miércoles, 11 de agosto de 2010

Romancín de desamor - II

I

Tu mirada, rayo de sol derramado
sobre mis tinieblas, para palidecer;
por milagro, tu amor, fue amanecer
en mi vida, como por Dios tocado.

II

Ante nosotros toda la entera vida
muy colmada, sí, de radiantes días.
A tus dulces besos les cantaba poesías
rebosantes de mi pasión más sentida.

III

Mas se fueron sin adiós ni despedida,
huyó la alegre musa, quebrada la lira
por el llanto que tu ausencia, sin mira,
caprichosamente me causaste, querida.

IV

Tan grande no era tu ardor, no, fue quimera,
que mi verso tan espléndido no te resultaba
como la rica rima del dinero que otro gozaba.
Desconfiada vivirás, que si tu afán mudaba,
del poderoso caballero no serás la postrera.