martes, 8 de enero de 2013

Sueños e historias


La mayoría de las personas no son capaces de recordar sus sueños. Conservan una vaga y difusa sensación al levantarse, una imagen suelta, una frase incoherente, poco más, tan tenue, débil y delicado es el material del que están tejidos los sueños. A veces nos inquietan en forma de pesadillas, otras pueden sorprendernos sus disparatadas escenificaciones. En muchas ocasiones, casi todas, la implacable luz del día disipa el trazo argumental y borra ese sueño de nuestra memoria. Tal como si nunca hubiese existido. Quizás porque tampoco nosotros seamos mucho más reales, siendo como somos un pensamiento del Señor. Como un sueño que retornará a las sombras de las que nació…

Investigar el pasado es como sumergirse en un sueño. Un sueño que nunca hemos tenido porque pertenece a otros. Por mucho que queramos imaginarlo, por mucho que nos ayude el cine histórico (frecuentemente es al contrario), por mucho que nos afanemos en descifrarlo es imposible reproducir el pasado en su totalidad porque, como en los sueños, se ha desvanecido por completo la magia que el presente otorga a la vida. Sus actores yacen en sepulcros, las emociones y tristezas que latieron al compás de sus corazones han enmudecido como ese mismo palpitar que un día escuchó el mundo. Como un sueño que retornará a las sombras de las que nació…

Incluso puede estar escrito el eco de sus pensamientos. Pero un sueño escrito no es menos frágil ni más cierto. El papel que lo soporta, para que exista, tampoco es fiable. Quebradizo como hoja caída del árbol que dio el ser a ambos. Tan fácil de extraviar como de deteriorar. Resulta que el material sobre el que se sustenta la vida es idéntico. Puede que no seamos más que las hojas que se precipitan al suelo desde las ramas de un milenario y fantástico árbol. Como un sueño que retornará a las sombras de las que nació…

Un rompecabezas en el que ni siquiera sabemos si están todas la fichas sobre la mesa, mezclados los hechos con las frases, los documentos con los sentimientos, todo en sutil incongruencia, todo en caótica danza, todo en fascinante barahúnda, porque las vidas, aunque sean breves, nos dan margen suficiente para contradecirnos, desdecirnos… y maldecirnos cuando las pesadillas se abaten sobre nuestras existencias, frágil hilo de Ariadna que nos lleva desde el útero de nuestras madres hasta la tumba, como un sueño que retornará a las sombras de las que nació.

Como nosotros cuando nos marchemos. Aquí quedarán nuestras lágrimas, nuestros bríos, nuestros desdenes. Nos llevaremos nuestros actos, el ideal por el que nos hemos conducido, todo el amor que habremos dado y recibido. No son necesarias grandes alforjas para ese último y definitivo viaje. Ni siquiera es preciso tener valor, porque nos iremos de todos modos… y una vez que hayamos partido, nuestro nombre aquí quedará unido a dos fechas. Como un sueño que retornará a las sombras de las que nació…

Si la vida no es más que la sombra de un sueño, ¿quién es capaz de separar lo vivido de lo supuesto; el hecho veraz de la leyenda que lo confirma? ¿Acaso un sentimiento es menos real que un documento? ¿Quién puede asegurar que estos siempre cuentan la verdad? Queda la tradición oral, no documentada, cierto, pero fiable y sincera porque nos habla, de padres a hijos, de lo que sintieron los que nos precedieron. De sus anhelos, desavenencias, devaneos, temores, mentiras… todo revive de nuevo en sus palabras como fantasmal baile de máscaras antes de que el silencio les alcance, como un sueño que retornará a las sombras de las que nació…

Es posible que muchas personas sientan fatiga ante la Historia y sus estudios por el amasijo informe de fechas, acontecimientos, personas, parentescos, relaciones, influencias… Pues esto es lo que compone la urdimbre de la vida. Puede que conocerlos no suponga una gran ayuda, pero ignorarlos nos condenará a perseverar en el error de nuestros padres y abuelos, de nada habrá servido su empírico magisterio siendo ese el objetivo del estudio de la Historia. No somos mejores que ellos, al fin y al cabo la única diferencia que tienen con nosotros es que ellos están muertos porque… ¿lo están? En un Universo en el que la Física sólo puede asegurar que desconoce casi todo, gracias a Dios, la vida no tiene su punto y final en ese naufragio que llamamos muerte, en esa galerna que todo se lleva... Como un sueño que retornará a las sombras de las que nació.

Por todo ello pienso que debemos rescatar la Historia como lo que fue durante siglos: una sucesión infinita de historias, independientes entre sí o estrechamente unidas unas a otras; ordenadas y clasificadas o bien como madeja sin cuenda, porque lo importante siempre será la moraleja que nos obsequien sus palabras, con el afecto y la calidez de una distendida conversación en torno al fuego del  hogar, declamada, escenificada o simplemente contada, palabras de amigos que pretenden que aprendamos de sus errores al tiempo que se perpetúa su Memoria: No somos más que sus depositarios y custodios, porque todo ese patrimonio es un regalo para las generaciones futuras.

Como un humilde sueño que logró burlar a las sombras que le acosaban…