte.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Cambió de marcha para acelerar, llegar a casa
cuanto antes ya resultaba acuciante por la fatiga y el sueño que le bufaba
furioso, por cobrarse otra víctima, en su cogote. Al principio creyó que se trataba
del reflectante impactado por las luces de su coche, de un blanco
resplandeciente, luego pensó que el parabrisas le jugaba una mala pasada, acaso
por algún gran insecto estampado contra el cristal. Pero no, no era nada de
eso. Era la silueta de una persona, de una joven con un largo vestido blanco,
quizás de color crudo, de estilo un poco hippie, sin bolso, la escasa brisa
movía el vuelo de su ropa con señorial donaire. Iba caminando por el arcén, a
la derecha de la carretera, al contrario de lo que prescribe el Código de la
Circulación, que nuestros servidores públicos siempre, siempre, siempre, están
cuidando el bienestar del ciudadano; y nunca, nunca, nunca se rigen por el afán
de sablear su bolsillo, faltaría más, dada la legendaria buena voluntad de
nuestros políticos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Eran las tres y once minutos. Levantó el pie
del pedal del acelerador y el vehículo fue perdiendo velocidad hasta llegar a
la altura de la chica, que era sumamente sorprendente, por inusual, que una
señorita anduviese en soledad por una carretera secundaria tan a deshora y por
esos andurriales del Señor. Mientras el coche se iba deteniendo la observó con
mayor detalle, no tendría más de veinticinco primaveras, morena de largos
cabellos, con proporcionado talle y ese vaporoso vestido que tanto espacio
dejaba a la masculina imaginación. Bajó la ventanilla…</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Buenas noches, señorita, ¿necesita ayuda?</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Hola, guapo, - le respondió sonriendo – voy a
Miralmés. Me harías un gran favor si me acercas…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Eso le pilla lejos para ir a pie… Claro que
sí, mujer, suba que yo también voy allí, es mi pueblo… - La señorita se subió
al vehículo y se sentó en el asiento del copiloto. – No la he visto nunca por
aquí, si me permite la indiscreción, ¿está en Guarrespolén de vacaciones?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Algo así… - Contestó enigmática. – Fue una
suerte que pasases y me vieses… - Añadió con el acento propio de la región.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¿Cómo no habría de verla? Es usted muy guapa,
si no le ofende el cumplido. Es que tiene nuestro <i style="mso-bidi-font-style: normal;">acentín</i>, pero no la recuerdo… ¿Tiene familia aquí? ¿Acaso es usted
la chica de los “Marciales”?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- No me ofendo, gracias… No sé quiénes son los
“Marciales” de los que me hablas... Tienes un coche muy moderno…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Pensó que le estaba tomando el pelo y le siguió
la broma, al tiempo que enfilaba una larga curva a la derecha.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Mujer, si le quita los treinta años que
tiene, sería de ayer mismo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¿Treinta años? No puede ser… No puede ser... –
Repitió azorada, para exclamar acto seguido, - ¡Por Dios, ten cuidado con esta
curva!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Hizo ademán de cogerle el volante con su mano
izquierda, tan nívea que jamás había visto nada semejante. El automóvil derrapó
y frenó bruscamente en medio de la calzada. Ella ya no estaba.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Puso las luces de emergencia y se apeó
apresuradamente, por ver adónde podría haberse escabullido la joven… Pero,
¿cómo lo habría hecho?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Estuvo buscando con la mirada, escudriñando la
pétrea oscuridad que le cercaba. Incluso extrajo de su guantera una linternita,
siempre la llevaba por si acaso. Gritó varias veces “señorita”, “señorita”, con
desesperación por no explicar lo acontecido, sin otra respuesta que la caricia
del fresco y huidizo viento que acariciaba el follaje de los árboles.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Regresó al interior del vehículo. Miró la hora.
Las tres y diez. Era imposible, le había echado un vistazo al recoger a la joven
y el reloj digital marcaba las tres y once. Entre las dos consultas horarias
había parado, subido la chica y llegado hasta ese punto de la carretera, que
ahora se le antojaba el lugar más extraño del planeta, como confirmó el
escalofrío que le estremeció, pese al calor apenas mitigado por el aire.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Pasó del estupor al miedo, y del miedo al
pánico. Metió primera y arrancó el automóvil aprisa con el corazón latiéndole
con tal vigor que creía que le iban a estallar las sienes.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">No conseguía explicar lo sucedido, “si es una
carretera muy tranquila, sólo la cogemos los cuatro que salimos de Miralmés
para ir a Ventarán”. Se convenció para acudir al puesto de la Guardia Civil más
próximo, que estaba en el pueblo anterior a Miralmés siguiendo por ese mismo
camino. Así lo hizo, golpeó la puerta con el viejo aldabón y, tras unos largos
instantes, le abrió un agente de la Benemérita…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Buenas noches, ¿en qué podemos ayudarle? – Le
inquirió un agente con cara de sueño y malas pulgas a partes iguales.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Buenas noches, mire usted, es que vengo de
Ventarán y en la carretera, a la altura de Guarrespolén, me he encontrado con
una chica que andaba por su arcén…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¿Y? – Le interrumpió el guardia civil. – No
es ilegal pasear a estas horas… - Le aclaró desabridamente el agente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- No es eso… - Juanín titubeaba nervioso. – Es
que la he recogido en mi coche porque iba a Miralmés también y… pues que ha
desaparecido. Que estuvo y luego ya no estaba.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">El agente, que era nuevo en la comarca, le miró
de hito en hito buscando algún indicio que le confirmase si Juanín estaba de
broma o borracho. Le preguntó, con aire de guasa, “¿qué ha bebido? Ande y
váyase a la cama que todavía le hago soplar el alcoholímetro…”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Estoy sobrio, señor agente. Nunca bebo
alcohol. Traiga el aparato ese si quiere. Le estoy contando la verdad. La chica
se esfumó de mi asiento del copiloto cuando veníamos de camino. Se volatilizó,
se lo juro por mis hijos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">El miembro de la Benemérita resopló con aire de
fastidio y le espetó un autoritario “espere aquí” entre dientes. Después de
unos minutos, salió un sargento que saludó a Juanín cuando le reconoció…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¡Hombre!, ¡Juanín!... Pero, ¿qué haces aquí a
estas horas?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Buenas noches, mi sargento- - Juanín aún
conservaba vestigios de la disciplina de su lejano Servicio Militar. – Usted me
disculpará… Mire, yo quería poner en su conocimiento que, retornando a mi
domicilio, recogí a una desconocida rapaza, de unos veinticinco años a lo sumo,
y recién pasamos del Claro de Esteban, pues que desapareció de mi coche.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Juanín… ¿Qué me estás contando? ¿Una historia
de aparecidas y xanas?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Ignoro qué fue, mi sargento, pero que sucedió
lo que cuento, que me caiga muerto si no ocurrió así…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Ya… Y dices que fue una mujer… Mira, Juanín,
por tu bien, yo me callaría lo que te ha pasado y lo dejaría correr. Son cosas
que pasan a veces, y ya está. Sí, no enredaría con esto porque si tenemos que
abrir una investigación, no te va a traer nada bueno…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Pero, ¿por qué? Si no hice malo…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- A ver Juanín, - el sargento le agarró el
brazo paternalmente a pesar de ser más joven que su interlocutor, – dices que
has recogido, en tu coche, a una mujer que no conoces y que, según tu
testimonio, se ha desvanecido en el aire ante tus ojos. Si enfocamos este
asunto con “perspectiva de género”, tal como preconizan nuestros superiores, lo
primero que tendríamos que hacer es detenerte y avisar a la capital para que
nos envíen personal cualificado para desmontar y examinar tu automóvil en busca
de posibles restos. Y tú, detenido, hasta que el señor juez o señora <i style="mso-bidi-font-style: normal;">jueza</i> decida qué hacemos contigo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¿Cómo es eso, mi sargento? Si ni siquiera yo
comprendo lo sucedido, que miré el reloj del salpicadero cuando montó, y cuando
se esfumó marcaba una hora distinta pero anterior. Sólo quiero que me ayuden a
explicar lo sucedido…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Pues Juanín, te ha pasado, ni más ni menos,
lo que les pasa a otras gentes que se lo callan por ser prudentes. En esa zona
pasan cosas raras, lo sabemos confidencialmente, ¿qué quieres que te diga? Tú
lo has visto, sea lo que sea, otros también. Sin embargo, hay que saber cuándo
cerrar la boca, y esta es una de esas. Así que vete a dormir, aquí no ha pasado
nada por tu bien y punto. Hazme caso, que no eres un crío, y no está la
Magdalena para tafetanes…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">El hombre no insistió ante la velada amenaza de
terminar en el calabozo. Retornó a su casa y se acostó, dándole vueltas al tema
de cómo puede acabar una persona en la cárcel si no ha hecho nada malo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Al día siguiente se despertó con un importante dolor
de cabeza. Telefoneó al trabajo para excusarse por no ir, el jefe le replicó
con un chulesco “tú sabrás, pero día que no trabajas, día que no cobras, y
recuerda que tengo dónde elegir”, sin preguntarle, siquiera por educación, sobre
la causa de su absentismo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt;">Tenía la intención de guardar cama para estar
mejor al día siguiente. Le llamaron por el móvil impidiéndoselo. “Oye, que el
alcalde te está poniendo verde porque, según él, eres un acosador y un
maltratador.”</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Caramba, ¿qué bobada es esa? – Acertó a decir
el asombrado Juanín. – ¿A cuento de qué?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Pues porque resulta que su sobrino estaba
ayer en el cuartelillo de la Guardia Civil y escuchó una conversación que
mantuviste con el sargento. Le ha ido con el cuento y como va de feminista y
demás, pues que imagínate el resto…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Sí, hablé con el sargento de madrugada por un
asunto, pero no es cierto que yo haya acosado o maltratado a mujer alguna… Recogí
a una muchacha que iba caminando por la carretera cuando venía de Ventarán, y
cuando salíamos del Claro de Esteban se evaporó en el coche…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Sí, algo de una chica va contando. Yo te
creo, amigo mío, - le aclaró su interlocutor, - sin embargo, este va contando
lo que te refiero… Ya sabes, como nunca pasa nada, aprovecha para montar un
numerito y hacerse el progre…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¿Por qué me crees? – Inquirió intrigado
Juanín. - ¿sabes tú de algún suceso similar?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Primero porque te conozco desde que éramos
chicos; y segundo, porque en una ocasión mi hermana y mi cuñado vieron a una
joven por esa misma zona. Pasaron a su altura y cuando se detuvieron para ver
quién era y si necesitaba auxilio… pues que ya no estaba. O sea, que no eres el
único que cuenta “cosas” de ese sitio.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">El amigo se despidió. Juanín no reflexionó
mucho. Se vistió y marchó resuelto a hablar con el alcalde y soltarle cuatro
frescas en el bar que regentaba, que funcionaba como una especie de Casa
Consistorial bis.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Que qué es eso que vas diciendo de mí… - Le
abordó sin miramientos desde la puerta del establecimiento. - ¿Cómo te atreves
a contar esas patrañas?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Para, para y tranquilízate que vienes tú con
muchos humos, - le replicó fanfarrón el alcalde, consciente de que estaba ante
su público, - Cuento la verdad, lo que me ha referido mi sobrino de la capital, que es tan
agente de la Autoridad como yo, y lo que decimos nosotros va a misa, bueno, el
que vaya a misa, que aquí ya no tenemos ni cura, - se carcajeó ruidosamente con
las chanzas añadidas de la parroquia que actuaba como claque del primer edil, -
que eres un maltratador, Juanín, y un acosador, que cogiste a la muchacha y
como te dio calabazas, dejaste a la pobre rapaza en medio de la noche y de
ningún sitio…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- ¡Eso es mentira! – Gritó. - No le hice nada,
sólo iba a traerla hasta este pueblo de chismosos…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">- Ya, ya… - Interrumpió incrédulo el alcalde.
Ahora estamos ante un “Expediente X”… ¡Pobre muchacha! Tienes suerte de que no
la encontremos, porque todos los de tu calaña tienen que estar en prisión como
perros rabiosos, no tenéis derecho a vivir en una democracia como la que nos
hemos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dao…<o:p></o:p></i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">- </i><span style="mso-bidi-font-style: normal;">Me conoces de sobra para saber que yo soy incapaz de hacerle nada de lo que me acusas, no tienes pruebas, sólo me calumnias por razones que no llego a comprender, y lo que conté anoche en la puerta del cuartelillo de la Guardia Civil es la pura y simple verdad de lo sucedido. Tu sobrino, "de la capital", es un correveidile sin conciencia y sin oído; y tú... Tú eres un mierda.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Le echaron del bar con cajas destempladas, dada
la condición de sede consistorial alternativa que disfrutaba el bar. Juanín maldecía
la hora en que se le ocurrió acudir al puesto de la Benemérita para relatarles
lo que, ya no albergaba dudas de lo vivido, era un fenómeno extraordinario,
sobrenatural, de personas que quedan atrapadas en algún punto de aquí y de Más
Allá, asaltando a atemorizados espectadores, testigos de lo increíble, que solamente
son conscientes del prodigio al que asisten cuando ya ha finalizado, cuando les
invade la descarnada certeza de que existen cosas y eventos dolorosamente
inexplicables. La racional y cartesiana vida que llevamos se obstina en
desbancar y silenciar la Trascendencia, siendo como somos un breve paréntesis
entre dos misterios: De uno nacemos, el otro nos engullirá inexorablemente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Juanín volvió a pasar la noche siguiente, y las
sucesivas, yendo y viniendo por esa carretera, aproximadamente sobre las mismas
horas, para dar con ella. Se obsesionó con lo acontecido, incapaz de pasar
página y seguir adelante con ese agujero en lo que era lógico dentro de su personal
relación de vivencias. Dejó el trabajo, su existencia se redujo a ir y volver
de madrugada por ese solitario camino con patológica insistencia y desesperación,
todo por demostrar que ella no fue una alucinación, que demostró tener más vida
y lozanía que tantas personas que se presumen reales sólo porque deambulan por
ahí y nos cruzamos con ellas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Presa de su angustia y afligido en extremo, se
dispuso a dar un último trayecto, vencido por el agotamiento, en dirección a su
domicilio. Marchaba a gran velocidad y observó algo parecido a un resplandor. Era
ella. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Frenó a fondo y detuvo el automóvil. Se apeó y
fue a su encuentro, estaba frente a la mujer, apenas a un par de metros de la
mujer. Le sonrió dulcemente. “No te disgustes, Juanín”, le comentó despreocupada,
“no te disgustes porque ellos son los muertos, no nosotros, lo único es que
todavía no se han enterado…”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;">Le ofreció su brazo, del que se prendió el
hombre. Ahora daban igual los cotilleos a sus espaldas, los arribistas
malintencionados y sin escrúpulos. Ella era más real que todo lo que había
dejado atrás, que parecía pequeño y sin importancia; esa barahúnda hipócrita,
caótica y malvada, sin orden ni concierto, que no duda, una vez tras otra, en
arrastrar a la hoguera de su falsa virtud a multitud de inocentes, cuando los
que arderán en el infierno son ellos mismos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<h1 style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;">FIN DE “HOLA, GUAPO”</span><o:p></o:p></h1>
<p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 14pt;">A.M.G.D.<o:p></o:p></span></i></p>Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-39651165155302110772018-05-29T20:51:00.000+02:002022-03-16T20:59:02.936+01:00El Violín<div style="text-align: justify;">
Hay personas que han sido favorecidas, antes de nacer, por la fugaz mirada de Dios. Cuando alguien tiene un don, una cualidad que le distingue del resto de los mortales, es porque logró retener brevemente su Interés para que luego se obrase el prodigio. Como el que este Valle de Lágrimas lo sea menos merced a su obra, una continuación de la Creación en su sentido más amplio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cecilia fue una de ellas. Aprendió la escala musical antes que pronunciar “papá” o “mamá” correctamente y pronto decidió que el violín sería el intérprete de sus sentimientos. A la edad en que las muñecas cobran vida por misteriosa magia obrada con infantiles e inocentes manos, su violín sumía en el asombro a todas las cortes europeas, desde la soleada España hasta la inmensa Rusia, haciendo brotar la llama de la emoción en todos los espíritus que tenían la dicha de escucharla y que guardarían recuerdo, como si de un tesoro se tratase, de esa música que arrancaba con su arco a las tensas cuerdas de su violín.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue en París, entonces rutilante capital del mundo, orgullosa cabeza de un imperio que ponía y quitaba reyes a su antojo. Iba a celebrar una serie de conciertos, apenas había cumplido veinte primaveras y el mundo entero se postraba a sus pies por hacer más soportable la pesada carga que la vida reserva a sus devotos. En su timidez, nunca dirigía la mirada a la platea… simplemente cerraba los párpados y se dejaba llevar por su privilegiada memoria. Entonces la música que florecía podía ser una mar tempestuosa, una leve brisa, enigmática como luz de luna o resplandeciente como alborada de estío. Pero llegó el día en que no fue así. Nunca supo el porqué. Simplemente descorrió el velo que ocultaba su azul mirada y le vió sentado entre el público. Sintió como el amor alanceaba dulcemente su joven ánimo y en las siguientes jornadas se asomaba disimuladamente desde el telón para comprobar que su desconocido se hallaba aguardándola… Y el júbilo sacudía su alma.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había finalizado la actuación y estaba sentada frente al espejo de su camerino. Llamaron a la puerta. Despreocupadamente la abrió. Era él… con una espectacular rosa roja en su mano, que le tendió como única presentación, galantemente le dijo…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<i>- Sois pálida rosa</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>a la que el rubor</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>hace más hermosa;</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>y esta pierde color</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>por ser envidiosa.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El fuego del amor prendió en su pecho y se entregó a su caballero por completo. Compartieron el paso solemne de las horas en su infinito desfile, tejiendo sueños, burlándose de un mundo que se obstina en despeñarse generación tras generación, y desafiándolo, además, con una inquebrantable ilusión por el futuro, que es lo que suele caracterizar a los enamorados, acaso porque únicamente ellos son capaces de sumar tanto arrojo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cecilia era como un violín en manos de un virtuoso que sabía como colocar cada nota, cada acorde, para concebir la más bella sinfonía. Sus dedos escribían sobre su lozano cuerpo el testimonio de su deseo, abandonándose a los dulces caprichos que el amor sugiere y obsequia a los que le rinden sumiso homenaje.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Por el compás de su pasión mecida,</div>
<div style="text-align: center;">
sintió sus recios latidos dentro de sí,</div>
<div style="text-align: center;">
cruzando su vientre, sin más medida,</div>
<div style="text-align: center;">
sí, sí, sí, sí, venga con total frenesí.</div>
<div style="text-align: center;">
sí, sí, sí, sin resuello, así, que es así.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
De su amado, la esencia embebía</div>
<div style="text-align: center;">
hasta el rincón último de su alma.</div>
<div style="text-align: center;">
Como el sol al cielo, sí, le pertenecía;</div>
<div style="text-align: center;">
como sombra en la noche, la tendría,</div>
<div style="text-align: center;">
como besos en los labios, de su dama.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De ese modo transcurrieron algunos días. Cecilia no se preocupaba ya de mirar antes al patio de butacas porque daba por seguro que su apuesto y amado caballero ocuparía su localidad de siempre. “Siempre” es una palabra que a los amantes les resulta sencillo pronunciar. Mas “siempre” es mucho tiempo y una tarde funesta no le vió en su “sitio”. No quiso preocuparse, “algo le habrá sustraído”, pensó, y desdeñó sus temores entregándose con ardor a su otra pasión, tan parecida a la que sentía cuando su caballero se fundía con ella en lo más íntimo de su ser.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tampoco apareció al término de la velada, le esperó en su camerino hasta entrada la madrugada, cuando la pesadumbre empezaba a ahogarla y la ansiedad la empujó a la calle con la respiración tan alterada como cuando hacían el amor. No tenía idea del lugar donde podía estar, ni tampoco si le había ocurrido algo malo. La clara luna iluminaba sus pasos con diligencia, cuidando de que no se lastimase el cuerpo sediento de cientos de besos que le faltaban con desesperación. Acudió a hospitales, repitiendo su nombre, describiendo su elegante porte, nadie pudo informarle acerca de él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Humillada por la consternación de su ausencia, reparó en una distinguida pareja que se apeaba de un primoroso carruaje, unos metros por delante de donde estaba ella. El altar al que había ofrendado su vida había sido profanado por una bella mujer que le miró altanera con despectivo mohín, cogida del brazo que la había estrechado contra su piel como quien luce un codiciado galardón. Él desvió los ojos con cobardía, como había abandonado su lecho, como el soldado que deserta del campo de batalla; como el ofensor que no se presenta al duelo concertado; como si la primavera se asustase por los rigores del invierno. Esa fue la última vez que le contempló. Rompió en inconsolable llanto y corrió al teatro para refugiarse. El paso del tiempo, ajeno a los dramas de los que viven en el mundo, no le concedió tregua. Uno de los operarios le advirtió de que se acercaba el momento de la actuación. Prefirió no preguntarle a la hermosa señorita por la razón de que sus azules ojos tuviesen enrojecido cerco a su alrededor, como si un extraviado ángel se encontrase acorralado por una manada de infernales lobos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Salió al escenario y comenzó a tocar. El sonido del violín impresionó tanto al auditorio que algunas damas se desmayaron por la belleza de las notas que Cecilia iba desgranando con su arco. Lágrimas afloraban en curtidos soldados, que fingían alguna molestia para disculpar su sensibilidad. Acabó la pieza. Un silencio reverente enmudecía al público, que terminó ovacionando con vehemencia mientras la aclamaba. Entonces percibió que el mundo daba vertiginosas vueltas, a gran velocidad, en una espiral cuyo remolino finalizaba en el luminoso interior de su violín. Cayó desplomada con estrépito.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había muerto. La enterraron en una solitaria sepultura, aguardando paciente a que el Señor devuelva la carne a su propietaria; sin más compañía que un violín labrado en la piedra y el milagro se culmine cuando la resucitada Cecilia lo coja para que el Paraíso lo sea más aún por escuchar la exquisita música de su violín.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Algún tiempo después, paseando, un caballero fijó su atención en un violín que dormitaba tras el escaparate de una destartalada tienda. Sin saber el motivo, o conociéndolo pero sin hacerle caso, entró en el establecimiento para adquirirlo. Estaba extrañamente barato, y le preguntó por ello al dependiente, un viejo de mirada malévola, que se encogió de hombros mientras le respondía, “tiene un pequeño golpe”, le señaló, “debió de caérsele a alguien. Son frecuentes los ataques cuando se toca un instrumento… por eso tiene un precio más bajo, señor, aunque eso ya lo habrá supuesto alguien como vuestra merced”. El caballero no le prestó demasiada atención, pagó el importe demandado y se lo llevó.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No había caminado mucho, puede que un par de manzanas, y la curiosidad le hizo desandar el recorrido para interesarse, interrogando al comerciante, por lo sucedido al último propietario del instrumento. Su perplejidad fue mayúscula: el local estaba en ruinas cuando hacía escasos minutos él había estado en su interior. Se acercó a una anciana y le preguntó. “Su señoría”, le contestó sarcásticamente, “se ha debido de confundir… ese edificio lleva abandonado y cerrado desde los tiempos del rey Luis Felipe”. No. No podía ser cierto, estaba completamente convencido de que el lugar era correcto. Le dio una moneda y se marchó al tiempo que se había levantado un molesto y furioso viento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lo depositó en una estantería de su domicilio. Le resultaba familiar, como las caras de esos desconocidos que, en realidad, no lo son. Tenía la fastidiosa sensación de que le vigilaba, de que estaba pendiente de cada una de sus palabras, de cada uno de sus gestos. Por las noches, aguzando el oído, casi podía escuchar las imperceptibles vibraciones de sus cuerdas, como crujía el brocado de sus cortinas mientras el travieso aire que se colaba por las abiertas ventanas jugueteaba con ellas. En su pedestal estuvo unos días más, desperezándose quizás, porque…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
En noche de verano, tormenta desatada,</div>
<div style="text-align: center;">
No puede dormir, no puede, el caballero.</div>
<div style="text-align: center;">
Por una clara centella el violín se ilumina,</div>
<div style="text-align: center;">
como si fuera un deslumbrante coracero</div>
<div style="text-align: center;">
presentando armas en orgullosa parada.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Celeste artillería tronando en el firmamento,</div>
<div style="text-align: center;">
¿tocará el violín, aunque sea por un momento?</div>
<div style="text-align: center;">
Disgustado, cede el caballero a la tentación.</div>
<div style="text-align: center;">
Tomado el arco, ajustada la cuerda, muy tensada,</div>
<div style="text-align: center;">
se quiebra, al vulnerable cuello le hace gran tajada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
La vida perdió quien despreció verdadero amor,</div>
<div style="text-align: center;">
la amó, sí, mas si la rechazó no fue por su honor,</div>
<div style="text-align: center;">
mudó amor por desdén, se vendió, por el dinero</div>
<div style="text-align: center;">
de otra mujer, como saldo… Como mal caballero.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMnIfi8FnBt_0E60edjKGg0BciCkO-TZHG6QzTikY6Ew4Zi-_ARwKsQxxfI6YKLVocaB2kE9E2-2O1T0GJin8cnxK_xqbvMxUSaDbrsymtwpuBrZ9uZBMv-prAtGBhSfi1J5pmoSG9_o7q/s1600/violin-338518_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="423" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMnIfi8FnBt_0E60edjKGg0BciCkO-TZHG6QzTikY6Ew4Zi-_ARwKsQxxfI6YKLVocaB2kE9E2-2O1T0GJin8cnxK_xqbvMxUSaDbrsymtwpuBrZ9uZBMv-prAtGBhSfi1J5pmoSG9_o7q/s320/violin-338518_640.jpg" width="211" /></a></div>
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-53899897954669593472018-05-11T20:56:00.000+02:002018-05-14T21:46:32.559+02:00Williamson Way<div align="justify">
Es curioso ver como el tejido de la realidad enlaza sucesos aparentemente casuales e inconexos. Simultaneados en ocasiones, siguen una secuencia caótica en apariencia. Es luego, con perspectiva, cuando se hacen visibles los vínculos sobre los que se articulan.<br />
<br />
Hace tiempo, o puede que aún no haya sucedido lo que se está contando, durante la noche, saltó por los aires el laboratorio del doctor Williamson. Él mismo, que acostumbraba a trabajar sin horarios, fue la única víctima del atentado, reivindicado por una fantasmagórica organización de defensa de los animales denominada “Animal Dawn Forces” (“Fuerzas del Amanecer Animal”). Este grupo ecoterrorista acusaba al fallecido profesor de torturar a animales en sus experimentos y por ese motivo, decidieron acabar con su vida y con el lugar donde llevaba a cabo sus trabajos.<br />
<br />
El doctor Williamson era todo un personaje, penúltima edición del científico excéntrico y con aire ausente que suele adornar la imagen tópica de estos sabios. Además era huraño y odiaba el contacto con sus semejantes, razón por la que trabajaba en solitario, sin ayudantes de ninguna clase, celoso hasta la paranoia de los logros obtenidos en la soledad de su laboratorio. Sin duda era un genio, reclamado por las más prestigiosas universidades americanas y el Smithsonian Institute para impartir clase, pero él desdeñaba la docencia por considerarla “el refugio de los fracasados”. Merecedor del premio Nobel por sus descubrimientos sobre nuevos materiales biológicos, nunca se le concedió, precisamente por su carácter. De nada sirve ser un dechado de virtudes científicas si en el lote no va incluido un poco de relaciones públicas. El marketing no le interesó en absoluto, de ahí que su nombre apenas trascendiese el elitista círculo de investigadores relacionados con la Biología y la Química.<br />
<br />
Un soleado día de septiembre, una secretaría de voz aterciopelada le llamó desde Nueva York. Le comunicó que dos altos directivos de la empresa farmacéutica que representaba, deseaban ofrecerle un jugoso contrato, que como se dice en estos casos, no podría rechazar. Waits & Walters le pagaría el viaje y todo lo demás, a condición de que cogiese el primer vuelo que saliese desde Inglaterra. En principio contestó que no porque estaba metido en una tarea muy importante (como todas). Lo que le hizo cambiar de opinión fue que la entrevista estaba relacionada con su último artículo en la revista científica “Nature Work Biology”. Como le pareció insólito que un ejecutivo leyese, no ya conociese, tan elitista publicación, el interés le llevó en volandas (nunca mejor dicho) hasta la sede de la empresa, a las afueras de Nueva York.<br />
<br />
Las grandes empresas preferían lugares apartados, casi en medio de ningún sitio, después de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001. Williamson esperaba en el despacho. Nunca se preocupaba por su aspecto personal, pero en esta ocasión hasta él mismo lo deploraba mientras se contemplaba en el oscuro reflejo que le devolvía el cristal de un armario. A sus 53 años ya no era el joven que rebatía con soberbia a sus profesores de Oxford, pero conservaba esa altanería de quien nunca se equivocaba en sus teorías. Su vida personal era otro cantar.<br />
<br />
Repentinamente, entraron dos personas, un hombre y una mujer, impecablemente vestidos que le saludaron en un correctísimo inglés, cuando esperaba ese acento americano que él tanto despreciaba. El hombre se llamaba Robert García y ella Amanda Westerson y ambos eran directores de la firma, lo que sorprendió al científico, que aún pensaba que todas las mujeres que trabajaban en las empresas eran secretarias. Tras los saludos e introducciones impuestos por la cortesía, entraron en detalles.</div>
<div align="justify">
<br />
- Mire, doctor Williamson, nuestro afán es obtener un material textil que nunca se ensucie, ni se deteriore, ni absorba olores. Por expresarlo de alguna manera, buscamos la tela definitiva que eche del Mercado a las demás: Que sea barata para que esté al alcance de cualquiera, que no precise lavado alguno con el consiguiente ahorro y que nunca se estropee, vamos que si alguien es enterrado vestido con prendas de ese tejido, al cabo de cinco mil años se halle el vestido impoluto, como a estrenar, aunque sus restos mortales se hayan consumido, ¿sabe a lo que me refiero?...<br />
- Creo que sí, sr. García, he publicado estudios acerca de una planta modificada que…<br />
La mujer le cortó sin contemplaciones.<br />
- Precisamente por esos estudios, cuya evolución hemos seguido con la máxima atención, es por lo que estamos reunidos. Pretendemos revolucionar el Mercado. Que todos los fabricantes y diseñadores trabajen con ese material. Desterrar el algodón, la lana y el poliéster como elementos trasnochados. ¿Se imagina una camisa que siempre esté disponible y tan esplendorosa como el primer día? Esa es la imagen del éxito que perseguimos. ¿Sabe los beneficios que puede reportarnos algo así?<br />
- Bueno, mmmm, yo creo que es posible, pero cuando todo el mundo tenga repleto su armario de ropa que no se desgaste, nadie comprará más, y respecto a los beneficios, eso será hasta que alguien nos copie o encuentre un material análogo, siempre ha sido así.<br />
La pareja, laboral al menos, se miró como reprimiendo una carcajada. El sr. García, rápidamente recompuesto, añadió.<br />
- Creo que no hemos debido de explicarnos con claridad. El material será patentado por nosotros, sólo nosotros tendremos la manera de destruirlo, diremos “reciclar”, que es lo que nos demanda la sociedad y sobre los armarios llenos que usted nos pinta, le contestaré con una palabra: Moda. ¿De verdad cree que la gente usa sus prendas hasta que las destroza? Claro que no, se cansan antes, como se cansan de lavarlas o de gastarse el dinero en detergentes. Lo de “indeteriorable” es un marchamo de calidad.</div>
<div align="justify">
<br />
“La gente también está cansada de ropa “made in Bangladesh” que destiñe o se deshilacha en cuanto pasa por la lavadora” añadió Amanda. “Le aseguramos más dinero del que nunca podría soñar y el camino directo al Premio Nobel, ¿quién podría negárselo a aquel que permitió vestir dignamente a los pobres, que ya nunca más llevarán harapos? Piénselo, sería una especie de nuevo San Martín…”<br />
<br />
“No creo en Dios, así que puede ahorrarse las metáforas místicas”, escupió el doctor inopinadamente, para luego añadir, más suavemente, “pongan por escrito lo que me dicen en un borrador de contrato, y denme 48 horas, hasta el viernes a mediodía, para darles una respuesta”...</div>
<div align="justify">
<br />
- Estamos de acuerdo – contemporizó el sr. García – si quiere llevarlo a un abogado…</div>
<div align="justify">
<br />
La altanería del científico volvió a asomar, “no necesito abogados, joven”, repuso, “si conocen mi trayectoria como dicen, sabrán que junto a mis doctorados en Biología y Química, también ostento una inevitable licenciatura en Derecho, inevitable porque de vez en cuando me tropiezo con personas que pretenden engañarme, no se ofendan.”<br />
<br />
La reunión acabó fríamente. Williamson detestaba a esos ejecutivos tan engolados, tan pagados de sí mismos. Como un destello pasó por su mente la idea de que no había tantas diferencias entre ambos, pero la desechó porque él se consideraba un superdotado, uno entre cientos de millones, acaso miles, que estaban en condiciones de cambiar la historia de la Humanidad. No sabía cuánta razón llevaba.<br />
<br />
Se propuso darse una vuelta por Nueva York después de estudiar el contrato. La verdad es que la luz natural le causaba una inquietud atroz, por la falta de costumbre, habituado como estaba a la iluminación artificial de su laboratorio. Era una especie de “horror vacui”, incrementada porque su hotel, en pleno Manhattan, parecía un islote entre ríos de gente. La gente y la luz. Vaya combinación, pero como le pagaban el hotel, hubiera sido una descortesía pedir uno más apartado.<br />
<br />
Se sorprendió al abrir el portafolios y ver que el clausulado del contrato no ocupaba más de tres hojas. Era sencillo. No había trampas, ni letra pequeña. La compañía pagaría al científico todos los suministros que precisase más una elevada cantidad al mes mientras durase la investigación. Le daban dos años para finalizarla, cuando él sabía que podía tener el resultado en la mitad de tiempo. Todo estaba en su cabeza, lo publicado no eran más que unos estudios preliminares. Si tenía éxito, podría considerarse el hombre más rico de la Tierra y la empresa utilizaría sus contactos para que entrase en la candidatura de algún Nobel. Si no, le gratificarían generosamente. Todo a condición…<br />
<br />
A condición de que la patente y todos los derechos fueran para la farmacéutica. Una vez que se acabase el “motivo del Contrato”, él se desligaría por completo. “Qué estúpidos” pensó, “como si un científico digno de tal denominación quisiera quedarse anclado a un proyecto, cuando lo verdaderamente excitante era el siguiente reto, en una frenética carrera por conocer límites”, límites que él aún no había encontrado. No, Williamson no había tenido abuelitas y no creía en la existencia de Dios porque su egolatría no dejaba lugar para más.<br />
<br />
Williamson perdió a su madre siendo muy pequeño. Su padre, físico, profesor de bachillerato, quedó destrozado por la muerte de su esposa, nunca se recuperó. Ferviente católico, se esmeró en dar la mejor educación que pudo a su único hijo, fomentándole el amor por la Ciencia tanto como la Fe. Pero esta nunca le interesó. Lo que se convirtió en algo enfermizo fue la Biología, porque dio la espalda a todo aquello que no estuviese relacionada con ella. Hasta el punto de enfrentarle con su padre, que no comprendía la arrogancia de su hijo, ni su ateísmo blasfemo. El día que defendió su tesis doctoral en Biología, su padre falleció en accidente de coche cuando se dirigía a escucharla: Williamson no la suspendió y ante el estupor del tribunal, que le ofreció un aplazamiento, la expuso como si nada hubiera pasado. Ni una mención, nada de nada. La tesis era brillante, espléndida, la obra de un genio, y así fue calificada, pero provocó el espanto de la familia que le quedaba. No asistió al entierro ni a los funerales, pensó que el viejo había pretendido aguarle el acontecimiento y decidió no seguirle el juego. “Al diablo con todo”, se decía, “tengo que hacer algo tan grande, tan sublime, que seré recordado como el que enmendó a Dios”. Y febrilmente, sin descanso, anárquicamente, como si la Ciencia también tuviera su Musa, se dedicó a investigar el secreto de la Vida, la Genética y su aplicación en los nuevos materiales que la Química iba alumbrando. En ello llevaba más de veinte años, y era reconocido por todos sus colegas como el científico más importante desde Einstein, aunque entre sus destrezas no se contaba la sociabilidad, como ya se ha comentado.<br />
<br />
Rubricó el contrato que le unía a Waits & Walters. Sólo introdujo una exigencia: que seguiría trabajando en su laboratorio inglés, sin ningún tipo de ayudante, que le ofrecía la empresa, pero aceptando la vigilancia permanente de la compañía de seguridad que escogiese la farmacéutica, que no quería arriesgarse a un robo, del que seguramente se beneficiaría alguna competidora. Así que, de la noche a la mañana, un impersonal edificio sin ventanas, de dos plantas, en los alrededores de Luton, se convirtió en un fortín más vigilado que una sucursal bancaria, con la consiguiente turbación del vecindario, que antes ni reparaban en una casa medio oculta por el entramado de la hiedra.<br />
<br />
Y comenzó a trabajar. Cada quince días tenía que mandar por correo electrónico, una pequeña memoria con los progresos (o no) que obtuviese. Y cada mes se entrevistaba por videoconferencia con el director científico de Waits & Walters, un tejano con el que estaba de acuerdo en algo: odiaban tener que comunicarse entre ellos.<br />
<br />
El proyecto fue bautizado como “tres uves dobles” con el rechazo del doctor, que pensaba que era un nombre ridículo y parecido al “www” de internet. Se fundamentaba en los resultados de las investigaciones sobre las características de dos vegetales y un animal: una especie de Bambusoideae (vulgarmente conocidas bajo el nombre de “bambúes”); sobre un especimen de la familia de las Amarentáceas, particularmente las del género “beta”; y finalmente, del Reino Animal, la especie Asteroidea. Desde estos basamentos, logró cruzar a las tres seleccionando y manipulando sus códigos genéticos. Las alteraciones resultantes fueron más allá de lo previsto para perplejidad del doctor Williamson, que nunca se equivocaba. No le concedió importancia porque fue mejor de lo esperado…<br />
<br />
Tras ocho meses de enardecido trabajo, consiguió la planta que estaba llamada a hacer historia. No poseía una apariencia impresionante. Se podía decir que incluso era desagradable. Tenía una altura de unos 160 centímetros, flexible, se parecía a una caña de un dedo de grosor y de un color claro, indefinido y metálico. Sin hojas, no florecía ni daba frutos, lo anodino en versión vegetal. Lo extraordinario no se percibía a primera vista: podía crecer indefinidamente, no tenía raíces porque no tomaba su alimento de la tierra, por esa razón había que clavarla en el suelo, de otra manera quedaba tirada. No se reproducía por polinización, ni por esporas, bastaba con partirla para que las plantas resultantes siguiesen creciendo de nuevo y todas, absolutamente todas, eran iguales, procedentes de un único ejemplar, el código genético no se combinaba ni se deterioraba, se podía decir que era el mismo individuo en diferentes “partes”, lo de “parte” nunca mejor dicho porque su reproducción no podía ser más sencilla: partiendo o tronchando su tallo. Inalterable a sequías, a exceso de pluviosidad, a lo que fuera: era invulnerable y por ello inmortal. Lo único que no soportaría es verse privada de alimento, pero es tan abundante que es imposible: la luz, cualquier fuente de luz. Por un misterioso mecanismo que ni siquiera el doctor Williamson comprendía, esta especie podía sintetizar la luz y convertirla en materia que incorporaba a su ser: no requería nada más. Ni agua, ni aire, ni fertilizante, ni otro aporte. Sólo luz. Si esta faltaba, la planta se reducía paulatinamente de grosor hasta alcanzar dimensiones microscópicas, pero eso no implicaba su fin, al contrario porque su segura fragmentación facilitaba la aparición de infinidad de nuevos individuos tras la finalización de ese estado latente. Era algo que superaba todas sus expectativas porque se había desviado de sus cálculos y teorías sin saber la razón. “He superado a Dios” pensaba henchido de soberbia, “porque he creado algo que es tan vigoroso que ni la muerte puede tocarlo. Es la perfección de perfecciones. Simple y perfecto”. Y esa noche se fue a dormir. La primera en muchos años.<br />
<br />
- Nos llena de regocijo la noticia que nos transmite - decía por videoconferencia Amanda Westerson - sabíamos que usted era el idóneo, el único que podía conseguirlo. Vamos a patentar el resultado inmediatamente. Ahora sólo queda lo sencillo, extraer la fibra para crear el tejido…<br />
El doctor frunció el ceño<br />
- No cante victoria antes de tiempo, señora, por las propias características del producto base, su manipulación puede ser compleja<br />
- “Compleja” no es “imposible”. Le dimos dos años y ha llegado hasta aquí en menos de nueve meses. Seguro que lo conseguirá… ¿o hay algo que le inquiete?, si precisa de ayuda no tiene más que pedírnoslo, nuestro director científico, Jim Roth, estaría encantado de trabajar junto a usted.<br />
- Mire, no lo dudo, pero él es químico y haría falta un perfil más “amplio” para ser una ayuda y no una torpeza andante. Además, yo trabajo solo, tengo todo aquí – dijo señalándose la cabeza – sin embargo…<br />
- ¿sin embargo?...</div>
<div align="justify">
<br />
A Williamson le preocupaban las desviaciones de sus teorías, pero no iba a confesarlo. Él no se equivocaba. Errar era propio de mediocres. “El sinuoso camino de la evolución, catalizado por medio del ensayo y error, es lo que asegura la supervivencia de las especies” decía una chillona profesora que había tenido en la universidad. Era muy guapa, pero cuando hablaba…</div>
<div align="justify">
<br />
- Sin embargo, nada. La próxima vez que hablemos será para comunicarles que ya tienen a su disposición lo que desean tanto.<br />
<br />
Williamson había estado a punto de casarse. Como no podía ser de otro modo, era una colega, una bióloga. Al principio, a ella le parecía excitante encerrarse en un laboratorio sin horarios, parando sólo para copular, comer y dormir. Luego formalizaron la relación fijando una fecha para la boda civil, pues ella también era atea, no tan militante como Williamson. Entonces ella empezó a hablar de alguien que había conocido, un profesor de religión y que le había dejado unos libros. Empezó a distanciarse y a espaciar sus visitas. Ya no investigaban juntos, que dejando aparte otras “ocupaciones” era lo único que hacían.<br />
<br />
Una tarde, casi noche ya, ella se presentó en su casa. “Tengo algo que decirte, pero no quería hacerlo sin dar la cara”. “No sé que me ha pasado, pero de repente siento como si mi vida se hubiera iluminado. Tengo la sensación de haber vivido la existencia de otra persona y ahora sé que estaba equivocada”. Le miró dulcemente, con sus ojos azules y prosiguió, “no creía en Dios, sé que vas a montar en cólera, pero ahora me he convertido al Catolicismo porque he descubierto la Verdad y nunca me sentido tan libre y tan amada. Siento el daño que te hago, pero así no puedo seguir contigo, porque hemos estado equivocados”. No la dejó seguir, furioso, la cogió del brazo y la echó de su casa gritándole que no quería volver a verla y que no la necesitaba para nada. No la quiso escuchar al otro lado de la puerta, cuando le hablaba de Cristo mientras lloraba, del significado del Amor, del vuelco que su corazón había sufrido en las últimas semanas. Se encerró tras la puerta de su dormitorio y se sentó frente al ordenador durante casi dos días seguidos, interrumpidos solo por perentorias necesidades fisiológicas, menos dormir. No volvió a hablar con ella. Alguna vez estuvieron a punto de cruzarse, veía como se dirigía hacia él, pero Williamson cambiaba de acera o se escabullía. La despreciaba y además había acabado impartiendo clases. “Va a resultar que Nietzsche llevaba razón: El Cristianismo es cosa de mediocres”, pensaba. Un par de años después se enteró de que se había casado y se había marchado al Canadá. Poco después, él también se fue a Luton, ciudad donde residiría hasta su muerte.<br />
<br />
Era casi imposible tratar la materia de esa planta. En primer lugar porque estaba viva, y en segundo lugar porque el potencial de regeneración que poseía era extensible a todas y cada una de las partes que se hiciesen, por pequeñas que estas fuesen, eran inmanejables. Además, había surgido otro problema…<br />
<br />
El sonido del timbre persistía. Lo malo de vivir en un laboratorio es que no se podía usar el pretexto de “estoy trabajando, no estoy en casa”. Miró la pantalla y vió a Amanda hablando con uno de los vigilantes. Sabía que la empresa farmacéutica terminaría enviando a alguien. No había remitido memoria alguna y no se conectó a la videoconferencia cuando Roth lo hizo. Pero esto fue anteayer. Sí, se habían movido con rapidez.<br />
<br />
Abrió la puerta desde arriba. “Suba”, le dijo. Vió como Amanda entraba con cuidado, como una niña en un castillo encantado y salió del área de su pantalla de vigilancia. El centinela volvió al jardín. Llegó al pequeño estudio con rapidez. “Para una persona que no conoce esto, es un récord” pensó el doctor. Desprendía la fragancia de un perfume caro y estaba radiante, nadie diría que acababa de bajarse de un vuelo transoceánico. Llevaba un pequeño maletín, que dejó cuidadosamente sobre el suelo. Cuando le miró, pudo intuir que no se iba a andar con rodeos.<br />
<br />
- ¿Qué está pasando?<br />
- ¿No me va a permitir preguntarle por el viaje?<br />
- Sabe perfectamente que estos viajes son aburridos salvo que el avión se estrelle. Afortunadamente, para mí al menos, no ha sido en esta ocasión.<br />
- ¿Quiere un té?<br />
- Mire, ni siquiera me he pasado por el hotel donde, supongo, pernoctaré una noche. Esperamos que tenga una explicación convincente para su actitud. No ha mandado su informe, no se ha reunido con Jim Roth, no ha contestado a los dos e-mails que le envié y tampoco ha atendido el teléfono.<br />
- No hace falta que me diga lo que no he hecho porque soy yo el que mejor lo sabe. Se puede decir que es lo que mejor sé de lo que ha pasado últimamente por aquí.<br />
- ¿Y qué historia es esa de que los vecinos se quejan de que sus perros y gatos han muerto, de que en su jardín siempre hay insectos y roedores silvestres muertos y de que no hay pájaros por los alrededores? ¿Qué tontería es esa, si su vecino más próximo está a 500 metros de aquí por la carretera? Dígame que es una patraña, era lo que nos faltaba, un escándalo con juicio incluido porque a unos paletos se les muere la mascota…<br />
- Veo que le ha cundido la conversación con el vigilante.<br />
<br />
Amanda le fulminó con la mirada. Una mirada de tigresa. No había reparado en ella hasta ahora. Era una mujer hermosa. Cerca de los 40, mediana de estatura, rasgos suaves pero bien definidos, pelirroja de ojos verdes. Una muestra genética celta con algún aditamento latino, quizás italiano, francés o español, europeo en cualquier caso.<br />
<br />
- Ha fracasado, ¿no es eso? Ha fracasado y no sabe como decírnoslo. Eso: el superdoctor ha fracasado. – añadió sarcásticamente, ladeando la cabeza y chasqueando la lengua, pero Williamson estaba ajeno a ese gesto<br />
- No. El que esté en un callejón sin salida no implica que haya fracasado. Sólo necesito tiempo para tener perspectiva. Pero también me apremia y…<br />
- Todavía le queda más de un año. 14 meses y algunos días para ser exactos. Puede empezar de nuevo, aunque tendría que recortar gastos…<br />
- No puedo empezar de nuevo porque primero tengo que terminar. Ese es el problema. Acabarlo… es… imposible.<br />
<br />
Amanda le escrutó, mirándole de hito en hito. Guardó silencio unos instantes, miró su móvil y lo apagó. Caminó unos metros hojeando notas, leyendo los monitores y las lecturas de contadores. Regresó a la mesa de Williamson, cogió una silla y se sentó.<br />
<br />
- Soy toda oídos. Quiero que me cuente todo como si fuera nueva y quiero que me lo cuente ya.<br />
<br />
Williamson le relató como eligió cuidadosamente los genes de las tres especies para alumbrar el nuevo espécimen. La morfología elegida fue la del bambú porque pensaba que daría menos problemas de almacenaje y transporte. El tipo previsto era una planta con raíces, con fotosíntesis normal, que no tuviera hojas, por superfluas y que no diera fruto por ser estéril. La planta no debería reproducirse en ningún caso para posibilitar que Waits & Walters cobrase siempre. El problema es que tanta diligencia saltó por los aires, en principio colmando y superando las expectativas. El resultado fue una planta (por llamarla de algún modo ya que su disposición celular pertenecía al mundo vegetal), que no arraigaría porque no lo necesitaba, prescindía del agua y de cualquier aporte que no fuera la luz, que estaba en un proceso permanente de crecimiento y que ni siendo cortada, ni tronchada, moría. Al contrario, ese era el modo de multiplicarse. Ante la ausencia de luz, la planta reducía el perímetro de su tallo hasta un límite increíble, favoreciendo su “multiplicación” y enquistándose para eclosionar en cuanto recibiese su alimento lumínico. Desconocía absolutamente las razones de ello porque “no era lo que yo había calculado, estoy en terra incógnita”.<br />
<br />
Además, el material de la planta mostraba una rebeldía exasperante cuando era procesada para usarla como tejido. Era muy complicada su manipulación o tinción. El material resultante era de un color macilento, muy rígido, áspero y varias cobayas habían enloquecido autolesionándose, como si la “tela” les causase un prurito inaguantable.<br />
<br />
- No me diga que ha creado una línea <i>pret-a-porter</i> para ratones… - ironizó Amanda, pero Williamson continuó como si no la hubiera escuchado.<br />
<br />
Lo más alucinante fue descrito a continuación. Cuando incineró el material del espécimen que ya no necesitaba, pero que seguía vivo, “porque lo está en todo momento”, no se desintegró como habría hecho cualquier material vegetal. En su lugar quedó un residuo viscoso, oscuro que no podía clasificar ni entender.<br />
<br />
El doctor le mostró varios vasos de precipitados. Cogiendo uno, pesadamente lo acercó a Amanda, que lo observó cuidadosamente, quiso tocarlo, pero el doctor se lo impidió. “Es tremendamente tóxico, tanto como su densidad. Ya ha visto lo que me ha costado moverlo. No lo toque ni se lo acerque a menos de 20 centímetros.”<br />
<br />
- Siendo así, porque razón lo tiene destapado.<br />
- Porque rompe los envases. Esto “crece” de tamaño en progresión geométrica cada 48 horas. Todo eso que ve cabía en una probeta normal hace cuatro días. Si lo dejo encerrado en un recipiente, comprime el aire y termina reventándolo, como pasaría con una botella de champán que quedase olvidada en el congelador.<br />
- ¿Pero cuál es su composición?<br />
- Es parecido a un polímero, pero no lo es. No está vivo, pero tampoco está inerte. El código genético está destruido por la combustión, pero se reproduce. Ahoga todo lo que entra en su radio de acción.<br />
Ella cayó en la cuenta<br />
- ¿Los animales?<br />
- Sí. No sé cómo les alcanza, pero lo hace. Basta con que pasen cerca de esta casa.<br />
- Y a nosotros ¿no nos afecta?<br />
- Aún no. Pero si mis cálculos no vuelven a errar, lo hará cuando alcance cierto volumen, cierta masa crítica, debe estar relacionado con el volumen corporal, cuanto más se pesa, más se resiste. A la magnitud actual. Por eso son insectos, pajarillos y mascotas las afectadas, en el caso de estas, se trata de gatos que han merodeado por aquí y de perros cuyos dueños han paseado por la carretera. Son más sensibles, como los canarios que acompañaban a los mineros en las explotaciones de carbón. Como se morían rápido, ponían en guardia a los obreros para evacuar cuanto antes si se producía un escape de gas.<br />
<br />
Westerson se arrellanó sobre el asiento, abrió su bolso y encendió un pitillo con aire pensativo.<br />
<br />
- Lo siento, pero tengo que pedirle que no fume aquí.<br />
- ¿Es peligroso?<br />
- No, son las normas.<br />
- ¿Normas? Seguro que no va a denunciarme.<br />
<br />
El doctor encajó el comentario en silencio. Silencio que se mantuvo hasta que terminó el cigarrillo. Ella le preguntó por las posibles soluciones, empezando por la criogenización para detener el proceso. “Ya lo he intentado y da igual”, dijo, “porque es indiferente a la inmersión en nitrógeno líquido, sigue en ese asqueroso estado viscoso a temperaturas de 4 ó 5 grados Kelvin, muy cerca del cero absoluto, y como si tal cosa. El Elemento contraviene la Termodinámica. Es inverosímil, pero es verdad”.<br />
<br />
- ¿Y si lo metemos en recipientes herméticamente sellados? No puede seguir creciendo si no está en contacto con nada, ni siquiera la luz.<br />
- Esa es una opción incompleta. La primera dificultad reside en que hacemos con esos recipientes. Aún es manejable, más o menos, y en ausencia de luz su crecimiento se ralentizará, pero no desaparecerá…<br />
- ¿Cómo es posible?<br />
- Digamos que “rumia” el “aporte lumínico. Es como una esponja, absorbe toda luz. Si se queda a oscuras, desprende energía que vuelve a reabsorber…<br />
<br />
Amanda le miraba atónita, había dejado de escucharle. Ella no era científica, estaba muy familiarizada con la ciencia y poseía conocimientos bastante amplios para una gestora, pero en los laboratorios siempre había sido una intrusa, alguien que recorta los gastos en función de la previsión de la rentabilidad de una u otra línea de investigación.<br />
<br />
Sólo sabía que tenía un problema muy espinoso entre las manos, como cuando se quedó embarazada en el penúltimo año de carrera. Fue una estudiante ejemplar, con notas muy altas. Se enamoró de un chico que no procedía de un nivel tan acomodado como ella. Les gustaba pasear por el parque y hacer planes. Haciendo planes empezaron a acostarse juntos, les parecía algo consecuente con esos planes. Un día, estos fueron desplazados: estaba embarazada y la tierra desaparecía bajo sus pies. Nunca se lo dijo a su novio. A nadie. Le quería pero rompió con él y abortó. Nada iba a interponerse en sus objetivos, el primero finalizar sus estudios universitarios con la nota más alta posible. El segundo, labrarse un porvenir profesional. Lo mismo que iba a hacer junto a su novio, pero sin cometer nuevos “errores”. Era joven y ya encontraría a alguien. En su momento. Momento que no había llegado, al contrario que el arrepentimiento por lo que ya no tenía remedio. A menudo se le iban los ojos tras niños pequeños y sentía una punzada en lo más hondo. Sangraba en forma de llanto en las interminables noches de soledad e insomnio. Había matado a su hijo y perdido al amor de su vida de un plumazo. No podía evitar, cada vez que se cruzaba con un chico o una chica en el final de su adolescencia, que ese sería el aspecto de su hijo o hija si le hubiera permitido nacer. Para sentir, acto seguido, como la punzada partía su corazón.<br />
<br />
Miraba a Williamson, pero no sabía lo que decía. Un problema espinoso este, sí, y la persona que tenía enfrente parloteaba sin cesar y sin entender mucho más de lo que estaba pasando que ella misma. Ella sabía tratar los problemas de ese tipo, desde su “incidente” los afrontaba de forma suicida casi, quizás por compensación. Pero ese tipo de “compensaciones” no suele ser afortunado. Peor aún, una compensación es un error que pretende tapar otro error. No se callaba nunca este hombre…<br />
<br />
- ¿Me escucha?<br />
- Sí, claro, claro. Le diré lo que vamos a hacer. Quiero que empaquete todo este “material” o lo que demonios sea. Le proporcionaré recipientes como los que hemos hablado. No es la primera vez que una línea de investigación se “desvía”.</div>
<div align="justify">
<br />
Williamson reaccionó ante las indicaciones que brotaban a borbotones de la directiva.<br />
<br />
- Yo no lo llamaría así…<br />
- Calle y escuche. No hay tiempo para estudiar ni para divagar. Ya hablaremos sobre futuras investigaciones, a las que no renuncia mi firma por un puñetero “accidente”. Llamaré a unos operarios especializados para que le asistan .No le admito una negativa. Voy a ordenar que vengan un par de camiones de la empresa y se lleven toda esta porquería, una vez empaquetada. No quiero que se quede con ninguna muestra, que le veo venir. Empiece de cero y olvídese de plazos, mejor aún, olvídese de todo. Le veré en mi despacho dentro de siete días, se reunirán con nosotros Jim y Robert. Mi secretaria le telefoneará para ocuparse de los detalles. Entretanto procure dormir y darse un buen baño.<br />
- Ese material es peligroso y debe ser examinado a fondo. Enterrar el problema no es lo mismo que solucionarlo…<br />
<br />
Amanda estaba recogiendo su maletín cuando escuchó esa frase. Se volvió muy lentamente y miró con desprecio al científico que ofrecía un aspecto desaseado y lamentable. Abrió la puerta, “me pagan por gestionar problemas”, dijo, “y me pagan aún mejor si los elimino. Este asunto ya no está en sus manos. Colabore de la forma que le he dicho o le juro que se acordará de mí. Y no con cariño.”<br />
<br />
Salió dando un portazo. Pudo oír como daba instrucciones por teléfono mientras enfilaba la salida, y el vigilante casi se cuadró cuando pasó por delante de él abriendo la puerta del automóvil en que había llegado. Ella ni le saludó. Se metió en su imponente coche y marchó a toda velocidad.<br />
<br />
No tardaron mucho en llegar seis hombres. Uno de ellos, el que mandaba, iba en traje, los demás llevaban monos oscuros. Aparcaron los dos camiones detrás de la casa, fuera de la vista de la carretera y comenzaron su tarea. El único que se dirigía a Williamson era el tipo trajeado, de unos 35 años, correcto en el trato pero con piedras en las miradas que dirigía al científico. Los operarios no respondían a las indicaciones de este, y ante alguna advertencia sobre la manipulación del material, se volvían hacia el jefe, que aprobaba o desestimaba con un gesto. En menos de una hora habían acabado. El hombre bien vestido debía de ser también un científico porque decidía con excelente criterio que había que llevarse y que no. Se llevaron todo lo relacionado con el proyecto.<br />
<br />
Eso creían ellos porque no sabían que Williamson se había quedado con una pequeña muestra, apenas una gota de residuo viscoso. No se resignaba al baldón de una investigación fracasada. Él había creado el engendro y él encontraría la forma de destruirlo, no podía tolerar que algo que él había “diseñado” pudiera resistirse a morir si esa era su decisión.<br />
<br />
“Hijo, ante todo, un científico debe ser consciente de su ignorancia. Ese es el más básico principio de toda experimentación. Se experimenta para conocer, para saber si nuestros limitados cálculos teóricos son correctos. E incluso con todo ello no debes olvidar que el observador puede alterar con su sola presencia el resultado del experimento y que siempre habrá factores que escapen a tu control. No es mejor científico el que más acierta sino el que más aprende. El camino del aprendizaje está jalonado de fracasos.”<br />
<br />
Su padre fue una gran persona. Alguien del que es casi imposible hablar mal. Es una lástima que se valore a los seres queridos cuando estos faltan. Williamson había estado enfrentado a él hasta bastante después de su muerte, acaso como manera de tenerle vivo. En los últimos años le contemplaba como el reflejo luminoso que él nunca sería. El recuerdo de sus palabras, la dulzura con que le enseñó, se impuso sobre todo lo demás. Más de una vez, en las últimas fechas, se había sorprendido pensando algo como “verás cuando se lo diga a papá”, una centésima de segundo, un triste fogonazo, para caer en la cuenta de que su padre llevaba muerto casi 30 años. “Será la falta de sueño”, se decía, y volvía a lo suyo. Volvía para apartarse de lo mucho que le echaba de menos, ahora que estaba doblando la esquina final de una juventud que quedaba atrás.<br />
<br />
Mucho más atrás su infancia. Su padre nunca le falló. Recordaba su infinita paciencia y el cariño con que dejaba todo para atenderle. Cómo le cogía de la manita para ir a misa los domingos y el caramelo que le daba cuando volvían a casa, para jugar con él lo que restaba de día. Cuando le llegó la adolescencia se distanció de su padre, que lo sintió en todo el alma pero que lo disimuló para seguir estando a su lado incondicionalmente, incluso cuando discutían agriamente sobre Dios y sobre la visión de la Ciencia, que no era la misma. Comenzó la universidad, lejos de su padre, en Oxford, como si este se hubiera vuelto un apestado, pero él nunca dejó de interesarse y de escribirle. Se arrepintió mil veces a lo largo de los años de no haber conservado esas cartas. Un día, abruptamente, papá ya no estuvo. Durante años le guardó rencor por sentirse abandonado. Sólo muchos años después, por casualidad, halló un escrito metido en un libro de su padre, parecía el borrador de una misiva, fechada dos días antes de su muerte, decía que “no hay padre más feliz que aquel que ve a su hijo alcanzar su sueño, y que este sea provechoso para sus semejantes y armónico con el Plan de Dios para cada uno”. Nunca comprendió muy bien su significado, pero estaba seguro, ya sin remedio, de que el viejo no había pretendido amargarle la defensa de su tesis doctoral. Y ese día lloró largamente sin saber el porqué.<br />
<br />
Trabajó y trabajó, obsesivamente, durante horas y horas. Tan embebido estaba que ni siquiera se percató de que la casa se quedó sin vigilancia. Waits & Walters ordenó que se retirara porque “ya no había nada que cuidar” hasta la reunión. El último centinela llamó y llamó para despedirse, pero viendo que no le hacía caso, se fue mascullando algo sobre la mala educación de algunas personas y montó en su furgón. Williamson ni oyó el timbre porque no estaba pendiente. Todo su conocimiento y atención estaba orientada a un único objetivo: la destrucción de ese maldito ser de diseño, tan rebelde, al que ni siquiera había bautizado. Pero eso ya daba igual. Se sabe que los muertos han existido porque tuvieron nombre. Si algo no ha llegado a tenerlo, es que como si nunca hubiera “sido”.<br />
<br />
Tras varias pruebas, lo encontró. Dió con la forma de reducirlo a un desecho inerte que se podía arrojar a la basura. Pegó un brinco y busco el móvil para llamar a Amanda. Era muy tarde, las dos de la madrugada. En Nueva York serían las nueve de la noche, pero lo intempestivo adornaría más a la noticia. Ya destruiría el resto del material luego, que seguía creciendo. Marcó el primer dígito…<br />
<br />
Y escuchó un ruido potentísimo acompañado de un agudo dolor que desapareció al instante. Le rodeó la oscuridad, que se tornó luz cegadora, de una belleza descomunal. Vió las consecuencias de sus todos sus actos y se arrepintió profunda y sinceramente de los negativos.<br />
<br />
Entonces supo que su padre y su madre estaban a su lado.<br />
<br />
<br />
Amanda durmió mal esa noche. Era casi una costumbre. Cuando llegó a la oficina, vió que dos hombres hablaban con Robert, lo que le extrañó porque no había ninguna reunión tan temprano. Se acercó a ellos para saludarlos. Era la policía. Le informaron del fallecimiento del doctor Thomas Williamson en su laboratorio de Luton, a causa de un atentado terrorista perpetrado por un grupo del que no sabían nada de nada. Habían acudido a ellos, a petición “extraoficial” de Scotland Yard para ver si podían ayudarlos, en vista de la cantidad de llamadas que había entre la empresa y Williamson. Amanda se tuvo que sentar para no caerse de la impresión. Cuando los agentes se marchaban, uno de ellos les preguntó, de pasada, el motivo por el que la casa había tenido vigilancia privada hasta tres días antes y la razón por la que se retiró, detalle aprovechado por los terroristas para reducir el edificio a escombros. Fue Robert el que les respondió…<br />
<br />
- Creo que trabajaba en una línea de nuevos fármacos contra la obesidad. Tendría que ver mis papeles para ser más preciso. La competencia siempre anda espiando, ya sabe… La vigilancia se retiró porque no quedaba nada que vigilar… Ahora no tengo conciencia de nada más…<br />
<br />
No repararon en la mirada descompuesta que Amanda le dedicó, ni en la interrogación que asomó a su semblante. Antes de que se cerrase la puerta, el policía de más edad espetó:<br />
<br />
- Siempre hay algo que vigilar donde no hay conciencia, ¿no cree?…<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<i>Diez días más tarde…</i></div>
<br />
“Estamos retransmitiendo desde el área de Dunstable, cerca de Luton, al norte de Londres. Las autoridades sanitarias no han dado aún con el agente que causa la muerte en pocas horas, en esta extraña epidemia que está diezmando la población en las localidades cercanas, dándose nuevos casos continuamente. Nos confirman que se ha extendido a Watford, Stevenage, Milton Keynes y Bedford. El gabinete de crisis, con el primer ministro al frente, quiere lanzar un mensaje de serenidad y recomienda a los vecinos cerrar puertas y ventanas y no ingerir agua corriente como medidas cautelares. El pánico se ha adueñado de algunas barriadas, en las que el ejército ha tenido que restaurar el orden. Una vez más se ha negado cualquier relación con el incidente del buque “Seastar”, hundido hace cuatro días en circunstancias nada claras, cuando navegaba en medio del Atlántico Norte, trasportando unos misteriosos y pesados contenedores hacia los Estados Unidos”.<br />
<br />
“Volviendo a la crisis que ha surgido en Streatley, los vecinos se siguen quejando de un polvo negro, parecido al hollín, que nadie sabe de donde procede pero que está oscureciendo poco a poco calles, parques y jardines, coincidiendo su aparición con esta epidemia. Informa para la BBC News 24H, Helen Wilkes”.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifHvofbH_UJFx678fVapflJtz3xQk39di6HgrYmJSncEl_tdd8RLrF8XfR81fwgHmxwbzFceh9sysMvHeCoBeoTC5U7eS2K5Fxm7Zgi5RXRvQYWi0ZN3jZBFUDpQqf0x1I4ltgmWXJTX2K/s1600/flower-3271752_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="429" data-original-width="640" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifHvofbH_UJFx678fVapflJtz3xQk39di6HgrYmJSncEl_tdd8RLrF8XfR81fwgHmxwbzFceh9sysMvHeCoBeoTC5U7eS2K5Fxm7Zgi5RXRvQYWi0ZN3jZBFUDpQqf0x1I4ltgmWXJTX2K/s320/flower-3271752_640.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<i><span style="font-size: x-small;">Imagen libre de derechos. Cortesía de <a href="https://pixabay.com/" target="_blank">Pixabay</a></span></i></div>
</div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-40764689080657701232016-10-27T19:30:00.000+02:002018-05-14T21:50:10.581+02:00Chloe<div style="text-align: justify;">
El capitán Cuthbert Livingstone era médico. Había estudiado en Oxford con la intención de sanar personas, tan desmesurada vocación poseía que no dudó en enfundarse la roja casaca de los soldados de Su Británica Majestad y acudir al Nuevo Mundo para combatir a los súbditos que se habían alzado contra el rey Jorge. “¿Qué mejor manera de servir a mi rey que curando a sus guerreros?”, se preguntaba retóricamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero aquella experiencia le cambió. Aprendió que, en el fragor de la batalla, había soldados que morían desangrados porque lo <em>prioritario</em> era <em>zurcir</em> a aquellos que tenían alguna posibilidad de contarlo. Los que sufrían heridas fatales morían sin que nadie les consolase en sus últimos momentos. La medicina militar es pragmática, acaso tanto como la propia Vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
También aprendió a luchar contra la resignación. Un poso de rabia se iba acumulando en el fondo de su alma y amenazaba con reventar sus esclusas de devoto cristiano y buen caballero inglés. Cada soldado que se iba a la fosa común era una afrenta personal contra él. Cada carnicería que quedaba sobre el campo le suponía una humillación intolerable, hasta el punto de que ya no le importaba, como médico, si el caído lo había sido a mayor gloria de la <em>Union Jack</em> o de la bandera de Betsy Ross. Había estudiado para sanar, y ese propósito alcanzaba a un desafío aún mayor: El Siglo de la Razón no podía permitirse llegar a su término sin haber vencido a la muerte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El capitán Cuthbert Livingstone regresó al final de la contienda, en la primavera de 1783. Los Estados Unidos habían logrado su objetivo y la vuelta la realizó en precarias condiciones, rodeado de heridos, de mutilados, de ex – prisioneros de guerra con la salud muy quebrantada. Nadie recibe a los soldados que retornan sin gloria, pero ellos trajeron el soplo de nuevas ideas, que desembarcaron en el puerto de Southampton; en Cádiz si eran españoles, o La Rochelle en el caso de los franceses. Los Tiempos estaban gestando un cambio radical en la manera de entender la Creación entera…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se instaló en Londres, en el selecto barrio de Mayfair. Abrió una consulta, no tardó en labrarse una buena reputación por ser un médico innovador que no abusaba de sanguijuelas y sangrías, aplicando incluso tratamientos indoloros merced a los conocimientos que había adquirido de algunos indios iroqueses. Mas esa aptitud no fue la única que vino con él…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Amplió su consulta con un pequeño laboratorio. Aquella ya no era tan modesta, en la londinense esquina de Beaufort Gardens con Brompton Street, y los carruajes se anunciaban sobre el pavés, junto con los cascos de los caballos, trayendo nuevos pacientes para ser examinados por el joven capitán Livingstone, veterano de América.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces apareció ella. Con sus esplendorosos veinte abriles, acompañaba a su señora madre, aquejada de una afección respiratoria, bastante común en el viejo y húmedo Londres. De muy buena posición, lady Daralis Vernon-Wildemere deslumbró al médico, que se enamoró perdidamente de ella. Y ella de él. La familia abrigaba la idea de un pretendiente de mejor alcurnia, pero la insistencia y la sinceridad de los enamorados venció todo obstáculo. Eran nuevos tiempos, sin duda…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Contrajeron matrimonio. Tanta felicidad no podía acabar bien, y la semilla del miedo fue sembrada. Livingstone no soportaba la idea de perder a su amada, algo frecuente en una época en que muchas parturientas, por ejemplo, no superaban el esfuerzo de traer una nueva vida a este valle de lágrimas. Pasaba encerrado largas horas en su laboratorio… Hasta que dio con la fórmula que sustraería a su amada de la muerte. No pensó en probarla él mismo. Imposible errar, tanta fe había depositado en sus conocimientos. Movilizó a sus contactos, encargando raras especies vegetales a los capitanes que navegaban hasta el otro extremo del mundo; se relacionó con sujetos de mala catadura que venían de madrugada con sospechosos paquetes, aduló a viejos libreros que nada querían saber de lo que había más allá de sus anteojos y de sus polvorientos volúmenes, todo para conseguir antiguas obras escritas en latín medieval… Con el aburrimiento de Daralis cuando curioseó descuidadamente sus páginas. Una actividad febril, bien empleada no obstante. Una oscura redoma, mellada levemente en uno de sus bordes y erguida orgullosamente sobre la mesa daba testimonio del esfuerzo. Su amada Daralis no moriría. Jamás. Ya no perecerían mujeres en los partos, algo que era especialmente lacerante para Cuthbert, porque no comprendía el sinsentido de que la vida se cobrase una para alumbrar otra, dejando a esta sin el cariño de una madre. Y, desde luego, ya no morirían más soldados en guerras. Ni siquiera el Rey de reyes merecía tal sacrificio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sonreía por la blasfemia, cuando la criada anunció que la cena estaba servida. Livingstone le pidió una botella de vino de Madeira. A Daralis le gustaba mucho. ¿Qué mejor forma de acceder a la eterna juventud, sino degustando el excelente vino de su bodega? La mujer trajo puntualmente lo que le habían solicitado. Cuthbert ordenó que avisase a la señora para que se reuniese con él y que no fueran molestados. Bajo ningún concepto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ignoraba el porqué. Acaso por esa sutil intuición que tienen las mujeres. Aquella noche estaba bellísima, con un peinado que dejaba caer su larga y rubia cabellera sobre el hombro derecho. Una dama digna de ser inmortalizada, en el sentido más literal del término, no por obra de un retrato que languidecería colgado de una pared, en el mejor de los casos, a lo largo de los siglos…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué celebramos? – preguntó sonriente – Te noto exultante, querido.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Siempre hay motivo para celebrar que estamos vivos… – Respondió mientras llenaba su copa, le ofreció la que había preparado para ella – Y que siempre estaremos juntos</div>
<div style="text-align: justify;">
- Hasta que la muerte nos separe, como se dice, ¿no?…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El capitán alzó su copa, con satisfacción mal contenida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Entonces brindemos porque muera la muerte… Ningún marido ha obsequiado mejor a su esposa…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Daralis rio por la ocurrencia, sin recelar por la redoma que había visto en las manos de su amado, ni del contenido de su copa que apuró hasta las heces. Se sorprendió a sí misma ya que era de mal tono beber de esa forma, pero la fragancia y el dulzor del caldo le parecieron irresistibles, y el gesto de su esposo le animó a ello…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue un leve hormigueo al principio, en el abdomen, durante unos minutos. Luego el dolor la arrojó al suelo doblada sobre sí misma y perdió el conocimiento. Intentó reanimarla por todos los medios pero fue imposible. Murió a las pocas horas. El capitán no podía soportar el remordimiento por haber envenenado a su amada Daralis, ni siquiera lo apaciguaba el hecho de que su intención fuera completamente opuesta. Creyó enloquecer. Apenas fue capaz de asistir a las exequias. Buscó en vano la maldita redoma, cuyo contenido le había administrado, para procurarse un antídoto que la rescatase de la muerte o para envenenarse él también… Fue completamente infructuoso porque no lo halló por ningún lado, como si la Desdentada le hubiera gastado una doble y macabra broma.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Daralis fue inhumada en la lóbrega y sombría cripta de la familia, y él la lloró largamente, durante las interminables noches de invierno, levantando la cabeza cada vez que escuchaba crujir el suelo de madera, o estremecerse el cristal de las ventanas azotado por el inmisericorde viento que traía el recuerdo de su dolorosa soledad… Por si era ella que regresaba del Infinito con el único salvoconducto de su sonrisa…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero no retornó. Los días se acumularon en semanas, y las semanas, en meses. Siempre la tenía en su recuerdo. Y el perro rabioso del remordimiento devorando su corazón a dentelladas….</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un lluvioso día de noviembre, un domingo, mientras se hallaba en su laboratorio, la criada le informó que una desconocida y distinguida mujer le aguardaba en el vestíbulo de la casa. Él dijo que no pasaba consulta los domingos. La criada le replicó que ya se lo había comunicado, pero que insistía en hablar con él. Iba a despachar el asunto de mala manera, cuando la sirvienta añadió…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- El señor se sorprenderá de lo mucho que se parece a la difunta señora, que la Gloria del Señor la acoja.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dejó lo que estaba haciendo. Y siguió a su empleada escaleras arriba. Apenas pudo pronunciar palabra… La semejanza era increíble, el mismo cabello dorado, sus ojos color aguamarina, la tersa y blanca piel… pero el gesto no era dulce sino frío y sarcástico… No era ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Me llamo Chloe Bacqueville, le agradezco que me reciba porque…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No. No era ella. No siguió escuchando aunque asentía con la cabeza como esos autómatas de feria. El negro manto de su ausencia le devolvió a su infierno personal. <em>¡Daralis!…</em></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo, muy a menudo, hasta la misma compañía del príncipe de las Tinieblas es mejor que un corazón flagelado por la culpa. Ella no era como Daralis, alegre, confiada y cariñosa, todo lo contrario, como su tenebroso reflejo. Finalmente se prometieron y se casaron. La admiración que provocaba la similitud se disipaba en cuanto su desdén saltaba de interlocutor en interlocutor. “Es que, claro, no es ella”, se decían. Pero la comparación no le afectaba en absoluto. Incluso le divertía cuando su esposo se la confió con el objetivo de que suavizase su carácter y trato. La criada sufrió incontables humillaciones hasta que decidió abandonar el servicio de su señor, al que apreciaba de veras. Chloe contrató a otra que se movía sigilosa como un fantasma por la casa. Se estaba quedando solo nuevamente, pero la tenía a ella. Los amigos se fueron distanciando, a muchos les inquietó sobremanera que Chloe usase los vestidos de la difunta, pues tenían la misma talla. A su marido no le importaba, más bien le confortaba. Cuando no hablaban, la miraba con fervor y podía olvidar lo sucedido. Ese rabioso perro que desgarraba su corazón quedaba sosegado…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No por mucho tiempo. Una tarde en que la ventisca de una furiosa tormenta de finales de octubre golpeaba la casa, Chloe hizo distraídamente alusión al vino de Madeira, comparándolo con un elixir que proporcionase la inmortalidad. Efectivamente, podía ser casual, fuera de contexto. Mas el tono, la mirada maliciosa, el desprecio que arreciaba en el fondo de sus ojos, la sonrisa hiriente y afilada como un sable le hizo concebir una posibilidad… ¿Y si realmente fuera ella, y si fuese Daralis?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Rechazó de plano la posibilidad. Él mismo, con indescriptible dolor, certificó su fallecimiento. No había acudido a su entierro, roto como estaba por la pérdida, pero no se había movido de su lado mientras la velaba, escrutando su inerte rostro, en busca del menor signo de vida. Cerraron el féretro porque ya daba muestras de descomposición, más rápida de lo normal incluso. Tuvieron que forcejear con él cuando cerraron la tapa. Estaba muerta, más allá de cualquier esperanza. Una multitud de testigos contempló como sellaron la sepultura y cerraron a cal y canto las tres puertas, una tras otra, que vedaban el acceso a la cripta. Como si no bastase el océano de lágrimas que nos separa para asegurarnos de que no volverán nunca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Días más tarde, ya había anochecido, el capitán Livingstone tomó una decisión súbita y descabellada. Estaba en la alcoba de su esposa, ella le había llamado para preguntarle algo relativo a un nuevo vestido puesto que iban a acudir a uno de los escasos eventos a los que eran invitados. Le dijo que esperase un momento… la mirada del médico revoloteó por la estancia. El lecho, algunos viejos cuadros, un armario, el tocador… ¡El tocador! Allí estaba la redoma, mellada en su borde, la agarró al instante…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Adónde has encontrado esto? – Inquirió con enojo - ¿Sabes lo que contiene?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es mío. – Espetó sin inmutarse – Y contiene perfume</div>
<div style="text-align: justify;">
- No puede ser – Abrió el envase y lo olfateó, era una esencia exótica - ¿Adónde has puesto lo que contenía?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ha contenido siempre perfume, querido... – De nuevo ese odioso sarcasmo -¿No querrás que huela a vino de… Madeira?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuthbert retrocedió hasta chocar con el quicio de la puerta. Se tambaleó un paso más, tropezó con la criada y corrió escaleras abajo. Agarró un manojo de llaves, se puso gabán, sombrero y salió a toda prisa a la calle, ni siquiera pensó en ir a caballo. Diluviaba sobre Londres, los relámpagos iluminaban sus pasos en dirección al Cementerio de Gracechurch. Atravesó Westminster, y luego se dirigió levemente a su derecha, hacia Whitechapel, siempre por la ribera norte del Támesis. Llegó ante la verja del cementerio: estaba cerrada. No se arredró, debatiéndose su alma entre la luz de una tenue esperanza y el negro abismo de una certeza, saltó la tapia como Dios o el demonio le dio a entender. Se orientó ayudado por los destellos de las centellas celestes, con paso decidido pero trémulo pulso por el temor a la verdad, abrió la antigua cerradura de la cripta. La oscuridad era absoluta. Pensó que ese lugar era el idóneo para que Cerbero cuidase el umbral del Infierno, reparó en que quizás aquel mitológico perro era el que había estado ensañándose con él, recreándose en su dolor. A tientas encontró una lámpara que encendió con gran dificultad. Giró la cerradura de la siguiente puerta… la débil llama se agitaba como el corazón en su pecho, haciendo fluctuar la luz fantasmagóricamente… la tercera y última franqueó el paso al capitán, estaba en una capilla, cuyas paredes, a modo de estanterías, acogían el descanso de sus moradores hasta el Día del Juicio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se acercó a la sepultura de Daralis. Había restos de flores marchitas. Los ramos de su sepelio habían sido retirados por alguna diligente visita de la familia. No tenía aspecto de haber sido removida. Livingstone titubeó durante un segundo. Era una locura, sin embargo, había llegado a la conclusión de que las reiteradas y veladas alusiones, y la extraordinaria coincidencia de sus rasgos físicos no eran fruto del azar. Espoleado por todo lo que se agolpaba en su memoria, como pasaje de un barco que se va a pique, arrancó la lápida, descubriendo el ataúd. Con un seco golpe, utilizando un candelero como cortafrío, desencajó la tapa… y la retiró.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Espantado, con el rostro extraviado, completamente lívido, contempló que la caja estaba vacía. Una gélida corriente apagó la luz del vacilante farol que le había guiado hasta allí, casi simultáneamente el sonido de un portazo le indicó con desesperación que estaba encerrado y en tinieblas. Buscó las llaves en los bolsillos sin hallarlas, aprovechando los intervalos luminosos de los relámpagos colándose por un pequeño ojo de buey que la puerta tenía. En ello estaba cuando percibió que había una sombra al otro lado. Se acercó con denuedo, con el valor que da un peligro que no se comprende, tan antiguo como la propia vida… y miró.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Eran los azules ojos de Chloe… ¿O siempre fue Daralis?<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2tTz-SnPXxdtCnGAPyxQUtDo33kTkCIBQKjCG_JDE0AH-mhzUGDf_mgXUz93JI2It8TR85CuWeIvq-QXnBc1M63zkWPNNyvT1mnyxA6C5jnikz24J9QfK8YNorS5u4A3YSJ2P5_1IxVR6/s1600/scary-666620_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="640" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2tTz-SnPXxdtCnGAPyxQUtDo33kTkCIBQKjCG_JDE0AH-mhzUGDf_mgXUz93JI2It8TR85CuWeIvq-QXnBc1M63zkWPNNyvT1mnyxA6C5jnikz24J9QfK8YNorS5u4A3YSJ2P5_1IxVR6/s320/scary-666620_640.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<i><span style="font-size: x-small;">Imagen libre de derechos. Cortesía de <a href="https://pixabay.com/" target="_blank">Pixabay</a></span></i></div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-64905738276313074432016-01-14T12:43:00.000+01:002019-09-11T11:01:50.280+02:00La melodía quebrada<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: right;">
<i>A Almudena </i></div>
<br />
Es curiosa esa silente vida que nos ofrecen los cotidianos objetos que adornan, bien estéticamente o por su utilidad, nuestras vidas. Están ahí, inmóviles, como absortos o estupefactos espectadores que contemplan la implacable forma en que nos van cayendo años encima hasta que quedamos sepultados por su peso para seguir nuestro Camino donde Dios nos diga.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nos resistimos, como desesperado náufrago que se agarra a un escollo, a despedir esas cosas que nos recuerdan tiempos pretéritos, acaso más felices, pero seguro que vinculados a nuestra jubilosa juventud. Es lo que tienen las promesas, que enseñándonos menos que las decepciones, son más apreciadas que estas… Los heraldos de la verdad son tan inoportunos como los viejos amigos que señalan, inmisericordes, nuestros detestables defectos. Sin motivo detallado, por tan sólo una madeja informe de sentimientos que avalaban su presencia, allí estaba, sobre una cómoda, una musical bola de nieve, de esas que al agitarse con vigor desatan una serena ventisca sobre la casita que contienen. Desgraciadamente su interior mecanismo de cuerda, como el de muchas personas, se hallaba averiado y la nieve que contenía ya no cabalgaba su viento porque ya no había música que la hiciese soñar… De ese modo, veía pasar los días como una anciana despierta sus recuerdos de juventud, como un desfile de fantasmas, sin dolor, sin llanto, y sin nadie que desgranase su melodía quebrada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue en una desabrida anochecida de invierno, callada y recatada tras el embravecido bullicio vacuo que trajeron las fiestas navideñas, en esa barahúnda informe de mercaderes que han profanado nuevamente el templo de una celebración íntima, alegre y promisoria de la Resurrección. En la sigilosa oscuridad de la alcoba, que es donde la existencia cobra vida y el verbo se hace carne por voluntad del amor entre una mujer y un hombre; sucedió que alguien que fue reparó en ese modesto y enmudecido adorno, tan helado estaba como su blanco suelo, como el gélido aire que arañaba los ventanales, como las blancas manos de la noche que se arremolinaba sobre esta parte del mundo que añora la luz del sol que ha muerto al otro lado del horizonte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recordó la deliciosa música que escuchó cuando la tierra de las alamedas, de los encinares, de los infinitos olivares, de las fértiles huertas que contempló, sintieron el vigoroso compás de sus pasos al tiempo que la fresca brisa de estío rozaba con mimo su rostro. Ellos ya no lloran porque las lágrimas se quedan en este sombrío valle, patria de desdichas, dolores y decepciones, sin embargo, una invisible mueca de nostalgia asomó a un semblante que nadie podía ver. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recordó, sí, recordó más cosas, que incluso cuando no hay páginas que escribir, lo que siempre se conserva, mientras a Dios le sea útil, es la memoria de las sombras que fuimos en el sueño que es la vida, que ya describió el magnífico Calderón. Recordó cómo la música sacaba el baile que dentro llevaban las personas, como si las corcheas, semifusas y redondas fuesen los mágicos dedos de marionetistas y nosotros, pobres y efímeros seres humanos, no fuéramos más que muñecos animados por el hábil movimiento de unos hilos. Recordó cómo las costurerillas remendaban los sietes y los descosidos con esas mismas hebras bajo el mortecino alumbrado que quemaba sus luminosos ojos. Recordó las estrellas en su danza celeste, y las constelaciones que el hombre urdió con su inagotable imaginación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recordó al adusto sacerdote leyendo el Evangelio de Juan, el espanto de pensar en Lázaro, fallecido y enterrado en su tumba, pudriéndose en esa oscuridad que no traía vida sino ausencia y horror; y los sollozos de Jesús por una simple persona que le había amado, como tantos y tantos fueron después de Él, enfilando la Eternidad para seguirle.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Simplemente acarició la inerte bola de cristal al tiempo que deseó con todas sus fuerzas que volviera a nevar mientras giraba y giraba al son de su maravillosa música.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y se obró el prodigio: La nieve saltó y se puso a bailar en torno a la casita que contenía la bola de cristal. El mecanismo volvió a funcionar como el primer día, gozosamente, rabiosamente, entusiasmadamente, como el cautivo que vuelve a saborear la libertad, como el ciego de Betsaida al sentir la Luz y el sol sobre su vista.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Como Lázaro, que regresó de las Sombras para dar fe de que ni la Muerte, ni la angustia, ni la barbarie podrán derrotar jamás a la única palabra que lo explica todo: El Amor.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-DncVYrsX09UhoxKM-atZ48fsY-rT4WOqgxhusVm8KkLC77UKnZymFAtG1_NP13a2nTrRS6Y8X83DnHTe2lpTLxcQmyhyxCdtY0GRLRbVCSIFhF38xR1pEq-i1yBYfpaWek6sQcpEJSlD/s1600/IMG00316-20160114-1904.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-DncVYrsX09UhoxKM-atZ48fsY-rT4WOqgxhusVm8KkLC77UKnZymFAtG1_NP13a2nTrRS6Y8X83DnHTe2lpTLxcQmyhyxCdtY0GRLRbVCSIFhF38xR1pEq-i1yBYfpaWek6sQcpEJSlD/s320/IMG00316-20160114-1904.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
</div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-218402237451056902015-06-08T16:42:00.000+02:002015-06-08T16:45:37.267+02:00La memoria de una afrenta<div align="justify">
No quedaba tiempo para nada más. Lo que se había hecho y lo que no. Constantino lo sabía muy bien. Había intentado reconciliar la iglesia cristiana oriental con Roma, pero su pueblo le dió espalda. Había pedido ayuda a la Cristiandad, y sólo Génova, Venecia y el Papado habían respondido enviando efectivos, testimoniales, escasos ante la gigantesca y artillada ola otomana. Algunos no podían, metidos en reyertas como estaban, Castilla sumida en problemas internos, con la culminación de su Reconquista pendiente y enfrentada a Aragón; Portugal interesada en el norte de África e indiferente al Mediterráneo oriental; Francia derrotando a los ingleses en la Guerra de los 100 años; Inglaterra con Enrique VI de Lancaster sumido en la locura, venteando las vísperas de la guerra civil de las Dos Rosas; Hungría deshilachada entre Bohemia y el Sacro Imperio, y estos dos últimos tratando sus cuitas comunes. Otros no querían, como los franceses, despechados aún por haberles derrotado en Morea. Están solos, la desdicha es solitaria como la felicidad bulliciosa. El miedo a los turcos había llenado Santa Sofía de una multitud doliente, atemorizada pero orgullosa de saber que su emperador morirá combatiendo por su libertad. Los otomanos traen llanto y esclavitud. Primero devoraron los reinos latinos de Tierra Santa, y era cuestión de tiempo que viesen la vulnerabilidad del antaño gigante bizantino, que nunca levantó cabeza después de que los cruzados saqueasen Constantinopla.<br />
<br />
No quedaba tiempo para nada más. Lo que se había hecho y lo que no. Constantino lo sabía muy bien. Los desastres sobrevienen porque se han sucedido hechos, a menudo muy pequeños, simples detalles, que como teselas de mosaico van tejiendo el dantesco espectáculo de la muerte de una sociedad. La culpabilidad se reparte equitativamente entre dirigentes incapaces y populacho indolente, hogaño transformados en perdidos actores de una tragedia que nadie explica pero que todos conocen. Bizancio se había desangrado, poco a poco, calladamente, en rivalidades estériles entre verdes y azules, el sexo de los ángeles y otras locuras que habían debilitado hasta el colmo los recursos del imperio: imposible para resistir el paso de los siglos. Siempre hay alguien que se aprovecha de las reyertas entre hermanos. Siempre hay alguien cuyo botín es la desgracia de los inocentes.<br />
<br />
No quedaba tiempo para nada más. Lo que se había hecho y lo que no. Constantino lo sabía muy bien. Los turcos no iban a soltar la presa que tenían cogida por el cuello, asfixiándola, como las serpientes constrictoras hacen con sus víctimas. Le constaba que las ofertas de una paz honrosa que le hacía Mehmed II eran tan falsas como sus lisonjas: conocía sobradamente a sus enemigos, toda una vida guerreando y negociando avalaba esa certeza. Hay "paces" que son infamantes. Puede que uno no pueda vivir como quiere, pero sí puede escoger la manera de enfrentarse a la muerte. Él lo haría como un soldado, mirándola con altivez y desdén, la postrera de un emperador romano.<br />
<br />
No quedaba tiempo para nada más. Lo que se había hecho y lo que no. Constantino lo sabía muy bien. Quizás la Historia obligaba a pagar así una arrogancia de siglos, primero con el Imperio Romano de Occidente, luego con hispanos, sicilianos y con almogávares, con tantos que no se pueden enumerar. Sabía muy bien que la estela ininterrumpida de emperadores romanos que inició Octavio Augusto acabaría con él. Sus soldados llevaban combatiendo desde la madrugada. Elevó la mirada al espectacular cielo de la primavera mediterránea. Amanecía. El último amanecer que le sería dado contemplar sobre la faz de la Tierra. El último amanecer para un <i>basileus dei romei</i> en el día que se ponía el sol para siempre en un Imperio bimilenario. Constantino XI Dragases Palaiologos se despojó de todas las insignias que delataban su dignidad y se aprestó a luchar y a morir junto a los bravos soldados que tenía el honor de mandar. Los otomanos arremeten con furia, el Destino espera. Si no se puede vivir en libertad es mejor morir peleando.<br />
<br />
No quedaba tiempo para nada más. Lo que se había hecho y lo que no. Constantino lo sabía muy bien. Vale más una muerte de héroe que mil vidas de esclavo.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqUk1Ic1t3i2KG82A68tyFa2yPjndAlm-Pdtm04cM0PeUC4nsFNTS9AVlkr-tnx_0N-gW3Ht3EbNAf12PsJlOsMYYeWKJjtdtS_UjzRbn_gBdDjCvtAX0MDPKtXL634JSkph41pA5PoCju/s1600/Palaeologoi_eagle_XV_c_Byzantine_miniature.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqUk1Ic1t3i2KG82A68tyFa2yPjndAlm-Pdtm04cM0PeUC4nsFNTS9AVlkr-tnx_0N-gW3Ht3EbNAf12PsJlOsMYYeWKJjtdtS_UjzRbn_gBdDjCvtAX0MDPKtXL634JSkph41pA5PoCju/s320/Palaeologoi_eagle_XV_c_Byzantine_miniature.jpg" width="224" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
</div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-38238599339237287642015-05-24T17:23:00.000+02:002015-09-02T13:20:04.052+02:00Dies Irae<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">“Señor, libera mis manos para ser instrumento de tu Ira.
Señor, libera mis manos para que rediman sus pecados con su dolor. Señor,
libera mis manos para llevar el Infierno a los inicuos.” <i>Tenebrarum codex, circa 500 a.D.</i><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Se repite el mismo espectáculo una vez tras otra. Cambian
envoltorios, pero la podredumbre es la misma. ¿Por qué dudar? ¿Por qué no
arrasarlo todo una vez más? Apolión torció el gesto y desvió la mirada. Dios lo
sabrá todo, pero no explica nada. ¿Tanta consideración merece esta Humanidad, que
crucificó a su Hijo por medio de su maldito pueblo elegido? Estúpidos Hijos de
Adán y Eva, seducidos por la puerca de Lilith, arrastrados y condenados por el
engaño del Príncipe del Amanecer. Sí, él estará encantado cuando reciba la
orden de asolarlo todo. Justicia. No hay mayor equidad que la que reduce todo a
la nada. Quienes tanto mal hacen a sus semejantes no pueden esperar más que la
cosecha de ese mismo mal que llevan sembrando siglos…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">El pelotón obedece la orden de alto que ha dado su
sargento. El rostro de los soldados refleja sentimientos diversos. Unos
estupor, otros sarcasmo, todos la fatiga de una guerra que ninguno sabe a
ciencia cierta cómo empezó. Desde luego que ninguno sabe si la terminará. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">El enemigo, ese término difuso, sin expresión porque
nunca posee cara, les pisa los talones. Todos saben que se hallan perdidos, no
porque ignoren su posición en un mapa, no porque tengan claro que sus lejanos
mandos los dan por muertos, sino porque hace mucho tiempo que ese es el estado
natural del Hombre, más allá de cualesquiera otras consideraciones, desde la
Noche de los Tiempos en que las estrellas se lo susurraron a nuestros
aterrorizados y solitarios antepasados. Si hay una certidumbre que clama al
Cielo, esa es la de la absoluta soledad frente al horror.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Cerca del pelotón, un civil moribundo pide un cigarrillo
al soldado que tiene más cerca. El soldado le mira y le responde que no fuma,
que no tiene tabaco. El paisano entorna unos vidriosos ojos que ya no ven y su
cabeza se ladea. La espantosa herida deja a la vista que le habían volado el
área occipital de su cráneo. El veterano, curtido por todas las heridas y
mutilaciones que llevaba contempladas, no se logra explicar cómo pudo articular
siquiera esa petición. Cosas que pasan. En el manicomio que es la Tierra
entera, los únicos que muestran cordura son los difuntos. El suboficial,
pendiente de la escena, se encoge de hombros, escupe al suelo y ordena
continuar la marcha. Los soldados se disponen a proseguir de mala gana. Escaso
sueño, menos alimento, una interminable marcha a ningún sitio y la generosa
ración diaria de devastación que los gobernantes sirven con largueza a sus exhaustos
y diezmados pueblos. El mundo se viene abajo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">- ¡Mi sargento, tenemos al enemigo por todas partes!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">El radar de Infantería se volatilizó con su sirviente,
habían abierto fuego contra ellos. Apenas se escuchaba algo entre el atronador
estruendo de las explosiones. Que cada palo aguante su vela, que cada novia se
ocupe de su velo, que cada pábilo se aferre a su llama. Apretar los dientes y
desplegarse, por lo menos que el enemigo tenga que esmerarse para acabar con
ellos y no los ventile con un puñado de de pepinazos de carros de combate. El
resplandor que causaba el estallido de los proyectiles le recordó los días sin
fin, en aquellos veranos que disfrutó en su adolescencia. Luz, playa y arena
blanca, infinita, hasta donde se perdía su ilusionada y joven mirada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Luz cegadora, sucio barro y toda ilusión perdida,
arrancada y desgarrada por las estocadas que ha ido propinando una vida que
nunca imaginó para él ni para sus soldados. Juraron que defenderían a su
patria, no que la traicionarían cumpliendo órdenes de sus políticos. Demasiados
remordimientos para tan escaso tiempo. Todo acabaría pronto. Percibían el sonido
de las orugas abriéndose camino contra ellos. No iban a rendir sus vidas como
ratas asustadas en un agujero. Desplegó un pequeño mástil retráctil, parecido a
una antena de radio, y desligó la bandera que besó una soleada mañana, ebrio de
la esperanza que le infundió su nación, y la hizo tremolar furiosamente
mientras se ponía al descubierto. A menudo resulta que la desesperación es el
combustible que nos impele a ser héroes. Si no se puede hacer nada, siempre se
puede dar ejemplo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">En ese instante, salido de la nada, aparece un hombre. Su
semblante transmite triste sosiego. Todo queda en absoluto silencio. Nada se
mueve, como paralizado por la irrupción del desconocido. El sargento le mira
estupefacto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Nunca se sabe de dónde viene. Tampoco su destino. Algunos
creen que se trata de un monje, un fraile, un religioso en definitiva. Así lo
juzgan porque suele acompañarse de un Rosario de madera, pequeño y sencillo, y
se viste con largas vestiduras, que recuerdan el hábito que lucen las personas
de esa condición. Sin embargo, muchos de los que se han cruzado en algún
momento con él, intuyen que sus ropas son sólo eso, ropas, que usa para
cubrirse, y que esconde algo indefinible que, sin ser amenazante, les causa
vértigo y respeto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><br />
Es un hombre de complexión fuerte, alto sin humillar, con el pelo corto y
descuidado de clara inspiración militar, afeitado; cargado con unos treinta y
cinco o cuarenta años. Hay ocasiones, bajo determinada luz, que parece superar
esa edad, acarreando siglos como Sísifo hacía con su peña hasta la cima, para
verla rodar ladera abajo. En el fondo de su mirada reposa serena la melancolía,
no muy lejos de una esperanza que es la misma que desprenden sus palabras.
Palabras, a veces, trémulas y espantadas de alguien que ha visto demasiado
dolor; en otras vehementes y entusiasmadas por saber que, después de todo, lo
mejor está por venir.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Llega, se dirige a alguien en particular por razones que
únicamente conoce él, le da o recibe algo, cuenta un episodio o hecho sin
conexión aparente con la situación y los presentes, mira al Infinito antes de
bendecirte y despedirse, y luego se pone a caminar, con esa patria espinada a
cuestas que son sus recuerdos y sus plegarias. Nadie sabe de dónde procede y
nadie sabe nada de él.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Nadie sabe su nombre a ciencia cierta porque pocos son
los que han llegado escucharlo...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Llega hasta al sargento y se detiene frente a él. Le
examina sin decir palabra durante unos segundos. El perplejo militar le
pregunta si ya están muertos… <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">- Concedéis demasiado valor a vuestros Días aquí. Y eso
mismo os impide disfrutar de ellos, valorarlos como debiera ser. – Contestó el religioso. – Los muertos
están más vivos que los vivos, así que eso no ha de preocuparte, sargento…
Vida, muerte… No son más que capítulos de vuestra Eternidad. Es algo accidental,
por decirlo así. Lo peor es el sufrimiento, el dolor. Eso es opcional. Es la
consecuencia de la Tentación. Cuando alguien seduce a la mujer de su prójimo,
cuando alguien codicia mayor riqueza de la que merece para su sustento, lo que
trae es el dolor de una casa, trae la miseria de otro que no tiene para vivir. Tratáis
con el Horror, día a día, como si fuese algo ajeno a vosotros. No es así. No,
no lo es. Lo llevamos con nosotros, Es una bestia que alimentamos todos, aunque
sólo unos cuantos, siempre demasiados, sean los culpables de desatarla para que
campe por sus respetos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Os espantáis de los
cadáveres que dejáis atrás. De los compañeros que abandonáis insepultos, de la
devastación, del olor a muerte que acompaña cada uno de vuestros pasos, de los
niños que habéis visto morir, de los que os han ordenado asesinar… ¿Es qué
esperabais otra cosa de este siglo XXI, digno sucesor de los que le han
precedido? Ahora incluso tenéis una tecnología que es capaz de acabar con
millones de seres humanos en un abrir y cerrar de ojos, sin arriesgar otra cosa
que se enfríe la taza de café que aguarda al victimario a unos centímetros de
la misma mano que mata a toda esa gente. Y le pedís a Dios una explicación, un
asidero que os ancle a una sensatez que no es más que una entelequia porque no
es tan tangible como lo que estáis viviendo… El horror. Sí. Tan viejo como el
mundo. Siempre insaciable. Siempre pegado a nuestra alma. Siempre alimentado
por ella misma. No juzguéis lo que forma parte de su esencia</span></i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Fue hace mucho. Es
una Historia que conocéis porque os la han contado en muchas ocasiones, yo
estuve allí. Parece que únicamente se atiende a quien ha visto y vivido sucesos
en primera línea. No se escucha apenas al cronista, pero sí al superviviente.
La mano que da vida es la misma que la quita… Fue hace tanto que no lo creerás,
sin embargo no importa porque yo sé que estuve allí. Y Él lo sabe también, por
eso voy andando por estos caminos desde entonces, sin que el Tiempo ni la
Muerte osen tocarme. Al principio pensé que era mi castigo, luego me percaté de
que era mi Misión. Los campos de batalla. Los he conocido todos. Recuerdo el
rostro de cada soldado caído… Yo también fui soldado. Elegí serlo, así que no
me quejaré de la desolación que sembré a mi paso ni del daño que me hicieron.
Ni de que se me encomendase vagar por el mundo. Cuando uno da por cierto que
existir, nacer y morir, es un disparate, no alberga protesta. Sólo esperanza</span></i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">En aquellos días
todo estaba revuelto, con falsos profetas cacareando que los Días estaban
llegando a su término. Una locura,
Jerusalem era un hervidero de rumores y teníamos miedo. Ese invitado jamás se hace de rogar. Lo peor que le podía
suceder a un funcionario romano era ser destinado allí, y los soldados
acantonados en aquella ratonera contábamos lo que nos quedaba para salir de ese
manicomio. Además era Pascua y la ciudad multiplicaba por dos o tres su
población. Enfrentarse a un motín en esas condiciones era muy arriesgado y
nuestra particular manera de conjurarlo era a través del horror. El mismo del
que os quejáis. El mismo que lleváis. El mismo que yo mismo purgo y procuro
espantar con la Palabra del Señor... <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">No Le conocía. Sí,
había oído hablar de Él, ¿quién no? Pero esa maldita mañana era uno más, uno a
quien la multitud de judíos que se habían arremolinado en el patio de la
Fortaleza Antonia había preterido en lugar de Barrabás. Los mandos nunca dan explicaciones.
Únicamente órdenes, bien lo sabes. Para nosotros no era más que un reo. Sin
embargo no es una disculpa. Han pasado siglos y lo peor de todo es que el Hombre
se obstina una y otra vez en ser guadaña y no simiente de Libertad. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">No entendía el
ensañamiento, el encono de la muchedumbre. En realidad, las crucifixiones sólo
atraían a ociosos y a valentones de taberna que luego acudían a ahogar los
detalles en una jarra de vino picado en compañía de alguna ramera. No obstante,
aquella ejecución fue diferente. Le fueron insultando y escupiendo todo el
camino. ¿Qué daño les había causado ese Hombre? Los malhechores soportaban el
escarnio de sus víctimas; los asesinos, el de los parientes de los asesinados.
Aquel tumulto rezumaba odio cuando ninguno de ellos había recibido la menor
afrenta de Jesús, muy al contrario: Les había mostrado el Camino. No se sentían
satisfechos con la brutal flagelación que había padecido a manos de mis
conmilitones, no, proferían imprecaciones sin fin, hasta el punto de que tuvieron
que intervenir los soldados de la guardia que escoltaba a los condenados para
que no desbordasen el perímetro de seguridad.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Sí, sargento, yo
fui quien ordenó a los soldados que le clavasen en la Cruz. Yo ví cómo manaba
la sangre por sus incontables heridas, cómo el bonete de espinas desfiguró sin
piedad sus facciones, cómo realizamos mecánica, cruel y eficientemente todo lo
relativo a la ejecución. Y me encogí de hombros como tú hiciste hace unos
minutos. Eso te reduce a la misma escoria que los que le clavamos en la Cruz, o los que aprietan un gatillo o un botón. Pudimos hacer algo, sí, pero no lo
hicimos, por cumplir órdenes y por miedo. Dolor en definitiva. El miedo te
convierte en un jodido esclavo, ¿sabes sargento? Te pasas la vida sorteándolo
hasta que te alcanza, entonces te das cuenta de que nunca has sido libre, de
que siempre has terminado haciendo lo que otros, que te odian, querías que
hicieses. Y Él mismo incluso, demostró que se puede ser más libre en una Cruz
que cómodamente sentado en una tumbona, en la playa que recordabas hace unos
momentos…<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Escogemos entre lo
malo y lo peor, dando manotazos a diestro y siniestro, como si ello pudiera
liberarnos de un menú indeseable que no queremos en nuestra mesa. ¿Escogí estar
de servicio ese día? Tú: ¿Acaso deseaste el mando de tu pelotón? Eso no
importa. La cuestión es que el Destino te pregunta directamente, una jornada
cualquiera, qué eres. Y la respuesta te la da un espejo que no te miente, al
que no vuelves a mirar porque el de la imagen reflejada sí que sabe, en el
fondo, que por encima de una orden malvada, que por encima del miedo, que por
encima de cualquier espejismo está la Libertad suprema de escoger la Verdad. Y ser
un cobarde no te deja en buen lugar…<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Alzamos la Cruz.
Aún recuerdo su quejido cuando quedó suspendido de los clavos. Parecía
anochecer y estábamos en pleno día. Una Mujer lloraba desconsolada, acompañada
de un joven, casi un niño, y de otras personas, que tampoco se libraban de
padecer las injurias de la gentuza que estaba allí. ¿Piensas que eran
diferentes de nosotros, sargento? No. No lo eran, porque el Mal que les animaba
era el mismo. Siempre es el mismo, jugando con vosotros a una partida de
ajedrez que nunca ganaréis solos porque únicamente lo haréis si os retiráis del
juego. Esa es la auténtica Libertad: Decirle al que manda que no tiene
autoridad sobre vosotros porque no la ha recibido de Aquel que la detenta sobre
el Universo.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Y lo increíble, lo
que jamás había visto antes es que nos perdonaba. Los ajusticiados suplicaban
clemencia, o se revolvían desesperados contra los verdugos. Él no… Simplemente
dijo que teníamos que ser perdonados porque no sabíamos lo que hacíamos. Es que
no lo hemos sabido en ningún momento. Nos echan del útero de nuestras madres de
mala manera, vamos dando tumbos por la vida haciendo y haciéndonos daño y
cuando algunos empiezan a tener idea de lo que se debe de hacer, resulta que su
camino por este Valle se acaba. Game over, soldado…<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Solamente quise que
obrase un prodigio, que la herida que le causé con la lanza en su costado fuera
el precipitante de otro milagro, tan asombroso que todos se postrasen a sus
pies… Y lo fue. Nunca volví a ser el veterano disciplinado y displicente que
servía a Roma. ¿Sabes? Es ridículamente fatuo considerar que una simple
persona, cualquier persona, esté por encima de otra. Os preguntáis por el
sentido de las cosas. Pues bien, eso es una de las muchas que no lo tiene ni de
lejos. En lugar de plantearos cuestiones que no responderéis Aquí, empezad a
valorar que tiene realmente sentido de esa ficción que aceptáis sin más y que
llamáis “realidad</span></i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">”…<i>
Y se cumplirá que la Verdad os hizo libres.</i> <i>Las rosas no necesitan miradas para florecer. Cuando se marchitan no
queda rastro de su belleza. Ese es el milagro, que de la Nada, del caos, del
dolor, del sufrimiento, con todo y con ello aún brote, de lo más profundo de la
Tierra, un rayo de Luz. Él me ordenó que difundiese un mensaje que
únicamente escuché con el corazón. Me dijo que estaría allí donde se me
necesitase, del mismo modo que estuve junto a Él, al pie de su Cruz. Yo no
merezco tanto. Al fin y al cabo no soy más que un soldado como tú…<o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Apolión se quedó pensativo tras haber
contemplado la escena. Nunca le resultó simpático el verdugo del Hijo de Dios,
al que servía tan incondicionalmente que no dudará cuando tenga que ayudar a
Mal para que la Humanidad enfile su Redención final. No le caía bien en
absoluto y no comprendía la razón por la que el Señor fue tan generoso con el
legionario, a pesar de ello, encontró una profundidad en sus palabras que le
dejó desconcertado. Él que estaba llamado a ser el ángel de Destrucción que
asolaría la faz de la Tierra, el que reduciría todo a escombros para borrar toda memoria, el que repartiría con prodigalidad el llanto y
crujir de dientes del Fin de los Tiempos, el que haría dichosos los vientres
que no concibieron, el que procuraría que los más felices fueran los muertos
en el Día de la Ira, él, Apolión, humilde ángel del Señor Dios, recordó un
salmo, y sin darse cuenta, lo entonó…<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">“De
profundis clamavi ad te, Domine;<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;"> </span></i><i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">Domine, exaudi vocem meam.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">Fiant aures tuae intendentes<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">in vocem deprecationis meae.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;"> Si iniquitates
observaveris, Domine,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Domine,
quis sustinebit?<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;"> Quia apud te propitiatio est,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">ut
timeamus te.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;"> Sustinui te, Domine,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">sustinuit anima mea in verbo eius;<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">speravit anima mea in Domino<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">magis quam custodes auroram.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">Magis quam custodes auroram<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US;"> speret Israel
in Domino,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">quia
apud Dominum misericordia,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">et
copiosa apud eum redemptio.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Et ipse
redimet Israel</span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">ex
omnibus iniquitatibus eius.”*</span></i><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Puede que después de todo, la Creación entera
no fuese sino esa peña que Sísifo intentaba hacer llegar a la cima de la
montaña…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">*Traducción, Salmo 130:<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">“Desde lo más
profundo te invoco, Señor,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">¡Señor, oye mi voz!<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Estén tus oídos
atentos<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">al clamor de mi
plegaria.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Si tienes en cuenta
las culpas, Señor,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">¿quién podrá
subsistir?<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Pero en ti se
encuentra el perdón,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">para que seas temido.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Mi alma espera en el
Señor,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">y yo confío en su
palabra.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Mi alma espera al Señor,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">más que el centinela
la aurora.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Como el centinela
espera la aurora,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">espere Israel al
Señor,<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">porque en Él se
encuentra la misericordia<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">y la redención en
abundancia:<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">Él redimirá a Israel<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 11.0pt;">de todos sus pecados.”<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJRzSE0CT8v14p0mQBourp_B92IXzak9M65skxdfaL8DlVqa2Md_1D72tOG0Cn17Eb8cibJSo994YBxRU4MHSqo5P_wNrV-jnvVuuVz-ZVbBnCoTZwxo2zRRYxKIweO5DClYgZzbI0pTD9/s1600/apolion.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="250" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJRzSE0CT8v14p0mQBourp_B92IXzak9M65skxdfaL8DlVqa2Md_1D72tOG0Cn17Eb8cibJSo994YBxRU4MHSqo5P_wNrV-jnvVuuVz-ZVbBnCoTZwxo2zRRYxKIweO5DClYgZzbI0pTD9/s400/apolion.jpg" width="400" /></a></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-58610464786632891132014-11-27T17:37:00.001+01:002014-11-27T18:43:19.290+01:00La estación<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Le conocía desde hacía bastante
tiempo. En ese espacio brumoso del recuerdo, tierra de nadie que fue la década
de los noventa del siglo XX, paraje de esperanzas y gestante de tragedias que
irían arrancándose su histriónica careta a lo largo de la década siguiente,
para horrorizarnos con su descarnado semblante. Era un tipo franco, accesible y
de trato directo, como los ganchos que propinó en su juventud de púgil
aficionado. Me conmovió la primera fotografía que tomó “en serio”, ni siquiera
había cumplido los diez años, ingenua e ilusionada, un luminoso océano infinito
reflejando el resplandor del firmamento... Así que entre sus <i>uppercuts</i> y
mis <i>coup droit</i> fuimos forjando una sólida amistad con el paso de los
años, que en eso se asemeja al buen vino. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Alfonso era fotógrafo de acción,
algunos periódicos lograron sus mayores tiradas con alguna de sus instantáneas
en la portada. El paulatino declive de la prensa escrita en papel le trajo
menos trabajo hasta que llegó a la mínima expresión, acumulando deudas y, como
suele ser habitual en estos casos, desengaños personales. El éxito atrae lo
mismo que ahuyenta la pobreza, que no fracaso, porque siempre conservó un
concepto artístico de su profesión, y como dijo Dostoievsky, “la Belleza
salvará al mundo”... No siendo así ahora mismo, sí que salva a muchos de su
propio infierno personal por la búsqueda de ese Santo Grial que les aleja de
otras tentaciones.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
De ese modo, el fotógrafo que era
cambió sucias trincheras por luminosos parques, adustos soldados en marcha por sonrientes
parejas de enamorados paseando bajo la sombra de infinidad de árboles que
parecían acoger dulcemente una primavera pletórica de vida... Cambió la épica
de un mundo que agonizaba en una locura de horror y muerte por la eterna
promesa de que sí, de que esta vez algo cambiaría en la Humanidad. Como siempre
había sido cada vez que una nueva generación se asomaba a la vida desde el
cálido útero de sus madres. Luego ese mismo mundo que les estafaba con sus
mentiras se encargaría de convertirles en la misma decepción que hemos sido
todos los que les hemos precedido...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero Alfonso había trocado ese
enfoque. Después de tanto espanto presenciado e inmortalizado como mueca de
difunto en un negativo, había decidido que sus estrenados sesenta años traerían
un canto a la Vida, a lo hermoso que contiene, a las frases sin palabras que se
pueden contemplar a poco que uno mire al cielo para deleitarse en la silente
danza interminable que las nubes mantienen con el sol y con la luna y que,
¡ay!, tan desapercibida pasa a los ojos de los mortales, tan agobiados como
estamos por el peso de nuestras culpas y preocupaciones cotidianas. Y el buen
hombre se lanzó a caminos, a veredas, a alamedas infinitas donde el rumor de
las hojas le llamaban por su nombre para que las inmortalizase antes de que un
mal viento se las llevase a la oscuridad de una turbera. Se entregó a ello con
el frenesí que los artistas dedican a la musa que les trae la inspiración, con
delectación, como únicamente se entrega el amante a su amada, con total
abandono y apasionamiento. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Acabó con los pocos ahorros que
tenía pero no le concedió importancia, tal que un nuevo Colón en travesía hacia
unas Indias que solamente él conocía, sin atender advertencias de parientes y
amistades que le avisaban de que su estado se iba deteriorando, por abandono.
Como Ulises con los cantos de sirena, se había amarrado con fuerza al mástil de
su propósito y nos desoyó a todos, desollándose él mismo al perseverar en su
actitud.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un día llegó a una antigua
estación de tren. Suele ocurrir que nuestros pasos siguen direcciones con
intenciones ocultas. La estación se hallaba parcialmente invadida por la
vegetación que, siendo como es tímida la Naturaleza, no huella con sus verdes
tallos y leñosas ramas las estancias que frecuentan los seres humanos,
atreviéndose cuando la ausencia de estos deja de ser accidental por reiterada.
El edificio tenía ese aire distinguido que poseen las instalaciones
ferroviarias de finales del siglo XIX, cuando viajar era un lujo o se hacía por
servidumbre, bien por simple pasatiempo o por salud quebrantada. Las paredes
desconchadas, el suelo deslustrado y sucio, los cristales hechos añicos, las
puertas abatidas como centinelas aletargados a la espera de que un iniciado
deshaga el sortilegio y recobren su marcialidad... Alfonso retrató todos los
detalles con la profesionalidad y la destreza del artista que es capaz de
percibir la realidad que no ven los demás, de captar la esencia de las personas
que anduvieron y sintieron en ese lugar, dejando su impronta, el destello de un
espíritu que hace décadas partiría en esa singladura de la que no se retorna.
Le sorprendió el anochecer, anticipado por estar cercado de montañas, en un
valle agreste y perdido, crecientemente misterioso y umbrío al variar la luz
que recibía, como el rostro de una mujer bajo la luz de las velas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Sonrió porque fue al final de esa
sesión cuando sintió la familiaridad de aquel lugar. En realidad no quería
marcharse, pero no le seducía pasar una noche bajo el rigor de una posible
helada. El otoño estaba avanzado, el cielo abierto con el Lucero de la tarde
anunciando las tinieblas y una inversión térmica que presumió severa. Recogió
su material con diligencia. Cuando se iba a echar al hombro la mochila, tuvo el
impulso de asomarse a lo que debió de ser una salita de espera. Se encaminó
hacia allí...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En efecto. Una sala pequeña, con
lo que quedaba de unos bancos de madera, y el rastro del inmisericorde paso del
tiempo. Tomó dos fotografías casi seguidas, desde diferentes ángulos. Detuvo su
mirada en un periódico que estaba en un rincón, perfectamente doblado,
descolorido y mordisqueado en sus márgenes por los días que habían pasado por
ello pero milagrosamente entero. Lo cogió con cuidado... “Jueves, 10 de
octubre de 1929”, dijo en voz queda. Todavía resistió ser desplegado y abierto,
como en su efímera jornada de gloria, atrayendo sobre sí toda la atención de
su lector ocasional.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Alfonso se desasosegó. Perdió la
serenidad. Le invadió la extraña sensación de que todo le era familiar porque
ya había estado allí antes. Guardó con cuidado el rotativo en un compartimento
de su mochila y salió precipitadamente del edificio. Acaso por influencia de
las sombras nocturnas, que ya se iban desperezando para ver morir las luces del
día, el fotógrafo se introdujo en su vehículo y volvió a la carretera de grava
con presteza, como si algo fuese a perseguirle.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegó a su domicilio de noche,
más calmado y reprochándose escapar de aquel sitio como un colegial asustado.
Se rió de lo sucedido y lo zanjó como un <i>déjà vu</i>, fenómenos que la Ciencia
despacha colocándoles una etiqueta pero sin ánimo de explicarlo. Extrajo las
cámaras de su morral y abrió la cremallera del todo para sacar también ese
viejo periódico... No había más que un montón de polvo gris. Sin duda que se
había desbaratado en el trayecto, sin embargo no era lógico que se hubiese
descompuesto en cuestión de minutos, cuando había soportado sin apenas daños el
paso de las décadas. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lamentó el destrozo. Era un
nostálgico del papel impreso. Aquel ejemplar anclado en ese jueves, 10 de
octubre de 1929, se le antojó como el guiño cómplice que te hace un amigo
cuando te gasta una broma, un airado “he estado aquí mucho antes que tú, así
que no vengas a hablarme de tus problemas con la Vida”. Despidió las cenizas en
el cubo de la basura y se dispuso a revelar las fotografías en su estudio. Él
pertenecía a la vieja escuela y todos esos inventos de discos duros, <i>megapíxeles</i>,
impresoras y demás filfa le provocaban alergia. Donde estuviese una buena
película, un preciso objetivo, la inspiración y el cariño de un profesional que
se considere a sí mismo como un artista, ya se podían quitar toda la fría
tecnología y los automatismos que hurtaban el alma de los retratos, como una
goma de borrar convertía en residuos una frase de amor escrita con pasión.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un resultado que le dejó
perplejo. Él no había hecho esas fotos. O las imágenes no se correspondían con
la instalación que había visitado un par de horas antes. ¿Cómo era posible? La
estación lucía limpia, refulgente, acariciada por los rayos del sol de la
atardecida que le confería un colorido vivo e impresionante, con los
claroscuros que proyectaban las sombras de quicios, ventanales y pilares, como
si pretendiese imitar una encantada y atea catedral gótica. Y lo más asombroso...
Todas las imágenes mostraban afluencia de público.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por los retratos se paseaban
mujeres, hombres, niños con la risueña cara de quien posa traviesamente, sin
conocimiento del retratista. Alfonso no lo podía creer. Allí estaban,
desafiando la más elemental lógica. Vistiendo los elegantes trajes de los años
’20 del mismo siglo o con la ropa propia de quien se debe a algo, a la patria
si eran soldados de reemplazo, al patrón si obreros o campesinos. Ahí estaban,
todo un inexplicable hecho... Absorto, estupefacto, escrutando cada uno de los
semblantes que poblaban las imágenes, unos con indefinición fantasmal a causa
de su movimiento, otros ajenos al propósito del fotógrafo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y unos cuantos, pocos,
manteniendo la vista al objetivo que estaba trabajando en un prodigio... Con
curiosidad, con altanería, con recelo. Pensó que acaso la propia Vida era como
el ciego y oscuro diafragma por el que se escurrían las miradas de esas
personas que habían impresionado la película, vivas durante un segundo más para
escupirle a la cara, en medio de un pequeño cuarto sumido en áspera penumbra,
la sentencia de “he estado aquí mucho antes que tú, así que no vengas a
hablarme de tus problemas con la Vida”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegó a la última imagen que
había arrebatado al negativo. Era la salita de espera. Poca cosa, redundando en
lo increíble. Un crío en pantalón corto jugando con lo que debieron ser unos
naipes, una joven tocándose distraídamente los tirabuzones del cabello que
caían en cascada sobre sus hombros y pechos mientras hablaba con un sonriente
hombre en ademán de cortejarla. Y sentado en banco del fondo, en el rincón, un
caballero de grandes bigotes, orondo, con los ojos cerrados y abierta boca en
durmiente actitud, con un periódico queriendo escapar de sus manos hacia el suelo,
como el <i>canotier</i> que le había precedido segundos antes y que yacía sobre
el gris enlosado como ofrenda a un difunto que no salía de casa sin su
sombrero...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Fue entonces cuando se percató de
la realidad de la escena. El hombre del mostacho era él mismo, con ese
aditamento capilar entre nariz y labios, más obeso y con un atuendo que le
hacía casi irreconocible. Agarró su lupa para examinar los detalles... Sí, era
alguien como él, los rasgos eran los suyos... Se fijó en la portada del diario
buscando la fecha, impelido por una fúnebre intuición. ¡Dios Santo! ¡10 de
octubre de 1929! ¡Se trataba del ejemplar que había tenido en sus manos antes
de desintegrarse!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Desbordado por el pánico dio un
mal paso atrás, tropezó y perdió el equilibrio, quiso asirse a unos cables que
se desprendieron por el desesperado tirón... Con la desgracia de que Alfonso se
golpease la base del cráneo. Falleció en el acto mientras el estudio comenzaba
a arder furiosamente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El hombre llevaba algunas horas
con malestar. Era un dolor vago, difuso entre el plexo solar y el hombro,
momentáneamente le sacudía con fuerza, pareciendo que le iba a salir el corazón
por la garganta, pero era fugaz y lograba sobreponerse. Además no iba a
permitirse enfermar, tenía que desplazarse a la capital para solucionar un
asunto que le venía preocupando sobre unos negocios y no admitían mayor demora.
Pagó lo acordado al cochero del Citroen B14, al que apenas entendió su
despedida por el ruidoso motor del vehículo, que hacía enmudecer todo lo que le
rodeaba. Entró en la estación de ferrocarril bajo la dulce luz de la tarde, en
ese otoño que aún se complace en vestirse de verano, como coqueta dama madura
que inspira suspiros y requiebros en los jóvenes que seduce con la hechicería
que destila quien lo sabe todo del placer.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Adquirió su billete, le quedaban
unos treinta minutos hasta su llegada, si no se le ocurría retrasarse al
endemoniado tren, suponía como más probable que llegaría a la Estación del
Norte de Madrid bien entrada la noche. Pasó junto a un niño que se hallaba
concentrado y serio en el “solitario”, barajando cartas como un experto tahúr
frente a las desconfiadas miradas de sus invisibles adversarios de juego. Una
pareja de novios, le pareció entrañable esa repetida y antigua ceremonia galante en la
que el hombre cree que conquista a la mujer cuando es la mujer la que realmente
elige y conquista el hombre que le place. Escogió la esquina más apartada para
no molestar a nadie con su molestia, que ahora iba en alarmante <i>in crescendo
</i>como abrupta sinfonía que batiese con rudeza y sin claro compás su corazón.
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tomó asiento y abrió el periódico
del día, con la idea de que leyendo males ajenos se le pasase inadvertida la
conciencia del agudo dolor que le torturaba. Funcionó porque de repente dejó de
sentir padecimiento. Lo último que vio antes de que la luz anegase todo con su
claridad fue su <i>canotier</i> caer al suelo rodando y quedarse ahí, girando sobre sí
mismo, en un Tiempo sin tiempo como un planeta en su danza eterna, como una
galaxia con su espiral multicolor prendida en un paño negro adornado, por
doquier, de quietas y curiosas luciérnagas...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Como la fotografía de un luminoso
océano infinito reflejando el resplandor del firmamento.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzUnhYcW36muue1auckQ-9AT2c6r60SCs7hTFoFSRJPM783AtEmfwzSeYpbIzSIqp3IIPRKTzd-sB-5wJNqLilul5cXIlCsWHeyQwMiYPOP2WvuT8KBzwaxHBhaIOnV0N5QrrZDU-giLDX/s1600/La+estaci%C3%B3n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzUnhYcW36muue1auckQ-9AT2c6r60SCs7hTFoFSRJPM783AtEmfwzSeYpbIzSIqp3IIPRKTzd-sB-5wJNqLilul5cXIlCsWHeyQwMiYPOP2WvuT8KBzwaxHBhaIOnV0N5QrrZDU-giLDX/s1600/La+estaci%C3%B3n.jpg" height="300" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-51714211813852629632014-10-31T00:29:00.001+01:002014-10-31T00:29:27.723+01:00Amor MORtem necat (La hendidura de la Eternidad)<div style="text-align: justify;">
<i>Esta narración forma parte del primer libro que publiqué, en 2010, con el nombre de "Cuentos y Romancines". Se puede <a href="http://www.lulu.com/shop/angel-nevernet-lancaster/cuentos-y-romancines/ebook/product-21059431.html" target="_blank">descargar aquí gratuitamente</a>.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, confieso que soy un excéntrico. No lo hago para asegurarme de “coger sitio” como dicen jocosamente algunas amistades. Pasear por los cementerios trae serenidad a mi pensamiento y espíritu. Se puede reflexionar sosegadamente mientras se camina: Son lugares muy tranquilos, solitarios, donde la melancolía fluye a borbotones y las estatuas que presiden los túmulos cobran una belleza y plasticidad pletórica de vida, lo que no deja de ser sarcástico.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, es evidente que soy un excéntrico. Por fuerza he de serlo cuando lo sombrío me seduce con tanta intensidad, eligiendo esos sitios en vez de los parques, más convencionales, y más frecuentados, para dar una vuelta en soledad y ordenar el barullo que arma la inspiración, la memoria y las ideas en algo que resulte armonioso e inteligible. Admito que es complicado entenderlo, tampoco lo intento, ni arrastro a nadie a esas “excursiones” inofensivas. No es necrofilia, tan solo una serena ojeada a la frágil y efímera vida desde su jardín final.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No tengo predilección por ninguno. Todos tienen su encanto, mayor según su antigüedad. Las sepulturas recientes están rodeadas de tanto quebranto que es imposible acercarse: Son un clamor de dolor. Por el contrario, las tumbas añejas forman parte del paisaje, destilan tristeza: El testimonio de una juventud truncada, sueños hechos pedazos, la resignación que concede el tiempo, las flores marchitas, los epitafios, los deudos, el abandono. El olvido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Olvido forzoso porque los allegados más directos han tomado la misma senda hacia la Eternidad, o simplemente olvido. En todo caso la tumba queda desnuda con su ropaje de piedra, desamparada pero digna, desafiando la lluvia del otoño y la escarcha del invierno, las tormentas de abril y el sol de justicia de julio para contemplar el paso de los años, acaso de los siglos, acogiendo con dulzura el sueño perenne de su ocupante.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue un día de octubre. Gris y desapacible. Aproveché el vacío entre dos clases para meditar y sin entretenerme me fui al Cementerio de la Almudena, en Madrid. Como supuse, estaba totalmente desierto, con la excepción del coche del servicio de vigilancia estacionado en la entrada. La gente no sabe que una de las más bellas vistas de la capital es la que se disfruta desde su parte más elevada: Su línea del cielo se recortaba espectacularmente contra los jirones de nubes que cabalgaban por el firmamento como un altivo ejército en marcha. El viento azotaba caprichosamente, sin ningún criterio, ora arremetía furioso, ora acariciaba mis mejillas mientras continuaba mi andadura en total soledad. Me llamó la atención ver algunas lápidas rotas, quizás porque el aire no las había respetado. Como acostumbro, me santigüé al pasar cerca de los nichos de los niños y repetí el gesto cuando reparé en un enterramiento que contenía los restos de tres personas que habían fallecido en el mismo día, de ese mes de octubre, de 1928. Una tragedia, sin lugar a dudas. Y una joven que pereció en el incendio del Teatro “Novedades”, el mes anterior de ese mismo año. No es habitual que lo haga, sin embargo aquel día estaba más pendiente de las inscripciones: nombres, fechas, algún epitafio y promesas de recuerdo permanente, que entre tanta ausencia resultaban irónicas. No podía evitar que me pareciese así...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era imposible que no las advirtiese. Había dos personas un poco más adelante: Una señora mayor, ligeramente encorvada, de espaldas a mi perspectiva, colocando unas flores entre varios sepulcros, que estaban muy pegados unos a otros. Y al pie de la calzada una mujer joven, sentada sobre una losa y en actitud de esperar a la primera, que estaba más retirada. Ambas estaban vestidas de luto riguroso y en silencio. La escena irradiaba un pesar templado, pero hondo y lacerante. Mi trayectoria me fue aproximando hasta que tuve a la chica a mi derecha, con expresión ausente. Una ráfaga de aire le arrebató un pañuelo de la mano cayendo justo delante de mí. Sin titubear un instante y queriendo evitar que el viento lo hurtase definitivamente, lo recogí del suelo y se lo tendí a la señorita…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Huy, gracias, es usted muy gentil, estoy segura de que lo habría perdido…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me fijé en su rostro, debía rondar la veintena, y el luto resaltaba la extrema palidez de su piel. Palidez que era mitigada por el encendido carmín que dibujaban sus labios, ahora esbozando una tímida sonrisa. Los ojos eran azules claros, muy claros, casi aguamarina y su oscuro cabello llevaba un peinado muy cuidado, a lo <i>garçon</i>, que encajaba perfectamente en sus angulosas facciones. Se trataba de una mujer muy guapa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No hay de qué... – Respondí con la intención de seguir mi camino, pero ella preguntó…</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Ha venido a visitar a alguien?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, sólo paseaba. Quizás aprovecho para visitarme a mi mismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya le había visto en alguna ocasión, creía que tenía parientes aquí. No he conocido a nadie que tenga una afición semejante. Es pintoresco que usted venga solamente a pasear…</div>
<div style="text-align: justify;">
- Puede tutearme, aún soy joven.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cambió el gesto con elegante coquetería, arqueando las cejas y alzando la barbilla…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Me está usted cortejando? Si ni siquiera nos han presentado. ¡Qué osado!…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Como un crío sorprendido en una travesura, acerté a decir…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Permítame arreglar eso, me llamo Angel Nevernet-Lancaster, y soy profesor de Historia. ¿Cómo se llama?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sonrió sin ambages.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi gracia es Marina. Marina Godián para servir a Dios y a usted. Fíjese que me figuraba que sería usted militar, por el pelo tan corto y el brío con que marca el paso, si me permite decírselo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Fui militar, pero hay cosas que nunca se separarán de uno... Su nombre es muy bonito… ¿Tiene familia enterrada aquí?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Su gesto se tornó sombrío y esquivó mi mirada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí. Aquella persona, – señaló a la otra mujer - es mi señora abuela. Está junto a la sepultura propiedad de mi familia. “Lancaster”… ¿Guarda relación con la Casa de Lancaster?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, aunque lejana. Los reyes de ese linaje eran descendientes de Juan de Gante, como yo mismo también, y todos procedemos de los Plantagenet, pero eso hoy no le importa a nadie, lo que más me preguntan es si soy familia de Burt Lancáster. Los jóvenes ni eso, bueno, mejorando lo presente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Durante un segundo aparentó no entender muy bien lo que decía, para replicar…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Si es profesor de Historia, no le importará que le cuente una que está unida a Catalina de Lancaster, prometo no distraerle mucho tiempo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hice un cálculo mental que no llegué a resolver: Había algo en ella que me intrigaba profundamente. Asentí sin dejar de estar de pie, y a modo de venia, le expliqué…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi especialidad y pasión es la Edad Media. Y tampoco puedo negarme a algo que tiene que ver con la familia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Brotó una carcajada con el encanto arrollador de la pureza, como el sonido de un venero al besar los cantos que sujetan su curso. Miró al cielo, volvió a sonreírme y comenzó el relato.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Catalina era hija del duque de Lancaster, Juan de Gante. Vino a España en 1388, para contraer matrimonio con el príncipe Enrique, más tarde Enrique III de Castilla. Fueron los primeros príncipes de Asturias. Con ella vinieron unas cuantas damas de honor, todas muy jóvenes pues Catalina tenía 15 años justos y todas las posibilidades de que añorase la verde campiña de su país. Ellas eran muy guapas, pero sobresalía por su donaire y belleza una que se llamaba Eleanor Beaumont, que aprendió rápidamente el castellano para deslumbrar con su afinado canto al círculo cortesano que se había formado en torno a la nueva princesa, y que atraía a las nobles mocedades por todos los buenos atributos que se daban cita entre los recién llegados, que fueron acogidos en su nueva patria con la tradicional hospitalidad hispana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Nadie quedaba sin fascinar al conocerla, no ya sólo por su rubia cabellera, la luz que centelleaba en sus ojos azules, o por su voz, sino que además de todo ello era una mujer cabal y virtuosa al servicio, compañía y consuelo de su señora y amiga, la princesa de Asturias. Tantas cualidades reunidas tenían que despertar malas intenciones, como así fue. Un caballero se enamoró de ella. Fue blanco de sus insistentes requiebros, pero rehusaba sus atenciones con discreción. Con todo, se enteró la prometida del caballero, que furiosa de celos recurrió a una hechicera de Toledo para acabar con la causa de sus problemas. No le importaba que Eleanor rechazase a su futuro esposo, es que no toleraba la sola idea de que hubiera otra mujer en el corazón de su amado. Y por encargo de ella, la bruja, que había alcanzado oscura fama con sus sortilegios, preparó su obra magna, tal y como lo había concebido su clienta</i>”</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Un bebedizo que la sumiese en un sueño parecido al de la muerte pero que no lo fuera, para sumir en el espanto más profundo a su competidora al despertarse… Enterrada viva, como castigo a lo que consideraba una afrenta</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Cuando lo tuvo preparado avisó a la pérfida dama. Antes de que una de sus criadas pasase a recogerlo, la bruja sintió el impulso de apiadarse de la inocente y mudó los efectos para evitar tanta crueldad. La infame se lo sirvió con el pretexto de que le aclararía la voz, justo antes de entonar una canción de amor. El efecto fue fulminante y Eleanor cayó desvanecida, poco después los médicos certificaban su fallecimiento sin aclararse sobre el súbito mal. La princesa no lo aceptó y ordenó a un caballero de su confianza que hiciese algunas pesquisas. La hechicera, enterada del desenlace y de la indagación en curso, solicitó hablar con Catalina, que la recibió con cautela. Aquella, muy impresionada y arrepentida, sin duda porque algún Ángel del Señor la había rozado con la virtud de la compasión, se lo contó todo y le entregó el emponzoñado dinero que había cobrado para que lo destinase a obras de caridad. Luego se echó a sus pies y le imploro perdón. Catalina mostró las dotes de mando que la caracterizaron luego como corregente de Castilla, junto a Fernando de Antequera, y la hizo ingresar en un convento para expiar sus culpas. Acto seguido hizo llamar al prometido caballero para preguntarle, delante del cadáver de Eleanor, si su amor era tan cierto e inquebrantable como para depositar un único y postrer beso de pasión en sus labios. Se negó entre juramentos y declaraciones de honor: La princesa ordenó su muerte. Quedaba la envidiosa dama, a la que ni siquiera recibió: Fue emparedada en la cripta de una iglesia de Toledo, en secreto, donde aún aguardará el día del Juicio Final.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Con enorme congoja por haber perdido a una gran amiga y confidente, Catalina mandó que le diesen sepultura en Alcalá de Henares, en una apartada ermita llamada de San Martín de Gorquías. A Eleanor le había entusiasmado cuando la visitaron en su último viaje. Como muestra de cariño, y contrariando las costumbres de la época, se colocó un pequeño pero magnífico retrato, joya pictórica, junto a su nombre y la leyenda en latín “Amor MORtem necat”, como epitafio. Durante la vida de la princesa, luego reina y más tarde corregente, no faltaron las misas. Al morir ella, la ermita volvió a quedar perdida en el monte que rodeaba la localidad complutense. Los días se sucedieron hasta perder la cuenta, como los meses, y aún los años.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es una historia con final desdichado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Marina se llevo el índice a los labios para continuar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Todavía no he acabado. A veces, hasta la Eternidad ofrece una hendidura por donde escaparse... Temporalmente. - En este punto su mirada se volvió enigmática, como si únicamente ella pudiera alcanzar el sentido exacto de sus palabras… Tras la pausa, se cogió ambas manos y prosiguió - Lope García de Fadrique era un hidalgo, un segundón, que volvía como un héroe de la Batalla de Pavía. Con licencia expresa de su señor, el emperador don Carlos, se dirige a Madrid, en premio a la audacia de haber hecho prisionero al rey Francisco de Francia, junto a sus conmilitones Juan de Urbieta, Pedro de Valdivia, Alonso Pita da Veiga y Diego Dávila, entre otros. Fatigado por tantas jornadas de viaje desde el Milanesado, y enojado por alguna herida sin importancia que daba más penitencia de lo debido, al llegar a la altura de Alcalá divisa una casa y se desvía hacia ella para preguntar a sus habitantes donde hallar fonda para pernoctar, ya que las tinieblas saquean el cielo anunciando la agonía del día. A medida que se acerca comprueba que se trata de una ermita y duda de entrar para ver si hay algún lugareño o picar espuelas en dirección a Alcalá, no muy distante. El cansancio le puede y determina quedarse en la capilla, que se hallaba muy descuidada y con notorios signos de haber sido abandonada por la devoción de los fieles. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Resuelto a pasar la noche arrebujado en su manto, a la luz de un cirio a medio consumir, que ni siquiera había despertado la codicia de los últimos visitantes, dejó pasear la mirada por el artesonado y las paredes, en espera de que el sueño le asaltase. Estaba a punto, cuando observó sobre una de las paredes una pequeña imagen que hasta ese momento le había pasado desapercibida. Era de una hermosa dama, la penumbra y el alboroto de la llama, jugueteando con el pábilo que devoraba, le conferían el aspecto de estar viva. Se incorporó para acercar la exigua luz y se percató de que estaba ante una tumba. “Eleanor Beaumont. Amor MORtem necat”. La piedra labrada y el exquisito gusto de la pintura le hizo deducir que se trataba de alguien principal. El retrato. Quedó extasiado contemplándolo y se preguntó por la razón que trajo la muerte a tan maravillosa mujer, porque no podía ser de otra manera. Si la cara es el espejo del alma, aquella noble joven tuvo que ser un pedazo de Cielo en la Tierra.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Apenas pudo dormir, los sueños se presentaron de manera inconexa, enloquecida y caótica, pero en todos, sin excepción, aparecía la bella dama. Al día siguiente volvió al camino, busco la iglesia más cercana para escuchar misa e interrogar al sacerdote sobre la ermita y su misteriosa sepultura. La fortuna le ayudó, porque gracias a él pudo informarse algo, no mucho: Su envenenamiento en Toledo, cuándo fue enterrada, y el gran aprecio que sintió hacia ella la reina Catalina de Lancaster, esposa de Enrique III de Castilla, llamado en su siglo “el Doliente”, por los diferentes males que le afligían. Adquirió algunas viandas, y tinto para acompañarlas, y regresó a la capilla con la intención de ver el alba de un nuevo día desde allí. Dejó la exigua carga en el zaguán y se sentó frente al retrato. “Amor MORtem necat” leyó por centésima vez, para repetirlo en español: “El Amor mata a la Muerte”. No podía concebir que Dios hubiera permitido tal sacrilegio, sí, así lo consideraba, aunque fuese una blasfemia agravada por encontrarse en sagrado. Pero nada hay sagrado si la pasión logra prender su fuego en el corazón, y el de Lope ya estaba inflamado con desesperación. El atronador silencio de la capilla, el recuerdo del suceso que le había narrado el cura, la tremenda sensación de impotencia, las horas del ocaso, con su melancolía, lograron arrancar las lágrimas del veterano soldado, que desconsolado, rompió a llorar por haber llegado con tanto retraso, tan a destiempo y tan inútil para librar de la cruel muerte a su dama... Más de 130 años tarde: Un abismo que ninguna espada puede salvar. Y se sumió largamente en su llanto. Hasta que el sueño le concedió cuartel.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Se despertó sobresaltado, como si un superior le hubiera llamado por su nombre para ordenarle algo. No había nadie más que él y en el exterior las estrellas mantenían su luminoso diálogo con la luna, que mostraba impúdica todo su voluptuoso esplendor esa noche, cuya madrugada acababa de comenzar. Sentía la misma agitación que antes de iniciar una batalla. No vaciló un instante. Agarró una vara de hierro que estaba a punto de desprenderse del techo, y a modo de maza y gancho, alternativamente, comenzó a manipular el sepulcro con el fin de abrirlo. Amordazó a su entendimiento, “el corazón tiene razones que la razón ignora” como dijo Pascal, y se entregó ardorosamente a la labor de rescatar a su amada, porque no creía estar profanando el reposo eterno de una difunta sino liberar a la mujer de la que estaba enamorado, poniendo fin a una burla de los siglos.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Tras pelear bravamente, consiguió desplazar la tapa vertical del sepulcro hasta que la hizo caer con gran estrépito, dejando al descubierto una multitud de ramos marchitos, depositados sobre el ataúd. Trocando la brutalidad anterior por extrema delicadeza, las fue apartando hasta llegar a la madera del féretro. Con mucho ingenio, laboriosamente, valiéndose de unos bancos rotos que quedaban, pudo sacar la caja, que cubierta de polvo y humedad, quedó expuesta. El Santo Oficio le haría muchas preguntas, pero desterró inmediatamente ese pensamiento. Volvió a cobrar fuerzas y se dispuso a levantar la cubierta. Después de los anteriores trabajos, este le supuso poco esfuerzo. Cogió el lienzo que ocultaba el cadáver y lo retiró. Retrocedió un paso ante lo que estaba viendo... Eleanor estaba incorrupta, ni una sola mota de polvo había mancillado la color de su semblante. Parecía dormida, en un tranquilo letargo de siglos. Conservaba su magnífico tocado y sus pestañas parecían gotas de rocío dorado custodiando los ojos. Las manos, cruzadas sobre el pecho, asían una cruz de plata con incrustaciones de azabache. No había visto ningún vestido parecido, tan lujoso y elegante. Tan exquisitamente femenino.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>La pena hizo presa en él porque la pintura no le hacía justicia. Si era hermosa en la imagen, en persona lo era muchísimo más. Volvería a dejar todo como estaba, y lamentaba haber turbado su descanso. El dolor era atroz y tenía que lidiar contra las lágrimas que amenazaban con volver a anegar su cara. Antes que nada, se dejó llevar por el impulso de su amor, e inclinándose sobre sus labios, los besó larga, profunda y apasionadamente, sintiendo el tacto suave, tibio y dulce de su blanca piel en la boca.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Inesperadamente, notó un leve movimiento. Lope se separó de ella como movido por un resorte. Eleanor había descorrido el velo de sus rubios párpados, la luz que brotaba de sus azules ojos lo inundaba todo. Alzó los brazos hacia su salvador y le abrazó fuertemente. El hechizo estaba roto.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>La bruja, atormentada, cambió la fórmula en el último momento, no para matarla, sino para que retornase a la conciencia cuando recibiese un beso de verdadero enamorado. Aturdida por los remordimientos, acudió a la princesa. Por ello Catalina ofreció esa posibilidad al mal caballero, que no la quería más que para engrosar la lista de sus conquistas: Muerta ya no era objeto de su interés. Por ese motivo ordenó que colocasen su retrato en el sepulcro, por si algún penitente, devoto o viajero se enamoraba y era capaz de desafiar a la Muerte armado con el Amor. El genuino, el auténtico. La buena princesa no erró, y un esforzado y valiente soldado la arrancó de las escuálidas y frías garras de la Muerte para desposarse con ella, como más tarde hicieron en Sevilla. “Amor MORtem necat”. El AMOR triunfa.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La leyenda me había abstraído por completo, embelesándome. Marina estaba esperando un dictamen.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Y bien, señor profesor, ¿qué le ha parecido?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es una historia muy bonita. Me recuerda un poco a “Blancanieves” y a “La bella durmiente”, pero está tiene matices y un colorido que las otras no poseen. ¿Dónde la ha leído?, ¿quién se la ha contado?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces me di cuenta de que su ropa no era actual. Tampoco me parecía algo buscado adrede, sino que tenía ese halo que sólo desprende lo legítimo. O estaba inspirada en las películas del cine mudo, o es que era realmente de esa época, la moda “Vintage” causa furor entre la juventud. La abuela de la chica ya no estaba y nos habíamos quedado inquietantemente a solas porque Marina empezó a mirar a su alrededor con nerviosismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Son historias que he oído por ahí. A veces el Amor ha de elevarse por encima del tiempo, ¿no cree? Es realmente un milagro.- Se puso de pie, tenía la figura menuda y proporcionada, la falda le llegaba a las rodillas, las medias presentaban la tradicional costura posterior, que no veía desde mi infancia, y los zapatos, de tacón, tenían un broche a la altura del empeine... Y no llevaba bolso. - Ahora tengo que marcharme, caballero. Si le he aburrido lo lamento, espero que me disculpe si ha sido así.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Espere, no me ha aburrido en absoluto, me gustaría preguntarle algo más...</div>
<div style="text-align: justify;">
- No puedo quedarme ni un instante.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Volveré a verla?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo sé. No sé en que consiste ni a qué obedece, no recuerdo muy bien, es muy azaroso todo, por favor no pregunte, he de marcharme.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La rama de un ciprés cayó con violencia a unos diez metros y una ráfaga de viento helado me hizo volver la cara. Repentinamente, sin solución de continuidad, todo quedó en calma. Y Marina ya no estaba. Comenzó a llover. Una lluvia fina, imperceptible, perezosa, arrojada por nubes que parecían hechas de plomo. Plomo inmisericorde y desesperanzado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estaba completamente solo. Otra vez. No entendía como podía haber desaparecido delante de mis ojos, casi en un abrir y cerrar de ellos. En ese momento pude apreciar que, justo donde se había sentado, estaba el pañuelo, incomprensiblemente no había sido arrastrado por el fugaz vendaval. Lo tomé en mi mano. Era de un blanco inmaculado e impecablemente planchado, con una letra “M” púrpura primorosamente bordada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces tuve un pálpito. Me dirigí al sitio donde había visto a la abuela de Marina, la sepultura de su familia. Leí el relieve de la lápida, muy desgastado... </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>“Marina Godián Martín. 10 de junio de 1908 - 16 de octubre de 1928. Tu abuela y demás familia no te olvida”</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Emocionado por la experiencia paranormal que acababa de vivir, recé un sentido Padrenuestro y me acordé de los versos de Bécquer, del que un antepasado mío tuvo el honor de ser amigo...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<i>¿Vuelve el polvo al polvo?</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>¿Vuela el alma al cielo?</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>¿Todo es, sin espíritu,</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>podredumbre y cieno?</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>No sé; pero hay algo</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>que explicar no puedo,</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>algo que repugna</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>aunque es fuerza hacerlo</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>a dejar tan tristes,</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>tan solos los muertos...</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“¡Dios mío que solos se quedan los muertos!"... Guardo ese pedazo de tela como si fuera un tesoro, y lo llevo conmigo para devolvérselo a su dueña, si tengo ocasión y el Señor es servido de que vuelva a hallarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZb6VFZ4Vve1TZ39Qn2I-e1-zq6fZpHaRrGOvJ9VLOcoMKllM8zNhHRF8JoazfypXVR6XKh7bAjKdmngNQlwW_XroD1xrNWO9yLH7kETAsn-2ULpYzvth6wGe4r2TlfSmbDtjRTrQ5WhuL/s1600/s17.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZb6VFZ4Vve1TZ39Qn2I-e1-zq6fZpHaRrGOvJ9VLOcoMKllM8zNhHRF8JoazfypXVR6XKh7bAjKdmngNQlwW_XroD1xrNWO9yLH7kETAsn-2ULpYzvth6wGe4r2TlfSmbDtjRTrQ5WhuL/s1600/s17.JPG" height="400" width="296" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-30442450676151140142014-10-24T11:31:00.001+02:002020-02-24T10:17:12.704+01:00La Epidemia (Libre Albedrío)<div style="text-align: justify;">
<i>Esta narración forma parte del primer libro que publiqué, en 2010, con el nombre de "Cuentos y Romancines". Se puede <a href="http://www.lulu.com/shop/angel-nevernet-lancaster/cuentos-y-romancines/ebook/product-21059431.html" target="_blank">descargar aquí gratuitamente</a>.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hubo alguien que dijo que las grandes catástrofes se presentan sin que las gentes se percaten de ello. Mientras se iba a pique el “Titanic”, gran parte del pasaje, de primera, se quejaba de tener que subir a los botes salvavidas dejando atrás la comodidad e intimidad de su camarote. No eran conscientes de lo que estaban viviendo. Algo parecido ocurrió en el declive de Roma, o más recientemente, en términos históricos, en los primeros compases de la II guerra mundial, donde todos querían apostar por una componenda, de las que había precedentes, antes que un eventual conflicto generalizado. Un compañero de armas lo denominó el "Síndrome de la rana cocida”, por aquello de que las ranas que son introducidas en agua caliente pueden ser hervidas sin que reaccionen a tiempo, al no advertir el gradual incremento de la temperatura del agua. Cuando quieren saltar, ya están muertas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo comenzó como una alarma sanitaria. La gente enfermaba, sufría una calentura brutal y fallecía de forma fulminante. La epidemia brotó casi simultáneamente en ambas orillas atlánticas del hemisferio sur. Tanto África como América vieron aparecer un mal que los sistemas sanitarios no sabían combatir, menos aún explicar. La cuestión es que los afectados crecían en progresión geométrica, y las fronteras se cerraron para impedir que se propagase la “fiebre tumoral”, que fue el nombre que recibió dado que el acceso de fiebre alta, muy alta, era acompañado por la aparición de extraños nódulos por todo el cuerpo. Los médicos decían que era poco “científico” bautizar una nueva enfermedad por sus síntomas. En eso estuvieron varias semanas, mientras los hospitales, siempre escasos de recursos por aquellas tierras, apenas tenían tiempo para vaciar las morgues...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La despreocupación del resto del mundo presagiaba el desastre. “La enfermedad está controlada”, mentían. Como lo hicieron con la sintomatología: era demoledor asistir a la agonía de los pacientes, porque no se podía hacer nada por ellos y el riesgo de contagio era extremadamente alto. Los gobiernos pueden cavar simas muy profundas para ahogar la libre comunicación de los pueblos que, se supone, deben de administrar; pero Internet permitió que la información real circulase libremente, una vez más. Las agencias de inteligencia inundaron la red de redes con multitud de rumores, a cual más disparatado, para desacreditar lo que de verdad se estaba comunicando. “Para preservar a los ciudadanos de falsedades que puedan provocar una situación de histeria colectiva”, el alarmismo que siempre pretenden evitar con su altruismo. Un altruismo que no impidió que el mal llegase finalmente a las vidas de todos y cada y uno de nosotros, los que residíamos en América del Norte, en Europa, en Asia y en Oceanía.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los primeros enfermos de esas regiones desaparecían engullidos en una marea de facultativos que parecían escapados de una guerra nuclear o de una expedición a la Luna. Enfundados en unos monos de color claro, con escafandra autónoma, sustraían a la persona aquejada para aislarla, junto a los demás ocupantes de la vivienda infectada para someterles a cuarentena, muy larga, en la que se sucedían los exámenes clínicos. Poco después, el resto de su familia recibía una urna cineraria, el certificado de defunción y una impersonal nota de pésame del gobierno. Pero la población seguía confiando en el “estado del bienestar”, cuyos voceros se apresuraban a destacar que los fallecidos tenían alguna patología previa que les presentaba como víctimas “lógicas”. Lamentables, pero “lógicas” y que el esfuerzo para dar con el agente patógeno era “incesante”. Hipócritas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La “lógica”, a menudo, suele ofrecer su rostro más espantoso, aún más si es “incesante”. Por “lógica” se pueden acometer las mayores barbaridades ante el silencio cómplice de los que miran a otro lado. “Lógico” era el análisis de Malthus y ahora era utilizado en nombre de la “sostenibilidad” y demás bobadas para diezmar grandes segmentos de la población. No tardaron en surgir personas que acusaban a las autoridades de “eutanasiar” a aquellos individuos que eran considerados “poco viables” y de publicarse testimonios en la prensa internacional en la que se señalaba directamente a ciertas instituciones de crear y propagar la enfermedad, que habían fumigado desde aviones con el agente infeccioso. Una rotunda acusación sustentada en pruebas. Lo malo es que estas no levantan mucha expectación cuando lo que está en juego es llegar vivo a un nuevo amanecer. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Como suele suceder en las calamidades, las primeras en caer fueron personas sumidas en la pobreza y trabajadores no cualificados, pero la danza macabra se había iniciado ya y la Enlutada iba posando su mirada sobre los que tendrían que bailar con ella. En cuestión de días, los comercios dejaron de abrir sus puertas, después los centros comerciales, los restaurantes, bares, el abastecimiento colapsó porque no había quien transportase mercancías, los aeropuertos suspendieron su actividad, apenas circulaban ferrocarriles y para salir fuera de la provincia había que pedir un salvoconducto. Los funcionarios dejaron de atender sus ventanillas, la policía se convirtió en una dolorosa ausencia limitada a proteger y vigilar las instalaciones de la red sanitaria: todos desertaron; unos por caer en las garras de la afección y los demás por puro pánico en una reedición de la peste negra que sacudió la Europa del siglo XIV. La sociedad, inexorablemente, se iba descosiendo camino del caos, mientras se sucedían los saqueos, los asaltos a cualquier local del que se sospechase que almacenaba alimentos, fármacos o lo que fuera útil para burlar a la Parca un día más, una hora más. Los hospitales y centros de salud escenificaban el lacerante espectáculo del sufrimiento, de los estertores de la muerte, en una ilusa y ñoña sociedad que se basaba en la fragilidad de una ficción aceptada por todos. Golpeada esa realidad atrozmente, muchos descubrían que lo más importante era tener salud y que los suyos estuvieran con vida, y lamentaban haber perdido el tiempo con tantas “distracciones”, ya demasiado tarde. Las calles fueron tomadas por bandas que impusieron su propia ley, lo que no dejaba de ser una burla cuando la legalidad hacía tiempo que había sido socavada, pero no estamos hablando de esto ahora.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces decretaron el estado de excepción. La nación, prendida con alfileres, desarbolada en días por un oncovirus, un retrovirus, Dios sabe qué, no tuvo más remedio que recurrir a nosotros. El ejército fue movilizado. A los efectivos que aún nos manteníamos sanos y fuera de cuarentena. Un compañero de la Academia Militar decía que “los políticos llaman a los militares cuando no saben solucionar los problemas que han creado”. No le faltaba razón. Nos desplegaron a toda prisa con la equipación que preconizaban los protocolos de la OTAN, indicados para un ataque bioquímico lo que no dejaba de ser un sarcasmo. Las órdenes eran muy claras: restablecer la normalidad, garantizar que los suministros llegasen a toda la población y que los procedimientos sanitarios fueran escrupulosamente respetados. “Escrupulosamente”, fue una palabra que, desde ese momento, se tiñó con el color de la burla...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me llamo Miguel Herrarte de Godián. Teniente de infantería de la 4ª compañía del Regimiento de Infantería Mecanizada “Soria 17”, adscrito a la Brigada Ligera “San Marcial V”. Mi trayectoria es la de cualquier oficial: no significarse, tener una clara observancia de la disciplina, de las Ordenanzas y obedecer las órdenes de la superioridad. Nos dirigimos a Madrid a toda prisa, hubo unidades que fueron enviadas a otras ciudades. Ya en la capital, el coronel reunió a los capitanes y asignó las misiones de cada cual. Mi compañía fue enviada a un recinto, antiguo cuartel, cerca de la carretera de Extremadura. Nos dijeron que había que “proteger” a unas dos mil personas en régimen de cuarentena y custodiar el perímetro para que no hubiese contacto alguno, siquiera ocular, entre potenciales pacientes y elementos del exterior. Al ser una edificación sin circuito cerrado de televisión que facilitase la vigilancia, las guardias serían al viejo estilo. Y se mandó expresamente que los centinelas retirasen todos los cartuchos de fogueo de su munición en los cargadores desde ese momento, como se prohibió tajantemente que hablásemos con los “potenciales pacientes”. No sabíamos cuanto tiempo estaríamos allí, pero se nos informó de que seríamos reforzados por secciones de otras compañías para aliviar la carga de servicio. Habíamos dejado de ser espectadores y los días empezaron a sucederse...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La sala estaba a media luz. Un oficial que acababa de salir de guardia apuraba una taza de té mientras perdía la mirada en el humo de sus pensamientos. Bruscamente se abrió la puerta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Caramba, Herrarte, que susto me has dado, no sabía que estabas aquí. ¿Qué haces casi a oscuras? ¿Juegas a los fantasmas?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El teniente regresó de su silencio, moviendo la cabeza.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No. Estaba cansado y me he tomado un té. Bueno, algo parecido pero en malo. La verdad es que no esperaba a nadie.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo tampoco. Aunque aquí hay pocos sitios que visitar. Todos estamos hartos. Llevamos 11 semanas metidos en este agujero sin un solo relevo. Ni una explicación. Y el capitán está más insoportable que nunca.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que ya es decir. Supongo que será por estar aquí encerrados. Tampoco es santo de mi devoción. Es recíproco.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Oye, ¿por qué te llama el “condesito”?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo sé. Nunca se ha referido a mí de ese modo, lo hace a mis espaldas. Tampoco me interesa. Con saber el motivo de que le llamen “garbancín” tengo de sobra.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eres un guasón. ¿Sigues con la idea de volver a Regulares?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí. Se supone que algún día tramitarán mi ascenso y el traslado. O puede que ya no pueda más y deje el Ejército, si salimos de esta. Llevo mucho tiempo viendo cosas que no me gustan.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Me pasa lo mismo. Bueno, tú eres más veterano que yo...</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿A quién llamas “viejo”?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No vengas con chanzas, sabes a lo que me refiero... Oye, cambiando de tercio, ¿te has fijado en que no sale nadie de la cuarentena? La mantienen hasta por un uñero. Y esos autobuses...</div>
<div style="text-align: justify;">
- No los he visto aún porque ninguno ha venido estando de oficial de guardia, pero he oído hablar de ellos a Ulloa y a los soldados...</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Inquietante. Entre que el sargento no es explícito y que todo el mundo se calla cuando aparezco, pues... Mejor que me cuentes tú, Alfaro.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Nadie sabe nada, Herrarte. Nadie. O nadie quiere saber nada, que es otra opción. He hecho mis averiguaciones, aunque ya sabes que la censura es férrea, el acceso a Internet es cada vez más restringido y el teléfono está pinchado. Nos vigilan, compañero. Siempre vienen un poco antes del amanecer, sin día fijo, en el último turno de la guardia. Son autocares civiles, vienen a cuerpo descubierto con un coronel o teniente coronel médico al mando, te entregan una lista y se los llevan. Nunca vuelven, y es mentira que les den el alta. No hay altas, Herrarte, no hay altas. Los infectados palman y los que no presentan síntomas pueden desaparecer de sitios como este. Si tienen buena estrella pueden ir sorteando las estrecheces y a la muerte como en una pista americana. A la gente se la ve muy intranquila. Nos miran como carceleros... Porque quizás lo seamos sin saberlo. ¿Qué bobo entraría en un lugar donde “oficialmente” podría contagiarse? Estamos aquí para que no salgan. Llevan aislados casi tres meses, y ni un afectado. Y en otros sitios lo mismo. Pero basta con que alguien tenga una diarrea, lo que no es raro con la comida que traen, para que sigan con el cuento... Hasta que una mañana viene un tío y se los lleva para no saber más de ellos. Un par de días después viene la unidad de desinfección por sus efectos personales, en teoría para devolvérselos, pero...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El teniente miró a su alrededor como para cerciorarse de que nadie les escuchaba. El silencio era adornado por el ruido de las ramas y de los pájaros que saludaban el nuevo día. Un día más en el paraíso que los seres humanos había convertido en el infierno.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Los incineran, compañero. No hay tal devolución. Seguramente porque no hay a quién hacérsela.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Remarcó especialmente esta última frase. El teniente Herrarte no movió un solo músculo de su cara, estaba acostumbrado a ocultar sus sentimientos desde que era niño. Su hermana mayor le llamaba “cara de póquer” y esa aparente frialdad le había costado más de un noviazgo. Acercándose a los cuarenta, abandonó toda esperanza de encontrar a alguien que le entendiese, o, por lo menos, le soportase. Había pensado mucho en ello durante esta misión. Él no dejaba a nadie atrás. No era como el sargento Vázquez, como el subteniente Olmedo, o como el teniente Alfaro, casados y con hijos. Él había estado buscando en la antigua Yugoslavia, Afganistán, en la convulsa y vieja América Española, deliberadamente, una cita con la Gloria, e incluso esta le había desdeñado. No, estaba habituado a esconder sus pensamientos y sentimientos. No le suponía esfuerzo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Lo que insinúas es muy grave, Alfaro. Si tienes pruebas deberías hablar con el Capitán Sáez para que se lo comunique a la superioridad por conducto reglamentario.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿El capitán? Al diablo el <i>conducto reglamentario</i>. Esto, si no es sabido, es intuido por todo el mundo, y me dices que informe a los que se están llevando a la gente. ¿Qué les digo?: “A la orden de usía, mi coronel, está muy mal lo que hacen”, venga ya, Herrarte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llevaba razón. Él también había reparado en algunos detalles. La asfixiante y creciente desinformación, el histrionismo, mayor de lo normal, de los programas de telebasura, el afán que se tomaban los medios de comunicación en aparentar normalidad, silenciando que todos los días la Enlutada terminaba agotada de manejar la guadaña. Y las sepulturas. A los muertos se les despachaba con un responso precipitado, casi clandestino, y se les enterraba en fosas comunes a toda prisa. Los afortunados eran incinerados para acabar depositados en algún columbario, fruto de la piedad de las diezmadas familias.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Están <i>exterminando</i>, compañero. Se puede ver o ignorar, pero está ahí. Y mi conciencia vomita. Lo único que impide que haga algo es que quiero volver a ver a mis niñas y a mi Rosi. Soy un puñetero cobarde...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Tienes miedo, no eres cobarde, no tolero que te trates así cuando he visto como te has batido. Y el miedo no es malo, mientras no te domine. El miedo nos mantiene vivos, “compañero”. Hay que tener los ojos muy abiertos y andarse con cuidado... Ya iremos viendo. Gracias por confiar en mí. Sabes que no diré nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, lo sé.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No lo había dicho con ironía, se incorporó ella sola cuando las palabras llegaron a su entendimiento para abofetearlo con rabia. La Gloria, la Eternidad o simplemente la Vida, quizás las tres, acababan de desafiarle. Y él no iba a rehusar la cita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Poco después se empotró un coche en el muro que circundaba el antiguo cuartel, ahora campo de concentración, porque ya no quedaban dudas de que era eso. Abrió un boquete considerable y el conductor murió en el acto. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Iba borracho como una cuba y no debió ver la tapia, porque ni siquiera había rastro de una frenada desesperada. Lo sé porque yo era el oficial de guardia ese anochecer. Como era de esperar, echaron la culpa a la fiebre tumoral y limpiaron todo velozmente. Al día siguiente, trajeron una cuadrilla para tapar el agujero y aprovecharon el “viaje” para instalar más alambradas. Los gobiernos tienen el vicio de levantar murallas y coronarlas con alambres de espino para crucificar a la verdad y a los ciudadanos que dicen representar y servir.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue esa sobresaltada noche cuando conocí al sacerdote. Vino el suboficial de guardia desencajado diciendo que una mujer tenía dolores de parto, y no figuraba ninguna embarazada entre los “aislados”, ellas estaban en “otras” instalaciones. Como no se podía hablar con ellos, el sargento no sabía que hacer. Le acompañé al lugar. El soldado estaba muy nervioso apuntando con su fusil a la chica, que estaba tumbada en la cama arrebatada por el dolor y haciendo lo posible por ahogar los gritos en su garganta. Junto a ella estaba un hombre, presumí que podía ser el marido. No lo era.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Se puede saber que está haciendo, soldado? ¿Se ha vuelto loco?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi, mi teniente, intento mantener controlada la situación.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Baje el arma inmediatamente y vuelva a su puesto con el sargento, yo me ocupo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El suboficial intercedió</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi teniente, las órdenes...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Recuérdeme las órdenes cuando me haya quejado por esta negligencia de los doctores. Se suponía que aquí no había mujeres en estado. Vuelvan a sus puestos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los dos se cuadraron y tras saludar al oficial salieron de la camareta. La mujer era joven, en torno a los 23 años, y muy guapa. Había roto aguas. El hombre, de unos sesenta años le tenía cogida la mano. El oficial se dirigió a él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Es usted familiar, el padre de la criatura?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, por Dios. No soy nadie relacionado con ella. Sólo intento darle consuelo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Conocían su estado, evidentemente…</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, pero no queríamos decirlo para que no se la llevasen, hemos logrado ocultarlo. Es una gran chica. La abandonó el novio al saber que habían concebido, para morir al comienzo de la epidemia. Está muy ilusionada por el nacimiento de su bebé... ¿Es usted el oficial de guardia, teniente?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí. No hay más remedio que llamar a los médicos de guardia.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo haga, se lo suplico. Se la llevarán…</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero no hay nadie que pueda hacer de matrona. ¿No ve usted el peligro que corren la madre y lo que venga? ¿Y si se presentan complicaciones?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sé a quienes recurrir. Lo tenemos todo preparado. Lo malo es que el soldado, pobrecillo, ha oído gritos y se ha asustado, le ruego que no tome medidas contra él.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo haré... ¿Pero piensan tener oculto a un recién nacido? ¡Qué disparate!</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mire a su alrededor. Otro más, este, podría pasar desapercibido. Ya lo ha hecho ante los ojos de los médicos... claro que puede que no lo sean. ¿Usted qué cree?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Quién <i>demonios</i> es usted?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sonrió como el que oye un chiste, secó el sudor de la frente de la mujer y replicó...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Soy Paco, un sacerdote. Me trajeron aquí porque el agua bendita estaba<i> infectada</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Podrían hacerse cargo de todo?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Llevamos mucho tiempo aquí metidos y nos conocemos muy bien. Es en estas situaciones cuando uno se da cuenta de la auténtica medida moral del prójimo. La respuesta es que sí. Por favor, insisto, no informe de esto. Se la llevarán si lo hace y ya sabe lo que sucede...</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, no lo sé.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No vuelven, supongo que eso sí le consta. Vienen, se nos llevan y fin de la historia... ¿Qué es lo que sabe usted?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que no tendríamos que estar hablando.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sabe que no estamos infectados como yo sé que no lo están ustedes aunque tengan que ir “plastificados”. Lo que quieren es que no haya empatía entre nosotros. El silencio es patrimonio de los muertos, y nosotros no lo estamos, teniente, todavía no. Incluso nos es dado asistir al maravilloso milagro de un nacimiento. A la Vida no se la puede detener y recluirla. Se abrirá paso a empujones... Y usted, amigo mío, tendrá que decidir de qué lado está. Arrollar o ser arrollado. Libre albedrío en estado puro. Libertad otorgada por el Señor incluso para hacer el mal, pero es “Libertad”. Hermosísima Libertad, tan bella como la vida que está pidiendo paso en el útero de esta joven...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tras reflexionar unos segundos, impactado por las palabras del cura, el teniente asintió.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Está bien, padre. Procedan. Les traerán agua limpia, toallas y lo que pueda conseguir sin levantar sospechas. Les llevarán a una estancia más apartada para que estén tranquilos. Daré orden de que no haya novedad respecto a esto. Que todo vaya bien y – dirigiéndose a la parturienta - que sea enhorabuena. Con tanta muerte y desolación uno se olvida de que nacer es un milagro.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que Dios le bendiga... – Le agradeció el sacerdote. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Antes de salir, el teniente volvió a mirar a la chica y pudo contemplar un amanecer dibujado en la sonrisa que le dedicó.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El parto fue difícil y largo. Salí de guardia y fui relevado por el teniente Alfaro, a quien puse al corriente y siguió mi conducta de discreción. Nació una niña, sana y fuerte, en las mismas penosas condiciones que yo había visto venir al mundo en otras inoportunas ocasiones: en medio de bombardeos, de ofensivas a sangre y fuego, cercados por el hedor de los cadáveres y el dolor. Pero como una flor entre zarzas, imparable y desbordante de belleza. Un canto que se elevaba por encima del llanto y del fragor del odio entre los seres humanos. Tantas veces contemplado por estos ojos de veterano de guerra para impresionarme hasta el último rincón de mi espíritu. Si no había tomado partido, ya lo había hecho. Este cínico, que así me consideraba hasta entonces, con las ideas muy claras pero fríamente distante por considerarse al margen de casi todo, decidió que más vale una muerte de héroe defendiendo la Verdad que una miserable vida de esclavo saludando la mentira.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El teniente dio dos golpecitos en la puerta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Con permiso, mi capitán, me ha hecho llamar...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, Herrarte, pasa, no hace falta que te cuadres, siéntate... ¿Quieres tomar algo?, tengo cerveza, Rioja, incluso me he agenciado una botella de Chivas, no hay mejor suministro que el que te facilitan los buenos amigos...</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, mi capitán, gracias, pero no tomaré nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Bueno, no pensaba cobrarte, pero me saldrá barata la ronda. Esta época es propicia para dejar de ser abstemio, pero no aspiro a modificar tus rarezas... Mira, no voy a andarme por la ramas y entraré en el asunto. ¿Qué pasó hace dos noches?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que estuve de guardia, mi capitán.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y qué ocurrió en esa guardia?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que transcurrió sin novedad, salvo el accidente de coche, mi capitán.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El capitán se llevó la mano a la boca mientras torcía el gesto. Se bebió de un trago lo que contenía el vaso y cogió nuevamente la botella de Chivas para servirse otro poco. Suspiró y clavó la mirada en el teniente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Herrarte, no me vaciles ni me tomes por imbécil como Alfaro. A él le he dejado por imposible porque se ha parapetado en que no sabe nada y de ahí no le saco, entre otras cosas porque podría ser factible aunque no me lo trago. Estoy al tanto de todo. ¿Qué fue lo que sucedió?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi capitán, ignoro lo que sabe, pero si lo sabe no sé porqué lo pregunta entonces.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Maldita sea, Herrarte! Déjate de trabalenguas. No eres nada proactivo. Esa es la explicación de que sigas siendo un don nadie, un tenientecillo de tres al cuarto que alardea de su cultura y de sus condecoraciones porque no tiene nada más. Mírame a mí: más joven que tú y en poco tiempo me ascenderán porque tengo la suficiente vista como para granjearme las amistades que me convienen. He hecho un registro e increíblemente no hay rastro de nada. Por última vez, ¿qué diablos pasó?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Herrarte permaneció impertérrito ante los gritos del capitán Sáez y mantuvo su mirada altiva frente a la despectiva que le dedicaba su superior. Contando los segundos cuidadosamente, cuando llegó al vigésimo, respondió...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No comprendo su ira, mi capitán. Ha efectuado un registro exhaustivo sin avisar y no ha encontrado nada cuando, según parece, esperaba hallar algo. Por razones que desconozco, debo ser el responsable de que sus amistades le aúpen a más altas responsabilidades, a pesar de su juventud, porque no colaboro en algo que usted conoce mejor que nadie, pero que, paradójicamente, me pregunta a mi para, acto seguido, reprocharme mis conocimientos que, en opinión de usted, son mi única virtud. Me extraña sobremanera el enojo que le invade...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Esto no va a quedar así. Voy a ganar este punto con tu cooperación o sin ella, ya me da igual, pero te vas a acordar de mí por mucha elegancia y aire aristocrático que tengas. No te salvaría ni la Laureada, y no la vas a tener jamás. De momento, el próximo oficial de guardia eres tú: ya veré qué hago contigo después. Ahora, lárgate de mi vista.</div>
<div style="text-align: justify;">
- A la orden, mi capitán.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No era la primera vez que vociferaba. Un estúpido que ni siquiera había tenido su bautismo de fuego se atrevía a agraviar a soldados que las habían visto de todos los colores en "misiones de paz". Y decía que “eso” era “dirigir un grupo humano incorporando el talante de las más innovadoras técnicas de inteligencia emocional”. Un mamarracho que le disgustaba el olor a pólvora de las prácticas de tiro o la incomodidad de las maniobras. Estaba más tiempo adulando a sus “protectores” y alternando con ellos que en su despacho. Apenas cambiaba palabra alguna con la tropa que componía su compañía. Para él “delegar” era dejar que todo se lo solucionasen sus suboficiales y sus oficiales de rango inferior. Pero de superior altura moral y humana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No pasé por alto la amenaza de Sáez. La intuición de veterano me susurraba que esa madrugada vendría un “convoy” a llevarse más “potenciales afectados”. Así que, con máximo sigilo y confiando sólo en los que conocía, preparamos todo para ese momento. Munición, víveres, vehículos, equipo, armamento, quiénes me acompañarían y quiénes no, porque eran afectos al capitán, (entre ellos el chivato, que tenía localizado), o porque teniendo familia no pretendía comprometerles, como Alfaro. Estudié mapas, rutas, no dejé nada al azar. Seguramente que no saldríamos de esta, pero no iba a regalar nuestra piel. Si Occidente se dejaba sacrificar mansamente por un oscuro grupo de desalmados, un puñado de soldados caerían con las botas puestas en defensa de todo lo que habían conocido, construido y amado sus padres. La sangre de los mártires es semilla de creyentes...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A las seis y cuarto de la mañana, poco después del último relevo de los puestos de guardia, el centinela avisó al sargento Ulloa de que unos vehículos se acercaban por la carretera. La luna resplandecía aún en su mortaja tejida de nubes y el frío era seco e inmisericorde. El suboficial llegó acompañado del teniente Herrarte. Contaron: un todoterreno de mando, un autocar civil, de una empresa privada, y un camión, quizás un Pegaso, transportando un pelotón, sin duda, de la policía militar, como en otras ocasiones. El oficial hizo un gesto para que todos estuviesen pendientes y en su puesto. Al llegar a la desviación que se dirigía hacia la entrada, giraron y el convoy aminoró la marcha esquivando los obstáculos puestos al efecto para proteger la barrera de acceso. Se detuvieron y del coche de mando se apeó un policía militar, que abrió la puerta de la que se bajó un hombre de unos cincuenta y pocos años con la divisa de coronel de la Sanidad Militar. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El conductor siguió al volante. Al tiempo, del camión, bajaron una decena de policías militares que fueron formando a su lado. Sorprendido por ver al oficial que se cuadraba y le saludaba, el coronel dijo...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Parece que nos aguardaba, o tenía insomnio. Mejor: así no tendremos que perder tiempo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- A la orden de usía, mi coronel, ¿en que podemos ayudarle?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Tome este documento. Figuran las personas cuyos análisis han dado positivo por oncovirus, y aunque no presenten síntomas, hemos de trasladarles inmediatamente. Sírvase traerlos sin ningún equipaje y que se monten en el autobús.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mi coronel, aquí ponen que se dirigen al Hospital Clínico de San Carlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Lee muy requetebién.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sargento, tome la nota, dé las órdenes precisas y vuelva.</div>
<div style="text-align: justify;">
- A la orden, mi teniente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El coronel no prestó atención a la mirada que se intercambiaron los mandos de la guardia y sonreía tontamente por la ironía que le había escupido al oficial. Después de un par de minutos, regresó el sargento, se cuadró ante el teniente y, como quien arroja una piedra a un cristal...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hemos comunicado por radio con el retén del hospital y no esperan a nadie. Siguen saturados y el edificio entero está bajo dirección médica civil. No aguardan ningún ingreso de ninguna “clase”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa era la palabra clave. El teniente desenfundó su pistola y la puso sobre la cabeza del coronel. Varias escuadras de soldados salieron de la nada y rodearon al convoy, desarmando a todos los efectivos de la policía militar que quedaron completamente desconcertados y neutralizados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Bien, ahora que ya ha reconocido que leo muy bien, veamos que sabe usía: ¿Cómo se llama el hueso del cráneo sobre el que apoyo el cañón de mi pistola?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Se ha vuelto loco? Le formarán consejo de guerra.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Soy yo el que pregunta: ¿lo sabe o no?... porque puede que sea coronel pero no médico, y puede que sea médico, pero no coronel. Las dos cosas, no. Incluso puede que ninguna de ellas. Así que estoy averiguándolo, lo malo es que no tengo mucho tiempo. Puedo dejarle vivo, si es locuaz y conciso; o muerto si le gusta el silencio: a mi me da igual, “usía” decide...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La sorpresa dejó paso al pánico del coronel.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No sé nada, se lo juro. No soy coronel, ni médico. Trabajo para una institución que estudia la “fiebre tumoral”, no soy el único de los que va “captando potenciales afectados”. Me dan un papel, lo llevo con este disfraz, recojo a los seleccionados y los llevo a donde me dicen, con esta escolta militar, nada más.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Vamos bien. ¿Dónde está esa “institución”?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Al nordeste de Madrid capital, cerca de Daganzo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué nombre tiene?</div>
<div style="text-align: justify;">
- C.C.S.P. Centro de Control de la Salud Pública.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Quiénes lo dirigen?, ¿Civiles o militares?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No sé quién lo manda, depende de un organismo supranacional, pero no sé exactamente cual, ni de quien depende. Está protegido por gente uniformada pero no son militares, ni la Guardia civil, ni la policía tampoco. No se puede hacer una idea del poder que tienen. Acabarán con todos ustedes. No tienen la menor posibilidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso lo veremos, antes les crearemos bastantes problemas... ¿Qué hacen con la gente “captada”?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo sé, pero nada bueno. Les llevamos, pero nunca he visto salir a ninguno. Todos los días entran nuevos.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Lo ha grabado todo, Antúnez?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, mi teniente, nítido, alto y claro.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues ya sabes lo que tienes que hacer, desde el ordenador del capitán, no tiene restricciones. Cuando termines coge el portátil y todo lo que pueda servirnos, y rapidito, nos tenemos que ir.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La cabo Antúnez envió las imágenes a una persona que estaba en disposición de darles la mayor publicidad. Los soldados amordazaron a los policías militares y los encerraron. Al mismo tiempo, abrieron todas las puertas y comenzaron a salir los recluidos. Se les indicó que se ocultasen hasta que terminase el toque de queda, que se dispersaran, que fueran cautos con los desconocidos y que no regresasen a sus domicilios. Puede que no burlasen la enfermedad, o que cayesen en manos de aquellos que estaban llevando a cabo ese abominable exterminio, pero ahora la Providencia les brindaba una oportunidad. Aunque sólo fuera para morir, siempre sería mejor morir como personas libres que como ganado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El sargento se cuadró ante el teniente Herrarte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Todo está preparado, mi capitán</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El oficial miraba con ansiedad el reloj, pero volvió la cabeza al escuchar el saludo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- “Teniente”, sargento. Aún no soy capitán y ya no lo seré nunca.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso no es cierto, mi capitán. En lo sucesivo, todos los que estamos en esto le saludaremos como nuestro “capitán” y compartiremos su suerte y responsabilidades en estos hechos, por mucho que se las haya “apropiado”. Es un honor estar a sus órdenes.</div>
<div style="text-align: justify;">
- El honor es mío por tenerles a ustedes a mi lado. Sáez y el “usía” están listos, ¿no?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, mi capitán. Sáez ha puesto el grito en el cielo cuando le dijimos que se venía y al “usía” le hemos cambiado de ropa, no se ha resistido cuando le hemos informado de que se venía con nosotros. Los dos van inmovilizados y con aislamiento sensorial, como ordenó. ¿Qué haremos con ellos?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Compartirán nuestra suerte. Sáez porque es más peligroso por sus “poderosos” amigos que por sus cualidades, y además me gusta tener cerca al enemigo para controlar lo que hace. El “usía” es un desgraciado al que matarán en cuanto le tengan a mano, así que le estamos salvando la vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En ese momento, salía el coche de mando de la policía militar conducido por el cura. Al llegar a la altura de los militares, se detuvo sin parar el motor y bajó la ventanilla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Disculpe la tardanza, teniente, entre que el uniforme de coronel médico que me ha dejado es de una talla más pequeña que la mía y que no conducía un todoterreno desde que hice la mili, pues que no hemos podido salir antes. Espero no haberles entorpecido.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, padre, no se preocupe, nos vamos ya también. La chica y el bebé que estén siempre escondidos. Calculo que disponen de unos 45 minutos hasta que empiecen a buscar este vehículo. No excedan ese tiempo y vayan por carreteras secundarias. Al llegar a esta dirección diga que va de mi parte, le facilitarán ropa, alimentos, otro coche y un destino seguro al que dirigirse. No usen tarjetas bancarias, teléfonos móviles ni accedan a sus cuentas de e-mail. Cuiden sus espaldas. No se fíen de nadie.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Le entregó una tarjeta y una pistola. El clérigo rehusó el arma.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Cójala, padre. No la use si no quiere, pero esta mujer tiene una hija que proteger. A menudo es preciso echar una mano a la vida para que no la dañen los que la persiguen. Si conoce su funcionamiento, enséñeselo a ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
- De acuerdo, lo haré, pero esto es para ella. Nunca podré agradecerle lo que está haciendo. Rezaré por ustedes.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Nos hará falta. - Se volvió a la joven – Que tenga mucha suerte. Hasta ahora ha estado viviendo un milagro, ojalá continúe.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La miró fijamente, escrutándola. Estaba débil pero con mejor aspecto, pudo comprobar que era de una belleza espectacular y volvió a ver el sol asomando a sus labios.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Sabe una cosa? Si pudiera, la invitaría a cenar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La muchacha río suavemente y contestó: “no olvides hacerlo cuando puedas”. Con un gesto, Herrarte indicó al cura que iniciase la marcha. Eludió los obstáculos del control de acceso y se alejó. A oriente se veía despuntar el alba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Fuera de aquí o nos freirán... ¡vámonos!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El convoy salió a toda prisa. Levantando un densa polvareda. El oficial sabía donde dirigirse, a una sierra que conocía a la perfección por los inacabables veranos de su adolescencia, en los que tejía sueños acerca de un mundo mejor, los mismos sueños que le llevaron a incorporarse al Ejército. Ahora pretendía dar testimonio de ellos, aunque era consciente de que sus posibilidades eran muy limitadas. Un puñado de soldados retaba con su rebeldía a un perverso sistema, instalado en los centros del Poder, que opinaba que había gente de sobra en el mundo y que su eliminación era prioritaria. Arrollar para no ser arrollado. Para no arrodillarse.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hace diez días que nos pusimos en rebeldía. Logramos llegar a nuestra improvisada base sin novedad. Todo ha ido según lo previsto, mejor incluso porque el enemigo no esperaba algo así. Sáez había hecho unas llamadas y sus amigos, o seguramente los amigos de estos, adelantaron una nueva “visita”. Todo su interés estaba puesto en hacerse con el bebé y su madre para mostrar su celo hacia la “misión”. Tampoco yo confiaba en conseguir la repercusión que todo esto ha tenido. Ahora estamos en una auténtica insurrección popular en todo Occidente, ya que los “campos de cuarentena” no sólo existen en España, sino que están repartidos por numerosos países, y por doquier llegan noticias de revueltas y motines, y sobre todo, de destacamentos militares que se niegan a ser cómplices de toda esta infamia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La enfermedad. No me cabe ninguna duda de que el oncovirus es un engendro de diseño. Algún laboratorio, algún grupo de científicos, recibió el encargo de “fabricarlo” para sacudirse unas cuantas decenas de millones de desgraciados. Aprovechando el revuelo y la suspensión de las libertades individuales, los que no se contagiasen o no desarrollasen el mal serían “suprimidos” por otras vías, que aún ignoro. También reconozco que no tengo la menor idea de porqué muchos somos inmunes a la infección, supongo que será por predisposición genética. Como desconozco el criterio que siguen para “seleccionar” a los que no desarrollamos la enfermedad. Puede que no tengan ninguno, pero intuyo que las embarazadas, y por extensión las mujeres en edad fértil, son dos de sus objetivos. Cuando la Humanidad llega a un aparente callejón sin salida, como se infiere del análisis histórico, es un siniestro hábito que gran parte de su población haya de ser exterminada. Antes se llevaba a cabo por medio de guerras y persecuciones, bombardeos masivos e injustificados sobre población civil y con los gulags. Hoy es todo más “democrático” y secreto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De momento contamos con la simpatía de los pueblos del área sobre la que nos hemos desplegado, se han incorporado algunos guardias civiles a nuestra partida y ese apoyo es fundamental para nosotros. Ninguna guerrilla puede sobrevivir si no tiene el amor de su pueblo. Somos afortunados por disfrutar de ello. Sin embargo, no se me escapa que vendrán por nosotros. Tarde o temprano nos golpearán con todo su odio por haberles puesto en evidencia de la manera más sencilla, mientras ellos están completamente a salvo y enriqueciéndose a costa del sufrimiento y la muerte de sus semejantes. Mas toda su riqueza, centenares de miles de millones en tecnología, en comprar voluntades y silencios, en agencias de inteligencia paralelas o directamente al margen de las administraciones gubernamentales, no han servido de nada para evitar que un par de secciones de la vieja y sufrida Infantería española tirasen de la manta y dejasen la punta del iceberg al descubierto. Porque lo más terrible todavía no ha salido a la luz por mucho que pueda deducirse. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hay tinieblas que son impenetrables... hasta para la “fiel Infantería”, porque esa parte del trabajo corresponde al Hombre... “Arrollar o ser arrollado. Libre albedrío en estado puro.” </div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwsnTVaPjkJjfi4D_jQRx6sw6vBqoW_3dhQsySvSRfOQjIr4n0EJ4BJP8CZpcAlBd4LAH_lvLVCXUJTjBTK5Z1xj1ArouARXq8S7MlXh7YM6F5C8Kfdei0vuzKf_GYz-8BzRogw1TmqER8/s1600/visit3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwsnTVaPjkJjfi4D_jQRx6sw6vBqoW_3dhQsySvSRfOQjIr4n0EJ4BJP8CZpcAlBd4LAH_lvLVCXUJTjBTK5Z1xj1ArouARXq8S7MlXh7YM6F5C8Kfdei0vuzKf_GYz-8BzRogw1TmqER8/s1600/visit3.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-90517627240745921912014-10-16T16:55:00.001+02:002014-10-16T17:23:12.761+02:00La Misión<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<div style="text-align: center;">
<i>Day after day, day after day,</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>we stuck, nor breath nor motion;</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>as idle as a painted ship</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>upon a painted ocean.</i></div>
<div style="text-align: center;">
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)</div>
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
<div style="text-align: right;">
<i><b>A mi gran amigo Graham, buena Eternidad,</b></i></div>
<div style="text-align: right;">
<i><b>Semper Fidelis, In Perpetuum, Ave atque Vale</b></i>.</div>
<br />
La Tierra había quedado atrás hacía mucho tiempo, apenas
se la podía distinguir como un brillante punto entre tinieblas, acaso como el
más certero símbolo de la locura que estaba viviendo el planeta. No tenía
seguridad de que regresase... Como tampoco de que volviese sino a una pesadilla
calcinada, con humeantes ruinas por doquier, con el eco de los cascos de los
jinetes del Apocalipsis golpeando todas las esquinas del sueño humano,
precipitándose al Infierno cuando ya se tocaban las estrellas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Tierra había quedado atrás
hacía mucho tiempo, apenas se la podía distinguir como un brillante punto entre
tinieblas, acaso como el más certero símbolo de la locura que estaba viviendo
el planeta. Y aún restaba la mitad del camino aproximadamente, si que es que se
completaba ese sendero a Marte, que no se veía mucho más cerca pese a hallarse
tan lejos de casa. Dicen que el horizonte siempre está a la misma distancia por
mucho que se marche en su dirección, y que por eso seduce mutando su
apariencia, para extraviar más a aquellos que se atreven a dejar atrás vida y
familia por la esperanza de un futuro mejor que, invariablemente, siempre está
distante, altivo y esquivo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Tierra había quedado atrás
hacía mucho tiempo, apenas se la podía distinguir como un brillante punto entre
tinieblas, acaso como el más certero símbolo de la locura que estaba viviendo
el planeta. La Misión fue acometida con urgencia, con premura, como si sus
dirigentes supiesen que podría tratarse de la postrera, como si lanzar una
maldita botella con un mensaje en su interior fuese el único testimonio que
sobrevivir pudiera a un gigantesco cataclismo que se llevase todo por delante.
A popa sólo se percibía un murmullo informe de imágenes y sonidos aberrantes
que le perseguían hasta rebasarle, a esa endiablada velocidad de la luz,
anegando el mudo vacío del espacio interplanetario. El dolor que no se escucha
parece menos dolor, quizás una mueca sin sentido en un viaje hacia ninguna
parte durante millones de años, para acabar engullida por un agujero negro o
por una inteligencia extraterrestre que no comprendiese nada de esa barahúnda
ensordecedora que fue la Tierra, hasta que su desacompasado y caótico barullo
cesó abruptamente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Tierra había quedado atrás
hacía mucho tiempo, apenas se la podía distinguir como un brillante punto entre
tinieblas, acaso como el más certero símbolo de la locura que estaba viviendo
el planeta. Llevaba una larga temporada sin recibir mensajes de casa. El
ordenador de a bordo explicó con su femenina e inexpresiva imagen, e
impertérrita voz, que la Tierra se hallaba en una zona de sombra. Ese
comentario hizo esbozar una asombrada y sombría sonrisa al piloto. En realidad,
la Tierra misma <i>era</i> una “zona de sombra”. Calló porque supo que su
informático interlocutor, nombrado como <i>Ann</i>, no entendería el sentido de
su frase. Las prisas por botar la Misión impidieron que se escogiese una <i>ventana
de lanzamiento</i> que posibilitase una menor distancia y duración de viaje.
Estaba en medio de la nada, solo y en silencio, a merced de un sol que a menudo
se entretenía en enviarle un vendaval y de piedras que rebotaban contra el
casco de la nave, como la botella que protege maternalmente su mensaje contra
las procelosas olas y los descarnados arrecifes de los bajíos que lo amenazan.
Como la asustada gestante que arrulla con sus latidos al bebé que crece en su
dulce y cálido seno aunque afuera se viva el horror más espantoso.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo fue fríamente calculado, a
pesar de lo apremiantes que fueron los preparativos. En principio eligieron un
piloto más veterano, combatiente en los interminables conflictos que espinaban
el planeta. Por ironías del Destino, sufrió un accidente con su vehículo que le
dejó sin candidatura. La elección recayó en un militar de menores cualidades,
un don nadie con menos horas de vuelo, menos entrenamiento, más edad y un
perfil más filosófico, lo que le granjeó no pocas reticencias, en un mundo
donde el conocimiento científico-técnico era lo que suscitaba admiración,
alguien con una formación e inquietudes <i>heterodoxas</i> era mirado con
desconfianza... Claro que el recelo debería ir en sentido opuesto porque habían
sido precisamente <i>ellos</i>, con todo ese caudal de <i>conocimiento</i>, los
que habían reducido un planeta henchido de vida a un doliente y sucio despojo.
Sabía que el comité se dividió a la hora de confiarle la Misión, unos porque
pensaban que eran demasiado sus casi cincuenta años y otros porque preferían a
algún <i>Miles Gloriosus</i> que tuviese la misma puntería para aterrizar en <i>Cydonia
Mensae</i> que para enviar infelices al otro barrio a golpes de misil.
Finalmente el director hizo valer su voto de calidad y la responsabilidad cayó
sobre él: Precisamente porque se le suponía una capacidad de reflexión que no
pondría en peligro gratuitamente la Misión y porque afrontaría con mayor serenidad
y ecuanimidad cualquier imprevisto.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo fue fríamente calculado, a
pesar de lo apremiantes que fueron los preparativos. Las raciones de alimento,
las tareas cotidianas en un horario que no está marcado por el circadiano ritmo
que sustenta la rotación terrestre, el ocio, los hábitos higiénicos, la forma física que cuidar, las demás
rutinas que compartían semejanza con lo que se hace habitualmente en un estudio
gracias a la gravedad <i>inducida</i> que permitía una calidad de vida bastante
tolerable. Hacía años que viajar en una mantequera dándose de bruces contra sus
paredes, como una mosca atrapada en un bote, pertenecía a los libros que
ilustraban las fatigas de los pioneros de las misiones “Apolo”. Si uno miraba a
través de los reducidos ojos de buey de la nave, cabía hacerse la ilusión de
que se vivía una larga madrugada de invierno, cubierto por una infinita colcha
satinada y saturada de estrellas, de toda apariencia y textura... Lo malo es
que no había línea de horizonte en esa ausencia insondable, en esa anochecida
eterna donde cada lucecita se asemejaba a un vigilante ojo sin párpado,
pendiente pero sin mayor interés en lo que acontecerle pudiera a un navío
estelar de 700 yardas de eslora rumbo a un Destino incierto.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo fue fríamente calculado, a
pesar de lo apremiantes que fueron los preparativos, la “ESS Caronte” fue robotizada hasta el menor
detalle, el módulo “Eden” se separaría para <i>amartizar</i> llegado el momento
mientras que la unidad nodriza permanecería orbitando. Le resultaba irónico que
un ingenio multimillonario se ensamblase en la órbita de la Tierra para acabar,
probablemente, dando vueltas en soledad sobre un planeta solitario con el
insepulto cadáver de su comandante, abandonado a su suerte, engullido de cuando
en cuando por las tormentas marcianas a modo de improvisado sepulturero. Para
evitar que la ansiedad se apoderase del solitario navegante, Ann tenía
instrucciones de ir comunicando a su <i>teórico</i> capitán de lo que había que
hacer cuando era preciso acometerlo, no antes. Y el piloto sabía, con una
punzada que pretendía ignorar, que su vida no era prioritaria frente al
cumplimiento de esa secreta misión, por lo que a menudo se planteaba si su
concurso era más una molestia necesaria que una dirección efectiva. Ni siquiera
conocía el contenido de los pañoles de proa, sellados a cal y canto, como si el
mando de la Misión en la Tierra dudase de su propia disciplina si esa
información llegaba a obrar en su poder. Poder. El maldito <i>poder</i> de
siempre. Era fundamental alcanzar Marte. Lo que allí aguardase únicamente Dios
lo sabía. Ann no contaba: No poseía un corazón que desbocar si iniciaba su
secuencia de tiempo para autodestruirse... Para esa cosa existir o no era un
simple cálculo de probabilidades. Una extraña variación en una secuencia
binaria... Un <i>accidente</i> de la Lógica.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo fue fríamente calculado, a
pesar de lo apremiantes que fueron los preparativos, sin embargo, le resultaba
gracioso que las sugerencias de Ann hubiese que cumplirlas imperativamente por
el éxito innegociable de la Misión, mientras que sus pareceres fueran rebatidos
sistemáticamente. Su libertad empezaría en el momento en que el sistema le
pasase el control de “Eden” para descender hasta la superficie marciana, con
las coordenadas y el objetivo que sólo entonces le sería dado conocer. Así que
pronto se percató que era más fructífero hablar con una caja de herramientas
que con Ann, se limitaba a ir cerrando las <i>sugerencias</i> de trabajo
pendientes. Verdaderamente, la persona que redactó los manuales de
procedimiento de la Misión debía de haber sido un político frustrado por la
reiteración de eufemismos que contenían. La misma palabrería insulsa e
insípida, que toma a sus lectores u oyentes por estúpidos... Era destacable el
capítulo dedicado a un eventual contacto con “otras inteligencias distintas de
las propias de la Tierra”, cuando él mismo no era capaz de afirmar, tan
siquiera empíricamente, que hubiese alguna sobre la faz de la Tierra, cuya duda
estaba flotando sobre el texto al manifestar que “la tolerancia pacífica y
proactiva hacia otros seres debe ser la máxima prioridad al culminar un
encuentro con entidades conscientes no humanas”... Es decir, que si albergaban
malas intenciones tendría que dejar que le desintegrasen <i>pacíficamente</i>,
nada de cautelas <i>intolerantes</i>, al contrario, alardeando de <i>tolerancia</i> porque sobrevivir
no estaba bien visto últimamente entre esas <i>inteligencias</i> que habían
condenado, no sólo a su propio género humano, sino incluso al planeta que había
visto nacer esa <i>diosa</i> Razón que lo había endemoniado todo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Fue durante una partida de
ajedrez con Ann, una de esas <i>locas juergas</i> que le estaba permitido
tomarse al término de una jornada particularmente plúmbea y anodina revisando
unos circuitos que daban una falsa <i>malfunción</i>. Sentado frente a un
tablero con apariencia fantasmagórica por ser holográfico, Ann le iba ganando,
como invariablemente ocurría, resultaba implacable cuando comenzaba a
desarbolar el bosque de peones del adversario para ir aniquilando luego las
piezas más importantes. Todo con una exactitud milimétrica, sin prisa pero sin
pausa. Así que se sorprendió cuando se topó con que podía capturar la reina con
uno de sus caballos. Le encantaba atisbar la posibilidad de propinar un revés a
su <i>desalmada</i> contrincante y no reparó en más: Echó mano a la cabeza del
caballo...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Yo no lo haría, Graham. Es
caballo por reina pero en las dos próximas jugadas perderás la tuya y la torre
que te queda... Jaque mate...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El piloto se puso en pie de un
brinco y miró hacia donde procedían las palabras... Era una mujer, entre 35 y
40 años, con aire juvenil, un poco más baja que él, con media melena oscura,
ojos claros, nariz y labios bien definidos sin ser prominentes, ligeramente
maquillada, delgada sin excederse... Una buena figura, portando el mismo
uniforme de la Misión que él... En pie, junto a una de las escotillas que daba
paso al resto de los módulos que componían “Caronte”, apoyando su hombro
derecho contra la jamba de la puerta, como si acabase de entrar por ahí... Pero
sin que nadie accionase su resorte de apertura, que no estaba operativo si Ann no
lo consentía. En realidad se respiraba en “Caronte” porque Ann lo permitía.
Literalmente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Quizás deberías llevar tu alfil
a <i>g5</i> para romper su estrategia, – añadió con insultante naturalidad - y
meter a tu rival en apuros. Abrirás un corredor y le roerás las tripas...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El piloto la miraba con estupor.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- ¿Quién eres y de dónde has
salido? Esta dependencia se halla sellada...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Soy Eva. – Respondió como si lo
evidente fuera la estupidez de su inquisidor. – Parece mentira que finjas no
conocerme. ¿Te han alterado los meses de soledad?... – Preguntó dulcemente. –
Pues no temas: Ya no estarás solo.</div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Graham se
dirigió a Ann...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Ann,
chequea quienes estamos en “Caronte”...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- El
plural no es procedente... – Replicó pausada al instante. - En la “ESS Caronte”
no hay nadie más que su tripulante. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Entonces, ¿con quién demonios estoy hablando?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Conmigo, - afirmó Ann – pero yo sólo soy una unidad informática. No <i>tengo</i>
existencia. <i>Técnicamente</i> está solo. Coronel, por mucho que le pese,
usted sabía que esto sería así.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Eva se
rió suavemente...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- ¡No! –
Negó el piloto con creciente desasosiego, encolerizado por la risa de Eva, sin
admitir que le agradaba escucharla... – Aquí hay una señorita que dice llamarse
Eva, ¡diantre! ¿No la oyes? ¿No escuchas cómo estoy hablando con ella?... ¿Qué
se me está ocultando de la Misión?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Coronel... – Ann intentó reconvenir, había sido programada para eventuales
situaciones <i>anómalas</i>. – No detecto ninguna comunicación entre usted y
otra persona porque no hay ninguna “Eva”, como la llama... Aquí no hay nadie
más que usted, acaso sufriendo algún tipo de alucinación. Tranquilícese, no lo
haré constar en el cuaderno de bitácora. Sugiero que se serene y se retire a
descansar, guardaré la partida para retomarla en otro momento más adecuado. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
No toleró
la suficiencia de ese bloque de circuitos que ni siquiera parlotearía si una
persona no lo hubiera concebido así...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<span lang="EN-GB">- ¡G5, Ann!... ¡Alfil a g5!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
El alfil
se movió disciplinadamente por el tablero virtual y ocupó su casilla. Ann tardó
unas décimas de segundo más de lo que era habitual en replicar ese
movimiento...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Ya la
tienes, Graham. Destrózala sin piedad. Caballo por torre <i>h8.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
El
coronel repitió la orden. Comprendió la jugada. Fue aniquilando una a una todas
las piezas de su oponente mientras Eva saludaba los movimientos con
indisimulado entusiasmo, casi sádico, hasta el jaque mate final.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Felicidades, coronel... – Graham notó un imperceptible matiz de fastidio en la
inmutable voz de Ann. - Ha ganado esta
partida. Ya ve que nada es imposible...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Deberías desconectar a esta lata parlante, Graham... – Sentenció Eva entre
dientes, despectivamente. – Es repulsivo que te metan aquí para mandarte al
quinto infierno, solo, con este remedo de... Cosa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
El piloto
la escrutó intentando pasar por alto lo insólito de su <i>aparición</i>. No la
conocía, no la había visto en su vida, pero la familiaridad de ella denotaba lo
contrario. Eva. Un nombre bonito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
Gracias, Ann, ya te concederé revancha, ahora déjame intimidad. – Era la orden
para que el ordenador, <i>supuestamente</i>, no le molestase salvo emergencia u
hora de labor programada. Se volvió hacia la mujer... - Bien, tú lo has dicho.
Estaba solo... Hasta ahora. Hablemos. ¿Cómo has llegado hasta “Caronte”?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- No lo
sé... – Se encogió de hombros. – En realidad me has llamado tú, Graham. Pero...
¿Importa eso? Formo parte de ti... – Comentó con ternura. - ¿Por qué tanto
recelo hacia mí si soy <i>tuya</i>? Recuerda que te he ayudado a ganar a <i>doña
Cables</i>, - añadió jocosamente – no seas desagradecido ni preguntón... Lo
único que importa es que estamos juntos...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Es un
disparate. – Manifestó el tripulante con desaliento. - Ann lleva razón... ¡Por
los clavos de Cristo!... Debo estar alucinando...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
-
¡Maldita sea! – Golpeó la mesa y protestó enfurecida mientras se agachó acercando
su rostro a escasos centímetros de la cara de Graham. - ¿Te parezco una
alucinación? ¿O un fantasma? ¡Mira a ver si encuentras un espíritu que haga
esto!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Y le <i>propinó</i>
un beso profundo, largo, apasionado, que le dejó sin respiración, el suave aroma
de su piel cálida... un beso que contenía todos los luminosos y multicolores
atardeceres de primavera que había contemplado en la Tierra, un beso de sal,
llanto y agua, como si su boca fuera una inmensa playa de blanca arena y la
lengua de ella una juguetona e impetuosa ola que se solazase acariciándola, con
su perezoso caminar, en el final de un viaje de miles, de millones de millas...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Había
querido juntar sus fuerzas, toda la disciplina que aprendió y ejerció en los
largos años de servicio a su patria. Fue inútil, no hizo el menor amago de
resistirse, como si eso mismo que Eva acababa de hacer era lo que había añorado
desde que terminó la cuenta atrás que le catapultó hacia esa nada, hacia ese
absurdo limbo que todos denominaban “Misión” y que solamente Dios sabía si
terminaría bien. Una lágrima se escapó de su ojo izquierdo y se dejó caer
rodando por la mejilla hasta mojar el emblema de la Misión que lucía en su
pechera.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- ¿Por
qué no reconoces que me has echado de menos? – Interrogó Eva. - ¿Por qué no
dejas de plantearte bobadas y simplemente aceptas que estoy junto a ti? ¿Acaso
no es lo que deseas?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Porque
no tiene sentido. Es una locura. Es demencial que seas real, tangible, que
estés en esta nave... Salida de la nada, por arte de birlibirloque...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- ¿Y qué?
¿No es cada ser humano alguien que también sale de la <i>nada</i> más absoluta?
¿De donde viene la gente que nace? Generaciones y generaciones sin estar, nacen
y son, para luego volver a no ser entre los que dicen “estar”... La Vida no es
más que el episodio de un viaje más largo... como este.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- No
puedo aceptar lo que no entiendo, Eva. Y no comprendo que estés aquí cuando
únicamente partí yo a bordo de la “Caronte” desde la órbita exterior terrestre.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Hay
muchas cosas que ignoras de esta Misión, Graham. Harías bien en desconfiar de
eso, de <i>doña Cables</i>, de tus superiores y no de mí que soy la que te ama
en toda esta mascarada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Y...
¿Qué sabes tú que yo desconozca? – Planteó con tono inquieto, como si tanto
secretismo, tanta oscuridad, empezase a cobrar una forma amenazante. - ¿Qué pasa
en todo este asunto?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
La mente
del coronel estaba trabajando de manera febril con todo los datos que podía
recordar. Había antecedentes... En situaciones de largo aislamiento y en
entornos hostiles, se habían descrito casos de “materializaciones” de
individuos. Estaban perfectamente documentados, se cursaron sus evidencias e
informes y fueron silenciados por las agencias de Inteligencia para impedir que
llegasen a oídos de la opinión pública. “Seguridad nacional”, decían... Es el
pretexto que entierra todo, que sepulta verdades con montañas de mentiras para
que los pueblos que viven libres, dicen, sigan residiendo en la más absoluta
inopia votando cada poco tiempo a los embusteros que les roban y manipulan. Esa
es la más cierta definición de la Democracia moderna que se le había
presentado...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Sí.
Recordó como la “USS White Swordfish”, una expedición que el gobierno de los
Estados Unidos fletó para explorar la Antártida tras la guerra contra España,
en 1899. Los tripulantes se mataron entre ellos y el buque quedó a la deriva...
Hasta que encalló en Signy Island, una isla de las Orcadas del sur, al norte
del Mar de Weddell, donde años después quedaría atrapado el "Endurance<i>"</i> de
Shackleton. En el Cuaderno de Bitácora quedó escrito que días antes de los
hechos que ocasionaron la reyerta entre los marineros, aparecieron en el barco
dos mujeres. Los más supersticiosos propusieron arrojarlas al mar por ser cosa
del Diablo, el capitán se negó y les dio refugio... Tantas semanas de soledad,
de abstinencia forzosa dispensó a las <i>aparecidas</i> unas atenciones que
terminaron causando disputas y discusiones. El resultado: La dotación muerta,
las <i>aparecidas</i> desaparecidas sin más rastro que su mención en dicho
registro y el barco a la deriva, como una reedición del “holandés errante”...
Sin ningún Ramhout van Dam que dar explicación pudiera de lo sucedido.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
También
le vinieron a la memoria leyendas que rodearon algunas expediciones de los
españoles en América, como la de Ponce de León o Lope de Aguirre... O las que
tuvieron como escenario el Oceáno Pacífico, en este caso de Ruy López de
Villalobos o Martín de Goiti. Lamentó no haber prestado más atención a su
contenido, como si esas historias fuesen vitales para lograr el esclarecimiento
de lo que no tenía ninguna explicación. O por lo menos para consolarse sabiendo
que es algo, otro enigma más, que rodea al ser humano para sorprenderlo de
cuando en cuando como una amante bromista.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
Se acordó
de la misión “ESS Mars One” que se preparó unos años antes que la “ESS Caronte”
y desapareció sin dejar rastro cuando le faltaban escasas miles de millas para
alcanzar la órbita de desenganche e iniciar el descenso. La versión oficial,
como las versiones oficiales usuales, no se sostenía, argumentaron que la nave
había sufrido un brutal impacto contra otro cuerpo celeste (presuntamente un
meteorito) y que había quedado reducida a cenizas. Pero otras fuentes
murmuraron una versión distinta, en la que una maniobra incorrecta, efectuada
por una <i>persona</i> que no era de la tripulación ni había embarcado en la
Tierra, condenó la nave por falta de pericia. ¿Qué había pasado con los
miembros de la dotación? Simplemente que no <i>estaban disponibles</i> para
gobernar nave alguna y que tuvo que ser <i>alguien</i>, un <i>tulpa</i> acaso,
un fantasma que no ha vivido, el que intentó esquivar sin éxito al bólido que
destruyó la misión. Pero claro, todo eso eran puras especulaciones <i>conspiranoicas</i>,
que nunca hay que creer porque los personajes que ostentan el Poder siempre son
honestos, transparentes y veraces frente a los contribuyentes que pagan sus
sueldos. Muy elevados sueldos, tanto como para que la mentira forme parte de su
ADN...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Lo que
importa es que ahora estamos juntos, por difícil que sea el cometido de la
Misión... Seguiremos estando juntos, pase lo que pase. Ahora bien, si prefieres
que me vaya, me iré... - Espetó Eva, sacándole de sus pensamientos, mientras le
dio la espalda. - Veo que no te gusta que esté aquí contigo... <o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- ¡No! -
El coronel volvió a sorprenderse retando a la lógica de la Misión – No te
vayas. La verdad es que no sé quien eres, aunque pareces conocerme muy bien, ni
entiendo tu naturaleza, ni imagino del limbo del que procedes... Solamente sé
que eres tangible, de carne y hueso y que estás conmigo... Y que no deseo que te
marches. ¿Qué deseas tú?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
- Yo... -
Se giró y se sentó con gracia sobre una de las rodillas de Graham mientras
esbozaba una sonrisa de oreja a oreja, feliz, capaz de oscurecer de envidia la
petulante e inmisericorde superficie del Astro Rey... - Sí, por supuesto que
quiero quedarme junto a ti. <i>Nací</i> para eso, ¿sabes?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
La “ESS
Caronte” mantuvo su ruta, establecida desde una Tierra que había callado por
motivos que el coronel preferiría ignorar. Pero ya no le preocupaba... Todo lo que
importaba del Universo entero se había hecho realidad de forma inesperada.
Sucede a menudo que el Señor nos hace regalos que no merecemos. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoList" style="text-align: justify;">
A proa
esperaba un nuevo mundo...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoList">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiboC0aOqoT0Iur9QlVPDm972RaR-JaGpEgIy0MOcIbS9_Bifp7y-8k0PffiJ52x7ry6UJMa-x9O4mDjU_zDuoB_LPdqnnoqFn1uD68ijKZu4NSmJjwIAC0jFTFQl696MhMGZ9VqjhB6-Ob/s1600/9KiqN6N.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiboC0aOqoT0Iur9QlVPDm972RaR-JaGpEgIy0MOcIbS9_Bifp7y-8k0PffiJ52x7ry6UJMa-x9O4mDjU_zDuoB_LPdqnnoqFn1uD68ijKZu4NSmJjwIAC0jFTFQl696MhMGZ9VqjhB6-Ob/s1600/9KiqN6N.jpg" height="285" width="400" /></a></div>
<div class="MsoList" style="text-align: center;">
<!--[if !supportEmptyParas]--> </div>
<div class="MsoList">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-67908442248884675712014-09-28T19:07:00.004+02:002014-09-28T19:34:31.632+02:00La pesadilla<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Para dar la razón a los que últimamente me dicen que estoy muy musical, recordaré a un grupo de rock sinfónico denominado “King Crimson”. Compusieron una canción cuyo nombre era premonitorio, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=Bk0IeCd3IGc" target="_blank">“21st Century Schizoid Man”</a> (“Hombre esquizofrénico del siglo XXI”). Su última estrofa dice “<i>Death seed blind man's greed / Poets' starving children bleed / Nothing he's got he really needs / Twenty first century schizoid man</i>” (1). Lo dejo en inglés para no alterar su verdadero sentido y ritmo. Habla de símbolos, ¿o quizás no? En esas estamos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. No tenía sentido aparente. Las pesadillas tienen esa licencia. La realidad, envidiosa ella, también se comporta así. La gente vive y no sabe porqué vive; y cuando muere lo hace sin tener conciencia de haber vivido, menos todavía de porqué muere. Maldita madrugada que deja la puerta abierta a todos los demonios del Infierno. Mas los peores son los que nos rondan…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Uno se acuesta para descansar, no para desasosegarse. Deberían prohibir las pesadillas, al menos en noches anteriores a jornadas laborales. No sé el motivo que impide a nuestros “insignes líderes” legislar en ese sentido. <i>Ellos</i> lo saben todo, poseedores de esa secreta omnisciencia, propia de los que pertenecen a selectos y discretos <i>clubes,</i> que hacen palidecer de temor a todos los mortales que caminamos sobre la vieja Tierra. ¿Quién necesita a la Libertad cuando <i>ellos </i>están en el puente de mando y saben lo que se necesita?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Lo más inquietante de ellas es su parecido con la realidad. Una pesadilla que se precie ha de pasar por cierta, no por una ficción de nuestro inconsciente, y debe ser terrorífica para dejarnos maltrechos y removidos el resto del día. Recuerdo pesadillas que tuve hace años, son las que encabezan esa dudosamente honorífica relación del horror onírico. Algunas tienen el mal hábito de repetirse, como plato mal condimentado. Y desfilan por nuestro cerebro, noche tras noche, seres queridos que han muerto, discusiones, luces mortecinas, tumbas que se abren bajo nuestros pies para reclamarnos nuestros pecados, sombras, ausencias, carreras sin avance y demás miedos en fantástico aquelarre. Aquelarre creado por nosotros mismos para mortificarnos por algo que no hicimos o que hicimos mal…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Soñé que estaba en un andén desierto. Soñé que esperaba un tren que nunca llegaría. Soñé que la iluminación apenas podía descorrer el tupido manto de la oscuridad, una oscuridad que parecía devorar todo a su alrededor, una oscuridad capaz de asesinar hasta la tenue luz de la Esperanza. Soñé que todo se hallaba en silencio clamoroso y que hasta mis pensamientos levantaban un nervioso e irritado rumor en torno a mí. Soñé que el viento que soplaba parecía animar las figuras de los carteles mal pegados sobre la pared, sus sonrisas se me antojaban amenazantes, como las miradas cargadas de maldad. Alguien viene andando…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo. Los pasos forman un eco que se multiplica por mil. Al principio es una pequeña figura a contraluz, desaparece cuando atraviesa alguna zona en tinieblas para volver a aparecer caprichosamente bajo la luz. No le veo la cara. Me habla…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Señor, tiene que abonar el pasaje…</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Por qué he de pagar algo que no voy a utilizar?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso es secundario. Hay que pagar porque lo ordena el Reglamento. Si pasa o no el tren es cosa del gobierno y de los que <i>saben</i>, que lo saben mejor que usted y que yo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Bien, pues me iré…</div>
<div style="text-align: justify;">
- Aún así tiene que pagar, señor, hay que pagar por todo lo que se disfruta. Disfrutar es un derecho, pero los derechos se pagan. Como todo. Y nadie da duros a tres pesetas, ¿entiende? Usted ha disfrutado de este maravilloso andén en tinieblas y tiene que pagar por ello, es lo justo, para que los que mandan puedan dedicar estos recursos que se recaudan a los menesteres que nos hacen progresar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y cuál es su labor en esa <i>maquinaria de progreso</i>?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo era un parado, señor, pero renuncié a mi libertad a cambio de un puestecito que me permite vivir. Me reconocieron ese derecho, es una maravilla la protección social que dadivósamente nos conceden los líderes, ¿sabe usted? Al fin y al cabo, la libertad no se come. Mírese, usted es de los que proclaman la libertad y está perdido en un andén, en plena madrugada, ¿de qué le sirve la libertad?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mejor estar perdido y libre que errado siendo esclavo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya. Eso es muy bonito, pero me da igual. Mire, me cae bien y le voy a contar algo. La mejor manera de quitarle todo a alguien es hacerle creer que se le ha dado todo antes, que lo ha tenido todo antes. Hará lo que sea para no “perderlo”. Venderá su alma al diablo antes que permitir eso. Inunde de dinero fácil, riegue con fondos y más fondos las expectativas de la gente durante un tiempo, ponga unos cuantos gestores “receptivos” al frente de las corporaciones financieras y de oligopolios, sin olvidarse de los políticos, mejor si están “iluminados” y, de repente, extienda el convencimiento de que hay quienes sobran porque no es sostenible tanta población en las viejas naciones y que los <i>competitivos</i> son los que han venido de fuera para pagar las pensiones, aunque en realidad muchos de ellos se dedicarán a minar el país. ¿Qué tienen que ser tolerantes con los que desean su destrucción? Lo serán hasta el punto de asesinar con intolerancia extrema a los que sean marcados como intolerantes. Endeude a esa nación hasta la arcada. Tanta deuda pública que resultará imposible resarcirla. Se quemarán las manos con tal de deshacerse de ella, de pasársela como dinamita a punto de explotar mientras otros harán su agosto. A río revuelto… ¿Comprende? Permitirán intervenciones, purgas, pedirán que los "marquen" con cualquier <i>chip</i> de identificación y control con tal de ir tirando en su triste día a día. Dejarán que los que dirigen el estado fiscalicen e infiltren hasta los gestos con la devoción de quien se aferra a un madero en medio de un océano tempestuoso. Sociedades enteras se arrodillarán ante el becerro de oro antes que perder su parte alícuota de <i>bienestar</i>, aunque este no sea más que un engaño. Renunciarán a la más íntima y profunda de sus creencias porque preferirán la injusticia a la certidumbre de su miseria sin saber que tendrán ambas porque esa es una de las consecuencias de dar la espalda a Cristo. Créame, venderán a sus hijos, se impedirá concebirlos siquiera, destruirán su futuro, mantendrán en la poltrona a los responsables de sus desdichas, se postrarán ante la gentuza que ha causado todo esto y que tiene tanto poder y dinero que podrían comprar el mundo varias veces... Se sacarán los ojos para no ver la realidad, lo que sea, “como sea” para que el espejismo no se deshaga, para que las malas noticias no les estropeen sus “derechos”. Son una monumental mentira, pero... ¿No lo intuye?... Tienen que pagar por ellos. Pagarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, y estarán tan agradecidos por las migajas de esa “protección social” tan pomposa como embustera que matarán al que ose cuestionarla. Es mentira. Pero a nadie le importa que sea así porque están amordazados. Y con mordaza no resulta tarea fácil hablar, claro que, ¿para qué hablar si nadie escucha lo que hay que decir?...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces despierto sobresaltado, con la opresiva sensación de no poder articular sonido alguno, tosiendo, con las afiladas garras de la desesperación, de la impotencia, lacerando lo más hondo de mi espíritu y maldiciendo a todos y a cada uno de los elementos que han reducido a la Cristiandad a un doliente despojo, hedonista y cobarde, que cambiaría su Redención por la limosna que pretenderían arrojarle unas <i>personas</i> que sirven mejor a su tenebroso señor que los ángeles caídos que siempre le acompañan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He tenido una pesadilla. Es lo propio de este inicio de siglo…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<u><i>Notas:</i></u></div>
<div style="text-align: justify;">
(1) <span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;">Semilla de muerte. Codicia del hombre cegado / </span><span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;">Hambruna de poetas. Niños que sangran / </span><span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;">Nada de lo que él tiene realmente lo necesita</span><span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;"> / </span><span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;">Hombre esquizofrénico del siglo veintiuno.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;"><br /></span>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUqrQsoXc-QIAMnq4vpMbqnf9JvR21osVhcDgzCyELFbmvU_qcrdm551Dp7dn7WKOJq9O-hB9K6aZOKNOf0EObaUxpqUp2TvIdwr5DgwX80C6kTwhCZMKI-dKYWiKjJzQ5URXa_I0INgaD/s1600/screen-shot-2014-01-03-at-12-07-16-am.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUqrQsoXc-QIAMnq4vpMbqnf9JvR21osVhcDgzCyELFbmvU_qcrdm551Dp7dn7WKOJq9O-hB9K6aZOKNOf0EObaUxpqUp2TvIdwr5DgwX80C6kTwhCZMKI-dKYWiKjJzQ5URXa_I0INgaD/s1600/screen-shot-2014-01-03-at-12-07-16-am.png" height="213" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 17px;"><br /></span></div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-11606720655633609932014-06-30T11:01:00.001+02:002014-09-29T12:16:43.060+02:00El duelo (Reflexiones antes de la Eternidad - VII)<div style="text-align: justify;">
Ha recibido el disparo y se desploma, aunque piensa que no le ha
alcanzado de gravedad. Le arde la cabeza y no sabe lo que está
sucediendo. ¡Qué paradoja! Ahora le sobraban todos los parabienes
y lisonjas de la Fraternidad de la que era miembro desde no hacía
mucho. Oye a Antonio (1) decir algo pero no lo comprende muy bien, es
como si estuviera a mucha distancia o hablase bajito. Todo es
confuso... Salvo escenas del pasado que vienen traídas como oscuro
presagio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Realmente no comprende la razón de que le vengan esas imágenes, como
atropellado tropel de tropa en desbandada, en fantástica barahúnda
que danza el callado acorde de una orquesta que teje su melodía al
ritmo de un corazón desacompasado... No puede evitar revivirlas,
pero de una extraña forma, con el ropaje de antiguas pesadillas, con una distancia que le asombra porque
ya no le importan tantos desvelos, tantos esfuerzos, tantas intrigas.
Contempló con sonrojo como una familia, su propia familia, era un
rosario de traiciones, engaños, desencuentros, conspiraciones... Y lo peor es
que se trataba de la familia que regía los Destinos de España.
¿Muertes...? Sí, también. Demasiadas y dolorosas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿La de él? No, no podía tratarse de eso. La bala le ha rozado
sin duda y está postrado por la impresión, en cuanto pasen unos
minutos y esté recuperado acudirá a <i>Lhardy</i> (2) para celebrar
que todo ha sido un susto, que Antonio no se atrevió a hacer
puntería en la cabeza de su primo. Quizás solamente estaba aturdido
por la emoción, por el caballeresco gesto que había mostrado, una
vez, otra más y otra, hacia su primo, ese fatuo francés que
aspiraba a suceder a su cuñada tras haber financiado una revolución
que no tuvo nada de “popular” y del que se decía que andaba
incluso detrás del mismísimo Prim, otro masón como ellos.
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No lo dude, don Enrique. Acabe con él. O él acabará con todos
nosotros. Se ha vuelto loco, ¿me oye? Nos pone en bandeja de plata
la ocasión de quitarle del medio. – Recordó esa voz, un militar de alta graduación barbado al que había visto en las tenidas, un hermano, indudablemente. – A menudo
el Gran Arquitecto actúa valiéndose de la casualidad...</div>
<div style="text-align: justify;">
- El problema es que yo no estoy acostumbrado al uso de las armas.
Acaso el florete, hace muchos años... en la Armada... Pero no es el
caso. Y al fin y al cabo es mi primo, concuñado de mi hermano... (3) Estudiamos juntos en el Liceo... Cierto que nunca nos llevamos bien,
él quiere un trono a toda costa y yo que los hombres sean iguales
como es voluntad del Gran Arquitecto. ¿Por qué habríamos de
matarnos? Tenemos enemigos comunes... Todo quedará en una
bravuconada y en un rasguño, él seguirá con sus disparatadas
ambiciones y yo continuaré escribiendo contra curas, opresores y arribistas como ese truhán que es Antoñito...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Vuestra Merced sabe, don Enrique, que no eran “accidentes”
(4) los sucesos que le sobrevenían a su real cuñada....</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No logró reconocer la voz en medio de tanta confusión. No acertó
a explicarse la razón por la que llegó hasta la política. ¿España?
Puede. ¿Ambición personal? También era posible. ¿Despecho por no
haber sido el elegido para casarse con Isabel? Sí y no. Isabel
estaba enamorada de un militar de antigua y noble familia irlandesa por mucho que se
desviase la atención hacia apellidos de inspiración catalana. Nunca
llegó a comprender lo que motivó que se escogiese a su afeminado
hermano menor. “Presiones de la Inglaterra”, le dijeron, y no
quiso darle más vueltas. También le sedujeron para ser emperador de
Méjico, y dijo que no a ese asunto. ¿Por qué echar de menos a
España en América cuando podía hacerlo aquí mismo?</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
La cuestión es que largaron el fardo a Maximiliano, ferviente católico, que estaba loco por su mujer, y ella también, enamoradísima de él. Aún se oían
las burlas en las Cortes y Cancillerías europeas que recorrió para
salvar a su esposo cuando cayó en manos del masón de Benito Juárez. Al final le fusiló. Son terribles y sangrientas las reyertas entre hermanos, no deberían de quejarse los cristianos por una crueldad que era escandalosa incluso cuando se enfrentaban entre ellos. Le costaba mucho esfuerzo rememorar como había llegado a ser un <i>Hijo
de la Viuda</i>. Acaso fuera que ellos habían llegado hasta a él... Las familias de las Monarquías europeas estaban empezando a ser infiltradas
implacablemente y ya no eran únicamente los británicos y los
franceses los que podían recibir la luz desde sus testas coronadas
(5). Las Casas Reales que resistiesen serían destronadas sin
contemplaciones. Todo es válido para que Prometeo pueda llevar la Luz a los hombres, y ya se encargarían de que el Gran Arquitecto
enterrase a los que osasen castigarle.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Sigue percibiendo bultos y sombras a su alrededor y
frases inconexas, sin sentido... “¡Ahora sabrán esos parásitos
quien soy yo!”, “Debe marcharse de España Vuestra Alteza, le
formarán Consejo de Guerra...”, “No saldré corriendo como mi
padre...” (6), “Entonces puede que Vuestra Alteza acabe como su
señor abuelo ...” (7) “Nada ni nadie me detendrá o apartará de
proclamarme rey de España...”, “le habéis matado, don Antonio,
es que no veis como le ha dejado la crisma vuestra bala...”, “sólo
de él es la culpa...”, “don Enrique cometió yerro adrede, ¿es
que no podía haberse arreglado Vuestra Alteza sin tener que
taladrarle el cráneo?”. “¿Cómo? ¿Después de haberme ofendido tan gravemente? Voy a ser rey, todos han de saber que
mi honor es intocable...” La voz de Antonio sonaba entre arrogante
y temerosa, con un matiz que hubiera pasado por alto en otra
situación, aunque continuaba sin entender el porqué de tanto
alboroto cuando se sentía bien, a excepción de ese doloroso ardor
en la mitad derecha de su cabeza, que parecía ir cediendo en su
furia. Intentaron incorporar su cabeza, le formulaban preguntas a las
que respondía pero no le oían, como si sus orejas hubieran sido
condenadas a no escucharle más, como si sus labios estuvieran
sellados por lacre, igual que se hace con una carta que alguien ya
había enviado a la Eternidad. Pero no, no podía ser, no podía
acabar así. Tenía muchos asuntos pendientes por resolver.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
No obstante, todavía conservaba claridad en sus
mudos pensamientos. Rey de España. Sí, reconoció que albergó y
abrigó en su corazón esa posibilidad, que sus correligionarios no
habían frañido, más bien al contrario, dando alas a un
enfrentamiento entre logias, tal como ya sucedió en la Revolución
de Francia, donde todos le hincaron el diente y zarandearon, como
despojo, al reino de su lejano tío, de otra rama Borbón, la de
Luis Capeto (8), el decimosexto de su nombre. Se percató con pavor,
como si una venda se le hubiese caído de los ojos, de que era un
crimen execrable lo que pretendían realizar sus hermanos y él
mismo, barrer a la Iglesia, exterminar a los católicos, todo, lo que
fuera, en nombre de una diosa Razón que amadrinaba la peor de las
locuras, que extendía su guadaña manchada con sangre de inocentes
sobre épocas, generaciones, naciones y continentes.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Aquella era una clara mañana que anunciaba la
primavera, fresca, llena de vida, con el rocío colgando de las hojas
de los árboles, como lágrimas de extáticos santos, que saludaron
su trayecto hasta el lugar convenido para el duelo, en la Dehesa de
los Carabancheles, habiendo hecho parada antes en los Exportazgos de
la Venta de Alcorcón. Había disfrutado del aroma campestre que se
había subido al coche sin permiso, como una adolescente traviesa
embromando a su amado... Sin embargo, se estaba nublando su vista
y apenas lograba distinguir bultos que se movían caóticamente, como
demonios ciegos peleándose en las tinieblas que le tenían atrapado,
como un negro monstruo hace con su indefensa víctima.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
No, quiso darle la espalda a ello. Se obstinaba en
negarlo, el disparo ni le rozó casi, Antonio tenía muy buena
puntería y no lo habría hecho de otro modo. Primera sangre, el
honor intacto y cada mochuelo a su olivo, era sábado y en la tenida
de la noche se reiría de todo lo acaecido mientras su primo Antonio
podía seguir alardeando de sus <i>ires</i> y <i>venires</i> por el
bien de España, que él la amaba más que nadie y nadie mejor que él
para remediar sus males, patatín y patatán, que la Dinastia no
había levantado cabeza desde la muerte de Carlos III con los idiotas
que le sucedieron y que tenía que ser una rama secundaria de la
Familia la que salvase los muebles y el país, que se descosía por
todos lados... Por culpa de la poca cabeza que habían mostrado
algunos de los que podían haberla sacado del atolladero.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Culpa. Sí, se sentía culpable, era como si las
certezas fuesen floreciendo a medida que el mundo se despedía de él, ya no oía nada, no sentía nada, ni tacto, ni movimiento, ni
frío ni calor. Se preguntó si estaba soñando, como en la noche
precedente. Recordó un mal sueño así, en medio de esa nada que le
rodeaba, articulando gritos y palabras que ni él mismo era capaz de
escuchar. Había cometido infinidad de errores. Acaso vivir no es
otra cosa que coleccionarlos, como un entomólogo obsesionado por
hacerse con el insecto más desagradable, más nauseabundo. Reparó
en que eso es el pecado, una palabra que no había pronunciado,
rechazándola con altivo desdén, desde sus años mozos, aquellos dulces días
en que sus padres acariciaban la idea de que entrase en la carrera
eclesiástica y alcanzase la dignidad cardenalicia, ¿quien sabe si
habría un Papa Borbón, después de ese pragmático y poco escrupuloso “París bien
vale una misa”? (9). El auténtico triunfo de su linaje sería ese.
Pero no encajó entre sotanas, crucifijos, hisopos y agua bendita. Él
buscaba la remisión de los males que aquejaban a la Humanidad a
través de su liberalismo extremo y anticlerical, como ser dios sin necesitar a Dios para nada porque el Hombre se bastaba y sobraba para ventilar sus asuntos y contiendas. La Iglesia ya había
tenido su oportunidad durante casi mil novecientos años y su tiempo
estaba acabado. Los Estados Pontificios serían borrados del mapa en breve (10) por los patriotas italianos, bien dirigidos por la
Masonería. El Mundo aguardaba alborozado una <i>Nueva Era</i> de
Progreso, un <i>Nuevo Orden</i>, en el que sería fundamental
superar, de alguna manera, los conceptos nacionales de los que ahora
se servían los <i>hermanos</i> y sus <i>patronos</i>, para derruir y
laminar a la Iglesia Católica en particular y al Cristianismo en
general. Sí, sin duda. Pero entonces, ¿Por qué sentía,
repentinamente, que todo eso, en lo que había creído y por lo que
había trabajado, estaba profunda y dramáticamente instalado en el
Pecado?</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Pecado, otra vez esa palabra, y de nuevo esa
espantosa sensación de querer alzar una voz que se niega a salir de
su ahogo, de su anegado silencio, desde su garganta...
</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Se empeñó en recordar otra vez el agradable recorrido hasta
la Dehesa de los Carabancheles, el sol caminando serena y
majestuosamente hacia su cénit... El trinar de los pajarillos, el
intenso colorido de las flores, más vivo ahora si cabe que cuando lo
contempló. La clara y suave brisa acariciando las hojas de los árboles, animando el vivo diálogo de las hojas entre sí, el anárquico aire que se mueve por acá y por allá, sacudiendo las espigas de cereales, las ramas de los
pinos, de las encinas, de los alcornoques, que están por doquiera que se posen los ojos, a una orilla y a otra del camino, con la misma marcialidad
que los centinelas del Palacio Real, a los que en tantas ocasiones había
admirado. El traqueteo del carruaje fue callando paulatinamente.
Descendieron e hicieron los trámites propios de la seriedad del
acontecimiento. Miró de reojo el furibundo rostro de Antonio.
“Bueno,” pensó, “sigo opinando lo mismo de su persona, sin embargo, en el momento de la verdad, considerará las
mismas razones que yo para que este dislate no acabe mal”. Examinan
las pistolas y cuentan pasos, más y más formalidades. “Venga
pues, que no nos vamos matar, ¿es que no se dan cuenta de que todo
esto es para que Antoñito pueda pastelear a discreción?” Se dijo
esbozando una sonrisa, ya que el motivo del duelo era que Enrique
había apodado a Antonio, en uno de sus incendiarios artículos,
publicados en “La Época”, como “hinchado pastelero francés”, entre otras lindezas.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Le habían dicho que, a pesar de ser un consumado experto, llevaba tirando al blanco desde
la tarde del jueves. No les creyó. El primer tiro lo erró Enrique
con disimulo. También falló Antonio... “No puede ser de otra
manera”, volvió a tranquilizarse, por mucho que había silbado la
bala cerca de su oreja. Nuevamente un poco de teatro, Enrique mandó
su turno lejos del cuerpo de su primo. En su réplica, Antonio alcanzó la pistola de su pariente, que fue destrozada por el proyectil, uno de los
pedazos de metal fue a arruinar la levita negra que vestía Enrique de Borbón, sin más consecuencias que reemplazar el arma desbaratada por una nueva. Los padrinos y testigos se afanaron en que todo acabase de esa
manera. Los duelistas insistieron en proseguir, con mayor énfasis si
cabe por parte de Enrique, que alegó que no tenía herida ni
contusión alguna, confiado en que todo terminaría bien y con el
honor de los dos a buen recaudo. En el tercer tiro, este disparó
ostensiblemente al aire, sin ningún tipo de diligencia o esfuerzo por hacer blanco.
Antonio de Orleans sí que apuntó, despacio, despacio, muy despacio. Instantes que parecían interminables. Enrique no
podía ver la mirada de su primo: El reflejo de la luz blanqueaba sus lentes, dándole un aspecto irreal, como muñeco que tuviese las cuencas albas en lugar de vacías. Fantasmagórico.
</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Si. Ahora lo sabía bien. Antoñito había acertado
de pleno, las tres veces fue su diana... El pánico
se enseñoreó de él, en esa soledad, muda, ciega y sorda que tienen
algunos cuando son sorprendidos por la Muerte. Se acordó de Cristo en su Cruz, intentó agarrarse a una plegaria, porque supo a ciencia cierta que no acudiría a recibirle Gran Arquitecto alguno: Era una burda impostura para confundir, para perder a tantos y tantos que fueron antes que él y a tantos y tantos que lo serían después.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Tarde. Su corazón acabó de palpitar. Y su postrer latido
le llevó la certeza de que él fue un triste figurante en la farsa
que, alguien, mucho más poderoso de lo que podía imaginar, había
planeado hacía mucho, mucho tiempo.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
Extraído del Acta del Duelo entre el infante don
Enrique de Borbón y el duque de Montpensier...</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
<i>Reconocido por los doctores Sumsi, Leira y Rubio,
resultó tener una herida penetrante en la región temporal derecha;
las arterias temporales estaban rotas; la masa cerebral, perforada;
la vida de relación y de sensibilidad, abolida; la respiración,
estertorosa.</i></div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
<i>Acompañado por testigos de una y otra parte
hasta que vino una camilla que, recogiéndolo, llevó el cuerpo del
señor infante al próximo campamento, se convocaron los
infraescritos para la sesión presente y acordaron levantar este
acta, en cumplimiento de la ley y de los usos y costumbres de los
lances de honor, disponiendo, además, se escriban en el número
necesario para entregar, una a los herederos del infante don Enrique
de Borbón, otra al duque de Montpensier, una a cada testigo y otra
para que el señor Teniente General don Fernando Fernández de
Córdova se encargue de depositarla, en tiempo oportuno, el alguno de
los establecimientos públicos encargados de la custodia de papeles.
Firman: Federico Rubio. Juan de Alaminos y de Vivar. Fernando
Fernández de Córdova. Emigdio Santamaría. Andrés Ortiz y Arana.
Felipe de Solís y Campuzano.</i></div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="RIGHT">
<i>12 de marzo de 1870</i></div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOTf5NoCJiCaSKpZmiX1JhE2w1319xUMpFNe_VFGbFNLhqEcpawY5jXZd-czL_ixONiQ06UIeSlCA46ub8F7HniuKeLAuNkb7jtMBHM7pxFnmppD_S0_o2zizbYqcR_Y6lb5BwSuS-BmDL/s1600/duelo.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOTf5NoCJiCaSKpZmiX1JhE2w1319xUMpFNe_VFGbFNLhqEcpawY5jXZd-czL_ixONiQ06UIeSlCA46ub8F7HniuKeLAuNkb7jtMBHM7pxFnmppD_S0_o2zizbYqcR_Y6lb5BwSuS-BmDL/s1600/duelo.JPG" height="155" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<u><b><br /></b></u></div>
<div align="JUSTIFY">
<u><b><br /></b></u></div>
<div align="JUSTIFY">
<u><b>NOTAS</b></u></div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY">
(1) Antonio María de Orleans, duque de Montpensier.</div>
<div align="JUSTIFY">
(2) Restaurante de Madrid. Aún existe.</div>
<div align="JUSTIFY">
(3) Francisco de Asis de Borbón, marido de Isabel
II, era hermano de Enrique, y el duque de Montpensier era esposo de la hermana de la reina.</div>
<div align="JUSTIFY">
(4) Isabel II había sufrido varios atentados.
Siempre se sospechó de Antonio de Orleans como instigador.</div>
<div align="JUSTIFY">
(5) En el caso de la corona británica se acaba
antes enunciando quienes NO pertenecen a la Gran Logia de Inglaterra:
Ninguno porque todos forman parte, en distintos grados, de la Masonería, hasta el punto de que es sumamente difícil separar la una de la otra. Respecto a Luis Napoleón, Napoleón III por su numeral,
había perdido el favor de las logias por su oposición a la unidad
italiana, influido sin duda por la religiosidad de su esposa, Eugenia
de Montijo, que siempre exhibió un discreto pero enorme
resentimiento contra el masón que fue su padre, muerto cuando ella
apenas tenía trece años... Y nunca faltó quien afirmó, en
determinados círculos, que su hijo, Napoleón Eugenio Luis, se le
“dejó morir” (1879) en una emboscada efectuada por zulúes
mientras los combatía en las filas británicas para que sus derechos
dinásticos recayesen sobre algún <i>hermano</i>, no de sangre sino
de <i>otra</i> naturaleza.</div>
<div align="JUSTIFY">
(6) Luis Felipe de Orleans, rey de los franceses
entre 1830 y 1848.</div>
<div align="JUSTIFY">
(7) También llamado a sí mismo como "Felipe Igualdad" (<i>Philippe
Egalité</i>) para congraciarse con los revolucionarios siendo más
revolucionario que nadie, tuvo un papel relevante en los hechos que
se conocen como “revolución francesa” de triste memoria, que
este modesto autor ya abordó en <a href="http://inumbrasverba.blogspot.com.es/p/ensayos.html" target="_blank">“Algaradas, motines,revoluciones...” del 16 de diciembre de 2012</a>, disponible <a href="http://inumbrasverba.blogspot.com.es/p/ensayos.html" target="_blank">aquí</a>.
Murió en la guillotina, por aquello de que siempre hay alguien mas
revolucionario...</div>
<div align="JUSTIFY">
(8) Luis XVI de Borbón, “ciudadano Luis Capeto”
en su sentencia de muerte.</div>
<div align="JUSTIFY">
(9) Frase de Enrique de Borbón, cuarto de Francia.
La frase, verídica, en francés original es “<i>Paris vaut bien una
messe</i>”. Siguió siendo calvinista en el fondo de su corazón, y no
es temerario afirmar que ello fue la causa de muchos males que
aguardaban en el porvenir de Europa Occidental.</div>
<div align="JUSTIFY">
(10) Tal como ocurrió en septiembre de ese mismo
año de 1870.</div>
<div align="JUSTIFY">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-27573028332357243412014-05-29T09:54:00.000+02:002015-09-20T23:42:58.968+02:00Angyalka<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nunca se sabe de donde viene.
Tampoco su destino. Algunos creen que se trata de un monje, un fraile, un
religioso en definitiva. Así lo juzgan porque suele acompañarse de un Rosario
de madera, pequeño y sencillo, y se viste con largas vestiduras, que recuerdan
el hábito que lucen las personas de esa condición. Sin embargo, muchos de los
que se han cruzado en algún momento con él, intuyen que sus ropas son sólo eso,
ropas, que usa para cubrirse, y que esconde algo indefinible que, sin ser
amenazante, les causa vértigo y respeto.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es un hombre de complexión
fuerte, alto sin humillar, con el pelo corto y descuidado de clara inspiración
militar, afeitado; cargado con unos treinta y cinco o cuarenta años. Hay
ocasiones, bajo determinada luz, que parece superar esa edad. En el fondo de su
mirada reposa serena la tristeza, no muy lejos de una esperanza que es la misma
que desprenden sus palabras. Palabras, a veces, trémulas y espantadas de
alguien que ha visto demasiado dolor; en otras vehementes y entusiasmadas por
saber que, después de todo, lo mejor está por venir.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llega, se dirige a alguien en
particular por razones que únicamente conoce él, le da o recibe algo, cuenta un episodio o hecho sin
conexión aparente con la situación y los presentes, mira
al Infinito antes de bendecirte y despedirse, y luego se pone a caminar, con
esa patria espinada a cuestas que son sus recuerdos y sus plegarias. Nadie sabe
de donde procede y nadie sabe nada de él.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nadie sabe su nombre a ciencia
cierta porque pocos son los que han llegado escucharlo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un deslumbrante atardecer del
final de mayo, acaso del principio de junio, en un parque. Los críos corretean
por aquí y por allá, en dura competencia con el clamor del enloquecido tráfico,
heraldo de un cercano y cálido fin de semana. La ciudad no es para los niños.
En realidad no es para nadie que sea de carne y hueso. Viene andando
relajadamente, aunque bien puede haberse materializado un instante antes porque
ninguno de los presentes ha reparado en que tan singular personaje se estuviera
aproximando. En una época de zarcillos, tatuajes y peinados despeinados no
debería de llamar la atención. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se dirige hacia un grupo de
mujeres, de diferentes primaveras. Una ancianita le mira con incrédulos ojos y
se emociona. El hombre se acerca a ella y la abraza tiernamente, como si se
conociesen de antes. De mucho, mucho tiempo atrás pese a no tener sentido
porque podría ser su nieto. Quizás se trata de eso. La vieja dama se despoja de
una cinta que lleva al cuello, con una crucecita de madera colgando, a modo de
dije, y se la entrega entre sollozos. Él la consuela. Cuando parecía que iba a
marcharse, comenzó a hablar...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Me dispensarán si les cuento una
historia.” Dijo con voz cálida. Si les aprovecha en algo, me lo agradecerán; no
siendo así siempre se la podrán contar a alguien que la necesite oír. No
sabemos realmente a quien tenemos delante, pero la Providencia sí.”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Alguna pensó que se trataba de un
menesteroso, echó mano al monedero para que se fuera enhoramala y pudiesen
continuar con su animada tertulia. Un simple gesto del misterioso hombre bastó
para hacerla entender que no deseaba nada más que ser escuchado. Ante la tácita
aprobación que implicaba el silencio de las allí reunidas, que no perdían de
vista a sus criaturas, el desconocido empezó su relato.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText2" style="text-align: justify;">
“Hace mucho tiempo que pasó esto que les cuento. En la
época en que toda Bohemia aún lloraba la muerte del rey Luis (1) y el monarca
que le sucedió, Fernando (2), peleaba con todas sus fuerzas y las del imperio
contra el Turco que ansiaba borrar la Cruz de Europa. Fue en aquellos convulsos
y terribles días, con la herejía de Lutero apuñalando la espalda de la
Cristiandad... Había en Praga un sabio judío, llamado Ivri, ya entrado en años,
aventajado discípulo de un sefardí alquimista de Toledo, del que heredó sus
conocimientos y la llave de un domicilio al que nunca retornó. No eran
parientes. Según le narró, porque nada recordaba dada la corta edad que tenía
cuando le recogió como pupilo, le sacó de la calle, abandonado como estaba,
para educarle bajo el intransigente criterio de la Ley Mosaica.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Nunca tuvo claro si fue recogido
como le relató, vendido o simplemente raptado. Le trató con cariño y
disciplina, como el padre que no recordaba y le enseñó todo lo que sabía, lo
que incluía unas enigmáticas Artes con las que había que ser muy cuidadoso para
no despertar la curiosidad, no ya de los gentiles, sino de otras personalidades
de las que nunca entendió plenamente su naturaleza, ya que el sefardí rehusaba
hablar de ellas siquiera y su voz se volvía vacilante y queda al tocar la
cuestión.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Una mañana se encontró a su
maestro muerto en el lecho. Había fallecido mientras dormía. Como era una
persona respetada entre la judería, las muestras de duelo fueron notables. Y él
se hizo cargo de todo, de repente y sin advertencia, que es como la vida suele
conceder su mayoría de edad. Siguieron encargando a su establecimiento
perfumes, afeites, bálsamos, cataplasmas, ungüentos y con esas labores se ganaba la vida dignamente.
Siempre ocurre que las personas cuidan sus cuerpos esmeradamente, mejor que sus almas, como si la
Juventud fuera una flor inmarchitable, y no, porque sólo están pensados para
durar una vida, no más, y frecuentemente sacrificada.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Pasaban los años. Al principio
estaba confiado en la idea de que hallaría una hembra, buena hija de Israel,
que le diese hijos. Pero esa mujer, si existía, nunca se cruzó con él, y sus
conocimientos se aliaron con una creciente demencia provocada por la soledad
que le alanceaba el corazón. No soportaba contemplar el paseo de las parejas
mozas frente a la puerta de su casa, detestaba las amas que urdían fugaces
encuentros entre los enamorados. Llegó a considerarlo una afrenta personal e
intolerable. <i>¿Por qué ellos, asquerosos gentiles, tenían a su disposición
los goces del amor,</i> - se preguntaba - <i>y él, que era un devoto servidor
de Elohim, nada tenía que esperar?...</i> Y esa interrogante le corroía el alma
y la mente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“En este trance se hallaba cuando
quiso la desventura que una joven y hermosa muchacha católica, nacida magiar,
de nombre Angyalka, criada de alguna casa acomodada de Praga, entrase en su
establecimiento para adquirir un artículo del que le habían hablado. Había
ahorrado semanas para adquirirlo. Ivri se queda perdidamente prendado de cada
uno de sus gestos, facciones y palabras. Le obsequia el producto con el fin de
atraerse la simpatía de la chica, para que volviese. Y tramó un siniestro plan
para que fuese de él, y de nadie más, por las buenas o por las malas. Para ello
acudió sin prevención a los antiguos, arcanos y prohibidos conocimientos que le
transmitió su mentor.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“A menudo acaece que lo enseñado
como aviso, como mojón que no ha de traspasarse, seduce imperiosamente cuando
se presenta la tentación. Somos poca cosa, casi lo mismo que la tierra que pisamos y que nos dará postrera morada, e Ivri fue un juguete en
manos de un deseo que se desbordaba en cada uno de sus pensamientos. Angyalka
sería suya, y ya le daba igual que fuera cristiana que ismaelita, que
igualmente habría retado al Dios de Abraham. Lo que ignoraba en su vasta
sabiduría es que esa clase de ambiciones despiertan la curiosidad de seres intangibles,
incorpóreos, ni vivos ni muertos, que acechan al Hombre desde su concepción
hasta que es acogido por El Que Todo Lo Puede. Y terminan viniendo si se les
llama.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Angyalka regresó a la tienda de
Ivri, más esplendorosa que nunca, con el sol de su sonrisa en los labios, cuyo
valle sería capaz de ensombrecer al de Josafat en el Día del Juicio. El
alquimista le habló de cosas intrascendentes, para distraerla, mientras cerró
la puerta a cal y canto para no ser importunado en lo que se proponía por algún
parroquiano, y para que ella tampoco pudiera escapar. No se percató...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Le habló de su encendida pasión,
de que deseaba convertirla en su amante, en su esposa, en lo que ella le
pidiese, a cambio de que permaneciese junto a él para siempre. Ella titubeó,
intentó deshacerse de su agobiante asedio, que le provocaba repulsa,
retrocediendo hacia la entrada. Esquivaba sus requiebros con buenas pero firmes
palabras. Ivri fue abandonando su suave tono, sustituyéndolo por otro más
áspero, más exigente. Angyalka estaba de espaldas a la puerta, tanteando
afanosamente el pestillo... Forcejeó con los dedos para retirarlo... ¡El
cerrojo había sido bloqueado!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Dio un vigoroso empujón al judío
para desasirse de su endiablado abrazo mientras le chillaba que nunca estaría
con un maldito viejo y pedía auxilio. Ivri la agarró del brazo, destapó un
albarelo que tenía preparado cerca y la obligó a beber el líquido que contenía.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“<i>Todo irá bien, ya lo verás.
Te haré muy feliz, nada te faltará. Lo siento de veras, pero los preparados más
efectivos son los más amargos</i>... Le decía, intentando aplacarla. Ella
sintió que le abandonaban las fuerzas... No lograba mantener la resistencia...
Se hundía en oscuras aguas, con una diminuta luz al fondo...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Él advirtió lo que pasaba
inmediatamente. Intentó reanimarla, consciente de que la había matado. ¿En qué
se había equivocado? Repasó mentalmente los ingredientes, no había error,
medidos y calculados al detalle los pesos, sus mezclas, los tiempos de
maceración y cocción, la manera en que se unirían a los humores de su hermoso
cuerpo, las Personalidades a las que había invocado para que el conjuro fuera
eficaz... ¿Qué le estaba pasando? </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Que la habéis asesinado, viejo
estúpido...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Ivri se giró en dirección al
sonido de esa voz. No estaba solo. ¿Cómo podía ser posible? Era un joven alto,
pálido, rubio, sin barba, vestido ricamente a la española, sentado arriba de una de sus estanterías, como águila evaluando su presa, escupiéndole esa frase en latín. Saltó de su atalaya
como un gato, cayendo de pie, sin el menor crujido del maderamen que tejía el
suelo que soportaba sus pasos. <i>¿Quien es vuestra merced?</i> Acertó a preguntar
entrecortadamente...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Eso no os importa. - Sonrió con
maldad. - ¡Menudo embrollo, judío! ¡Siempre estáis en todos los pleitos!... Y
ahora, ¿cómo vais a explicar esta calamidad a los <i>corchetes (3)</i>?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Sí, debía de ser español, porque
entre tanto latín había colado adrede la palabra <i>corchetes (3), </i>como
parte de un juego, a sabiendas de que sería comprendido. Así que le contestó en
la lengua que se educó su maestro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No lo sé, como tampoco sé la
forma en la que habéis entrado en mi casa. - La desesperación subió a sus ojos.
- Haría cualquier cosa por devolverle el aliento...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- ¿Cualquiera? - Interpeló el
intruso en el mismo idioma. - Eso es mucho decir, judío... ¿Qué me daríais a cambio de su vida?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Lo que fuera, pero dudo de que
tengáis esa facultad, que pertenece a <i>Yahveh-Elohim</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Estáis errado, judío. – Rió
entre dientes al tiempo que examinaba a Angyalka. - No dispongo de mucho
tiempo, pero aún puedo hacer que esta ramera cristiana recobre la vida. – Le
arrancó con rabia la sencilla cruz que colgaba de su cuello. - El precio es
alto. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Os daré todo lo que tengo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No es suficiente... - Replicó
con desdén.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Todo lo que soy, toda mi
ciencia, - añadió arrasado por las lágrimas, - ¡seré vuestro esclavo!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Eso está mejor, pero no me
sirve. Todo lo que conocéis lo tengo a mi disposición y mucho más que ni
imagináis... Quiero vuestra alma. Y ella tornará a la vida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“La propuesta sonó como un
latigazo en el cerebro de Ivri. Así que estaba frente a un <i>sidonai</i> (4),
justo castigo por su osadía.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Siempre con vuestra Culpa a
cuestas, Ivri (5). En verdad que este nombre os cuadra como espada en vaina... <i>Tempus
fugit </i>(6), judío, decidíos presto porque de lo contrario nada podré hacer
para rescatar a vuestra amada... “Como se viene la Muerte / tan callando...”
(7)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“No reflexionó, no quiso hacerlo
para impedir que sus lágrimas se aliasen con el temor, con el terror por lo que
estaba viviendo...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Sea. Tomad mi alma a cambio de
la vida de ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- ¡Qué bonito es el amor! Llevo
siglos diciéndolo... – Exclamó sarcásticamente. - O lo que sea el pecado que
enterráis bajo el sepulcro blanqueado de ese nombre. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Chascó los dedos. Ivri percibió
que había alguien más en la estancia, aunque le fue imposible verlo. Unos
poderosos brazos invisibles alzaron a la doncella, le abrieron la boca y le
introdujeron un oscuro bebedizo que salía de la nada. La depositaron sobre el
entarimado nuevamente. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Apenas unos pocos segundos...
Angyalka se retorció y tosió violentamente, esputando parte de la poción que le
había administrado esa entidad invisible. Ivri quiso abrazarla, mas se lo
impidió esa misma fuerza que estaba salvando a la joven. Cuando abrió los ojos,
miró detenidamente al español para exclamar...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- <i>Én Istenem! (8)<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Dios no es parte en estos
tratos. - Sentenció despectivamente el desconocido. - Ella es mía ahora, - se
dirigió al hebreo, - y vuestra merced me debe algo... El alma, por ejemplo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No, ¡no puede ser! Os la daré
cuando me llegue la hora. ¡No hemos hablado nada de eso! </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Es cierto, no hemos hablado de
eso, ¡cuán conveniente es sopesar los extremos de un pacto antes de
comprometerse! Yo pongo el plazo, y ya ha vencido... He salvado la vida de esta damisela, y quiero cobrar mi deuda en este momento. - Le señaló con la
ballesta del odio en su rostro. - <i>¡Adolete ille! (9)<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Al punto comenzaron a brotar
pequeñas llamas de la vestidura de Ivri. Lo que fuera le estaba quemando vivo.
El viejo aullaba de dolor mientras tropezaba con sus enseres domésticos e iba
propagando el incendio por doquier. El extraño musitó “<i>Sanguis Eius super
nos et super filios nostros”</i> (10) y cogió la mano de Angyalka, quiso
rechazar su frío y duro tacto, pero no pudo... El espacio que ocupaban parecía
ser rehuido por el fuego, con respeto, con devoción, como homenaje que el
vasallo rinde a su señor. La mujer perdió la conciencia. Un vidrioso cuartel
cuando la realidad supera unos límites que los sentidos se niegan a hollar...
El intruso arrojó la cruz al cadáver llameante de Ivri. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Angyalka no tenía la menor idea
de si habían transcurrido minutos, horas o días. Acaso siglos. Lo que recordaba
le causaba una gran congoja. Sin duda, había tenido una horrible pesadilla.
Estaba tendida sobre una blanda cama, con el espléndido sol de mediodía
taladrando el brocado de seda de un cortinaje que no podría pagar ni con el
salario de toda su vida. El firmamento. Un azul increíble, digno color para el
manto de la Santísima Virgen, puro, límpido, infinito. No era el plomizo cielo
que miraba desde el ventanuco del chiscón donde reponía fuerzas tras las
interminables jornadas de trabajo al servicio de su señora. Ni siquiera el
modesto vestido que lucía era el mismo. Se admiró en un gran espejo: Parecía
una de las damas de compañía de la archiduquesa Leonor de Habsburgo (11) a las
que una vez ojeó de lejos cuando asistía a la misa de la Iglesia del Espíritu
Santo. Se deleitó observando su largo cabello rubio recogido coquetamente y
ataviada del color negro que los españoles habían puesto de moda en toda Europa
con la única resistencia de la Corte francesa y de los herejes isabelinos. Una
inmaculada gorguera blanca rodeaba su esbelto cuello, adornada con finísimas
aguamarinas semejantes a gotas rematando las puntas más alejadas de su
garganta. Jamás imaginó que pudiera llegar a deslumbrarse a sí misma. Cada
detalle suponía un alarde de exquisito y refinado lujo, una poesía entretejida
a medida sobre el telar que era su cuerpo asomado a la plenitud de la vida, la
labor de una modista experimentada que no había dado una mala puntada, ni
tomado una mala medida. Una ostentación sin par que la abrumaba. La cautela se
abrió paso a empellones, apartando su euforia... Componer ese vestido llevaría
semanas y costaría una fortuna, ¿quién se lo habría proporcionado? ¿Quién la
habría compuesto para lucir así? Y lo que casi olvidaba cegada por tanto brillo
y lujo... ¿Dónde se hallaba? Se llevó la mano al pecho con preocupación: No
tenía su crucifijo. Es más, la alcoba no tenía ni un símbolo de su Fe, en
cambio había otros que no conocía pero que le desasosegaban.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“A lo lejos podía escuchar el
sonido de un instrumento musical. Venía de otra dependencia, pero su dulce y
melancólica música parecía bañarlo todo. Era un laúd, aunque presentaba matices
que lo diferenciaban de los que se escuchaban por las calles y tabernas de
Praga. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Es una vihuela... – Aclaró la
voz de un hombre a su espalda. - Celebro que os agrade. Y esta es vuestra nueva
casa... Si me obedecéis.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Se quedó petrificada. No fue una
pesadilla. El judío intentó forzarla, fue obligada a beber algo... Ese sopor
que la invadió, aquella negrura tan acogedora y familiar... Hasta que sintió
que la arrastraban, que la arrancaban de aquel lugar donde se sentía tan
bien... Ese hombre había matado al viejo que vendía ungüentos después de su
parloteo en un idioma que desconocía. Y luego... Se desmayó.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- ¿Obedecer?... – Balbuceó
asustada. - ¿Quién sois? ¿Dónde estoy?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Podéis llamarme Lucián. Os apeo
del tratamiento que merezco para que veáis el grado de mi generosidad. Seréis
mi <i>invitada</i> por mucho tiempo. Os halláis en una gran casa, la he
adquirido hace escasos meses, casi a medio andar entre la Plaza Mayor y el Real
Alcázar de Madrid. Nos hallamos en la nueva Corte de un Imperio como no se ha
visto antes: La Monarquía Católica. El lugar ideal para mis <i>tareas </i>y en
el que vuestra merced me será sumamente útil...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Así que estoy en España...
¿Cuántos días he estado sin sentido? – La muchacha creía haber regresado a la
pesadilla que había dejado atrás. - ¿Cómo me habéis traído hasta aquí?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Días no, unas catorce horas. Os
he traído yo. Los carruajes son lentos e incómodos. Eso por no hablar de las
fondas sucias y malolientes, de los insolentes modales de los arrieros, de los
salteadores de caminos. Puedo llevaros a cualquier sitio del mundo al instante,
puedo concederos todas las riquezas, alhajas, preseas que se os antojen. Si me
servís bien en lo que os pida, puedo obsequiaros con la mismísima corona del
rey Felipe, si ese es vuestro capricho.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No quiero ninguna corona. No
quiero nada. - Negó temblorosa. - Únicamente deseo volver al servicio de mi
señora. Estará intranquila por mi ausencia. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Pues es una pena... - Fingió
contrariedad. - No retornaréis. Os tomarán por bruja... Además ese <i>percance </i>con
el viejo judío... Su casa quemada hasta los cimientos... Vuestra cruz junto a su podredumbre calcinada... Mal asunto. Y lo peor, vuestra nueva <i>condición</i>...
Olvidaos para siempre de la limosna que os pagaban, de la vida que se os escapaba y saludad a la existencia
que se os ofrece.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- ¿Qué condición? No he cambiado.
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No estáis viva. Tampoco
muerta... Habéis entrado a formar parte de la <i>gran familia</i> de seres que
no deberíamos existir, pero que estamos aquí a despecho de los que piensan que
la Creación sigue unas reglas fijas, inmutables y asequibles a vuestras
ridículas entendederas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No os comprendo. Apenas sé leer
y escribir... Os ruego, os suplico, - se echó las manos a la cara, comenzó a
llorar, - que por Dios tengáis compasión de mí y que me llevéis de vuelta a mi
casa, seáis quien seáis. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- No y no, ¡maldita sea! - Se
encolerizó. - Os prohíbo que mencionéis a Ese ingrato. Dijimos <i>Non Serviam</i>,
ahora estáis a mi servicio como yo mismo estoy a las sabias órdenes del
príncipe de la luz, mi señor Lucifer. ¿Por qué la Humanidad se empeña en pecar una vez y
otra a poco que se pasea la tentación por delante de vosotros, y cuando podéis
ser consecuentes con vuestra despreciable naturaleza os refugiáis en el
Arrepentimiento? Os ha sido dada la luz de una nueva existencia lejos de la tijera de Aisa (13). No padeceréis enfermedad ni muerte si
no es por mi voluntad. Podéis disfrutar de todo lo que imaginéis sin rendir
cuentas a nadie porque yo soy uno de los lugartenientes del señor de este
mundo... ¡Y lo único que se os pasa por la cabeza es llorar como una plañidera
que no ha cobrado todavía y reclamarme que os devuelva a una vida de miseria,
con hijos que no veréis crecer porque os desangraréis en algún parto para
acabar de gusanera en una fosa! - Gritó furioso. - ¡Sois tan desagradecida como
ese Dios que nos arrojó de Su Lado! ¿Dónde está ahora el Señor al que remitís
vuestras plegarias?, decidme, ¿dónde?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Está en mí, - replicó
sollozando Angyalka, - sé que lo tengo en mí. Él nos trajo la Esperanza del
Amor y nada hay que me haga renunciar a Ello.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Le propinó una bofetada que la
tiró al suelo mientras reía a grandes carcajadas, blasfemando en un lengua
desconocida. Los postigos chirriaron sobre sus goznes y se cerraron con
estrépito por sí solos, sumiendo el amplio cuarto en tinieblas. La música
enmudeció.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText2" style="text-align: justify;">
- ¿Esperanza? ¿Amor? - Percibió que le susurraba al oído,
muy cerca de ella, a pesar de hallarse rodeada por la oscuridad más
impenetrable. - Comprobad el amor con que nos apartó de Sí. Amor. Habláis de
esperanza y amor. Bien, la fortaleza de vuestra fe os salva de que os envíe al
Infierno, sin embargo, dado que rechazáis servirme, os condeno a ser una
aparecida, merodeando una de sus entradas, hasta que alguno de esos cadáveres
andantes que se llaman “hombres” tenga el valor de arriesgar su vida para
redimiros. Por amor a vuestra merced. A ver cuánta esperanza halláis en ello...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Desde entonces, con pesadumbre,
se cantan estos versos... </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>“Cuando la luna
por estrellado cielo no pasea,<o:p></o:p></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>vagará la Dama,
por enamorar a quien la vea.”</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Y en las noches en que el
firmamento sufre con resignación la ausencia del astro, Angyalka merodea por
los desiertos aposentos de una casa señorial que ya no existe, recorre una
angosta y solitaria callejuela que ya no está, cuida un sueño que no sabe si se
cumplirá, como es el puro amor de un hombre que la rescate del Mal como Cristo
nos salvó de nuestros pecados.”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Levantó la mirada, se santiguó,
bendijo con la mano a las mujeres que le habían escuchado absortas y
emocionadas, y dando media vuelta se marchó por donde vino sin pronunciar una
palabra más.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nunca se sabe de donde viene.
Tampoco su destino. Algunos creen que se trata de un monje, un fraile, un
religioso en definitiva. Así lo juzgan porque suele acompañarse de un Rosario
de madera, pequeño y sencillo, y se viste con largas vestiduras, que recuerdan
el hábito que lucen las personas de esa condición. Sin embargo, muchos de los
que se han cruzado en algún momento con él, intuyen que sus ropas son sólo eso,
ropas, que usa para cubrirse, y que esconde algo indefinible que, sin ser
amenazante, les causa vértigo y respeto...</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>NOTAS</b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(1) Luis II de Hungría, muerto en
la batalla de Mohács (1526)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(2) Fernando de Austria, hermano
de Carlos I de España.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(3) Era el nombre que recibían
los agentes de la autoridad en Castilla, desde el siglo XV.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(4) Demonio en hebreo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(5) Su significado es “el que
cruzó”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(6) El tiempo vuela.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(7) Versos de Jorge Manrique.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(8) “¡Dios mío!” en húngaro del
siglo XVI.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(9) Latín vulgar: “¡Quemadle!”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(10) Latín clásico: “Caiga su
sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, Evangelio de san Mateo, capítulo
27, versículo 24.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(11) Leonor de Habsburgo
(1534-1594), hija de Fernando de Austria y Ana de Bohemia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(12) Latín clásico: “No serviré”,
lema de los ángeles caídos.<br />
(13) La parca que cortaba el hilo de la vida.<br />
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-59827809278650749422014-05-05T10:05:00.001+02:002014-05-05T15:58:32.624+02:00Adiós, Passchendaele...<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Peter Holden llevaba
tiempo trabajando en el documental que la BBC había encargado a su
productora, por aquello del centenario de la I guerra mundial.
“Parece que solamente nos acordamos de las cosas o de los sucesos
cuando se cumplen aniversarios redondos”, pensaba Peter, con mucha
discreción porque no quería perder su empleo de documentalista, en
unos tiempos en que las opiniones divergentes con el que paga, se
pagan con el despido. Libertad de expresión, como cualquier
libertad, únicamente tolerada cuando coincide con la conveniencia de
los que mandan. Agradecido por tener aún un medio de vida, el
diligente Holden se pasaba horas y horas navegando o sumergido, según
fuera desde su ordenador o en hemerotecas sin digitalizar, en busca
de artículos, fotografías impactantes e inéditas, o retratos que
tuviesen la virtud de narrar sin palabras lo que fue aquella lejana
guerra. Defecto humano, que nadie escarmienta en cabeza ajena y que
se tiene que vivir un espanto para conceder crédito a lo que nos
contaban nuestros mayores. Porque no, no exageraban ni un ápice, al
contrario, se llevaron muchos malos recuerdos a la tumba porque
sabían de sobra que el horror satura y no se cree cuando alcanza
determinadas e insoportables cotas.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
No era la primera vez que
acometía una labor así. Sus cincuenta y tantos años habían
trazado una amplia experiencia en esas tareas, ya fueran documentales
sobre la Naturaleza, sobre el Universo, o sobre lo que tocase. Porque
toca ser polivalente, como se ha dicho, en una época en que
disfrutar de ese derecho al trabajo es un privilegio. Con ese
cuidado, con ese esmero, fue segmentando la información recabada
junto con sus compañeros, los antecedentes del conflicto, los
personajes principales de la tragedia, el difícil equilibrio de las
alianzas, los esfuerzos (en todos los sentidos) diplomáticos, las
batallas, los movimientos de tropas, la tragedia dentro de la
tragedia que fue Rusia, las nuevas armas, etcétera. Realmente ya
estaban entrando en la recta final, y todo, todo, se contaría con
sutileza “británica”, desde su perspectiva, porque, al cabo,
fue una guerra que ganó el Imperio Británico, junto con sus
<i>desinteresados</i> aliados, y eso estaba por encima de los
millones de muertos.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Peter estaba cerrando la
edición sobre la batalla de Passchendaele, una batalla más con un
bagaje altísimo en vidas para nada, como suele ser habitual por otra
parte. Al principio supuso que debió de tratarse de una alucinación
que tuvieron varios pelotones de soldados del V ejército británico.
La histeria colectiva se desboca en situaciones límite, y el fragor
de una batalla lo es, indudablemente. Una anécdota intrascendente
que, ni por asomo, se asomaría al contenido que el narrador, un
actor de campanillas, leería mientras las imágenes y las
entrevistas desfilaban alternativamente por la pantalla. Cosas de la
guerra, de la impetuosa e irrefrenable expresión de que se sigue con
vida, como bien sabían las embarazadas que no verían retornar a sus
anónimos y efímeros amantes, o como esos extraviados niños de
mirada perdida que por extraviarse han perdido hasta sus lágrimas.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Pero era curioso. Resulta
que la alucinación había pasado por encima de las trincheras porque
los soldados enemigos, del IV ejército alemán, también refirieron
el mismo hecho. Muchos testigos, demasiadas consecuencias, idénticas
para ambos contendientes. Hubo soldados que arrojaron sus armas y se
negaron a seguir combatiendo. Se cursó la orden de que fuesen
fusilados por sedición inmediatamente. No pudieron ser ejecutados
ese día. Nunca identificaron la causa de la imposibilidad. Un grupo
de soldados alemanes se encerró en una iglesia que había sido
arrasada por los británicos y se pusieron a rezar sin que nada ni
nadie pudiese sacarles de ese arrebato, ni tan siquiera la furiosa
artillería francesa que descargó todo su fuego sobre ellos... Sin
que hubiese una sola baja. Otro reporte que hablaba de que unos
combatientes aliados, sin diferenciar si eran franceses o súbditos
de su británica majestad, rechazó cumplir la orden de cargar cuando
el barro de su trinchera dejó al descubierto la blanca e impoluta
imagen de una virgen que lloraba sangre...</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Ya no le parecía tan
anecdótico por los testimonios que se acumulaban, curiosamente Internet no recogía ninguno, hay <i>olvidos</i> tan inexplicables como los hechos que marginan. Ocurre a menudo
que uno no repara en una noticia y la pasa por alto, hasta que fija
la atención en ello y se tiene la sensación de estar bajo una serie
de detalles que apuntan en la misma dirección, como si alguien,
tenazmente, estuviera llamándote a gritos para que volvieses la
cabeza a su reclamo. Consultó con el coordinador de la productora,
que era de quien dependía, un hombre de unos treinta y cinco años.
“¿Estás bromeando?”, le contestó. “Ha pasado un siglo,
entonces la gente era muy dada a creerse cualquier cosa... Va a
resultar que las invenciones de unos militares en estado de shock por
estrés pos-traumático son de interés histórico”.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Peter sopesó la
respuesta, como si estuviese en terreno resbaladizo.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
- El frente de
Passchendaele tenía más de una decena de kilómetros. Me he topado
con bastantes testimonios, no ya de nuestros compatriotas, sino
también de franceses y alemanes dando cuenta de un cúmulo de
fenómenos extraños, todos en la misma mañana. No sé lo que pasó,
pero fue muy notable porque es complicado, por no decir imposible,
poner de acuerdo a tantas personas, luchando en bandos distintos
además.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
- No estás bromeando...
– Se llevó la mano a la frente con fastidio, como si le hubiese
entrado un terrible dolor de cabeza. - ¡No me lo puedo creer! ¿A
quién le importa un cuento así? Te lo explico... – Adoptó un
tono condescendiente, como si estuviera describiendo algo a un niño,
lo que incomodó al veterano documentalista. – La BBC nos paga una
<i>pasta</i> por contar lo que nos han dicho que hay que contar. Y
entonces, nosotros, que somos los <i>expertos</i>, vamos a lo
fundamental, que hubo una guerra muy mala, para lo que rescatamos
entrevistas de ex - combatientes que ya están criando malvas y que a
nadie le apetece saber la medida de su sufrimiento porque fue por una
buena causa. Además de que murió mucha gente por culpa de
gobiernos imperialistas, y que gracias a nosotros, ¡qué ganamos!,
triunfó la Democracia.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
- Sí, – afirmó Peter
para luego ironizar, – por esa razón no ha habido más guerras
desde entonces...
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
La fulminante mirada del
coordinador cerró la sugerencia. No, no habría la menor mención a
lo acaecido en Passchendaele aquella lluviosa mañana de otoño de
1917. Quedaría durmiendo el sereno sueño de los justos en los
archivos hasta que el paso del tiempo diese su última paletada y
enterrase esos hechos bajo la plúmbea losa de la ignorancia.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
¿O acaso no?...</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="CENTER" style="margin-bottom: 0cm;">
<i>Sábado por la mañana,
13 de octubre de 1917, frente occidental, Passchendaele, Bélgica.</i></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Llovía de nuevo. Después
de pocas jornadas sin respirar barro, la lluvia incesante volvía a
insuflarle fuerzas para que todo fuese cieno. Los cadáveres
tendidos, pudriéndose lentamente en los agujeros que los obuses
habían excavado en la sufrida tierra, ahora llenos de lodo hasta sus
bordes. Se había dado el caso de soldados que habían muerto
ahogados, mientras patrullaban de noche, al pisar lo que pensaban que
era un simple charco. Y sin pedir auxilio, sabedores de que nadie iba
a arriesgarse a salir de esas ratoneras que eran las trincheras para
recibir un disparo de algún aburrido centinela enemigo. Por eso no
eran simples lodazales, sino pozos sin fondo de barro, pútrido,
viscoso y oscuro, que llegaban hasta el mismísimo Infierno.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Llovía y eso no era
nuevo para Wilhelm, joven capitán del <i>Reichsheer </i>(1), en su
Baviera natal también se desbordaba el cielo en otoño, pero en este
caso él percibía diferencias. En Flandes, el agua iba diluyendo el
suelo, hasta que la tierra era una masa pastosa que te tragaba, como
si quisiera cobrarse el préstamo en carne que le había dado a Dios
para crear al Hombre.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Wilhelm aguardaba la
orden de sus superiores para atacar. Había que contener la ofensiva
aliada sobre la región, tarea casi imposible porque los británicos
estaban recibiendo refuerzos canadienses y de la ANZAC (2), y los
norteamericanos ya iban llegando a Europa. Así que ello implicaba
mandar a la tumba a unos cuántos jóvenes alemanes. Más. Las
guerras las declaran los políticos, lo que en sí mismo ya es una
forma de corrupción, para que mueran en ellas los soldados. Siempre
ha sido de esa manera. Y un militar haciendo política ya no es un
militar, sino una mezcla informe y deforme de lo peor de ambas
condiciones.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Las órdenes se cumplen
con disciplina y patriotismo. Resulta curioso que los combatientes
tengan que alardear de ellas en las batallas, hasta el punto de
rendir sus vidas, mientras que a los que mandan se les exima de
demostrarlo. Les basta con las buenas y falsas palabras que les
dictan los que gobiernan de verdad en la sombra y desde las sombras
para engañar en las elecciones y ganarlas. Quizás esa sea la mejor
definición de “democracia”, toda una industria de la mentira.
Pero a Wilhelm esas reflexiones le llegaban en mal momento. Cualquier
pensamiento es malo antes de saltar de la trincheras bajo el fuego
enemigo. Su lluvia de metal te mata, y la del cielo te sepulta en ese
maldito cieno de Flandes. Verdaderamente, parecía que toda Bélgica
fuera un cenagal. Puede que el mundo entero lo fuera.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Así que recibirían el
mandato de salir para desgastar al enemigo, procurarían correr sin
tropezarse con las balas y los obuses aliados hasta que el corneta
avisase de que había que regresar a la trinchera. Más o menos lo
que solía ocurrir, por turnos, porque a ellos también les pasaba lo
mismo. Y transcurrían las semanas y los meses. Para los que tenían
suerte y sobrevivían, porque para los muertos el juego acababa para
siempre. Puede que después de tanta penalidad, de tanta estupidez,
de tanto sacrificio, ellos fuesen los más afortunados. La Vida
también es una maldita guerra de trincheras.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Había llegado el
momento. Pudo verlo en la mirada de su mayor. Con una señal le
indicó que su unidad sería la que iniciase la carga. Maldijo su
suerte porque él como oficial al mando sería el primero en salir.
Era lo lógico. Alguien tiene que dar ejemplo y guiarlos hacia el
Infierno... Desenfundó su <i>Luger</i> y la amartilló. Quiso
musitar una plegaria, pero no pudo recordar ninguna. “<i>Gott mit
uns</i>” (3), sí, Él estaría cerca, pero la desesperación es la
peor ceguera porque afecta al alma. Miró a sus hombres para que
estuviesen avisados. Miedo, terror, clavado silenciosamente en los
ojos. Ni el káiser Guillermo, ni ningún otro gobierno merecían
tanto. Y sus países... sus países, como sus mujeres, como sus
hijos, les necesitaban vivos. Hay un Reino por el que luchar, y por
el que morir, pero no es de este mundo.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Restalló la orden. Con
dificultad, con esa humedad que todo lo impregnaba, con el peso del
armamento, de la munición, de los años que no se sabe si se podrán
vivir tras esos instantes de estrépito, de confusión, de correr
ensordecidos por el fuego a discreción... Sucedió.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Era un simple hombre,
aproximadamente de treinta o cuarenta años, una edad indefinida, de
complexión fuerte, con el pelo cortado al estilo militar, como ellos
mismos, de rasgos definidos y angulosos, afeitado... Vestía un
hábito oscuro, sencillo, lo que hacía inferir que era un religioso.
Avanzaba justo por el medio de las líneas que estaban disparándose
entre ellas, con despreocupación, con una leve sonrisa incluso,
bendiciendo con la mano derecha a uno y a otro lado, a británicos y
a alemanes, mientras que en la otra llevaba colgando un sencillo
Rosario cuyas cuentas eran de madera. Y lo increíble: No le
alcanzaba ningún impacto, ninguna explosión le afectaba. Andaba
tranquilamente por ese paraje desolado como quien da un paseo por la
playa en verano de buena mañana.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Y más increíble todavía
es que ninguna ráfaga de ametralladora, cuyo tableteo encogía el
corazón, ninguna pieza de artillería, lograba hacer blanco en
ninguno de sus hombres, ni en él mismo, como si las balas se
desvaneciesen en el aire. Se detuvieron, alguno se arrodilló para
contemplar el pausado caminar de aquel hombre que se había
aventurado a interponerse entre ambos bandos. Cundió el desconcierto
entre los británicos, una sección de su trinchera se vino abajo y
los soldados salieron despavoridos del lugar porque una imagen de la
Virgen, llorando sangre, había quedado al descubierto. Se desató la
histeria, se deshizo la cadena de mando, soldados que alzaban sus
brazos, soldados que pedían misericordia a grandes voces, soldados
que arrojaban las armas y se hincaban de hinojos elevando la mirada a
un cielo que no dejaba de bendecirles, a todos, con su llanto.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
El religioso llegó a la
altura del capitán Wilhelm. Le entregó una pequeña cruz de madera,
le bendijo en latín y siguió su camino. El oficial no se agachó
para recoger su pistola, que se hundía lentamente en el barro de
Flandes...</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="CENTER" style="margin-bottom: 0cm;">
<i>Un día de julio de
1971, en una playa del sur de España.</i></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
El octogenario mira con
dulzura el chapoteo de sus nietos en la orilla del mar. Después de
todo, ha llegado a conocerles. En realidad se sentía compensado con
esos momentos. No anochecía ningún día sin que se preguntase, con
inquietud, si ellos también tendrían que vivir el horror. Sin
embargo, verlos construir castillos de arena en la playa disipaba
cualquier temor a la luz de tanta esperanza.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Estaba cansado, reposando
plácidamente en una hamaca, a la sombra, disfrutando de esa
luminosidad que lo bañaba todo con su resol, con el Mediterráneo en
el horizonte, mientras jugueteaba con una cruz de madera que colgaba
de su cuello desde...
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Entonces apareció él.
Paseando apaciblemente, como aquella distante mañana. La gente lo
miraba con extrañeza, vestido con su hábito oscuro en un tórrido contexto
de sombreros de paja, camisetas a rayas, bañadores y biquinis.
Algunos jóvenes hacían intención de burlarse, pero cuando los
miraba se quedaban petrificados. A pesar de todo, él no abandonaba
su sonrisa. Se iba acercando al anciano, que lo escrutaba sin llegar
a creérselo. ¡Habían pasado más de 50 años, y el hombre estaba
exactamente igual que en octubre de 1917!</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
El religioso le tendió
la mano. El capitán Wilhelm se quitó la cruz sin decir nada y se la
devolvió, ante los murmullos de las personas que presenciaban la
escena sin entender nada. Cerró su mano, le bendijo como aquel día
y continuó su caminar.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Se quedó dormido
dulcemente mientras le veía alejarse. Murió soñando que iba
andando junto a él. Feliz porque sabía que nunca volvería a
Passchendaele...</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
NOTAS</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
(1) Ejército Imperial de
Alemania.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
(2) Fuerzas de Australia
y Nueva Zelanda.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
(3) “Dios con
nosotros”, lema nacional de Alemania. Ahora postergado por ser
demasiado “confesional”. </div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjD8GrwLdTkEOC_Z4_6_Ass53sGS2CjQwM5cURnL0cWp0SR5FRJucrWoVyI8UjJVTMzS8gpT7WjNyLNgtRfHW5cdZGAiQiDS8bj4iuQsl_OdgoDK3m2ncSPdikafvfCz6gZQDGbsGXKwp88/s1600/Passchendaele.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjD8GrwLdTkEOC_Z4_6_Ass53sGS2CjQwM5cURnL0cWp0SR5FRJucrWoVyI8UjJVTMzS8gpT7WjNyLNgtRfHW5cdZGAiQiDS8bj4iuQsl_OdgoDK3m2ncSPdikafvfCz6gZQDGbsGXKwp88/s1600/Passchendaele.jpg" height="246" width="320" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-73411168113689284332014-03-30T16:24:00.002+02:002018-05-11T22:16:36.601+02:00La dama del callejón<div style="text-align: justify;">
Dicen que las horas en las que el cielo guarda vigilia por la ausencia del sol tienen su propio ritmo, ajeno al cartesiano de los sesenta minutos de sesenta segundos cada uno. Bien lo sabían los romanos, cuyas noches se distribuían en cuatro partes, de duraciones diferentes según la época del año, frente a las racionales doce horas en las que se desarrollaban las actividades cotidianas. También lo sabemos bien los que hemos hecho guardia durante las interminables en las que hemos dialogado con nuestros propios demonios interiores. Pero eso pertenece a otra historia. La noche no es una franja temporal, no es un cúmulo de horas en las que se aprovecha para dormir porque no hay luz natural para hacer otra cosa, no... La noche es un estado de ánimo, un grado de conocimiento, si se quiere decir de ese críptico modo. Suele ocurrir que las tinieblas pueden dar fe de nuestros más inconfesables actos, también de los que nos redimen. Redención... Quien la tiene a mano la rehúye por la penitencia que implica, y quien la desea ya no está en la suya porque forma parte de su propio sacrificio para alcanzar el perdón. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He hecho reiteradas referencias a mi afición de pasear por cementerios. Como estos tienen el mal hábito de protegerse durante la noche de las profanaciones de algunos que se dicen vivos; de mis horas de insomnio, a veces, han sido mudos testigos las calles del viejo Madrid que han contemplado mis pasos de niño y de joven. Hay callejas y callejuelas tan pintorescas que permanecen como en otra dimensión, al margen del irrespetuoso bullicio de turistas y juerguistas, que con frecuencia son los mismos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No fue hace mucho. Paseaba por la penumbra de las tortuosas vías que nacen o mueren cerca de la calle Mayor, escondidas del engañoso relumbrón procedente del Palacio Real y de los acertijos que propone lo que fue la muralla musulmana, durmiente y amenazante bajo el tráfico rodado de una de las grandes capitales europeas que, desgraciadamente, hoy es Madrid. Si uno se detiene y escucha en ciertas esquinas y bocacalles, es posible escuchar las desengañadas carcajadas de Quevedo, el melancólico caminar de Bécquer o los alborotos de Valle Inclán, que de todo guarda memoria esta ciudad que tanto ha visto y sufrido en la carne y en la sombra de sus hijos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Debían de ser cerca de las tres de la madrugada, fresca y húmeda pues había llovido la tarde anterior de un abril tan lluvioso como el del refrán. No recuerdo bien si venía o iba, es lo que tiene deambular pendiente de las cuentas que uno tiene consigo mismo, sólo sé que enfilé la calle del Cordón y apenas hube andado unos escasos metros, a mi derecha, se abría una esquina que jamás había contemplado antes. Me asombró sobremanera porque no recordaba bocacalle alguna a esa altura, y uno sujeta un haz de años en su cuerpo que no permiten esa clase de descuidos. Miré el cartel: Callejón de la Escalera, no “de la Escalinata”, que bajaba o subía, según, cerca de allí. Y efectivamente, una escalera, con sus fieles peldaños, descendía delante de mí sin decirme adonde porque una enigmática penumbra velaba sus secretos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estuve tentado de dar media vuelta y dejar la exploración para mejor ocasión, que los remordimientos son mala cosa para encararse con acontecimientos extraños, sin embargo pudo más la curiosidad y fue esta amazona la que espoleó mis piernas como los caballeros hacían con sus monturas. Se trataba de una calle estrecha, como muchas de ese antiguo barrio, sin más iluminación que la de un cielo abarrotado de estrellas y completamente en silencio, tan abrumador que opté por acallar mis prevenidos y espaciados pasos, como soldado en territorio enemigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me llamó la atención que no diese ninguna ventana al vía, ni balconada ni portal, lo que le confería un amenazante aspecto de zulo, de ratonera, de trampa, detalle que se confirmó cuando llegué a su final y comprobé con creciente desasosiego que estaba en un callejón sin salida, cerrado por una enladrillada pared que se alzaba imponente hasta el cielo. Haciendo ostentación de la frialdad que tanto se me ha reprochado, giré sobre mis talones y me puse a desandar lo andado hacia la escalera para ganar la salida de esa inquietante calleja en la que nunca había reparado antes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quizás un par de pasos, puede que tres o cuatro a lo sumo, como duelista sorprendido por la espalda a causa de la felonía de un adversario, alguien me llamó por mi nombre. No fue un susurro, ni el aire retorcido en el fondo de una tronera. Sonó claro y limpio, como gota de agua precipitada a lo más profundo de un pozo. Me volví como si un resorte se hubiera disparado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una dama, muy joven y hermosa, de apenas veinte abriles, de piel tan blanca que parecía transparente, ojos grandes, tristes y grises; largo cabello rubio recogido y rasgos que delataban proceder de Europa Oriental. Vestía ropajes de otra época, no supe situar su indumentaria, acaso de mediados del siglo XVI, de riguroso negro en el que parecía brillar la extrema blancura de la seda que formaba la gorguera, adornada por unas pequeñas gemas celestes es sus bordes. Repitió mi nombre, me percaté de que en sus labios tomaba el acento de otras tierras, al tiempo que extendía su mano hacía mí, como invitándome a cogérsela o en ademán de auxilio. No se me concedió tiempo para más. Se hundió en el suelo que había bajo sus pies y desapareció atravesándolo sin que se moviese un solo adoquín. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Impresionado, hice acopio de ánimo y palpé la superficie del pavés que había acariciado la piel, o lo que fuera, de tan extraña dama. Aparentemente se hallaba más cálidos que los circundantes, pero no supe si ello era debido a mi propia sugestión o al paso de la aparición a través de su estructura. Ahora sí, tenía todas las alarmas encendidas y retrocedí apresuradamente los metros que me separaban de la calle del Cordón, más familiar y conocida, sin dejar de correr y tropezar hasta la esquina con Sacramento, donde apoyé mi espalda contra la Casa de Cisneros para recobrar resuello. Señal de que lo recuperé con presteza es que miré a mi alrededor cerciorándome de que retirada tan deshonrosa no había sido observada por nadie. Nadie. La vergüenza se lleva lastimosamente si es pública. Estaba completamente solo en el centro de Madrid, en una noche sin luna, sin más compañía que la de la lluvia que comenzaba a caer de nuevo, suave, silenciosa, sinuosa, como los nostálgicos acordes del <a href="https://www.youtube.com/watch?v=aPxHEN9lXCU">Réquiem de Dvorák</a>, justo cuando escasos segundos antes acababa de contemplar un espectacular cielo estrellado. Ahora, contrariamente, un manto escarlata de nubarrones adornado con jirones blanquecinos ocupaba todo el firmamento. No sabía lo que había presenciado, menos aún que se dirigiese a mi para dejarme sumido entre tinieblas. Es como si la misteriosa dama se hubiera llevado toda la luz del universo prendida sobre sí, tal que una presea o alhaja más. La calleja se había esfumado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aguardé un par de días antes de realizar ninguna indagación. Estaba seguro de lo que había visto, es lo que tiene no consumir alcohol ni ningún tipo de drogas, que se posee una certeza sobre la realidad fuera de toda duda, incluso cuando esta se resquebraja abruptamente para mostrarnos un lamento. Sí, un lamento, la muchacha no transmitía gozo alguno, sino un infinito y perpetuo quebranto, un llanto sin lágrimas, como el que se padece cuando se han agotado de tanto llorar. Volví al lugar del suceso, esta vez a plena luz del día, aunque debilitada por las traviesas nubes que cubrían Madrid. Crucé la plaza de la Villa en diagonal pues venía desde Bailén, y me encaminé hacia la calle del Cordón, examinando detenidamente que, esta ocasión a mi izquierda, en efecto, allí no había el menor indicio de un “callejón de la escalera”, ni siquiera un resquicio que pudiera dar a entender que el edificio que ocupaba su espacio estuviera segmentado en el pasado. Así que acudí a los planos del Madrid antiguo, empezando por el más conocido, realizado por Pedro Teixeira en 1656. Advertí que en aquel tiempo el trazado de la calle del Cordón era más o menos idéntico al actual. Tercamente, lo rechacé: El atuendo de la aparecida era anterior a esa fecha, en al menos un siglo. Seguí buscando hasta dar con el más pretérito, que andaba por alguna de mis estanterías, durmiendo plácidamente el sueño del conocimiento, rechazando recreaciones o suposiciones contemporáneas que pasan por encima de los detalles. Necesitaba la precisión del ilustrador que estuvo allí, en ese momento. La encontré en el plano de Marcelli (1), datado en 1622...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinL7zi8TSCd-9UJEizn9Hb9syakGvQzYSuwaz7iHk8OWnAb1S_K4j9tTpNDJ3oO_Zs90CCiboxOf9vAbiELE2g70ldUilqxfIkUe4_49w5MOw9OmgzBujZ27o1DDhyAcEwc-9b7Zmx4eJO/s1600/plano+marcelli+detalle.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" closure_lm_796862="null" height="211" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinL7zi8TSCd-9UJEizn9Hb9syakGvQzYSuwaz7iHk8OWnAb1S_K4j9tTpNDJ3oO_Zs90CCiboxOf9vAbiELE2g70ldUilqxfIkUe4_49w5MOw9OmgzBujZ27o1DDhyAcEwc-9b7Zmx4eJO/s1600/plano+marcelli+detalle.JPG" uta="true" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahí estaba. Viniendo desde la plaza de la Villa, a mano izquierda, una estrecha y larga abertura por la que únicamente se podrían cruzar dos personas si se arrimasen a las paredes, con un nivel más elevado en su entrada por la calle del Cordón, que descendía merced a unos cuantos peldaños y continuaba en ligera pendiente hasta toparse con la fachada occidental del Colegio de los Ingleses, que la cerraba por completo dejándola sin salida. Años después, en los difíciles días que sacudieron la Monarquía Católica, el callejón fue condenado y enterrado bajo un edificio, y ya nunca más volvería a ver la luz, salvo que se descerrajase algún hechizo. Las alucinaciones adolecen de rigor histórico. La coherencia que me ofrecían las evidencias que había ido reuniendo ante mis ojos me mostraron que estaba frente a una historia que tenía que desentrañar. Una historia. Imposible resistirse. </div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me dí de bruces con toda la burocracia municipal, tan celosa de guardar la memoria de las ciudades y de los que fueron sus moradores que olvidan que de nada sirve conservarla y custodiarla si no se pone a disposición de los contribuyentes. Una paradoja que se repite hasta el aburrimiento con excavaciones, museos, bibliotecas y cualquier apéndice de la sabiduría sobre el pasado: Hay amores que matan, y algunos que dejan enterrado bajo instancias y oficios al objeto de sus desvelos. Los estudiosos investigamos, no deberíamos de lidiar con funcionarios y políticos que ni comen ni dejan, cual bostezante, ocioso y odioso perro del hortelano.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando ya estaba a punto de desistir por lo prolijo de las gestiones acerca de un asunto que iba perdiendo intensidad frente a mi presente, alguien me llamó a mi móvil. No acostumbro a atender llamadas de números “ocultos”, pero la precipitación o la casualidad, si es que aceptamos que exista, quiso que aquella ocasión fuera una excepción. Descolgué con el habitual “diga”. Nada más que el zumbido de la línea, de que alguien estaba a la escucha. Repetí, “diga”, arrepentido de haber aceptado la comunicación y resuelto a desconectar inmediatamente. Entonces oí una voz metálica, inexpresiva, que asocié a un hombre más por intuición que por timbre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Angyalka. Se llama Angyalka. Ese es el nombre de la Dama del Callejón. Ningún archivero o chupatintas podrá darle razón de Angyalka. Acuda a Hadradian, sí. Ella le contará. Ella lo sabe todo...</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cómo sabe que ando buscando información sobre esa señorita?... - Pregunté - ¿Quién es usted? ¿Quien es Hadradian? </div>
<div style="text-align: justify;">
- Vaya a hablar con Hadradian. Esta noche, cuando ya no haya luz. La encontrará caminando por la calle del espejo... </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿A quién voy a encontrar andando por esa calle? ¿Es una tomadura de pelo?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La interrogante no halló interlocutor. Quien fuera la persona que me había telefoneado, ya no estaba al otro lado de la línea. O al otro lado, sin más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Confieso que mi primer impulso fue desoír la cita e ignorarla. Lo malo es que lo inexplicable, y ya había demasiadas datos bajo ese denominador, tiene un imán que nos atrae, que nos seduce para entregarnos, como único y solitario galardón, comprender sucesos extraordinarios que se salen de eso que llamamos, ramplona y aburridamente, “realidad”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así que debidamente prevenido, por aquello de ese modo se vale como dos, me dirigí a pasearme por la calle del espejo, arriba y abajo, como solitario centinela a la espera de alguien cuya apariencia desconocía, como aún que fuera a presentarse allí, si es que existía y no fuera el señuelo de algún bromista con demasiado tiempo libre. El crepúsculo civil fue oscureciendo el singular anochecer madrileño en primavera, con nubes que tuvieron a bien visitar la capital para arroparla y que no se enfriase en exceso durante esas vagas e indefinidas horas nocturnas que iban cercando el día para verlo morir. El duelo que anuncia ese desenlace fue dejando la vía libre de transeúntes, como si estar ubicada en el centro de Madrid no implicase obligación de tener tránsito a todas horas. Y llegó el momento en que estuve solo por completo, refugiado bajo la tenue iluminación de las farolas y una densa niebla que fue enseñoreándose de todo como si algo o alguien quisiera hurtar cierto encuentro de la vista de curiosos o impertinentes. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un gato negro salió corriendo para esconderse en las brumas. No acerté a hallar lo que le espantó pues el silencio era total, como mi soledad. No había nadie, por más que mirase alrededor, como tirador en guardia, presto para manejar su estoque contra lo primero que se moviese. Entonces alguien, que no estaba décimas de segundo antes, me cogió del brazo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Es vuestra merced el caballero que busca a Hadradian?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se trataba de una anciana, de largos y blancos cabellos y ojos tan claros que parecían transparentes; cargada de años y de sinsabores, puede que inexpresiva por todo ello; vestida de un modo sumamente peculiar porque pasaría por hippie o por una menesterosa. Quizás por ambas. Me desasí instintiva y bruscamente sin responderla. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No he tenido la voluntad de asustarle. Para encontrarse con Hadradian no hay más que desearlo, en este mismo lugar... </div>
<div style="text-align: justify;">
- Y bien pues, - repliqué secamente - ¿dónde está?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es la que le habla. Hace mucho, mucho tiempo que nadie ha tenido la bondad, o el interés, de querer verla. Los jóvenes, como vuestra merced, rechazan creer en nada distinto que en sus pasiones...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había rabia contenida en su voz. Un odio indefinido que se percibía por debajo del respetuoso y dulce tono que empleaba</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Le agradezco que me incluya entre los “jóvenes”, pero uno ya va dejando atrás esa época. </div>
<div style="text-align: justify;">
- En comparación con Hadradian, vuestra merced nació la hora pasada, hará bien si lo cree. Empero no ha venido a charlar de años y edades, ¿estamos en lo cierto? Además, el lamento de las eras no es audible para quien solamente puede contemplar una. Por mucho que llegue a saber...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No quise entrar en su enloquecida dialéctica. El arcaico español que usaba, referirse a sí misma en tercera persona, cada una de las arrugas que surcaban un rostro que destilaba indiferencia y desdén, la atmósfera irreal que nos rodeaba, comenzaron a infundirme un temor indefinido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Alguien me llamó, – expliqué lacónicamente, – y me dijo que una tal Hadradian me diría quien es una dama que vi en un sitio que ya no existe.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Lo que existe y no existe... – Clavó sus ojos en los míos. – Se toma con ligereza una separación que no “existe”, – jugó con las palabras – pero que serena extraordinariamente a los nacidos de madre. Si no existe, no hay que preocuparse; y si existe, ya lo hará quien padece ese sufrimiento por la cuenta que le vale... El callejón de la Escalera. Hubo quien lo temió porque desciende hasta el mismísimo infierno y el que baja sus peldaños corre el peligro de no retornar. Como la dama. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Se llamaba Angyalka? – Inquirí intrigado. - ¿Qué le ocurrió?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ella no es de aquí. Es curioso que los cronistas no sepan de personas y que los que estudian la Historia tengan que valerse de otras “fuentes” para llegar a conocerla. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me percaté de que Hadradian había usado el presente de indicativo. Guardé silencio para que siguiese hablando.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
"Angyalka... Ya le digo a vuestra merced que ella no es de aquí. En realidad no es de ningún sitio. Vino de Bohemia (2) aunque llegó a este mundo en lo que era la Hungría que combatía al turco mientras los Austrias miraban a otro lado. No tiene padres, ni familia que la consuele, Angyalka es distinta a todos, hasta el punto de que ni siquiera ella misma sabe ya a qué Señor ha de servir, si al que le dio la Vida o al que la trajo aquí. Un ángel rebelde la tiene prisionera y la Salvación del Señor no la alcanza por no estar ni viva ni muerta. Edificaron y condenaron la calleja para conjurarla, para que nadie compartiese su desdicha. Pero en noches de Novilunio, solamente a algunas personas, se obra el prodigio de que la calleja vuelva a aparecerse como estaba hace quinientos años, como está todavía en un misterioso rizo de la Eternidad... Mientras transcurren los siglos a la espera de que un amor de Hombre la convierta en mujer para burlar el sortilegio de ese ángel maldito."</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa última palabra sonó con la gravedad de una condena. Quise recapitular...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es una leyenda emocionante. Pero yo sólo contemplé una aparecida, seguramente el errante espíritu de una joven que murió hace mucho...</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Es vuestra merced el que está errado! – Exclamó furiosa – ¡No está muerta, no puede morir lo que no ha nacido de la Carne, porque la hicieron regresar! – Suspiró como ejercicio de contención. – No tiene idea de lo que era Madrid entonces... ¡Era la capital del mundo, de un imperio que no tenía rival! Naves con la Cruz de Borgoña, que esa es vuestra olvidada bandera, iban y venían por todos los mares del Globo <i>Ad Maiorem Gloriam Dei</i> (3). Londres, París y el Sacro Imperio eran cuna de herejes; Roma, una guarida de zorras lascivas, y Trento (4) no pudo poner orden en todo ese aquelarre para Aflicción del que Entregó Su Vida por vosotros. Aquí venía lo natural y lo sobrenatural mientras Felipe “el Prudente” se propuso cerrar una de las bocas del infierno con la Basílica de El Escorial. El Santo Oficio estaba desbordado sólo con lo que se invocaba entre Sevilla, Toledo y Madrid.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Está bien, - concedí afanándome en no perder el hilo, - ¿entonces qué o quién es Angyalka?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Algunos son hijos de la Lujuria y otros son hijos de la Virtud. Ella es hija de la soledad que sintió uno de los que quiso ser como Dios. Puede que Él sintiese lo mismo la noche anterior al Primer Día de la Creación.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Quién es ese “uno”?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso no lo habrá de saber vuestra merced. Hay cosas que es mejor ignorar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y porqué acabó Angyalka así?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es que no ha acabado “así”. Ella sigue esperando a que un hijo de vuestra estirpe la rescate. Ya le he dicho que ese callejón baja hasta el infierno... Quien tenga el valor de entrar para sacarla de allí, la liberará. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿No lo ha logrado nadie en estos siglos?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La anciana titubeó, como dudando si contarlo o no contarlo. Debió decidir lo primero, pero de una manera somera, sin entrar en detalles “complicados” a tenor de su contestación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nadie lo ha logrado. Hubo un caballero, el desocupado hijo de un noble, pero le mataron en la luna nueva de julio de 1834 (5), pocos días antes de la matanza de religiosos (6) que hubo en Madrid . Nadie se interesa por un muerto cuando poco después empiezan a llover.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Una fatalidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No hay casualidades, y estoy segura de que vuestra merced tampoco es de los que despachan una contrariedad con la convención de esquivas suertes o azares que no lo son.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Asentí en cómplice silencio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Angyalka seguirá esperando a un hombre que la ame... – Sentencié a medio camino entre la afirmación y la presunción. - Cuyo valor esté por encima del miedo y cuyo amor esté por encima de su vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Angyalka seguirá aguardando, con la angustia añadida de vivir en un tiempo en el que están ausentes el valor y el amor, si es que hay alguna diferencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y quién es Hadradian? – Interpelé a quemarropa. - ¿O quién dice ser?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Hadradian... – Sonrió por esa única vez mientras retrocedía para ser engullida por la niebla... – Hadradian ya no recuerda quien es.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desapareció ante mis ojos. Al punto, la impenetrable niebla comenzó a aclararse. La desierta calle del Espejo recobró su apariencia habitual y segundos después advertí a una pareja de chicos, bien agarrados el uno a la otra, paseando azoradamente a un desquiciado perro que ladraba chillonamente en todas direcciones.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Acaso esa mascota tenía capacidad para percibir lo que había pasado...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Regresé la siguiente luna nueva, sin embargo, nada pasó. Y la siguiente. Y la siguiente a la siguiente. Perdí la cuenta. Ya estaba considerando la posibilidad de desistir la que sería la postrera, una desapacible y pluviosa noche de finales de septiembre, cuando el callejón de la Escalera, una de las puertas del infierno, se abrió ante mí, lo que contemplé con la incredulidad que se alberga en un suceso sobrenatural. La alta fachada de ladrillos fluctuó, como un holograma, y al segundo siguiente ya estaba allí, como si nunca hubiese faltado de su pretérito sitio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me acerqué y me asomé. Me vinieron a la memoria las palabras de Hadradian.... “un tiempo en el que están ausentes el valor y el amor”. Bajé los peldaños de uno en uno. El cielo, majestuosamente estrellado y despejado, lo contrario del que se contemplaba en la calle del Cordón, a escasos pasos. Una oscuridad casi absoluta. Y en un destello, Angyalka, irradiando tanta luz como tristeza y belleza, extendiendo lánguidamente su mano derecha hacia mí mientras me llamaba por mi nombre...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ni toda la ígnea luz del Erebo me deslumbraría. Me santigüé, inicié un Padrenuestro y sentí una poderosa fuerza que me arrastraba fuera del callejón maldito hasta que mi espalda chocó con la pared opuesta y caí al duro empedrado de la calle del Cordón. Levanté la cabeza. Otra vez los ladrillos en procesión como si quisieran tocar un cielo que siempre estaría dramáticamente remoto y distante. Ni rastro de la aparición. Únicamente el lejano eco de un lamento en lo más hondo de mi corazón.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dicen que no hay distancias para los sentimientos...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>NOTAS</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
(1) También llamado “De Wit”, porque no se tiene claro el autor. Algunos estudiosos lo fechan en 1635, pero recientes investigaciones lo sitúan en abril de 1623, momento en que el regidor abonó 350 ducados por ese trabajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
(2) Región del este de la actual República Checa.</div>
<div style="text-align: justify;">
(3) A la Mayor Gloria de Dios.</div>
<div style="text-align: justify;">
(4) Concilio de Trento, celebrado como respuesta a la herejía de Lutero, a mediados del siglo XVI.</div>
<div style="text-align: justify;">
(5) Fue la noche del seis al siete de julio de 1834.</div>
<div style="text-align: justify;">
(6) En Madrid, durante la jornada del 17 de julio de 1834 se asesinan a cerca de ochenta personas, la mayoría religiosos, víctimas del bulo que los acusaba de envenenar las fuentes de la ciudad, mentira urdida y planificada en las logias masonas para desencadenar una revolución.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9MCvKZfzfojcYzoJEI8wvxUP8p5Revu-Z6_DRNszfMFpEMKbkkd7wee-4EFFp75zzfrkgxTxDJFjT_90_e9BfjNqyOnNePS3q1R_PYlT_chRNSFjscemv41MIznxiZNtMbhfX3hOCLNf6/s1600/Angyalka.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" closure_lm_478851="null" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9MCvKZfzfojcYzoJEI8wvxUP8p5Revu-Z6_DRNszfMFpEMKbkkd7wee-4EFFp75zzfrkgxTxDJFjT_90_e9BfjNqyOnNePS3q1R_PYlT_chRNSFjscemv41MIznxiZNtMbhfX3hOCLNf6/s1600/Angyalka.JPG" uta="true" width="147" /></a></div>
<br />
<br />
<br />
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-33555614973579395052014-03-09T17:02:00.000+01:002014-04-09T16:00:19.308+02:00Los muertos de los muertos<div style="text-align: justify;">
Hace años, no tantos como para que la ausencia haya sembrado la cizaña del olvido, tuve una gran amiga. Una amiga de esas por las que darías la vida ya que simbolizaba todo lo bueno que han ido construyendo generaciones y generaciones de personas que pretendían dejar un futuro mejor a sus hijos, bastante más halagüeño que el presente que ellos habían padecido con cristiana resignación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sabía sobradamente que tenía sus defectos, pero no los consideraba entonces lo suficientemente graves como para ensombrecer sus meritorios hechos a lo largo de los años. Uno siempre tiene el vicio de pensar que las cosas, como las personas, tienden a mejorar en su propio Camino de Redención. El paso implacable del tiempo nos saca de ese error cuando acumulamos unas cuantas cicatrices en nuestro cuerpo debido a sus letales efectos, que es lo que vulgarmente se conoce como canas en los cabellos y arrugas en el rostro. Nos percatamos demasiado tarde que lo que para algunos es Sendero de Arrepentimiento, para otros, demasiados acaso, es un lento e inexorable descenso a los Infiernos. Para no retornar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, durante una época, quizás por la juventud que se me va, hubiera dado la vida por ella y por todo lo bueno que significaba para mí. Sentía una profunda y auténtica admiración por ella, como sólo puede sentirse por una madre, aunque no lo fuera en su biológico sentido. Conocía la forma en que había tratado a muchos de sus hijos que habían rendido su existencia por conseguir su mayor Gloria. Desdén y un frío sepulcro que nadie recordaba es lo que recibieron como pago a su sacrificio. Pese a ello pensaba terca y honestamente que cambiaría. Que contemplaría con respeto y gratitud a todos los que tanto habían hecho de buena fe en su nombre, equivocados o no, para que su nombre alcanzase la preponderancia que se merecía. Ahora sé con la amargura de ese inexplicable conocimiento que concede la madurez que no se pueden pedir peras al olmo, como también sé que se halla en la naturaleza del alacrán del cuento picar a la rana que le está salvando la vida mientras cruzan una charca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En realidad no tengo idea de cuándo comenzó esta desafección, este irreversible distanciamiento. Dicen que la traición es tan mezquina que nunca se sabe a ciencia cierta quien es el felón, si el que la lleva a cabo o el que la inspira, que a menudo es el propio traicionado porque previamente ha renegado de lo que se propuso defender. La Vida viene sin manual de instrucciones y cada uno se busca, como buenamente puede, referentes, asideros donde tender un lazo para no precipitarse en el abismo de una conciencia que no perdona. Claro que hay quienes por no tener incluso llegan a ser ellos mismos un abismo inabarcable. Yo soy de los que piensan que no es necesario ser el mejor, sino sencillamente una buena persona, sin tanta competitividad y tanta milonga que tanto gusta a los políticos, expertos en vivir sin dar golpe. Porque ser buena persona es lo mejor, ya saben lo que me complace los juegos de palabras. Los que Creemos en Cristo, según me dijo un ateo, somos envidiados por no tener dudas. “Las tenemos”, le contesté, “pero no falta la Luz para que pierdan importancia”. Son frases nada más, pero encierran clavos ardiendo a los que agarrarse cuando se pretende escapar de ese desgarrado acreedor que es Pedro Botero.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Frases. Las arengas están formadas por encendidas frases, para que la propia muerte duela menos a causa de la Esperanza que dejaremos como legado. Pero en realidad se viene solo y solos nos iremos cuando Dios disponga. Ella nunca trata bien a los suyos, supervivientes o no. Nunca hace caso a los que la quieren bien. Siempre presta oídos a vecinos que únicamente buscan su propio provecho. Y siempre, siempre, prefiere creer a los que desean dañarla, precisamente por lo que implica su significado. Ahora está enferma, muy enferma, en manos de médicos que la mienten sistematicamente. “Señores, no me encuentro bien”, dice, “tengo infinidad de deudas que me reclaman, he perdido la secular fe en el Señor que me ha caracterizado, me desangro, me duele todo y aún tengo la sensación de que regiones de mi cuerpo quieren apartarse de mí”. Y sus quejidos lastimeros no conmueven ni un ápice a esa nómina negra y corrompida de médicos que la tratan, o maltratan a tenor de sus hechos, que bien se dijo “que por ellos los conoceréis”. Simplemente se limitan, como los carroñeros, a esperar el fatídico desenlace, para ver cuánto se pueden llevar de la casa de la difunta en ese río revuelto que acompaña como plañidera todos los óbitos. Mintiendo. Mienten por activa y por pasiva, despiertos y dormidos, cuando hablan y cuando callan. Mienten todos, y los que no mienten son amordazados para que sus tesis y tratamientos no lleguen a ser conocidos por ella, por esa paciente que está como está por haberse creído toda la ponzoña que le inoculaban, poco a poco, con paciencia y sin piedad. “No se preocupe, señora, que está usted muy bien, sana, moderna y progresando, como los vecinos de su entorno”. Nunca faltan bobadas de ese estilo, como otras que dijeron cuando crearon una charlotada para reforzar su posición. Tantas dudas sembró desde el principio que para tapar el asunto tuvieron que envenenarla, no sé bien con qué, en el mismo año, y echaron la culpa a cierta clase de aceite adulterado. Ella tiene escasa memoria, y hoy sólo nos acordamos de ello los que tenemos cierta edad, porque nunca se volvió a saber de la cuestión, hasta el punto de que un doctor que quiso investigar el asunto falleció misteriosamente cuando estaba en ello. Ocurre que quienes conspiran en tan alto grado no se detienen cuando han de eliminar a los personajes secundarios de una tragedia, del mismo modo que nadie repara en los muertos de los muertos porque los únicos que se echan en falta son los que hemos conocido, no aquellos que eran añorados por los que amábamos de un modo tan egoísta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El entusiasmo de la juventud es tan ruidoso que no deja escuchar otra cosa que la música que hace palpitar nuestro corazón. Afortunadamente es una enfermedad que se cura con algo de escéptica sordera, desengaños, desencanto y tiempo. Hay quienes lo llaman “experiencia”, sea como fuere, el gato escaldado huye del agua fría. Salvo que sea un poco estúpido y se crea los embustes de los que quieren dejarle sin vidas. Continuó el <i>tratamiento</i>, ya que se trataba de un <i>proyecto</i> a largo plazo. Esos médicos fueron sin ambages contra los Principios que habían sustentado los actos de ella al tiempo que empleaban otros medios para ir desgastando la fortaleza y la integridad de mi amiga. Pequeñas pero repetidas dosis de relativismo, crimen y corrupción fueron socavando y minando las estructuras de la conciencia. Cuando se deja de creer en Dios, se empieza a creer en cualquier tontería, y ellos sabían, y saben a la perfección, que una demolición salvaje tiene una contundente respuesta como reacción, pero no sucede de ese modo si la erosión es continuada, callada, ocultada y mentida. El resultado final es el mismo, únicamente una cuestión de tiempo, pero sin arriesgarse. Los cobardes no tienen grandeza moral. Ni moral, obviamente. Ya he dicho que no se pueden pedir peras al olmo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y llegó un día. Siempre termina llegando un Día. Ese Día en que la Vida te pregunta qué eres y tienes que dejarte de tapujos para proclamar en qué crees realmente. El Día que te reserva un lugar para la Eternidad, el Día en que se justifica una vida, que vale por una muerte; puede durar un segundo o varios años, sin duda alguna es el que nos redime o nos condena. Hubo un “avance” en el perverso <i>tratamiento</i>. Un acontecimiento tan grave que debería haber puesto del revés a todo el equipo médico habitual. No obstante, no pasó nada. A ella se le arrugó el poco ánimo que le restaba y siguió creyendo a pies juntillas todas y cada una de las falsedades, embustes e imposturas, ya multiplicadas hasta la náusea. De nada sirvieron las advertencias, los avisos, las reconvenciones... Se nos acalló de mala manera, se nos tachó de alarmistas, <i>conspiranoicos</i>, de desleales. Muchos arrojaron la toalla y se marcharon lejos. Algunos tardamos un poco más pero hemos llegado a la indiferencia que también es un sentimiento que aleja... La situación se agravó más y la enferma está agonizando mientras se la expolia sin compasión ni medida. Los engaños de los médicos son escandalosos, sabedores de que cualquier estupidez es aceptada sin objeción. Siguen con su discurso de que la enferma está cada vez mejor cuando ya apenas respira y cuando partes de su cuerpo están claramente en rebeldía con tumores extendidos y muy avanzados, con infecciones y gangrenas mortales de necesidad. Ya no se trata de que pueda haber curación, lo que sería un milagro, sino de lo que va a tardar en expirar, que lo acabará haciendo por mucho que la actual situación que se padece favorezca a esos matasanos y a los que les pagan, porque va en su ser llevar a término esta ejecución, como el escorpión de la fábula citada más arriba. Los muertos tienen la costumbre de morir porque quizás sólo esa sea la forma de alumbrar algo nuevo a pesar de que no se espera heredero que ponga orden. Mientras, unos pocos seguimos acordándonos de los muertos de los muertos, de su esfuerzo baldío, de sus desvelos arrojados por la borda, de tanto para nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Y yo? Se me puede decir que es reprochable abandonar a alguien que se ha amado cuando está rodeada de personas sin escrúpulos y muriéndose. Lo malo es que es ella la que eligió rodearse de esas malas compañías y que las escogió pretiriendo a las buenas. Uno no puede ser leal a alguien que ni siquiera es leal a sí mismo. Cada cual es responsable de quien se rodea y, por supuesto, de sus amistades peligrosas. La primera vez que se sufre un engaño es culpa del engañador, pero las siguientes ya son demérito propio y no se puede salvar la vida permanentemente a un suicida compulsivo y reincidente: Tarde o temprano logrará su objetivo. Hay personas que buscan su mal y ni siquiera son conscientes del perjuicio que se causan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cansado, hastiado y, ¿por qué no decirlo?, también herido en mi devoción hacia ella, una tarde arrié la bandera de nuestra amistad y la sustituí por los estandartes de mis ancestros, que esos muertos de mis muertos, errados o no, fueron fieles católicos, coherentes y honestos hasta el final. En este siglo XXI del “sálvese quien pueda”, que no augura nada bueno, he tomado la determinación de ser leal a pabellones en los que me vea reflejado, por sangre y por Principios, siendo estos los citados de mis antepasados y los de mi renovada Fe en Cristo. No seguiré más a alguien que ha ignorado el llanto de sus hijos más desfavorecidos y ha corrido en pos del favor de personajes poderosos y tenebrosos que en el fondo detestan a la que, una no muy lejana jornada, fue la diana de mis sueños.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Porque resulta que, a fin de cuentas, uno se debe y está aquí por lo que creyeron esas elegantes personas de semblante difuminado en antiguos retratos de tonos sepias. Los muertos de los muertos que jamás habrían tolerado que se alcanzase el nivel de decadencia y podredumbre que comúnmente, y erroneámente, se denomina “progreso”. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-54917179879807124342014-01-12T17:51:00.000+01:002014-04-09T16:00:33.289+02:00El vuelo (El error)<div style="text-align: center;">
<i>En algún futuro cercano...</i></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Llegaron al aeropuerto. Un vuelo anodino, salvo por una fuerte tormenta y las turbulencias que padeció sobre el Atlántico Norte. La pericia de los pilotos logró que pasase a formar parte del anecdotario de los pasajeros, algunos con historias más inquietantes en su recuerdo de anteriores viajes intercontinentales. El avión tomó tierra suavemente, lloviznaba sobre Barajas y nada trascendió del nerviosismo y desconcierto que se estaba viviendo en la cabina desde hacía casi hora y media. No era en vano que esa hermética frontera, permeable únicamente para azafatas de eterna e imperturbable sonrisa, fuera la garantía de que el pasaje no entrase en pánico en determinadas ocasiones y que siguiera volando, como afirmó un comandante jubilado con una hoja de servicios impoluta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Habían llegado, y los viajeros más observadores empezaron a reparar en detalles que les resultaban llamativos. Por ejemplo, resultaba insólito que les hubieran “escoltado” dos cazas españoles del Ejército del Aire, reconocibles por la Cruz de san Andrés en los estabilizadores verticales o derivas y sus coloridas escarapelas rojigualdas, desde que entraron en su espacio aéreo nacional. Sin embargo, correspondían a un diseño que nadie supo reconocer. Sí, era el aeropuerto de Barajas, estaba la cercana, blanca e inmensa Cruz del cerro de san Miguel de Paracuellos del Jarama para recordar a las víctimas del Frente Popular; pero el horizonte que contemplaba Madrid no era el mismo, y el trazado de las pistas se había complicado. Había más aeronaves, que básicamente eran iguales a la que les había traído desde Nueva York, al contrario que los aparatos del Ejército, pero desprendían algo que las hacía diferentes. Los edificios, las carreteras, los vehículos que alcanzaban a ver... tampoco eran los acostumbrados, más numerosos y distintos, muy distintos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El avión continuaba rodando por la pista, pesadamente, como si nunca fuera a detenerse, acompañado por un séquito de camiones y coches militares, de bomberos, de policías, de la Cruz Roja, del servicio del aeropuerto... y otros sin distintivo ninguno, ocupados por personas bien vestidas y con gafas de sol... En un día en el que brillaba por su ausencia. Los ocupantes empezaron a plantearse el motivo que causaba tanta expectación. Se trataba de un vuelo normal, sin ninguna celebridad a bordo, si es que se puede distinguir ya entre la farándula y la política, nada más que grises hombres de negocios, turistas, familias y otras personas comunes con sus vidas a cuestas que no llamaban la atención por nada. Surgió la chispa del recelo. ¿Y si algún miembro de una organización subversiva, guerrillera, se hubiera infiltrado? El cuchicheo entre el pasaje subió de tono como se incrementó la inquietud, que ya no podían contener las sonrientes auxiliares de vuelo, titubeantes ante la ausencia de información, el ininteligible y aislado barullo de los pilotos y las preguntas que les formulaban los pasajeros.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y el <i>Boeing 707</i> de la <i>PanAm</i> se detuvo finalmente bajo la débil lluvia que arrojaba el velado cielo de Madrid, aletargado en esa labor, mientras miraba esos diminutos seres que se echaban encima de un pájaro metálico, blanco con una raya azul, del mismo modo que un depredador se abalanza sobre su presa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Frenética actividad en la Torre de Control del aeropuerto de Madrid-Barajas. No se había redactado un Manual de Procedimiento para una contingencia así. Faltando un protocolo, se hicieron cargo del asunto los militares... Y unos individuos trajeados que llegaron con ellos, lacónicos, con cara de póquer y de pocos amigos, que relevaron al personal de servicio con cajas destempladas. Los que alzaron la voz por ello fueron arrestados, encañonados y sacados por la fuerza de sus dependencias, lo que intimidó lo suficiente al resto para que siguiese sus indicaciones sin rechistar. Las armas siempre poseen argumentos muy convincentes si se tiene en estima la propia integridad física.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se informó del asunto al Cuartel General de la OTAN y ellos ordenaron que despegasen dos <i>McDonnell Douglas EF-18</i> del Ala 12 de la Base de Torrejón de Ardoz para avistar y seguir al vuelo 12 de la <i>PanAm</i> que iba de Nueva York a Madrid. Se le comunicó a su comandante que aterrizaría en esa Base Aérea, lo que rechazó rotundamente por tratarse de un avión comercial, negándose a cumplir las instrucciones de una cadena de mando “ajena” a la suya propia y que no reconocía de ninguna manera, quejándose además, vehementemente, de la “vigilancia” de los cazas españoles. Para evitar males mayores ante la terquedad del jefe de su tripulación, se concedió que la aeronave terminase su trayecto donde estaba previsto. Pero nadie, ni en la cabina del avión, ni en Barajas, ni en el Centro de Operaciones Aéreas de la Región Sur de la OTAN, situado en la Base de Torrejón, llegaba a comprender nada de nada. La aeronave de la <i>PanAm</i>, vuelo 12 Nueva York-Madrid, aterrizó sin novedad en el aeropuerto de Barajas, seguido por un rosario de vehículos puestos al servicio del Gobierno que realmente gobierna, y dispuestos a que un suceso tan extraño no trascendiese, no fuera que la opinión pública comenzase a plantearse algunas cuestiones “espinosas”. Porque a menudo sucede que llega la realidad para abofetear sin consideración la soberbia del Hombre. Una realidad que no tiene nada de racional ni de explicable, para vergüenza de los masones que promovieron esa estafa que se denominó la “Ilustración”. Dicen que las que mejor funcionan son aquellas que tienen un nombre más “sonoro”...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El vuelo 12 de la <i>PanAm</i>, que cubría el itinerario Nueva York-Madrid, era una aberración de la Naturaleza, un error que producía terror. Se le dio por desaparecido, sin dejar rastro alguno, el 15 de octubre de 1968, en medio del Océano Atlántico, en plena Guerra Fría, con el conflicto de Vietnam en ebullición y con el ánimo de la Humanidad aún encogido por la Crisis de los misiles soviéticos en Cuba y por el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, acaecidos años antes. Se escenificó el fraude con chatarra, diciéndose que procedía del avión, que había estallado a 35.000 pies de altura, cuando “subía escalones” para eludir una potente tempestad. Se metieron despojos de animales en ataúdes para acallar la curiosidad de los familiares de los desaparecidos más inquisitivos, al resto se les despachó con una cuantiosa y rápida indemnización, nada que ver con otros acontecimientos similares cuyas causas sí que estaban claras. Resulta que los gobiernos son especialmente eficaces cuando atienden los deseos de cierta <i>criptocracia</i>. La cuestión pasó al olvido, no interesó a nadie, ni siquiera al polvo que acumulan las hemerotecas; y las familias fueron enterrando a quienes recordaban a los que viajaban en ese misterioso vuelo perdido inexplicablemente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Apareció en los radares de los controladores casi medio siglo después. Un destello que no tendría que estar ahí. Un error, un vuelo imposible, perteneciente a una compañía aérea que ni siquiera existía ya por haber dado en quiebra en 1991. Surgió de la nada, para despecho de autoridades y científicos, que no sabían que hacer con un grupo de personas que había estado en el limbo durante décadas y que habían aterrizado en un mundo muy diferente del que dejaron en 1968, plagado de <i>hippies</i>, de no-violencia y con el Hombre acariciando la Luna. Eran peligrosos, por edad muchos de los pasajeros ya deberían de haber fallecido, aunque para ellos sólo habían pasado unas horas desde que dejaron Nueva York a sus espaldas, y el mezquino siglo XXI, que ya llevaba dadas unas cuantas dentelladas al Hombre, significaba una distante promesa de futuro mejor gracias a una segura colonización del espacio. Se darían de bruces con todo lo contrario porque se vivía una distopía totalitaria y paranoica. Tanto que algunos de los <i>gobernantes</i> que manejaban esta crisis sopesaban si eliminarlos en secreto. Al fin y al cabo se trataba de poco más de 150 personas que “oficialmente” estaban muertas. Si dejaban hablar en público a esas personas, la sociedad entera se tambalearía. Quizás por esa razón se da sepultura a los difuntos bajo pesadas lápidas... Para que no vuelvan y señalen nuestra incompetente miseria.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero habían regresado. Y el Mundo entero contenía el aliento porque el “error” no era un caso excepcional, estaban retornando del sueño que los había hurtado de su tiempo. Las torres de control de numerosos aeropuertos recibían solicitudes para aterrizar procedentes de vuelos que habían sido engullidos por el cielo. Y el Cielo, no sólo metafóricamente, les permitía retornar para que la Humanidad pudiera verse reflejada en un espejo con la seguridad de que la imagen que vería no sería de su gusto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
También, ¿por qué no?, para propinar una formidable bofetada a esa élite ignorante y malvada que se fía de “sus” científicos y tecnócratas, que basan todos sus cálculos en una realidad de la que apenas saben nada para incurrir, y perseverar, en el error. Ya lo dijo san Agustín: “Los que no quieren ser derrotados por la Verdad, lo serán por el error”...<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-720468087277510862013-12-03T11:52:00.000+01:002014-04-09T16:00:45.794+02:00Ellos y nosotros (La Flamigerina)<div style="text-align: justify;">
<br />
Como si te tocase la lotería. Es lo que le ocurrió al doctor Fleming. Ahora era yo el afortunado. La verdad es que dí con ello de pura casualidad, una fugaz mención en una publicación especializada provocó que se me encendiese la bombilla con la que los <i>cómic</i> ilustran las ideas que tienen sus personajes. ¿Qué probabilidades existían de que un científico treintañero asociara algunos de sus experimentos con el contenido de ese artículo? Casi nula porque esa revista lanzaba una tirada mínima, hasta que decidieron que los suscriptores accedieran a ella a través de Internet, por aquello de la Ecología y de los recursos del planeta. Resulta que “casualidad” es el otro nombre que pueden recibir los milagros.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era <i>vox populi</i> que los antibióticos tenían sus días contados. Las sucesivas e incontables generaciones de bacterias habían logrado desarrollar creciente resistencia a sus efectos, hasta que estos se convirtieron en una suerte de cosquillas para las nuevas cepas, y la rama de estudio de esos medicamentos se había agotado en los noventa del siglo XX. Así que me esmeré en conseguir el principio activo de una planta del Amazonas que estaba amenazada de extinción. Eso fue lo que me ocupó durante mayor tiempo. Una vez acabado el proceso reductivo, apliqué la sustancia a una de las cepas más agresivas del Bacilo de Koch y del <i>Clostridium Botulinum</i>, germen patógeno cuyas toxinas causan el Botulismo. Mis colegas Duchesne, Ehrlich, Florey, Chain o el propio Fleming palidecerían de envidia, si estuvieran en vida. El exterminio fue fulminante y completo, como si una bomba nuclear microscópica hubiese sido arrojada sobre sendas colonias de microorganismos para incinerarlos, como si un ángel vengador microscópico los quemase con una espada flamígera. “Flamigerina” era un nombre que me complacía, alejado de los trabalenguas de las benzodiacepinas y otros compuestos. Habría que evaluar los posibles efectos secundarios, pero el camino estaba trazado. Se podía agradecer a los antibióticos sus encomiables servicios para relegarlos a los manuales de Historia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Marcos Vega estaba exultante. Consideraba como justicia poética que un afectado de la diáspora causada por las corrompidas políticas que asolaban España, y que había dejado la investigación científica española como un solar, descubriera un medicamento revolucionario contra los efectos de las infecciones bacterianas y, ¿quién sabe si prosiguiendo la experimentación se derivaría un marcador contra los virus? Se trataba de un hito que abría nuevos senderos en la Medicina. Un bactericida natural y barato en su producción, llamado a sustituir a los antibióticos en los cajones y estanterías de las farmacias y reboticas de todo el mundo. Con los resultados plasmados en un informe, tuvo la previsión de guardarse algún detalle sensible para que se respetase su autoría. No estaba de moda respetar patentes en una sociedad en la que el plagio, en todos los sentidos, estaba a la orden del día. Ser un benefactor de la humanidad colmaba sus expectativas, pero eso no era incompatible con que quisiese pasar por caja. Confiado, se puso en la labor de acudir a una importante multinacional del sector, convencido de que ni siquiera le dejarían marchar sin firmar un suculento contrato. No fue tan exagerado, pero le citaron al día siguiente para negociar un acuerdo. Multimillonario, por supuesto. La Vida puede ser un experimento maravilloso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la sala había varias personas, dos hombres y una mujer, más o menos de su edad, cuya indumentaria delataba su pertenencia al variopinto gremio de los abogados; un hombre más maduro, entre los cincuenta y sesenta, del que dedujo que era un alto directivo, y una joven señorita a la que adjudicó el papel de secretaria. No tenía elementos de juicio para razonar el reparto de papeles que había efectuado, pero se guió por su intuición, lo mismo que lamentó no haberse acompañado de un letrado. Después de saludos, presentaciones y demás cortesías que sólo sirven para esconder un embarazoso silencio entre desconocidos, habló el hombre más mayor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Celebramos que haya pensado en nosotros para cerrar un acuerdo. Estos son los términos del contrato... - Le alargó un portafolios de plástico, en su interior había un documento en el que figuraban varias cláusulas. - Por supuesto que puede consultarlo con quien crea procedente, pero si lo firma en este acto, hoy mismo le ingresaremos los cien millones de euros, libres de impuestos, en los que ciframos sus “servicios”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al doctor Vega no le gustó la entonación de la palabra “servicios”, apenas tapada por la música celestial de tan elevada cantidad de dinero. Además, en el contrato que estaba hojeando a toda velocidad no hallaba ninguna referencia a porcentajes sobre ventas, ni exclusividad para continuar la investigación. Y una condición que le hizo daño a los ojos... “La parte que cede la patente registrada bajo el nombre genérico de <i>flamigerina</i> según patente cuya copia se adjunta como anexo a este convenio, se desliga por completo de realizar nuevas investigaciones en el futuro y declara que renuncia bajo juramento a publicar sus contenidos, ya sea total o parcialmente y que guardará absoluto silencio sobre ello, cuyo compromiso se extenderá a sus herederos”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No comprendo estos términos. - Alegó perplejo, con enojo mal disimulado. - No se menciona nada relativo a regalías, ni porcentajes de beneficio... Es como si no fuera a salir al Mercado nunca. Deben de haberse equivocado en algún “corta y pega” al elaborar este contrato... No culparé a sus becarios, - ironizó - ya se llevan bastantes reproches.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es evidente que no lo ha comprendido, señor Vega... - Replicó la abogada. - No le pagamos una fortuna por fabricarlo. Si es una cuestión de dinero, ponga una cifra y olvídese de este hallazgo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero... - Marcos vaciló como el boxeador que ha encajado un golpe en la cara sin esperarlo. - Es una locura, ¿saben los beneficios que podemos sacar de esto? - Apeló a su codicia, para continuar con el argumento humanitario. - ¿Y cuántas vidas podremos salvar? A los antibióticos no les queda ni un suspiro, volveremos a la situación que padecíamos antes de la II Guerra Mundial, con el agravante de una oleada de bacterias que tendrán una resistencia inusitada frente al debilitado sistema inmunitario de la especie humana.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya. Es una pena. - Sentenció fingiendo el hombre de más edad. - No queremos que siga adelante, simplemente asegurarnos de que se olvidará de esto para siempre. Podríamos hacerlo por otras “vías” pero resultaría sumamente molesto porque siempre hay algún maldito conspiranoico dispuesto a tocar las narices y no queremos alboroto. Además, poseer dinero hace a la gente sumamente cobarde. ¿Para qué preocuparse por los demás cuando se ha alcanzado el paraíso? Como este que le ofrecemos... Dicen que el Caribe está precioso todo el año...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El doctor Vega quiso ganar algo de tiempo. Agarró su copia del contrato sin firmarlo, aduciendo que se quería asesorar legalmente. “Nos parece correcto”, le dijeron casi al unísono. “Denme unos días, quizás una semana, puede que les pida más dinero”, aclaró para contentar sus escrutadoras miradas, que parecieron pensar, “bueno, ya es una negociación sobre importes, no la irritante discusión ética sobre que algo esté bien o mal”. Se encaminó a su domicilio, cerciorándose con frecuencia de que no le seguía nadie. En esas jornadas se dirigió a otras empresas del mismo ramo, pero le pareció curioso que ni siquiera tuvieran interés: Como si estar en tratos con la primera le hubiera apartado de ulteriores conversaciones, una coordinación tan precisa entre ellos que llevase a deducir que formaban un cártel, un oligopolio de dimensiones gigantescas. Y él solamente era un afortunado investigador de segunda fila. “Demasiados molinos para tan poco Quijote”, reflexionó. Nunca había prestado oídos a las diversas teorías, de diferentes conspiraciones, para explicar algunos sucesos históricos. “Imposible porque, ¿cómo podían callar a tanta gente? No impedirían que al final alguien terminase hablando.” Y la tranquilidad que le daba ese argumento de cajón, en apariencia, le permitía seguir adelante con sus pequeñas cosas cotidianas. Hasta que llegó a su mente la luz de un descubrimiento vital para el ser humano, que él se negaba con terquedad a enterrarlo bajo un montón de dinero. Por mucho que fuera para él mismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Decidió hablar con el CEO del grupo farmacéutico que le había hecho la única oferta, saltándose toda su cadena de mando. Le parecía inconcebible lo que estaba sucediendo. Le ofrecían una fortuna por... Callarse y desvincularse de su fenomenal medicamento. Buscó por la Red, no le supuso mucho esfuerzo. Un par de horas de avión, residía en Londres. Preparó una pequeña maleta con lo justo, se despidió de los suyos y casi cogió en marcha el primer vuelo hacia Heathrow... Mirando una vez y otra quienes estaban a sus espaldas... Porque albergaba esa desasosegante sensación de que le estaban observando.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No subió a su habitación. Dejó su solitario equipaje en la recepción del modesto hotel donde pernoctaría. Aún quedaba día. Lo bueno de esos vuelos a horas intempestivas es que te dejan casi toda la jornada para hacer cosas, compras, etcétera. O una visita que no se había anunciado. Miró a su alrededor para ver si algún taxi estaba cerca. No era así. Quien se detuvo a su altura fue un imponente “Bentley” con un ocupante, una señorita, en el asiento de atrás, además de su conductor, lógicamente. Le exhortó a subir en español con marcado acento británico. Vega rehusó la proposición. “Sabemos quien es y a lo que ha venido. Puede perder el tiempo llamando a un taxi o venir conmigo para hablar con nuestro Consejero Delegado. Usted decide...” Entonces no había sido una ilusión, le estaban controlando los movimientos todo el tiempo...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cerré la puerta casi a la vez que el vehículo se puso en marcha. No me sentí amenazado pero sí inquieto. Por lo tanto, mi intuición no me engañó, habían estado siguiendo mis pasos. Me tranquilizó, a medias, llegar a la conclusión de que si hubieran querido hacerme daño, nada lo habría evitado. La mujer iba muy maquillada, alguien del entorno más cercano al directivo, puede que su secretaria, pero lo descarté porque la situé sobre los cuarenta. Una persona de su confianza indudablemente. No se identificó. No abrió la boca en todo el recorrido hasta una gran casa en las afueras de Londres, lejos de la ostentación de los barrios de Belgravia, Mayfair o Knightsbridge. La casa, más bien mansión, se levantaba en una parcela enorme, el coche tardó unos minutos desde que se abrió la verja automatizada hasta que se detuvo al pie de una pequeña escalinata, ante la puerta principal. Mi acompañante me hizo un gesto para que siguiera su estela de pasos. Cruzamos el vestíbulo, un largo pasillo, ascendimos unos peldaños y entramos en una sala, bastante grande, que presumí como un despacho o una biblioteca, decorada de un modo ecléctico y con poco gusto. Una confirmación de que el dinero, por sí solo, no tiene estilo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y un hombre, de unos cuarenta y muchos, hablando en alemán por teléfono. Un tal Adam Greenberg, fotogénico pero poco amigo de hacerse publicidad. Cabello cuidadosamente cortado y con aspecto de recién afeitado. No llevaba puesto el traje que imaginaba que tendría. Era una licencia desde hacía pocos años, que los directivos utilizasen aquel tipo de prendas nada más que lo inexcusable, luciendo ropa “<i>casual wear</i>” en su vida normal, eso sí, de notorias marcas caras. Muy caras. Bueno, yo mismo tampoco iba demasiado “formal”, aunque sus zapatos ya valían lo mismo que todo lo que pudieran contener mis armarios. E incluso sobraría. Era cierto que los tiempos cambiaban. Exclusivamente en lo formal, porque lo demás seguía igual, como esa canción que cantaba no-sé-quien antes de que me llamasen a este mundo... El señor Greenberg me hizo una seña, me ofrecía asiento educadamente. La despreocupación con la que continuaba su diálogo telefónico me daba a entender que sabía perfectamente que no conocía ese idioma. El sol colaba sus rayos con tímida calidez a través del ventanal que presidía la estancia. Paseé mi vista por la mesa que se interponía entre nosotros. Un tronco piramidal de marfil exquisitamente labrado como si estuviera construido de ladrillos, usado de manera original como pisapapeles. Ignoro que le parecería al pobre elefante del que procedía... Mobiliario informático de última generación. Ni un solo papel. Tan pulcro como si lo hubieran acabado de limpiar, o tan limpio como si su uso fuera meramente testimonial. Dejó el teléfono sobre la mesa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Buenos días. Le ruego que me disculpe, - solicitó en impecable español – hablaremos en su idioma, si no le parece mal. Seguramente se expresará con más facilidad en su lengua vernácula que en inglés...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, buenos días, - contesté azorado, no esperaba que hablase mi idioma con tanta fluidez – se lo agradezco de veras. Tengo que dominar la lengua inglesa por mi profesión, pero prefiero mi idioma, obviamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Estupendo, ¿le apetece un té? ¿Un café con leche, quizás?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Un té solo estará bien, gracias.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llamó por un intercomunicador y pidió dos tazas de té.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Bien señor Vega... Ha sido usted muy osado saltándose a sus interlocutores de nuestra filial para venir a hablar conmigo. Claro que este asunto bien lo vale. ¿Qué es lo que quiere? O debería preguntar “¿cuánto?”...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Por lo visto, no es algo que no tuviesen previsto. O sabido. ¿Eran ustedes los que me seguían?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Seguir? ¿Por qué? – Aparentó sorpresa. - ¿Acaso ha visto a alguien tras sus pisadas?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No. Desde luego que no. Sin embargo, eso no quiere decir nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
- La vieja pelea entre apariencia y realidad, ¿verdad? Como en esa película de Antonioni sobre un fotógrafo y un parque... ¿Cómo se llamaba?</div>
<div style="text-align: justify;">
- “<i>Blow-up</i>”, - aclaré con la intención de ver adonde llevaba la conversación – se basaba en un relato de Cortázar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- La Literatura ofrece los mejores guiones. – Sonrió aséptica y artificialmente. - ¿Por qué piensa que le hemos estado vigilando?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo no he pronunciado ese término... – Procuré mostrar frialdad. - No obstante, es lo que se puede deducir cuando han ido a buscarme a la puerta de mi hotel.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Cortesía británica. No estaría bien ofrecerle cien millones de euros y permitir que llegase hasta mi residencia en un simple taxi. ¿No le parece?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si usted lo dice... Ya que menciona una paradoja, le sugiero otra... – Me invitó con sus manos a plantearla. – Me hacen una oferta, de ese descomunal importe, por un descubrimiento... ¿Para no explotarlo?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Créame que lo rentabilizamos de ese modo, - su gesto no disimuló que la pregunta le había incomodado un poco – aunque no como usted piensa. Hemos llegado a un punto en que los márgenes de beneficio que podamos obtener son una consideración secundaria en numerosos casos. Como si hiciéramos una inversión a largo plazo...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Razón de más, - creí que le había puesto frente a su propia contradicción - si no entran en cálculos de beneficios o de riesgos, ¿qué les impide fabricar un producto que salvará millones de vidas y que mejorará la existencia de toda la Humanidad? ¿Qué mejor prueba de fraternidad universal, de pura filantropía?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Greenberg fijó sus ojos en mí como quien valora dar una estocada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es curioso ver como cambian ciertas palabras según quien las diga. – Volvió a usar la misma sonrisa forzada y el amable tono monocorde de su voz. – Mire, le ofrecemos esa cantidad justo por lo contrario de lo que pretende. Ya está: Implícitamente ha recibido la luz, ha demostrado su valía, merece que le saquemos de la masa, de la sociedad. Y es esa cantidad precisamente para que forme parte de un nuevo orden de cosas, de un <i>statu quo</i>, que le haga desistir de ponerlo en peligro aunque proceda de fuera, ¿comprende? Cuando se tiene mucho que perder es cuando más leal se vuelve uno a determinados conceptos.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero... ¿Por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entró una persona del servicio trayendo una bandeja con las dos tazas y un platito con galletas. Greenberg ordenó que lo dejase a un lado y que se fuera. Ahora sus modos eran los de alguien muy familiarizado con el ejercicio de mandar. Cogió distraídamente una “cookie” y se la llevó a la boca, degustándola durante unos segundos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Verdaderamente esa cuestión vale la cifra que le hemos sugerido. Hay personas que morirían por saberlo y otras que morirían para que no se supiese. Pero todas matarían por estos millones, ¿sabe? Cada persona tiene un precio, como los artículos que están en los supermercados. Sospecho que usted sabe la respuesta de la interrogante que me formula... A pesar de ello, se obstina en no reconocerla por mucho que sus conclusiones científicas le hayan puesto, accidentalmente o no, frente a ella... Hablábamos de cine, ¿no es cierto?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, - respondí pensando que iba a cambiar de tema – aunque no veo que...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Por favor... - Alzó su mano para que le dejase continuar. – Vamos con ejemplos concretos... Una fastidiosa sensación la de aguardar su turno en la fila, para luego quedarse sin las entradas de la película que tanto deseábamos ver... Ni que decir lo detestables que resultan algunos vecinos ruidosos. ¿Y la frustración de ir a comprar algo que han agotado? O los medios de transporte públicos, atestados de personas, muchas de ellas con poca afición a los hábitos higiénicos... ¿No se ha sentido agobiado, como si le faltase el aire, en medio de una multitud? ¿No ha pensado nunca que el principal problema de la sociedad humana, en su conjunto, es precisamente que hay demasiada gente en el mundo?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así que habíamos llegado al fondo del asunto. Era cierto que me rondaba la cabeza, sin embargo, me negaba a darle credibilidad, cosas de conspiranoicos, como se intenta ignorar un amenazante e inexplicable ruido en el pasillo de casa, en medio de la oscuridad de la madrugada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Creo que nadie tiene autoridad para decidir eso, y menos para nombrar a los que no debieran de estar aquí, no, bajo ningún criterio.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es muy loable su filantrópico modo de pensar, - me señaló con su dedo índice, como si fuera a sentenciarme por algún delito – poco práctico también. No podemos permitir que la vida de cientos, miles de millones de personas sin importancia, completamente prescindibles, hagan peligrar los recursos, finitos le recuerdo, de nuestro planeta. La realidad es que la vieja Tierra está harta de esta Humanidad que se comporta como un tumor desbocado. La buena noticia es que la metástasis se puede corregir. De hecho, la estamos corrigiendo...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Nunca hablaría... – Repliqué entrecortadamente. – No, jamás, del género humano en esos términos.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es muy sencillo: Menos gente, más recursos para repartir. – Respiró profundamente y empezó a hablar bajo, como si contase algo muy confidencial. - No aportan nada, solamente procrean, procrean y procrean. Son animales. ¡No merecen vivir! ¿Tan ingenuo es usted que piensa que no se ha descubierto un remedio para curar el cáncer, el VIH, el Alzheimer...? Pues sí, evidentemente que existen sobre el papel. Pero no verán la luz. Sería el colmo, multiplicaríamos la población humana entre los que no se mueren y los que siguen naciendo pese a nuestros esfuerzos. Desprestigiamos la maternidad y la paternidad; nos hemos empeñado en cizañar, en convertir en insoportable, la despreciable, oscurantista y vetusta institución que es la “familia”... ¿Ve como no es una cuestión de beneficios empresariales, del montón de dinero que ganaríamos? No nos interesa porque tenemos más del que usted pueda imaginar en todos los días de su vida... Más aún, ¿por qué cree que les estamos enfermando con los artefactos, bebidas, alimentos y fármacos que les vendemos? ¡Quítese la venda de los ojos! Ha demostrado estar por encima de ellos, ¡disfrútelo, caramba! ¿Por qué cree que los gobiernos están implantando políticas de interrupción del embarazo con tanto apresuramiento? ¿A qué cree que obedecen los recortes en sanidad y otras materias? Estamos fomentando una, ¿cómo llamarlo?... “Eugenesia encubierta”, porque esto no da más de sí. Y tampoco queremos que dé más de sí. Siguiendo en esta línea hasta nosotros nos quedaremos sin nada, y no lo permitiremos, no lo dude, querido amigo Vega. Cien millones no son nada si lo logramos. ¿Qué quiere?, ¿doscientos? ¿Trescientos? ¡El mundo es nuestro! Los tendrá si acepta nuestras condiciones, que ya serán completamente suyas porque formará parte de <i>nosotros</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“Nosotros”. Primera persona del plural que había estado presente todo el tiempo. Monolítico, intimidante, atento, paciente, cauto y sin escrúpulos, como un ojo sin párpado que abarcase cada nacido en este Valle de Lágrimas. “Nosotros”...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Y ¿quiénes son ese “nosotros”?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La luz del sol brillaba de un extraño modo sobre el tronco piramidal que había sobre la mesa, estrellando su reflejo sobre el techo, como si un misterioso ángel caído recordase, con su fulgor, que la blasfemia de alimentar el anhelo de ser más que Dios no es una peculiaridad específica de ángeles rebeldes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
<div style="text-align: center;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br /></div>
</div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-48729852918587790652013-11-01T00:30:00.002+01:002023-11-04T01:26:57.777+01:00Noche de Difuntos (Iria)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El viento sacude los postigos de las ventanas haciendo crujir amenazadoramente los cristales que protegen, mientras la lluvia golpetea con desgana, con reiterativo desprecio, los voladizos del antaño orgulloso pazo de los Urdoa, noble linaje con más de mil años, cuyo caserón presentaba un aspecto que no contradecía tan grande antigüedad.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Iria de Urdoa es la última de su solar. Joven, hace poco tiempo que ha enviudado de un marido al que no amaba, pero que respetaba y tenía afecto porque siempre fue cortés y educado con ella, no como esos brutos engreídos de su apellido que consideran a la mujer con la que se casan como parte de un botín que se disfruta en el lecho. El esposo fue abatido por las tropas que la reina gobernadora, una usurpadora que se encamaba con un tal Muñoz, había enviado para sofocar la insurrección carlista en las misteriosas tierras gallegas. Se echó al monte con una partida orgullosa de su Enseña de la Cruz de San Andrés que portaban, y valeroso como era se batió con el mosquetón hasta agotar la munición. Después se lanzó contra los soldados cristinos blandiendo el sable que su señor padre se había traído de Trafalgar. Iria consideró que se trató de un fusilamiento, porque no les dieron cuartel para rendirse y los balearon con crueldad. Cosas de liberales que niegan a Dios. Fue al inicio de la primavera, y sus tierras y casa guardaron solemne luto por la pérdida en los meses posteriores porque apenas hubo día que pudieran desprenderse de una lánguida niebla, que no quería marcharse y dejar tan sola, tan triste, a su viuda.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ella se encerró en su imponente casa con la luz de sus azules ojos y su dorado cabello, que contrastaban con el negro riguroso de sus ropajes, como si la Vida que Iria podía simbolizar se revolviese indefensa ante una bandada de tenebrosos cuervos, arremolinados en torno a ella para su tormento. Ni siquiera se dignó recibir a sus aparceros en ese periodo. De todo se encargaba el secretario de su marido, un enjuto y anciano escribiente que la visitaba una vez a la semana para despachar los asuntos pendientes. La reducida servidumbre se preocupaba por la señora, era muy buena con ellos, pero no se atrevían a mitigar el dolor que producía la ausencia, que hay límites que no cabe traspasar, y cuyo doliente silencio al pasar junto a ellos era el más vivo llanto que pudieran percibir. Y había llegado la tarde de la víspera de Difuntos, en el día de Todos los Santos. La señora escuchó misa temprano, apenas comió unos dulces, ordenó que no se le molestase, rezó el Rosario, se recluyó en la biblioteca, al amor del fuego, y estuvo leyendo la Biblia hasta que llegó la hora de cenar, cuando las sombras que confirman que el sol se ha hundido, más allá del Finisterre, se van adueñando de los cielos para cabalgar sobre las cabezas de los mortales...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Luego, sin saber el porqué, fijó su acuosa mirada en un viejo libro situado en el estante más alto, paciente y seductor como la manzana que tentó a Eva. Iria lo agarró para leerlo. Se sobresaltó cuando la criada llamó a la puerta para traerle una bandejita sobre la que descansaban un gran tazón de caldo con picatostes. “Mire vuestra merced, que no puede estar sin comer”, le dijo la solícita mujer, que ya no sabía qué hacer para llamar la atención de su señora y que empezase a cuidarse. “Gracias, déjelo sobre la mesita, no dude de que me lo tomaré en atención a sus desvelos...” Respondió con fría gratitud Iria, más interesada en quedarse sola que en tomarse el consomé. La ama iba a preguntarle si precisaría del servicio para alguna cosa, pero la señora le replicó, sin permitirle acabar la frase, que podían acostarse, que no necesitaría nada más de ellos en esa noche. Sola otra vez. Y con un libro en sus manos que no recordaba haber visto antes.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estaba escrito en latín, pero no el de los curas. Le sonaba más vulgar, más cercano en el tiempo que el hablado y escrito en los Tiempos de Cristo. Decidió leerlo por encima, más que nada porque estaba cansada de que sus ojos paseasen por los mismos corredores y pasillos de negro sobre blanco que son los renglones de la Biblia, y de detenerse en esas plazas que eran las ilustraciones del motín de Lucifer, o de Adán y Eva expulsados del Jardín del Edén bajo la displicente mirada del ángel Uriel, o Moisés separando las aguas del Mar Rojo... o Cristo Resucitado apareciéndose a los apóstoles.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cristo Resucitado. Una lejana Esperanza, la de ver a Nuestro Salvador bajando para poner las cosas en su sitio mientras se devuelve a la vida, no, a la Vida de Verdad, a todos los que han sido engullidos por sus propias sepulturas a lo largo de los siglos. Sin embargo Iria tiene la negra sospecha de que ese siglo XIX acabará como acabó el anterior, sin que tengamos otras noticias del Redentor, de su Santa Madre o de los Santos, más que por milagros diseminados, aquí y allá, que le permitan al Hombre seguir creyendo en un Dios que le ama, sin volverse loco en un siglo enloquecido, vaciado de sentido y de sentimientos, donde lo más parecido al latido de un corazón es el mecánico palpitar de las entrañas de esos monstruos de metal que habitan las negras y humeantes fábricas que manchan los virginales verdes de la geografía de Europa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No comprendía casi nada de ese dichoso libro, era como recorrer desconocidas y enigmáticas veredas. Al principio pensó que se podía tratar de un antiguo recetario, verdaderamente antiguo, porque sin detallar fecha podía pasar por coetáneo de los que Gutenberg rescató de los <i>scriptoria</i> de los monasterios para que pudiesen ser leídos, y discutidos, en universidades, tabernas, plazas y dormitorios. Pero no se trataba de un recetario. Ni siquiera de un códice que describiese las distintas fórmulas magistrales de un boticario. Así que, finalmente, no tenía idea de lo que contenían sus palabras, que comprendía una sí y dos no, salvo por los grabados e imágenes que presentaba. Algunos reflejaban escenas cotidianas, campesinos jugando en el campo, mujeres con palos mirando estrellas, niños pequeños bañándose en curiosas tinas parecidas a ollas, personas con extrañas indumentarias abriendo puertas... Decidió tomarse la sopa antes de que se le enfriase del todo, acaso por efecto del escalofrío que había recorrido su espalda, como si la mano de un invisible y travieso amante la hubiera acariciado suavemente...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Retornó al volumen que tenía ante sus azules ojos. <i>“Non nobis, Dominus, non nobis, sed nomini tuio da Gloriam”</i> (1), sí, eso lo reconocía por los Salmos y marcaba el inicio de la obra que, ahora reparaba en ello, no tenía título alguno sobre su desgastado lomo. Encuadernado en oscuro cuero, curtido por siglos, no ofrecía el menor indicio de su contenido en sus tapas. Nada. Y las páginas estaban sin numerar. Volvió a abrirlo, al azar. <i>“Ego sum Alpha et Omega, Primus e Novissimus, Initium e Finis, qui ante mundi principium e in saéculum saéculi vivo in aeternum”</i> (2), que también le era familiar. Un poco más adelante, <i>“De Profundis, Domine, clamavi ad te, ¡Domine exaudi voce mea!”</i> (3). Tuvo un pálpito. Lo cerró, dejando una de sus uñas como testigo de la plana que acababa de visitar. Aguardó unos segundos... Con cuidado, como quien se asoma a un lugar que no se debería de visitar, lo abrió despacio desde donde había dejado el extremo de su dedo...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Había cambiado. “He movido la uña sin darme cuenta”, pensó para tranquilizarse, pero por más que buscó hacia atrás y hacia delante, ya no estaba el párrafo del “De Profundis”. Sí, había cambiado, como si tuviese vida propia, y se dio de bruces con una frase...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>“Mors Eternitas est, via vitae in perpetuum, solus per tornare e solus per amare” </i>(4)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No llegó a comprender su sentido, pero su intuición femenina dedujo que se trataba de algo blasfemo, de algo que subvertía la más profunda de sus creencias. Golpearon la puerta con gran estruendo, tres golpes, como si el furioso viento y el agua que estaban derramándose desde el firmamento se hubieran conjurado para llamar a su casa. Miró el gran reloj que presidía su biblioteca, ya había pasado medianoche, su sereno e imperturbable tic-tac la tranquilizó. Se acercó al ventanal para ver quien podía ser tan a deshora, en noche de difuntos... Nadie había.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Habrá sido una ráfaga de viento”, se dijo. “Una rama arrastrada por la ventisca, acaso”. Se sonrió por asustarse como una chiquilla. No. Volvían a aporrear la madera de la puerta hasta hacerla gemir, como quejido de madera que no soporta lo que espera al otro lado. Uno... Dos... Tres. Silencio. Agua y aire. Truenos en la lejanía. Apartó ligeramente la cortina que cegaba el exterior. Un relámpago lo iluminó cortésmente. Nadie había.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se giró y lo que vio helaría la sangre al regimiento de húsares más aguerrido. La estancia había cambiado: Se hallaba casi en tinieblas, como si los cirios que pretendían alumbrarla luchasen por un imposible. Seis monjes encapuchados, tres a diestra y tres a siniestra, velaban un ataúd, cuyo ocupante tenía un libro entre sus manos. Llevada por una terrible sospecha, se aproximó para averiguar quien era el difunto. Se trataba de su esposo. Con lágrimas en los ojos, sin entender nada, quiso recuperar ese maldito libro que se había convertido en heraldo de su propio fallecimiento. Pero no pudo. Su exangüe marido la cogió repentinamente de la mano al tiempo que la llamó por su nombre.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Iria se sacudió con toda la fuerza de la que fue capaz empujando a los monjes que quisieron inmovilizarla, cayó al suelo mientras gritaba...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
Despertó al oír un estrepitoso trueno. Aún impresionada, cayó en la cuenta. “Así que todo ha sido una estúpida pesadilla...” Afirmó para sosegarse. Se había quedado dormida. No había tenebroso velatorio, no había libro, y no había sopa alguna. Nada. El reloj dio las doce campanadas, una tras otra como el desfile de los segundos camino de esa Eternidad que mencionaba el libro con que había estado soñando... Llovía, y la lluvia era el instrumento que el viento tañía para acompañar su melancólico canto. Medianoche en la triste, interminable como letanía de ánima de Purgatorio, e infinitamente oscura noche de Difuntos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=5890077530724302524" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"></a><br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y fue entonces, justo en ese instante, que llamaron a la puerta con furia, con destemplada violencia. Uno... Dos ... Tres....</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El viento sacude los postigos de las ventanas haciendo crujir amenazadoramente los cristales que protegen, mientras la lluvia golpetea con desgana, con reiterativo desprecio, los voladizos del antaño orgulloso pazo de los Urdoa, noble linaje con más de mil años, cuyo caserón presentaba un aspecto que no contradecía tan grande antigüedad como postrer desafío a la Eternidad, a un tiempo adormecido que ya no transcurre...</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br />
<div style="text-align: left;">
<span id="goog_1995096090"></span><span id="goog_1995096091"></span><br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpnREvjkrInqUfJjkFlO_3aU4sks0gVw2Srmwne70xNk7Apr-_5hjJEHUmevoK3JG8mk7zx-uI9hHtWvI8taLErV73dkDmn-jItA-HvknuJr1vKOhK1jzzZhPB0FIUqDOu4o-lWraSxNqP/s1600/La-Santa-Compa%C3%B1a.PNG" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" closure_lm_524966="null" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpnREvjkrInqUfJjkFlO_3aU4sks0gVw2Srmwne70xNk7Apr-_5hjJEHUmevoK3JG8mk7zx-uI9hHtWvI8taLErV73dkDmn-jItA-HvknuJr1vKOhK1jzzZhPB0FIUqDOu4o-lWraSxNqP/s1600/La-Santa-Compa%C3%B1a.PNG" vsa="true" width="275" /></a></div>
<div style="text-align: left;">
<b style="text-align: justify;">NOTAS:</b></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(1) No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(2) Yo soy el Alfa y el Omega, el Primero y el Último, el Inicio y el Fin, el que (era) antes del principio del mundo y por los siglos de los siglos vive eternamente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(3) Desde lo más profundo, Señor, te llamo, ¡Señor, oye mi voz!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(4) La Muerte es Eternidad, camino de Vida para siempre, único para volver y único para amar.</div>
<br />
<br />
<br />Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-5890077530724302524.post-16523252641375618532013-10-14T23:34:00.002+02:002014-07-28T14:15:56.277+02:00El Beso<div align="right" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: right;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Hay historias que revolotean por la Historia y que tienen la virtud de crepitar permanentemente, sin que se consuman sus ecos, en esa implacable hoguera que todo lo devora y que llamamos, con aséptica benevolencia, “Tiempo”.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: inherit;"><span style="color: #222222;"><br />
</span> </span><br />
<span style="background-color: transparent; font-family: inherit;">Lo contaban los ancianos junto al fuego del hogar, con voz queda y crédula, mientras los rigores del invierno acompasaban su coro con los aullidos de los lobos, a la luz de una luna coqueta y esquiva que se complacía en jugar al escondite entre mortajas y tocados, para espantar y deslumbrar, todo a la vez, los ojos de los mortales que osaban alzar su mirada hacia ella.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Lo contaban los sabios ancianos de otras eras, desde el púlpito que les daba su edad, y lo contaban, no sin orgullo, el mismo que da el saberse superviviente de tantas calamidades, de esta manera...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Eran los años en que Castilla guerreaba contra sí misma. Dos hermanos de padre, pero uno nacido de reina y el otro bastardo, Pedro y Enrique, los dos hijos de don Alfonso el onceno, de feliz memoria, se disputaban su corona en una contienda sangrienta que dividió linajes, haciendas y aún almas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Don Pedro de Borgoña-Ivrea (1) era el legítimo rey y sucedió a su augusto padre, fallecido en los aciagos y atribulados días en que la Muerte Negra desplegó su funesto pendón por Europa entera. Toda Castilla, desde el dolor por la pérdida, saludó la llegada del jovencísimo monarca al trono del baluarte hispánico contra el Islam; y las pueblas, villas, burgos y concejos juraron lealtad al nuevo soberano con el entusiasmo y la esperanza de que no terminaría aquel siglo sin que el antiguo Reino de Toledo (2) se viese restaurado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Sin embargo, no fue así. El rey comenzó a mostrar un celo extremo por el cumplimiento de sus órdenes, a menudo ajenas a la lógica, y el castigo por no cumplirlas era terrible. Empezaron a circular extrañas noticias acerca de él por todos los rincones del Reino del Castillo y el León. En una de ellas se decía que volviendo de madrugada de un lance amoroso, había matado a un insigne caballero del lugar, de nombre Fadrique, en duelo. Estando prohibidos en esa ciudad, él mismo mandó buscar al asesino para juzgarlo. Los alguaciles dieron con una anciana que había sido testigo del suceso, pero temerosa, se resistía a comparecer ante el soberano... </span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="background: white;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white;">
<span style="font-family: inherit;"><i><span style="color: #222222;">Velis nolis</span></i><span style="color: #222222;"> (3), la llevaron en volandas ante el joven rey, cuya presencia desprendía la majestad que se les supone a los que ostentan tan alta dignidad, y le preguntó...<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¿Sabéis quién dio muerte a don Fadrique de Peñaclara?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">La anciana titubeó antes de contestar un tembloroso “sí”...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Habéis de saber – retumbó la voz de Pedro de Castilla - que incurrís en un odioso delito si no nos decís, aquí y ahora, el nombre de su matador.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Por mi vida que no puedo, mi señor... – Respondió aterrada la mujer. – Aunque quisiera no puedo, lo juro por mi vida, que la Santísima Virgen y san Frutos me asistan como lo hicieron con la Despeñada (4).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¡Nada impedirá que se haga la Justicia del rey! – Exclamó el regio juez. – ¡Que si incluso al mismísimo rey fue a quien visteis, al punto os emplazo a que lo digáis presto!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¡Mi señor me quiere condenar! ¡Que los Cielos me guarden! El rey fue el que mató en duelo a don Fadrique, que yo lo vi con estos ojos que la tierra se comerá.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Los asistentes quedaron estupefactos, aguardando que la cólera real dictase la tremenda sentencia contra la viejecita.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Pues hágase justicia. – Dijo serenamente el monarca. – Puedes ir en paz. Ordeno que se aprese la efigie de mi real persona, que inmediatamente sea decapitada a espada en respeto a su alta cuna y que se pasee su cabeza por las calles de aquesta ciudad de Segovia, para público ejemplo y escarmiento; y que después se sepulte en fosa común sin oficiar responso, sin lápida y sin recuerdo, como costumbre es.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Hechos como este le hicieron ganarse el sobrenombre de “el Justiciero”, simultáneamente con el de “el Cruel” que finalmente pasó a las Crónicas, acaso por aquello de que las escriben los vencedores, y, al cabo, Pedro I de Castilla fue un rey derrotado. Premonitoriamente fue un duelo el que acabó con una de sus estatuas, porque un duelo fue, deshonroso para los que le abatieron, el que acabó con su vida y con su reinado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Pero todavía no había llegado aquel día, sin ser mejores los que les precedieron. A los azotes de la Peste y de las plagas que malograban cosechas, se sumó el de la guerra civil (5), un conflicto que no respetaba neutralidades y obligaba a elegir bandería, si no por devoción, sí por venganza. Las mesnadas de los señores leales a Pedro I y a Enrique de Trastámara cabalgaban por todo el reino sembrando dolor y llanto. Si aquel exhibía que era hijo de reyes legítimos, el otro alegaba que más reina era la que Alfonso XI llevó en su corazón que la llamada María de Portugal, y que él era primogénito (6) del difunto rey. Tan grande y enconado era el odio que se tenían los hermanos entre sí que los ecos del enfrentamiento llegaron a distantes cortes, que quisieron procurarse el apoyo del monarca vencedor para tenerle como poderoso aliado, ya que la fama de la Armada castellana empezaba a despuntar. De ese modo el rey de Inglaterra envió a sus hijos, el Príncipe Negro (7) y el Duque de Lancaster (8) para auxiliar a Pedro I, mientras que su rival francés envío a un experimentado comandante, de nombre Bertrand du Guesclin (9), al frente de las “Compañías Blancas” (10) para socorrer al sublevado señor de Trastámara.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Y fue por entonces que esas tropas capturaron al conde de Vundorio, Servando Alonso, un noble afecto a la causa real que resistió con sus escasos efectivos la razia que las huestes francesas hicieron en su feudo. Derrotado y blandiendo valerosamente su espada, dispuesto estaba a vender cara su vida como habían hecho sus soldados antes que él, cuando Bertrand hizo gesto a los suyos de que lo cogiesen vivo porque era de mal caballero permitir la muerte de quien tan denodadamente había defendido a sus vasallos y servidores. Preso fue, en efecto, y muy presumible que le aguardara un largo cautiverio.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Enteróse su joven esposa, de nombre Clara Luna, y presa fue también, pero de la desesperación de ver a su señor lejos de ella y prisionero, pues estaban muy enamorados, fenómeno que suele darse incluso en los matrimonios. Mandó que su servidumbre le preparase cabalgadura con sus mejores arreos y dorado bocado para impresionar al Príncipe Negro, Eduardo de Woodstock, cuyo campamento estaba a pocas leguas de sus dominios, y convencerle de que debía rescatar a su esposo sin tardanza.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Los ingleses le dispensaron un desconfiado recibimiento. Primero habló con ella Juan de Gante, hermano menor de Eduardo, porque pensó que los franceses estaban urdiendo una estratagema y dama tan hermosa era una esplendorosa carnada para tan mezquina añagaza. No obstante, eludió tomar decisión alguna y la remitió al príncipe de Gales para que dictaminase qué era lo que convenía hacerse. El heredero de la corona inglesa le prestó toda su atención y fue tratada con la cortesía de los Plantagenet, que se había convertido en legendaria. Todo quedó en silencio cuando la castellana señora hubo terminado la exposición de los motivos que la llevaban a solicitar su petición de socorro, mientras el lucero de la tarde se empeñaba en abrir bien su único ojo para no perder detalle. </span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="background: white;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Si su esposo está en manos del perro de Bertrand, – afirmó el príncipe – es seguro que os exigirán un rescate tan alto que no podréis pagarlo. Y si lo pagáis, ellos incrementarán la cifra, yendo en ello nuestra perdición porque lo emplearán en traer más gajeros para combatirnos. A pesar de ello, no puedo arriesgar la vida de mis caballeros y soldados por un solo hombre, por muy noble y marido vuestro que sea. Siendo vasallo del rey don Pedro, debería su majestad – la mujer captó el sarcasmo - prestaros auxilio en este asunto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¡Vive Dios que no hacéis honor a vuestra divisa! (11) – Replicó encolerizada. - El rey Pedro está muy lejos y bien sabéis que le abandonaría a su suerte, aún estando cerca. Mi feudo se halla indefenso y os reclamo a vuestra alteza que lo defendáis y me traigáis sano y salvo a mi señor como aliado del rey que sois...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Mi señora, vos lo habéis dicho: Ayudamos al rey de Castilla contra los bastardos, - concedió sosegado - ya sean franceses o su propio hermano, mas en este asunto no veo más que quebrantos para los nuestros cuando pretendemos destrozar al enemigo en campo abierto merced a la puntería de nuestros arqueros. No nos interesa una escaramuza sangrienta en la que no podamos encontrar gloria alguna. Somos soldados normandos, bravos, abnegados y esforzados, y vivos además, precisamente porque todavía tenemos cordura en esta casa de locos en la que se ha convertido la Cristiandad, mi señora.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Un veterano caballero de luengas barbas le acompañó hasta la humilde pero confortable tienda que habían preparado para que pernoctase. Los caminos estaban infestados de bandidos y partidas de flagelantes que predicaban que había llegado el Apocalipsis, y con frecuencia era así si alguien tenía mala fortuna en toparse con ellos. Sopesó marcharse, en dirigirse directamente a parlamentar con ese dichoso caballero du Guesclin que le había arrebatado lo que más amaba en esta demente vida, en mil cosas a la vez, como vertiginoso carnaval en aquella soledad cercada por las sombras que había dejado un sol inexorable e imperturbable, completamente sordo y ciego a las razones que se ven inspiradas por el amor.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Dando vueltas en su tienda como tigresa en invisible prisión, así estaba cuando advirtió que un joven pálido, de largos cabellos rubios, muy delgado y ataviado como un rico caballero había entrado sin anunciarse. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¿Quién sois? – Preguntó asustada - ¿Cómo os atrevéis a presentaros así? <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Soy alguien que puede traeros a vuestro marido. – Respondió inmutable – Sí, lo traería a vuestro lado, sano y salvo... Con eso, creo que no necesitáis conocer mi nombre o dignidad.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Al principio no comprendió muy bien cómo lograría algo a lo que no se atrevía ni el mismo Príncipe Negro. Luego, con esa fina intuición que todas las mujeres poseen, cayó en la cuenta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¿Así de sencillo? ¿Cómo sacar un manto de un arcón? <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Señora, yo más bien diría – centelleó una chispa de jocosa maldad en los oscuros ojos del soldado – que es tan fácil como retornar una llave a su cerradura.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">La dama pasó por alto la sicalíptica ocurrencia y se concentró en que alguien que no era de este mundo le estaba ofreciendo lo que más le importaba. Lo único que le importaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Supongo que querréis algo como recompensa a cambio de vuestro servicio. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Poca cosa, señora. Nada de lo que no dispongáis. Antes del amanecer os devolveré a vuestro esposo, sin un rasguño, pero me habréis de entregar vuestra alma. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- ¿Y si os dijese que no me complace vuestro trato?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Me encargaría personalmente de que acabasen con él de la manera más atroz. Presumo que os figuráis que nunca perdemos guerras porque jugamos en cada bando. – Sonrió siniestramente y añadió. - El mejor modo de ganar a las cartas es teniéndolas a todas en nuestras manos. Los Hombres pierden, luego yo triunfo...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Así que ella le perdería igualmente. Sin embargo, su alma le daría la vida a su amado, y le pareció precio pequeño para tan gran tesoro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">- Está bien. - Afirmó resuelta. - Decidme que debo hacer... <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Se encaminaron a un apartado claro que la luna alumbraba y la Vía Láctea vigilaba. Por el sendero se cruzaron con centinelas, pero ninguno de ellos les cerró el paso. Llegaron y el joven alzó su mano: Una estrella de cinco puntas, fosforescente como fuego fatuo, invertida desde la posición en que la observaban, se presentó ante ellos surgida de la nada. Una fantástica y grotesca procesión de informes criaturas se materializó para rendir pleitesía a su oscuro señor, y el aroma a azufre inundó los rincones más cercanos mientras que el Ángel Caído pronunciaba extraños, aterradores y antiquísimos conjuros en una lengua que la noble no comprendía...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Eduardo de Woodstock no había conciliado el sueño en toda la noche. La madrugada enfilaba su último rato, y el luminoso manto que anuncia al sol se asomaba por el horizonte. Pidió su montura para revistar personalmente los puestos de los centinelas y recibir las novedades que hubieran acaecido de primera mano y no a través de su comandante de guardia. No tardó mucho cuando un inquietante y penetrante olor sulfúreo y a tierra quemada llegó hasta su olfato. Levantó la cabeza para indagar su procedencia y picó espuelas hacia el lugar del que presumía que procedía...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Cuando llegó no daba crédito a lo que estaba viendo: Una mujer de pie en el centro de un dibujo geométrico pintado en el suelo, cuyas aristas, ángulos, lados parecían desprender luz propia... Y luz también, pero terrible e amenazadora, la que emanaba un individuo alto, muy rubio, vestido con rica cota de mallas y bruñidas lorigas, quijotes, rodilleras y bregas, que tenía una multitud de demonios indescriptibles a su izquierda. Sin salir de su asombro, contempló como aparecía del vacío, junto a la dama, un caballero impedido por unos grillos en los pies y que se abrazó a la que, sin duda, era su señora. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Entonces pudo entenderlo todo. Desenvainó su espada, decidido a entablar desigual combate con el mismísimo señor del Infierno para liberar a la pareja, se encomendó a san Jorge, a la Virgen María y a Nuestro Señor Jesucristo... Corría a su encuentro mientras le gritaba al conde que besase raudo a su esposa, estimulado por esa difusa certeza que tenemos en numerosas ocasiones sin fundamento lógico pero que <i>sabemos</i> de modo sobrenatural, como si una inaudible pero clara voz, tan transparente como el más puro cristal de Bohemia, nos dictase lo que debemos hacer y como si en ello nos fuera la vida...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222; font-family: inherit;">Y estalló el beso en el instante preciso en que los dedos del sol acariciaban generosamente la castigada, herida y siempre hermosa Tierra. Fue un beso largo, dulce, apasionado, enamorado. Un beso sin otro cuartel que el propio espíritu, que se ofrece sin condiciones como la más valiosa presea a la persona amada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<span style="color: #222222;"><span style="font-family: inherit;">Satanás aulló vencido, profiriendo pavorosas y horribles maldiciones contra el príncipe inglés, pero únicamente fue un escalofriante segundo porque el bullicio demoniaco con su general al frente se escabulló por un diminuto y refulgente punto, como lodo por la cloaca, y nadie más que los tres, el matrimonio y su valedor que se abrazaron ante tamaño prodigio.</span><span style="font-family: Arial; font-size: x-small;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText">
<i><span style="font-family: inherit;">Porque es de sobra conocido que...</span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: inherit;">En los libros se ha leído,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: inherit;">además es bien sabido,<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: inherit;">que donde vive amor<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222;"><span style="font-family: inherit;">Satanás no trae dolor.</span><span style="font-family: Arial; font-size: x-small;"><o:p></o:p></span></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<b><u>NOTAS:</u></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(1) Tradicionalmente se ha apellidado a dicho rey como “Pedro de Borgoña”, pero dado que existen diversas ramas, y en diversas épocas además, con el mismo nombre de estirpe, he considerado apropiado añadir la diferenciación moderna de “Ivrea”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(2) No me interesa ser políticamente correcto, ni mantener una falsedad muy extendida entre medievalistas “tolerantes” a la moda de estos días: El objetivo último de toda la Reconquista fue la restauración de la unidad hispana que existió bajo los reyes godos, o “Reino de Toledo”, así se le refirió toda la Edad Media, distinguiéndolo de la taifa musulmana de Toledo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(3) <i>Velis Nolis</i>: Locución romana, significa “quieras o no quieras”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(4) “La Despeñada” es una leyenda de Segovia, muy popular, en la que una mujer acusada de adulterio es salvada gracias a san Frutos, que obra el milagro de detener, en medio del aire, su caída al vacío. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(5) Sin olvidar la guerra contra Aragón, que empujó a un dubitativo Pedro IV “el ceremonioso” a apoyar definitivamente a Enrique de Trastámara.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(6) Enrique de Trastámara nació en 1333, mientras que Pedro de Borgoña-Ivrea vino al mundo en 1334.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(7) Eduardo de Woodstock, llevaba una discreta armadura oscura sin brillo para ser considerado como un soldado más en el fragor de las batallas, sin ánimo de recibir privilegio alguno por su alcurnia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(8) Juan de Gante (1340-1399), ascendiente directo de este modesto escribidor.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(9) Bertrand du Guesclin (1316-1380) fue un afamado gajero (mercenario) de su siglo, de noble familia procedente de Bretaña que nunca perdió el sentido último de sus lealtades, que no eran otras que las que se obligaba como vasallo del rey de Francia, incluso por encima de las que se deducen de su procedencia bretona. Si Bretaña es francesa hoy en día, ello es debido a sus fidelidades o traiciones, según desde el lado del que se mire.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(10) Las “Compañías Blancas” deben su nombre al color de su manto, que era claro, el propio de la lana sin blanqueo artificial. Es lo único claro al respecto porque diversas fuentes no se ponen de acuerdo sobre ellas, lo que es cierto es que se trataba de mercenarios contratados personalmente por su comandante, Bertrand du Guesclin, entre segundones y desheredados de familias nobles y que muchos de ellos, bien por sus padres o por otras vías, tuvieron contacto con la extinta Orden Templaria. Tras la tremenda e inútil derrota de Nájera (1367), du Guesclin solamente conservó los más cualificados, licenciando más que generosamente al resto, con dinero del pretendiente de Trastámara, que se repuso del desastre con prontitud gracias a la torpe crueldad de su hermanastro. En todo caso, hasta bien entrado el siglo XV, en Castilla se asustaba a los niños díscolos diciéndoles que vendrían a castigarles “los blancos de Claquín” (“Claquín” fue la forma castellanizada de su apellido). Recomiendo una novela, sumamente interesante, de Tomás Salvador, titulada “Las Compañías Blancas”, es fácilmente deducible su argumento.</div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(11) El lema más antiguo (desde el siglo XIII) de los príncipes de Gales es “ich dien” (“yo sirvo”).</div>
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><br />
</span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><br />
</span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; text-align: center;">
<i><span style="color: #222222; font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><br />
</span></i></div>
Angel Nevernet-Lancásterhttp://www.blogger.com/profile/05660291405032781323noreply@blogger.com