A mi amado hijo Mario,
por su Primera Comunión
y para que Nunca Olvide.
De su orgulloso padre...
“Vio Dios que la luz era buena,
y la separó de las
tinieblas;
y llamó a la luz
“día”,
y a las tinieblas
“noche”.
Hubo así tarde y
mañana:
Día primero.”
Génesis, 1, 4-6
I
No
era el ángel más brillante, ni el más inteligente, quizás la más humilde y
sencilla de las Potestades. Su nombre es Zatmanael. Había infinidad de asuntos
que no comprendía pero tampoco le interesaban, porque se confiaba a la voluntad
de Dios como un niño a la de sus padres y su amor por Él era infinito.
Únicamente deseaba tenerle cerca para Gloriarle, con sus pequeñas cosas muy
ordenadas, muy organizadas, muy clasificadas y bien guardaditas, que en ese
detalle sí que era meticuloso y diligente por aquello de que hay un sitio para
cada objeto y un objeto para cada sitio. Tanto era así, que el Señor, que
andaba muy atareado diseñando la Creación del Universo Todo, se fijó en él para
encargarle una labor, importante e indispensable...
- Zatmanael - Le llamó a su Presencia dulcemente -
Zatmanael, ven, que tenemos que confiarte una Misión...
El ángel corrió todo lo que le fue posible para
acudir a ver al Todopoderoso, feliz de que Dios le encomendase un cometido con
el que demostraría lo mucho que le amaba, atravesando el Reino de los Cielos
como una fulgurante centella azulada.
- Aquí estoy, Señor, - respondió gozosamente cuando
llegó - ¿en qué deseas que te sirva? Espero cumplirlo fielmente como me lo
mandes.
Dios le sonrió, le acarició la mejilla con su mano y
le señaló un asiento para que descansase de su carrera porque el Reino de los
Cielos puede ser diminuto como grano de mostaza y también, a la vez,
inabarcable como imaginación de Hombre.
- Pues claro que sí, hijo, sabemos que lo llevarás a
cabo con eficiencia, para este trabajo se precisa ser rigurosamente
disciplinado, puntual, metódico y cuidadoso... Y tú lo eres. Pero antes de
explicártelo, queremos que veas esto...
Alzó los dedos: Delante del Zatmanael se abrió una
especie de mirador. Se asomó y miró en todas direcciones pero no podía advertir
nada más que un inescrutable y permanente destello, un estruendo ensordecedor,
un vacío cegador cuyo aliento era insoportablemente ardiente...
- No veo nada, Señor... - Confesó apesadumbrado
porque temía no acertar en la Misión incluso antes de iniciarla - ¿Qué es esto
que me muestras?
- No te entristezcas, Zatmanael... - Le tranquilizó
- No ves nada porque aún es poco más que “nada” pero pronto será algo
maravilloso. Esto que ves es el Universo, aún está por hacer. Y para
comenzarlo, tú, que eres tan organizado y que nunca pierdes nada, te vas a
responsabilizar del Tiempo.
La Potestad abrió los ojos como platos. “Tiempo”,
había dicho el Señor, pero no tenía ni idea de lo que era, el Reino de los
Cielos está al margen de sus efectos. Dios, que todo lo sabe porque puede ver
en el corazón de todos los seres, en la esencia de todo lo creado e increado,
se percató de la duda de Zatmanael. Y habló con sencillez...
Es lógico que no lo sepas, hijo, porque sólo conoces la
Eternidad. Pero Yo soy El que Soy y voy a crear un espacio ilimitado que
cubriré de innumerables estrellas, y estas iluminarán y calentarán planetas sin
cuento, que poblaré con ingentes multitudes de criaturas. Pero ese espacio no
será eterno como es el Reino de los Cielos sino que tendrá Alfa y Omega,
Principio y Fin, Primero y Último; y entrambos Todo vendrá a suceder como Causa
y Efecto, como secuencia de hechos, pensamientos y sentimientos... Creo el
Tiempo, que tú administrarás dando a cada instante su medida exacta y regirás
dentro de las pautas por las que se desarrollará el Universo.
Hoy distinguimos la luz de la oscuridad, como Día y
Noche, para que esta dualidad fundamental dirija el ritmo de las Jornadas: El
de Hoy es el inicio de todos los que vendrán después. Toma, - le entregó al ángel una esfera brillante, irisada,
de tacto sedoso, que parecía palpitar traviesamente en su mano, - esta
es la Fuente de los segundos: Nunca la perderás porque la guardarás y
custodiarás dentro de este Cofre, que denominarás “de las Horas” y que te damos
- extendió Su mano a Zatmanael que lo recogió
en las suyas con extremo esmero, temeroso de estropearla accidentalmente -
por los Siglos de los Siglos de los Siglos hasta el Final de los Días...
Zatmanael alcanzó a
comprenderlo gracias al entendimiento que le concedió el Espíritu Santo en ese
preciso momento. Introdujo la delicada esfera en el interior del pequeño baúl,
que quedó sellado al instante. Era una arqueta dorada por sus aristas y celeste
en el resto, que en su parte superior presentaba tres peculiares relojes de
plateada esfera. De izquierda a derecha, en el primero, que solo tenía una
larga aguja, venían señalados los eones con su rosario de centurias. En el
segundo, con tres saetas, los años, los meses y los días. En el tercero y
último, cuatro manecillas para indicar las horas, los minutos y los segundos.
Pero restaba Una más... Una que solamente se movería para dar cierta Hora en
muy escasas ocasiones. Una que resplandecía más que ninguna otra de sus
compañeras, y que incluso estando inmóvil parecía gobernar a todas las demás.
Miró al Señor e inmediatamente supo a Quien correspondía...
Esa que ves es la más importante de todas porque es la
que el Hijo batirá en cada una de las ocasiones que acuda a la morada de los
Hombres. Así pues has de vigilar su funcionamiento porque de ello depende el
Tiempo del Universo y de la Humanidad, que ya ha empezado a transcurrir y que
tú habrás de registrar tomando cumplida nota de lo que ocurra, de cuándo y de
donde, refiriendo quiénes son sus protagonistas y las consecuencias de sus
actos para que Nosotros tengamos constancia de ello en el Juicio Final.
El ángel se sintió
abrumado por la seriedad del Deber que se le estaba encomendando y dudó de
estar preparado para tan Magno Trabajo. Sin embargo, Dios le confortó
cariñosamente diciéndole...
- No tengas miedo, mi
Zatmanael. Recuerda que yo siempre estaré cerca de ti. - Tocó con Su dedo el
corazón del ángel. - Tan cerca como
aquí mismo.
- ¡Muchas gracias, Señor! - Exclamó lleno de vigor,
ánimo y alegría la Potestad - Te serviré fielmente, “semper fidelis” (nota del autor: “Siempre fiel”) pues solamente quiero hacer
Tu Voluntad.
Entonces reparó en que la mitad izquierda de la parte
inferior del Cofre de las Horas tenía unos grabados oscuros y aterradores, con
monstruos y seres que se parecían a los ángeles pero con aspecto siniestro y
tenebroso; contrariamente, en su mitad derecha estaban representados ellos
mismos, los ángeles junto a Dios. Justo en el centro, divididos, el relieve de
unos seres que guardaban alguna semejanza con ambos pero mucho más frágiles y
desvalidos, como debatiéndose entre lo que eran dos bandos. Sobre ellos, una
pequeña cerradura, curioso detalle porque en el interior de la caja, ni en su
tapa, había visto nada parecido a un pestillo o a una falleba que pudiera
accionarse con una llave. El Señor leyó su pensamiento y volvió a hablarle
mientras le enseñaba una negra llave de apariencia amenazadora.
Hay bastante que es mejor que ignores. No obstante, esa
cerradura se abre con esta llave y exclusivamente Nosotros la usaremos. Sí, has
de saber que,
Llegará un Día y el Postrero será,
Te pediremos este Cofre de
las Horas:
pasarán lamentos, duelos y
zozobras,
tampoco ya habrá en las
Mares más olas,
Porque siendo de Mí, Todo a
Mí volverá.
“Y entonces hubo una batalla
en el Cielo:
Miguel y sus ángeles
lucharon contra el dragón.
El dragón y sus ángeles
combatieron,
pero no pudieron vencer,
y ya no hubo lugar para
ellos en el Cielo.
Y fue precipitado a la
tierra el gran dragón,
la serpiente antigua,
que se llama “Diablo” y
“Satanás”,
el seductor del mundo
entero,
y sus ángeles fueron
arrojados con él.”
Apocalipsis, 12, 7-9
II
El Tiempo empezó a fluir y su cuenta fue aumentando.
El Universo se sometió a sus leyes con las excepciones que el Altísimo
prescribió para la luz y para la oscuridad que reside en aquellos puntos donde
la materia se comprime hasta densidades inimaginables. Zatmanael llevaba a cabo
sus ocupaciones con el celo que cabía esperar de él, lo que le impedía
distraerse.
Un día llegó hasta donde estaba el ángel más bello y
luminoso de Dios. La Potestad le saludó contento porque nunca recibía visitas
aunque también se extrañó de que alguien como ese camarada, al que suponía
pendiente de los Asuntos del Señor en la Tierra, fuera a verle.
- ¿Dónde has estado? – Preguntó Zatmanael – Hace
mucho que no te veo cerca del Señor...
- Sí... He estado dando una vuelta por el mundo. Por
ahí, ya sabes... Viendo como los Hombres se matan entre ellos y no siguen los
Dictados de Dios.
- Sé de ello, me consta y lo registro puntualmente.
Si es así, es porque tiene que ser así. Únicamente Él conoce Sus Designios. Ama
a todas las criaturas y para cualquier “¿por qué?”, Él tiene un “porque...”
- Te daré otro “¿por qué?, amigo... - Pudo intuir en
los celestes y chispeantes ojos de su interlocutor una maldad que no comprendía
- ¿Por qué no despiertas? ¿Es que no te das cuenta de lo que está
haciendo? Pretende sustituirnos por ese ser balbuceante y despreciable que se
esconde de las tormentas... ¡A nosotros, que hemos estado junto a Él desde que
nos creó! ¿Sabes? El Caos del Hombre es la Derrota de Dios, y yo, que soy más
que Él, contribuiré a ese objetivo. Muchos ya se han unido a mí: Danel, Agares,
Asael, Ramuel, Tamiel... Y muchos de
los Grigori... Va a pasar “algo maraviloso”. ¿Te unes a nosotros?
“Algo maravilloso”, se acordó las palabras del Señor
cuando le nombró Custodio de los Días. No dudó ni un ápice, sólo recordaba con
tristeza al contemplar como el ángel más querido por Dios le traicionaba.
- No. Nunca. Amo a Dios sobre todas las cosas. Yo no
le traicionaré. Permaneceré semper fidelis a Su Voluntad.
- Creo que no me he explicado con claridad. Tú tienes
algo que yo necesito. Lo necesito para “reorientar” la Creación... - Zatmanael
percibía un creciente odio en su voz, era una experiencia nueva para él porque
en el Reino de los Cielos únicamente había amor y armonía - El libre Albedrío
puede estar bien para nosotros pero no para esos animales, tan cercanos a la
materia que son casi el barro que pisan. Únete a nosotros y dame el Cofre de
las Horas. Te concederé Poder Omnímodo sobre el Tiempo, no el de un mero
administrador y simple fedatario... Serás mi lugarteniente. ¡Vamos!, nada más te
pido que ese despreciable Cofre, una minucia, ¡vente con nosotros!
- No, Lucifer. Ni me uniré a vosotros ni te daré lo que
me pides. Tendrás que arrebatármelo. Y para quitármelo tendrás que eliminarme. Semper
fidelis...
- Non serviam (n.
del a.: “no serviré”), has tenido tu oportunidad, se acabó mi paciencia
contigo... Pero, ¿quién te crees que eres para negarte a mis deseos? - Empujó a
Zatmanael, que estaba desarmado, y lo tiró al suelo mientras desenvainó su
espada - ¿Quieres que te destruya? - Alzó su espada sobre la Potestad - ¡Pues
así sea!
La espada se detuvo en seco, tal fuerza llevaba que salió
despedida de la mano de Lucifer y este aulló por el lacerante dolor que ello le
causó.
No le tocarás, Lucifer. - Tronó la voz del Señor - Podrás
acusar, engañar, sembrar discordias, amarguras, rencillas, y dejar aflicción y
muerte por doquiera que pases, pero nunca, jamás, te llevarás contigo las almas
que sean fieles a Mi Palabra... Como Zatmanael, amado Guardián de las Horas y
Escribano de los Hechos, que es leal a Mí por encima de todo, incluso de su
propia existencia... Ahora marcha a hacer pronto lo que tengas que hacer...
¡Vete!
Lucifer se fue desafiante, cogiéndose la dolorida
mano. Su acuosa mirada, casi transparente, destilaba un profundo odio hacia el
Creador.
- ¿Dejarás que haga el mal, Señor? - Interrogó el
ángel – Corromperá lo que toque...
- Lo procurará por todos los medios aunque el tesón
de la última criatura será más poderoso que la seducción del pecado que
ofrezca. Si es que hay esa tenacidad, como la tuya, que te has mantenido firme
y sereno en la tentación. - Afirmó el Sumo Hacedor - Esa es la Cuestión, la
Libertad de Elegir. Nuestra Voluntad es que el Libre Albedrío manifieste
quienes aman y quienes odian. Y quien no esté con Nosotros, es que está contra
Nosotros. Has de saber, mi Zatmanael, que la Luz es más brillante cuando está
cercada por la Oscuridad. Y que la Oscuridad más impenetrable se desvanece
arrollada por la Sabiduría, la Verdad y la Luz. Nadie estará en tinieblas si me
sigue.
Del mundo, la serpiente ama
se creerá,
levantando naciones,
imperios y reyes;
labrando desgracias,
endiosando el oro,
tiranizando al Hombre con
impías leyes;
No temáis, porque el Verbo
prevalecerá.
"Enjugará las lágrimas de sus ojos,
y no habrá más muerte,
ni luto,
ni llanto,
ni pena,
porque el primer
mundo
ha desaparecido.”
Apocalipsis, 21, 4.
III
Un día más. Zatmanael escribía lo que sucedía y
velaba que el Cofre estuviese tal como se lo cedió el Señor, con sus agujas
trabajando incansablemente. Cierto es que, a veces, la fatiga era sentida por
él mismo, haciendo permanentemente idénticas tareas cuando otros ángeles tenían
misiones en las que ayudaban a los seres humanos. Él había sido elegido por el
Señor para alabarLe de esa manera. Sabía que su gris, monótona, callada y sorda
labor era fundamental para mantener el Universo como una bellísima melodía de
fulgurantes luces en lugar de una barahúnda tenebrosa, indescriptible e
informe. Si el Caos del Hombre era la derrota de Dios, un universo sumido en la
confusión supondría Su humillación. Y su lealtad a Él no permitiría tal
desvarío. Semper fidelis, hasta su último aliento, pasase lo que pasase,
igual que cuando le tentó Lucifer.
Empero aquella no sería una jornada más, porque
había llegado el Día. Al principio le pareció un trampantojo espontáneo por
estar tan pendiente de sus esferas. No. Realmente se estaba moviendo, despacio,
brillante, majestuosamente, recorriendo en triunfal paseo, como había hecho en
contadas ocasiones, toda la circunferencia en la que se hallaba inscrita.
Cuando levantó los ojos, allí estaba Él.
- Es el momento, Zatmanael, ¿estás preparado? -
Inquirió dulcemente el Hijo, que portaba la atezada llave que le fue concedido
contemplar en el principio de los Tiempos. - No debes tener miedo.
- Miedo no tengo, Señor, porque sé que siempre estás
con ellos aunque no sean capaces de percibirte... – Respondió sincero. – Sí que
estaba apenado por tanta tiranía, injusticia, codicia... por tanta perversión.
Bien lo sabes pues te escarnecieron y crucificaron.
El Hijo desvió la mirada, como si los ojos del ángel
le hubieran traído la memoria de tan espantosas horas.
- No hay parto sin sangre ni quebranto, que hasta la
simiente más humilde ha de remover la tierra en busca de luz y agua para su
sustento; como tampoco puede abrir los párpados sin sufrimiento el que ha
estado sumido en las tinieblas de la Mentira. Los poderosos del Mundo,
acaudillados por el ángel rebelde, se han esforzado para que esa pesada venda
cegase a la Humanidad dejando un inmenso reguero de crueldad y lágrimas. Con
todo, como Verbo encarnado, rodeado de tinieblas, llevamos la Verdad, y la Verdad hizo libres a gozosas multitudes que la
supieron reconocer, sacudiéndose el agobiante yugo que los sometía. Al cabo,
esos poderosos lo son porque se ha creído que lo eran. Sin embargo, no son más
que aquellos: La misma doliente arcilla que los sojuzgados, oprimidos y
esclavizados por sus arbitrariedades, abusos y embustes sujetos a leyes que
sirven para expoliar a los necesitados y enriquecer a los opulentos. Pues eso
se va a terminar. No puede haber Justicia del Padre donde todo es adulterado y
prostituido por la injusta ley del Hombre. Llevaré Espada y Fuego a los
imperios de la Oscuridad. Por el contrario, Consuelo y Amor tendrán los que
tanto Me han aguardado. Voy a cumplir la Promesa que transmitieron los profetas
y los sabios de todos los tiempos y lugares a las generaciones de los Hombres,
como bien sabes; y el Padre ha indicado que la Hora, que sólo Él conocía, ha
vencido. Bajaré a la Casa de los Hombres e impondré la Justicia de Dios...
- ¿Qué pasará, Señor? – Preguntó la Potestad,
intranquilo por los atroces padecimientos que Le implicó la Pasión – No
volverás a sufrir, ¿verdad?
- Sufrimiento es dejar impune al malvado y sin
premio al que ha permanecido fiel a Mi Palabra a lo largo de los siglos y de
las eras. El Padre ha señalado este momento. Es tiempo de que se cumpla el
Tiempo. Ven conmigo, Zatmanael, porque tú darás fe de los hechos como se te
encargó, ya comienza el Juicio y hay que restaurar la Creación... Va a
pasar algo maravilloso...
Su mezquindad no merecéis,
De Nunca a Jamás serviréis
a falsos señores que
morirán;
porque no acatareis más ley
que la Justicia de Cristo
Rey.
Ansiadas, Verdad y Libertad
por todas estas generaciones,
galardonaré Amor con el amor
y condenaré crueles
sinrazones:
Mi Divina Ley para la
Eternidad.
FIN
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